Partida Rol por web

La idea de Hieronymus es cubrir a Heinrich con un disparo de la pistola, en función de la situación en la que éste se encuentre, tanto de alcance, como de encontrarse en un CaC, en cuyo caso podría buscar abatir algún enemigo no en contacto con él.

De ser factible/favorable el tiro, el turno quedaría así:

- Media acción apuntado +10

- Media acción disparo.

-¿Y cómo quieres que empuñe una silla? -preguntó la sororita manca alzando su único brazo bueno. No era tan musculosa como para poder manejarla de forma más o menos apropiada con una sola mano. Ella disparaba, y le habían quitado su sagrado bolter.

Estaba esperando algún tipo de reacción, alguna forma de proceder cuando a la chica se le iluminó el rostro oculto por la máscara al escuchar las palabras del guardia imperial.

-Bendito sea el sagrado Emperador -dijo en un murmullo antes de pensar en algo muy rápidamente. Ahora mismo todos los que no eran clérigos podían ser aliados forzosos durante un instante, normalmente no lo haría pero hasta que tuviera un arma...

-Tenemos que forzar la salida -dijo al asesino- nos lanzamos contra ellos con una mesa por delante y, con suerte, alguno de los que se dispersen caerán bajo nuestros aliados.

Urtzi bajó la vista entre el fuego cruzado. Las noticias que habían recibido por radio eran un gran alivio, y una muestra menos de herejía de la que dar cuenta luego. Ni siquiera lamentaba no haber tenido tiempo para examinar bien la estatua y asegurarse de lo que era.

La marea de clérigos resultaba apabullante, pero Urtzi no podía temer. Todos los acólitos estaban poniendo de su parte para conseguir atravesarlos, dejarlos atrás y continuar con la batalla. Él no podía ser menos.

Respiró hondo, sujetando todavía con fuerza lo único que tenía que sujetar. Abrazaba como si le fuera la vida en ello los objetos de la subasta, y continuaba, con la cabeza gacha y tratando de aprovechar la cobertura que le daban, siguiendo el rastro que marcaba la mesa como ariete.

Orionus en posición de defensa, protegiendo a Urtzi se mosqueo un poco al escuchar la idea u ordenes de Hieronymus ya que el asesino sugirió unos segundos o un minuto antes que rodearan a Urtzi y avanzaran hacia la puerta de entrada y salida.

Decidió que ese no era el lugar ni el momento de discutir y al mover la cabeza para ver las reacciones de sus compañeros/as en la matanza. Se percato que Isolda lo estaba esperando para sujetar, levantar la mesa y usarla como ariete contra la puerta. La empujarían contra los clérigos, guardias y cualquiera de los invitados/as que se cruzaran por en medio. Ya que tenían que dar apariencia que solo les importaba su Lord y a ellos mismos.

Por eso, se sujeto el palo de la mesa en el cinturón y dijo a Isolda mientras se colocaban detrás de la mesa volcada más próxima o volcarían una "Levantemosla a la una, a las dos y a las ¡TREEEEEES!. Luego comento en voz alta "¡EQUIPO AVANCEMOS A LA PUERTA Y CUBRAN AL LORD!". Isolda y Orionus comenzaron a empujar la mesa en dirección a la puerta a la mayor velocidad que podían y sin pensar que había delante y sus consecuencias. El emperador les guiaba.

En breve el grupo de acólitos os lanzasteis a la carga contra los clérigos; sin embargo, aunque el choque fue brutal, no fue suficiente para derribar a los fervorosos clérigos, que comenzaron a forcejear contra la mesa-ariete, al tiempo que unos pocos la bordeaban para enfrentarse a quienes la defendían por los flancos.

