Partida Rol por web

Una fría ira se apoderó de Arcturus cuando Octavia y sus hombres les apuntaron con sus armas. Se maldijo por su debilidad, pero sobre todo maldijo el nombre de aquella mujer. Bien se veía que deseaba el salterio con todas sus fuerzas; debía ser un objeto verdaderamente poderoso, un objeto de aquellos por los que precisamente habían sido enviados allí.

La intervención de Homron alivió la tensa situación. Se colocó lentamente a un lado, alejándose de la puerta. El tecnosacerdote asintió lenta y significativamente, tanto para hacer ver al equipo de la señorita Nile que podían confiar en ellos, como al arbites que contaba con su apoyo. También quería hacer notar al veterano que podía recurrir a sus capacidades con un sencillo gesto; ahora eran conscientes de las capacidades ofensivas que Arcturus podía descargar con un gesto de la mano, y estaba resuelto a usarlas, a pesar de sus limitaciones y el relativo provecho que podría dar a sus intereses, aparte de la sorpresa.

Orionus que continuaba nervioso y ya estaba cogiendo el aliento con más tranquilidad por la adrenalina, esfuerzo físico y situación crítica. Mirando al frente de la puerta, esperando a que entrara el enemigo y cuando se acercara el enemigo le golpearía un buen con la pata de silla.

Al escuchar como la gente de atrás se mantenía quieta sin hacer ruido como si hubieran encontrado todos los equipos en un santiamén. Escucho varias voces en voz alta y reconoció la de Octavia Nile pero sin comprender la frase, al estar el asesino más pendiente de quien entraba por la puerta.

A los segundos, al escuchar una voz más familiar que la de Octavia (Hieronymus). Se giro hacia atrás un instante Orionus y expreso "¡Qué narices!" "¿qué estáis haciendo ahí atrás?" "el enemigo esta ahí fuera, no lo somos nosotros". El asesino continuo vigilando la puerta en posición defensiva. Esperando que los dos grupos a sus espaldas se organizaran y cogieran todos los equipos para salir de allí.

Isola se quedó paralizada ante las circustancias que se daban en el interior. Sabía que tenía su bolter allí detrás, justo tras la estúpida de turno y sus matones. La lista crecía y crecía y aunque su bolter le llamaba, Heinrich seguía allí fuera y ese guardia había sido el que la encontró cuando perdió el brazo.

Se lo debía.

Con un gruñido y sin decir nada más, se dio la vuelta y se dirigió por donde había venido, recogiendo un cuchillo de aquellos monjes abatidos en el suelo y dirigiéndose a salvar al guardia.

Era complicado saber si Heinrich aguantaba o estaba entre las cuerdas, el tiempo pasaba demasiado despacio esperando que llegaran las armas, se escuchaba alboroto en la sala donde debería estar el armamento, me permito mirar durante un instante para ver como el grupo de Octavia apuntaban al resto de nuestro grupo y por el momento no les permitían acceder a nuestro armamento, malditos sean, ahora mismo tenemos asuntos mas urgentes que matarnos entre nosotros, maldita zorra, cuando salgamos de esta le pienso arrancar los ojos, en ese momento veo como Isolda se dirige hacia nosotros con la intención de ir en busca de Heinrich, me giro hacia Orionus, a la mierda, guarda la puerta, volvemos en un segundo, recojo otro cuchillo y me lo guardo mientras nos adentramos otra vez en la sala en busca de Heinrich, hablo por el intercomunicador, Heinrich danos tu ubicación, vamos en tu ayuda, si puedes ves avanzando hacia la salida...

Hablo por el intercomunicador, Heinrich danos tu ubicación, vamos en tu ayuda, si puedes ves avanzando hacia la salida...

Heinrich recoge la espada del suelo y la planta cerca de Rubio. Su mensaje es claro, si los guardaespaldas dan un paso, le mata.

