Partida Rol por web

Everett sale arrastrándose del ataúd como una babosa palpitante que hubiese caído a un barril de keroseno y tratase inútilmente de escapar. En cuanto tiene medio cuerpo fuera farfulla unas incoherentes palabras de agradecimiento mezcladas con exabruptos y gemidos, que, en resumen, vienen a indicar la necesidad de, ante la confusa situación en que se encuentran, actuar con premura en defensa de sus intereses vitales al objeto de abandonar su actual ubicación, mejorando así sus perspectivas de supervivencia.

Lo anterior lo expresa de manera bastante gráfica mediante alaridos y gestos vagamente inquietantes, lo que, unido a su actual situación como el único esqueleto del grupo, le confiere una posición de autoridad en asuntos ultraterrenos que probablemente no hace sino aseverar sus palabras, apremiando al resto del equipo para un mejor cumplimiento de lo sugerido.

Fawkes se hizo una idea de la situación...

¡Everett! ¡Lucha contra eso que viene por la pared! ¡Aléjalo de nosotros! Después de todo, él ya estaba saturado de gusanos, los que venían por las paredes no iban a ser una verdadera diferencia. ¡Facilítanos la escapada y luego síguenos!

¡Claro! ¡Ahora lo tenía claro! ¡Eso era! Lo había tenido todo el tiempo delante de sus argénteas narices y no se había dado cuenta aún. "Pero ¡madre mía! ¿Cómo se me ha podido pasar por alto?" se preguntó la Serpiente de Plata, retorciéndose de regocijo en la mano de Don. 

Era obvio lo que estaba sucediendo... Aquellos gusanos ¡eran como ella! O, más bien, ella era como ellos. Y no se había dado cuenta hasta ese preciso momento. Se contoneaban igual, se movían igual, ¡a veces incluso brillaban igual gracias a esa magnífica brillante babilla que les cubría sus sinuosos cuerpecitos! Estaba claro, ¡ella era uno de ellos!

La cadenita trató entonces de fijarse con gran atención en qué hacían sus hermanos, los que se habían subido en el cuerpo de Amanda, por ejemplo. Vio que algunos de ellos intentaban, aunque sin mucho éxito, entrar en las orejas de la joven. ¡Ella debería hacer lo mismo! Así que, sin más dilación, saltó de la mano del joven Don hasta su hombro y comenzó a meterse en la oreja del hombre, haciéndole cosquillas mientras se retorcía intentando meter todo su cuerpecito en él. Sin embargo, tras varios intentos en los que hábilmente esquivaba el dedo de Don intentando rascarse las cosquillas, entendió por qué sus hermanos no estaban teniendo éxito en colarse por las orejas de Amanda, así que volvió a mirar. 

En ese momento se fijó en que algunos se metían por la ropa de la joven y otros se le enredaban en el pelo. Perfecto. La Serpiente de Plata, esquivando manotazos y movimientos de brazos, se metió bajo la camisa del señor Poppins y comenzó a reptar por su cuerpo, tratando con todas su fuerzas de hacerle cosquillas como había visto que sus hermanos hacían con Amanda, a juzgar por los movimientos de ésta. Cuando creyó que ya llevaba suficiente tiempo haciéndole cosquillas, subió hacia arriba y se enredó en su pelo, dándole tirones para poder agarrarse y no caerse, porque el suyo era bastante más corto que el de Amanda y se lo estaba poniendo muy difícil para poder enredarse en él de tal forma que no pudieran arrancarla sin arrancar unos cuantos pelos. 

Sus hermanos serpientes brillantes debían de estar muy orgullosos de ella; a decir verdad, la Serpiente de Plata creía estar haciéndolo mejor que todos ellos, a su entender, se lo estaba poniendo difícil al joven Don Poppins. 

Toda la situación que estaba envolviendo al grupo era para colapsar a cualquiera. Por suerte el detective se sobrepuso como pudo, no podía caer en ese momento y dejar a los demás solos.

Escuchó cómo Fawkes le pedía a Everett que les protegiese mientras ellos se iban corriendo. Así que el detective se dispuso a correr, de poco le iba a servir el revólver contra aquella marabunta de gusanos, pero antes tenía que ayudar a alguno de sus amigos. Echó un rápido vistazo y vio cómo Don intentaba quitarse aquella extraña cadena de encima, que intentaba enredarse en él. Así que cogió la mano de Don.