A pesar de que los clérigos resultaban lentos y torpes individualmente comparados con otros más experimantados en combate la superioridad numérica se hacía notar, dificultando evadir sus ataques. El tecnosacerdote fue capaz de apartarse con fría calma del filo de las cuchillas de sus contendientes, pero el arbites no fue tan afortunado; los clérigos atacaban con una furia ciega a los puntos visiblemente más vulnerables, y la cuchilla pasó peligrosamente cerca de su cabeza, abriendo un corte limpio sobre su ceja.

La respuesta fue rápida. Arcturus, a pesar de sostener torpemente su bastón metálico con ambas manos, asestó un golpe terrible a la rodilla de uno de los clérigos, derribandolo contra el suelo de modo que se perdió entre la oleada de gente que corría en una u otra dirección buscando la sangre o una salida. Hieronymus hizo lo propio asestando con un fragmento de madera un mamporrazo a la cabeza del desdichado clérigo que había tenido las agallas de atacarlo; para su desgracia la madera no era un arma eficaz y solo logró causarle una contusión de mal aspecto en la frente, no obstante, el clérigo continuaba frenético y en pié.

El capitán rubio movió sus brazos con rapidez para intentar bloquear tu ataque, pero claramente no estaba preparado para que saltases sobre él sin mostrar el más mínimo signo de miedo. Tu ataque sobrepasó su defensa y sentiste cómo atravesabas algo blando cuando desgarraste su carne dejándole una fea marca sangrante en la cara.

Rubio gritó de dolor, y en seguida ese grito se convirtió en uno de furia. - ¡Bestia monstruosa! - gritó mientras asestaba potentes golpes medio cegado por su propia sangre que no te costó ningún esfuerzo evadir.

El clérigo se abalanzó sobre ti sin piedad, sin que la muerte de su compañero le afectase en absoluto. Literalmente se arrojó sobre ti con su daga por delante, intentando con todas sus fuerzas ensartarla en tu pierna. Sentiste el frío metal contra tu piel al atravesar por poco la fibra reforzada de tu armadura, pero no sentiste auténtico dolor. Tu armadura te había salvado.

Orionus junto a Isolda golpearon contra un muro humano de clérigos que comenzaban a realizar ruidos como si estuvieran rodeando la mesa pero gracias a Hieronymus y Arcturus los alejaron de ellos.

No les quedaba otro remedio que empujar más fuerte para arrastrar la resistencia de los clérigos del otro lado de la mesa. Hasta acorralarlos contra la puerta o que fueran cayendo bajo la mesa y el suelo, pisando los sin piedad y pasando sobre ellos como si pertenecieran al mismo suelo.

El asesino volvió a repetir la cuenta atrás para continuar empujando con la mesa "¡OTRA VEZ, UNA, DOS Y TREEEEEEES!"

Hieronymus apuntó su arma con dificultad, entre la multitud dispuesto a realizar un valioso disparo contra uno de los agresores de Heinrich. Por un instante tuvo linea de tiro, pero se interpuso otro de los combatientes y el soldado quedó fuera de alcance. Dispuesto a gastar uno de sus últimos disparos en dar una oportunidad al soldado volvió a tomar puntería, pero entonces dos clérigos se abalanzaron sobre él con sus cuchillos. Intentó hacerse a un lado, pero no pudo evitar recibir un profundo corte desde la frente a la mejilla.

El arbites levantó sobre su cabeza el trozo de silla que empuñaba, y contraatacó.

Tras apenas tiempo para poder reaccionar uno de los Clérigos se me abalanza consiguiendo apuñalarme con su daga, por momentos noto la presión de la punta del arma abriéndose paso por mi armadura, pero en el ultimo instante la presión cesa sin llegar a perforarla, intento contraatacar pero por desgracia la fuerza del envite del Clérigo me había desestabilizado lo suficiente para errar mi ataque, intento dar un paso atrás para defenderme de su siguiente ataque mientras intento conseguir una mejor posición para poder volver a contraatacar.