-Sigo estando en la misma posicion, cerca de la salida. Tengo un par de matones que pueden intentar ponerme las cosas complicadas, pero tengo algo con lo que negociar. Si os dais brio, podremos entablar una negociacion en nuestros terminos, de "informacion o plomo".

En segundo pensamiento...Heinrich no estaba dispuesto a negociar con un hereje que estaba dispuesto a liberar una bestia de la disformidad en el mundo real. Si esperaba a que llegaran sus compañeros cualquier cosa podria pasar, un doliente podria desestabilizarle en la refriega el tiempo necesario para que Rubio se levantara y huyera, o sus guardaespaldas podrian sacarse un as de la manga, o una pistola, como habia hecho Hieronymus.

-Ah! Que le den! No soy un villano de pelicula.

Dice y atraviesa el corazon del maldito hereje con su misma espada. No habria relato de los magnificos planes de dominacion mundial, ni una cuenta atras para que el capitan escapara. No. Heinrich sabia cual era su mision para con el Emperador y si podia librar a la galaxia de la inmundicia que suponia Rubio, asi lo haria sin dudar.

Octavia escuchó la respuesta de Hieronymus sin pestañear, su expresión apenas cambió, salvo para mostrar el leve atisbo de una media sonrisa que no duró más que un instante. - Conque me protegeréis. Y por supuesto no tiene nada que ver que sea yo quien tiene el arma en la mano. - Octavia continuó manteniendo la mirada al Arbites y repitió el gesto con su arma obligándoos por fin a apartaros de su camino

Octavia estaba dejando atrás vuestras armas (en parte, tal vez, porque sus hombres no podían cargar con todo el arsenal), pero mientras se alejaban ella y sus hombres continuaban apuntándoos asegurándose de que no hacíais ningún movimiento en falso - Como he dicho, serviréis a mis propósitos, tanto si queréis como si no. - y cuando llegaron a las escaleras en el punto donde estábais en el límite de su línea de visión, se dieron la vuelta y desaparecieron rápidamente hacia el piso inferior a la carrera, como delataban sus pasos apresurados sobre la escalera metálica de caracol.

Rubio contempló con horror como Heinrich le atravesó el pecho con su propio acero, que volvió a salir de su carne cubierto de sangre. Sin fuerzas para decir una palabra, el comerciante independiente se deslizó poco a poco en un charco rojo carmesí, incapaz de sostener su propio peso; tras varios angustiosos segundos en loa cuales emitía gorgoteos, como si se estuviera ahogando en su propia sangre, dejó de moverse y murió.

Los guardaespaldas de Rubio observaron todo desde la distancia, sus rostros parecían extrañamente despreocupados ante la muerte de su señor, aunque eso no les impedía exhibir alguna que otra mueca de asco u horror por su destino. 

Los hombres de rubio te aguantaron la mirada un instante, pero después parecieron decidir que no merecía la pena el riesgo. Los tres se alejaron a una velocidad prudente, aún alerta contra los clérigos que continuaban combatiendo por doquier. Ahora, gracias a ellos, tenías una salida a tu disposición.

En ese momento aparecieron Isolda y Gianna en la misma dirección, corriendo con todas sus fuerzas y aferrando sendos cuchillos con únicas armas. No habían llegado a destiempo, el aspecto de Heinrich era terrible con un corte cauterizado en el abdomen a pesar de que se mantenía en pie sin ayuda, pero la ayuda de la sororitas y la guardia imperial ya no era necesaria. Rubio estaba muerto y sus hombres escapaban sin pensar siquiera en la venganza.

- Conque* me protegeréis. Y por supuesto no tiene nada que ver que sea yo quien tiene el arma en la mano.

- No. Tiene que ver con la amenaza de ahí fuera - respondió el arbites sin elevar o cambiar el tono de voz. La mujer no pareció oirle o que aquello le importara lo más mínimo. En cualquier caso, ella y su equipo abandonaron la sala corriendo y sin intenciones de volver.