-!Vamos amigo!- Y sin más empezó a tirar de él.

Saltaba y pataleaba, me daba golpes en todas partes intentando aplastar o arrancar los gusanos que notaba reptando por la piel en un baile demente y caótico. No era capaz de atender a nada más.

Para cuando creo que ya no siento nada vivo intentando entrar y comerme por dentro, la máscara, los guantes, zapatos y calcetines y un trozo de manga habían desaparecido.

Tras descubrir al bueno de Everett en aquél estado, si se podía calificar como tal, me había quedado en blanco. Mi cabeza estaba intentando encontrar una explicación a lo que veía, pero lo único que podía pensar era en la voz de mi padre. ¿Y que harás el día que te encuentres con eso que tanto buscas? ¿Vas a gritarle hasta que huya? ¡Paparruchas!

¡Paparruchas! Grité cuando volví en mí. La Serpiente de Plata reptaba por mi cuerpo e intentaba meterse en mis orificios. ¡Para! ¡Para, querida! No quería hacerle daño, pero ver a la cadenita intentar lo mismo que veía en los gusanos que danzaban en el cuerpo de Amanda no me tranquilizaba. Por fortuna, pude mantener la mente fría.

Intenté separar a la Serpiente de mi cabello, y esas estaba cuando Mike acudió a mi rescate. Con las manos vendadas era una difícil tarea, y mi preocupación por perderla en la oscuridad de los túneles me impedía dejarlo estar. Así que me dejé llevar por Mike, agradecido de contar con él.

Mientras luchaba con la Serpiente intentando atraerla con caricias, después de comprobar que con tirones no funcionaba, y avanzando gracias al bueno de Mike, miré hacia atrás temiendo por los demás.

¡Everett! ¡Amigo! ¡No dejes a nadie atrás! Grité con voz ahogada, intentando convencerme de que aquél esqueleto andante era mi amigo de la infancia, y sufriendo profundamente por la culpabilidad que sentía. No debí dejarle sólo...

El cebo estaba revoltoso aquel día. Por lo que a la mente de Jimmy atañía, aquella maraña de gusanos no era su amigo, era un buen montón de cebo que, por algún motivo, había salido de su caja y adoptado una figura semi-humana.

-¡¿Por qué el cebo está haciendo eso?!-gritó, empuñando uno de los remos de la barca, e intentando golpear con él a la cosa hecha de gusanos. El cebo estaba animado, y había que matarlo antes de que los usara a ellos para pescar como venganza por todos sus compañeros gusanos sacrificados en el pasado. 

Everett trata de esquivar el golpe de remo y está a punto de conseguirlo echándose hacia atrás de forma casi instintiva, sin embargo, el estar cubierto de gusanos le hace perder bastante destreza y concentración, por lo que su movimiento no es suficiente y la pala del remo acaba impactando en su cara como una bofetada que le hubiese propinado un tiki gigante polinesio, con lo que Everett, tras realizar un breve y artístico vuelo, cae a tierra girando sobre si mismo más de 360º en una improbable acrobacia peoncil.

Sin embargo, el daño recibido es más moral que otra cosa porque el remo venía con bastante poca fuerza y además los gusanos han debido de amortiguar el golpe... un momento... ¿Los gusanos? ¿Por qué sigue Everett cubierto de gusanos?

- Joder ¿Y esto a qué coño viene? ¿No es suficiente para una sola noche? Su puta madre...

La sensación de irrealidad que lleva sufriendo todo el día parece que alcanza nuevas cotas al percatarse Everett de que al parecer su cuerpo es un bloque de gusanos palpitantes, sin embargo, su lógica se resiste a abandonarle porque se da cuenta de que aún sigue viendo, escuchando... y razonando.

- Cogito ergo sum.

Se dirije a sus compañeros:

- No se si véis lo mismo que yo, pero a estas alturas de la noche ya todo me importa un huevo, vámonos de aquí y ya veremos por la mañana que hacemos con toda esta mierda, suponiendo que veamos un nuevo amanecer.

Corre hacia la salida más próxima.

Comienzo a tranquilizarme, pues ya no noto gusanos recorriéndome el cuerpo, y ahora mi preocupación es recuperar los guantes y la máscara. Sabía que mis compañeros habían abierto el ataúd y me interesaba su contenido, pero pienso que puede esperar hasta tener un aspecto de nuevo decente.