-Treeeeeeeeeeessss -dijo la sororita a la vez que el asesino, siguiendo su cuenta con los dientes apretados mientras empujaba esa mesa. Tenía la esperanza de derribar a alguna, aplastarle y pisarle la cara hasta partírsela literalmente; pero sabía que eso sería más que complicado.

Apretó con el hombro del muñón y apoyó su única mano contra la tabla para hacer toda la fuerza posible. En todas sus batallas, en toda su experiencia no había estado en una situación tan expuesta. Empezaba a odiar tener que trabajar encubierta; pero ese era su deber.

El grupo avanzaba tras Octavia y sus guardaespaldas, ente la barahunda de clérigos. Arcturus lo celebró interiormente, aunque no perdía de vista las evoluciones del combate cercano que entablaban sus compañeros. Se sorprendió de lo certero que había sido su propio golpe. Sin embargo, no se premitió que la euforia lo invadiese. Se encontraba totamente fuera de su elemento, y optó por seguir a la defensiva, agarrado a su bastón como si fuese un tablón en medio de un naufragio.

El arbites se enfrentaba a dos clérigos¹ y ya había sido herido por uno de ellos, devolvió los golpes con furia, lanzó un golpe a uno de ellos, dirigiendo la porra improvisada que llevaba hacia su cabeza, con la intención de aturirle. El clérigo se apartó, esquivando el golpe de Hieronymus ampliamente y el arbites a punto estuvo de perder su arma con el impulso que había dado al golpe.

Por poco pudo retener la porra en sus manos y viendo que el movimiento del primer clérigo había dejado expuesto a su compañero, aprovechó la inercia para lanzar un golpe contra éste, al que alcanzó de lleno en una pierna.

Ambos acólitos combinaban sus fuerzas para sobrepasar la marea de clérigos, Orionus imponiendo todo el peso de su fibroso cuerpo, e Isolda redoblando sus esfuerzos por pura voluntad y su fe en el Emperador para compensar la falta de su único y poderoso brazo; arrojando todo su impulso contra la madera del improvisado ariete y haciéndolos retroceder bajo una fuerza imparable. La salida casi estaba a la vista entre la marabunta de cuerpos entrelazados en furiosa lucha.

Hieronymus se veía en ligera desventaja contra sus oponentes. En un astuto ardid intentó desembarazarse de uno de ellos apartándolo de modo que no pudiera verse arrastrado de nuevo al combate, pero el clérigo vio su intención en sus ojos y se resistió con furia a su treta hasta que su compañero intervino para socorrerlo, a lo que el arbitrador respondió con un soberano golpe que dejó sin aliento a su oponente el tiempo justo para recobrar el equilibrio, sin embargo de nuevo fue superado al ser acosado por más enemigos de los que podía manejar, con lo que uno de los tajos de los furiosos clérigos consiguió atravesar sus defensas y abrirle un nuevo corte en la piel que hubiera sido demasiado grave de no haberse interpuesto su blindaje ligero.

Al mismo tiempo, Arcturus se las ingeniaba para mantener a raya al clérigo restante maniobrando el bastón metálico siempre frente a él, de modo que el clérigo no encontrase un punto vulnerable en sus defensas al cual atacar. Al enemigo no le quedó más remedio que lanzarse con todo su ímpetu sobre él, intentando sobre pasarlo con simple fuerza bruta, pero impedido por el bastón, le resultó imposible acercar su frío acero al tecnosacerdote.

Tu entrenamiento con armas había sido intenso en la guardia imperial, pero sin duda no estabas acostumbrada a un enfrentamiento directo con armas tan cortas. El clérigo, a pesar de carecer de entrenamiento o experiencia en combate real, se lanzaba en una oleada de furiosos cortes y tajos sin preocuparse por su seguridad, empleando todos sus esfuerzos tan solo en conseguir que alguno de sus intentos traspasara tus defensas para conseguir atravesar tu carne.

Enzarzados como estábais en vuestra pelea, Octavia y sus hombres no se preocuparon por ti, dejandote atrás en tu propia lucha por la supervivencia mientras ella y sus secuacen avanzaban, lento pero seguro, atravesando la marea de enemigos hacia sus armas.