- Equipaos, rápido - indicó el arbites a Arcturus y empezó él mismo a equiparse.

Embrazó el escudo y se colgó el rifle Agripina por la correa tras comprobar que seguía cargado tal y como lo dejó. Apresurado recargó la pistola automática casi vacía, su única arma hasta aquel momento y sin tiempo de detenerse demasiado con su amplio equipo echó el resto de sus cosas en una mochila. Ya se colocaría todo en su lugar cuando tuvieran un momento de respiro. Se la colgó a la esplada y salió de la armería.

- Equipaos, rápido - repitió el arbites a Urtzi y a Orionus al salir de la habitación, dispuesto a ocupar su lugar y proteger la entrada.

Ya en su puesto buscó desesperadamente a Gianna, Isolda y Heinrich, dispuestos a cubrirles con fue del rifle.

En cuanto Nile y sus secuaces abandonaron la sala, Arcturus se precipitó hacia el depósito de armas, maldiciendo a la mujer por el tiempo perdido y deseando que hiciesen picadillo a aquel grupo a la vuelta de la esquina. Buscó ansioso sus armas, las de Heinrich, Isolda y Gianna. Comprobó que se había hecho con todas y su estado. Se las echó al hombro como pudo. Y se dispuso para salir con Hieronymus, con el rifle listo para usarlo.* En cuanto el camino estuviese medianamente despejado, buscaría a Heinrich y compañía.

No pudo evitar echar un vistazo* al resto de armas allí depositadas; tal vez se encontrasen allí verdaderas joyas...

- Hotel, Gamma, Inés. Aqui Jerome. Sala despejada. Equipo recuperado - dijo por el comunicador - Informad - su acerado tono de voz no dejó traslucir la preocupación que sentía por ellos.

El arbites barrió la sala con el rifle automático esperando poder verles y abrir fuego sobre cualquiera que les amenazara.

Tanto Isolda como yo corrimos hacia la posición de Heinrich, no sabíamos si llegaríamos a tiempo, por suerte El emperador estaba de su lado y casi a punto de llegar en su ayuda pudimos ver como acababa con el Capitán Rubio, eso junto a la amenaza de los clérigos hicieron que sus guardaespaldas buscaran la salida en vez de tomar represalias contra nuestro compañero, sin tiempo que perder terminamos de llegar hasta Heinrich, Puedes andar o necesitas ayuda, si puedes vayámonos ya de aquí, el viejo seguro que te estará echando de menos,aunque mis palabras fueran algo bordes una sonrisa daba a entender que me alegraba verle vivo,Isolda tu un flanco y yo el otro, avancemos deprisa hacia la salida, vamos allá..., activo el intercomunicador, De momento todos a salvo, vamos hacia la salida, nos vendría bien fuego de cobertura mientras llegamos.

Isolda miró ligeramente perplejo el como Heinrich atravesaba a Rubio delante de sus guardaespaldas sin que ninguno hiciera nada.

Y sintió envidia por poder ejecutar a uno de esos herejes.

-La cosa está complicada en la sala... -comenzó a decir justo cuando Heyronimus interrumpió- bueno, pues ahora está libre. Volvamos a que pueda recuperar mi bolter -gruñó antes de asentir a Gianna.

-Déjame a mí el flanco derecho, que es mi lado bueno -dijo moviendo su único brazo, el derecho, para recalcar la situación.

Heinrich saluda a sus compañeras con su media sonrisa sardónica.

-Puedo andar. Solo me duele cuando respiro. Nada importante

Afortunadamente tenían un pasillo abierto ante ellos, por lo que Heinrich, aprovechando el flanqueo de las dos guerreras, fue abriendo la marcha en una formación de punta de flecha.

-Jerome, aquí Hotel. Aún respiro, cosa que Rubio no puede decir también y me llevo dos recuerdos de aquí, uno doloroso y otro útil. Gamma e Inés están conmigo, ya vamos de camino.