-El Emperador Protege, pero uno debe de protegerse a sí mismo. El Emperador da la voluntad y la fuerza para que uno haga lo que debe de hacer. Si tienes fe en el Emperador él te dará lo que necesites siempre que sepas verlo, solo debes de creer y tener la voluntad para hacer lo que debe hacerse en su nombre... -la oración salía como si rezongara, pues tenía los dientes apretados con toda la fuerza que podía mientras aguantaba el peso de sus enemigos antes de dar un empujón más.

-El Emperador da la fuerza a través de la fe, nosotras castigamos gracias a nuestra fe. Pienso purgar a todos estos herejes impuros en cuanto obtenga mi arma -después empezó a jurar y amenazar con amputaciones, torturas y otras cosas que dejarían a los peores señores feudales de la historia como santos.

El clérigo me había entretenido lo suficiente para alejarme del grupo de Octavia, ahora mismo estaba en tierra de nadie, o me lo quitaba de encima o podía tener problemas serios si acudía alguno mas en su ayuda, con un movimiento rápido consigo engañar y clavar la daga a mi oponente, noto como se hunde limpiamente en su cuerpo mientras la sangre caliente brota de la herida, mientras voy retrocediendo hacia el grupo mas cercano a mi posición, el de Octavia o el nuestro.

El arbites luchaba contra dos clérigos. Había golpeado a uno de ellos pero el otro aprovechó el hueco que había dejado y le lanzó un golpe bajo. De haber contado con su escudo antidisturbios quizás habría evitado el golpe, pero no en la situación en la que se encontraba. Había bajado el brazo iquierdo de forma refleja, pero casi desarmado como estaba había sido un gesto inútil y el clérigo clavó su puñal profundamente en la pierna del arbites atravesando armadura, ropa y músculo.

Le falló la pierna y Hieronymus cayó al suelo sobre la rodilla mientras lágrimas de dolor asomaban a sus ojos. Desde aquella posición sin embargo lanzó un golpe a la entrepierna de su agresor, escasamente protegida por la túnica.

Mientras se ponía en pie amagó un golpe contra su otro agresor, más con la idea de mantenerlo apartado, que por confiar en hacerle un daño real. El clérigo a pesar de haber sido herido antes, se apartó sin mucha dificultad. El arbites se asentó firmemente sobre sus pies dispuesto a aguantar el contraataque.

- ¡Aguantad! - gritó, como una orden para el equipo de acólitos, tanto como un desafio o quizás un último ruego por su vida al Divino Emperador.

Orionus creía en el emperador pero de una manera menos ferviente que Isolda mientras sujetaban y empujaban la mesa. Comenzó a escuchar el rezo de Isolda mencionando al emperador, estaba claro que necesitaban ayuda y la situación era complicada por cuestión de la presión o no entrar en el desanimo a la hora de salir vivos de ahí. El asesino con menos entusiasmo pero denotando su falta de costumbre al practicar diariamente esas oraciones, empezó a rezar con Isolda unos segundos más tarde que ella ya que no recordaba la letra e iba desacompasado a su compañera de armas.

El asesino rezaba en voz alta para subir el animo a los compañeros/as.

El Emperador Protege, pero uno debe de protegerse a sí mismo. El Emperador da la voluntad y la fuerza para que uno haga lo que debe de hacer. Si tienes fe en el Emperador él te dará lo que necesites siempre que sepas verlo, solo debes de creer y tener la voluntad para hacer lo que debe hacerse en su nombre...

El Emperador da la fuerza a través de la fe, nosotras castigamos gracias a nuestra fe. Pienso purgar a todos estos herejes impuros en cuanto obtenga mi arma

Orionus no se distrajo de su labor de sujetar y empujar la mesa como si fuera un ariete pero era complicadísimo este desafió.