Orionus volvió a escuchar la voz de Octavia, a los pocos segundos unos pasos apresurados y un sutil ruido como si pisaran placas de metal al andar. Echo una ojeada atrás y desaparecido el grupo de Octavia mientras sus compañeros/as a su espalda fueron corriendo hacia el equipo y hablaba Hieronymus. También recibió información por el comunicador del estado, localización de Gianna y Heinrich.

Cuando tardaron unos minutos en coger el equipo, avisaron a Orionus que podía recoger el suyo y lo relevaban de la vigilancia. El asesino se equipó por completo y comprobó que estuvieran llenos los cargadores. Uno de los cargadores del fusil de caza lo lleno de balas matahombres y lo cargo en el arma.

Como Orionus vio cargado de armas, mochilas y objetos variados a Arcturus, supuso que llevaba el equipo de Gianna y Heinrich. Por eso echo un vistazo rápido en todos los baúles de los invitados que habían caído o estaban luchando en el jardín de la subasta.

El Arbites protegía la puerta con su arma automática. No había necesitado emplearla contra los clérigos, estos se encontraban avanzando ciegamente hacia el centro de la habitación atacando a cualquiera que se cruzase en su camino; a estas alturas, el suelo estaba cubierto de sangre y multitud de cadáveres de inofensivos adeptos, fanáticos clérigos y valerosos soldados de las FDP. Mientras tanto, Arcturus acarreaba tantas pertenencias de los acólitos como le era posible, mientras que Orionus rebuscaba entre el resto de arcones sin éxito, Octavia y sus hombres habían volcado la mayoría en busca de sus armas y sumando a aquellos los vuestros resultó imposible encontrar un arcón que no estuviera ya vacío.

Pasó un momento antes de que por un flanco del campo de batalla aparecieran en dirección a la salida el trío de guardaespaldas del capitán Rubio, el grandullón armado con con un palo roto de la longitud y grosor de un bate de beisbol, y los otros dos con cuchillos de los clérigos en sus manos, todos ellos cubiertos de salpicaduras de sangre; aunque vacilaron un instante al ver a Hieronymus en la puerta, continuaron avanzando con decisión.

Unos metros tras ellos, Gianna e Isolda volvían custodiando a Heinrich que se había agenciado la flamante espada de Rubio (ahora teñida de sangre) y presentaba un feo corte cauterizado en el abdomen.

Los tres rezagados aún no los habían visto, y Arcturus y Orionus estaban ocupados en el interior del habitáculo con las armas y el equipo, pero desde tu posición pudiste ver claramente como un duo de clérigos se percató de los que pretendían huir y comenzaron a perseguirlos por la espalda. Aún peor, al comprobar que no podían alcanzarlos a pie, se dirigieron hacia los cadáveres de un par de soldados de las FDP inclinándose para recoger sus armas.

El viejo arbitrador montaba guardia en solitario en la puerta de la armería, estaba arrodillado en el suelo, con el escudo frente a él y el rifle apoyado sobre éste. Inmóvil, parecía una estatua como las que aparecían en los libros sobre los antiguos grandes guerreros de Terra. 

El arbites había visto a los tres grupos avanzando hacia él. Los tres guardaespaldas del Capitán Rubio, los tres acólitos y dos clérigos que iban tras ellos. El arbites apuntó cuidadosamente, casi inmóvil varios segundos. Cuando abrió fuego una prolongada ráfaga atronó mientras el rifle escupía proyectil tras proyectil.

Al fondo, uno de los clérigos virtualmente explotó mientras el otro, cubierto de sangre parecía haberse quedado paralizado por el horror por un instante.

- ¡Vostros! - gritó el arbites a los guardaespaldas de Rubio - ¡apartaos de esta sala! ¡y apartaos de mis hombres o la próxima ráfaga no será de aviso! - las balas del arbites no habían pasado lejos de los guardaespaldas, pero ahora apuntó claramente hacia ellos - ¡aqui no queda nada para vostros! ¡no os volveré a avisar!