Miro entonces al suelo para ver dónde han caído, y veo los gusanos. Algunos se mueven poco debido a los golpes que les he propinado para quitármelos de encima, y otros ya ni se mueven. Al menos los que están más cerca de mí. Pero más allá, más allá...

Veo el rastro de gusanos que muy vivos y con muchas ganas se dispersan por todas partes, y veo que salen de aquel ataúd. Ni siquiera sé reaccionar. Mi mente parece querer razonarlo con que el cadáver que el ataúd contuviera evidentemente se había descompuesto y había llamado la atención de larvas y otros invertebrados.

Pero había muchos. Y además, hablaban. Y Jimmy de repente tenía un remo en la mano...

Amanda intentó recuperar parte de sus prendas, desnuda como iba, y fue su elección la máscara y los guantes, pero la marea de gusanos que venía por la pared ya los iba devorando. Tarde para esas prendas que hacían que la enfermera se sintiera vestida.

Corristeis todos. La gente intentaba mantenerse apartada de Everett. Jimmy balbuceaba y la Serpiente de Plata debía ser mantenida a la fuerza, bien agarrada. Entonces, algunos de vosotros, visteis trepar por la nuca de Hammer algunos gusanos. Otros salían de su oreja, de la manga de su camisa. Entraban y salían en pequeños regueros. Algunos de estos, al ayudar Hammer a Don a controlar a la Serpiente de Plata, se habían subido a él, y estaban entrando en sus ropas.

Amanda intentó recuperar parte de sus prendas, desnuda como iba, y fue su elección la máscara y los guantes, pero la marea de gusanos que venía por la pared ya los iba devorando. Tarde para esas prendas que hacían que la enfermera se sintiera vestida.

Corristeis todos. La gente intentaba mantenerse apartada de Everett. Jimmy balbuceaba y la Serpiente de Plata debía ser mantenida a la fuerza, bien agarrada.

Desembocasteis en un espacio abierto. ¿Era esto un laberinto de verdad? Muchos, demasiados túneles debían desembocar aquí, a tenor de lo que se veía a ambos lados de la salida, porque el túnel que habíais elegido había desembocado, tras un largo camino, en una caverna inmensa, tanto que ni se veía el techo, ni otras paredes que aquella por la que habíais salido. ¿Pared?: una ladera abrupta de roca desnuda y húmeda. Más adelante había una bruma que hería vuestras psiques con un brillo verde, muy desagradable. Era como si todos los fuegos fatuos del inframundo se hubieran reunido más allá de la bruma, y contagiaran a esta con su malsana emanación pútrida.

De los otros túneles salían figuras encapuchadas. Parecían deslizarse por el suelo, en lugar de caminar. Algunas volvieron sus cabezas en vuestra dirección. Nada se veía de sus rostros.

Don y Hammer, al volver la vista hacia el grupo, se dieron cuenta de que todos los demás les miraban, incluída la cosa que se hacía llamar Everett y vestía sus ropas, y hablaba con su voz (algo cambiada, ciertamente), que dirigía hacia ellos las cuencas vacías de su cráneo, y los gusanos en su frente dibujaban una cómica expresión de sorpresa.

Desde que Hammer te ayudara a atrapar a la Serpiente de Plata, te habías sentido algo incómodo. Era como cuando ve uno a alguien con pulgas y piojos, que le pica todo, por simpatía. Era la misma sensación, pero en gusanos. Y qué curioso que fuera Hammer quien...

Corrías. ¡Un momento! ¿Todos os miraban? Y tenías la sensación... ¡Estabas seguro de que algo correteaba por tu pierna, por tu cabeza, por tu espalda! ¿Tendrías... ?

No entiendo qué está pasando. Todos me miran. Me pica todo el cuerpo... ¿Tengo algo encima?

¿Tengo algo encima? Pregunto susurrando a la vez que oculto a la Serpiente de Plata en el bolsillo de la camisa, y sin apartar la mirada de las sombras encapuchadas que se deslizan por las paredes de la caverna, me toqueteo buscando algún gusano despistado...

Mientras, intento dilucidar si debería encontrar un camino seguro u ocultarme. Miro a Mike un momento, con los ojos medio cerrados y una evidente sospecha. ¿Qué pasa con Mike? ¿Qué me pasa A MÍ con Mike? ¿Por qué me siento tan incómodo de repente? ¿Será la culpabilidad? Eh... Mike, amigo, a lo mejor no es el mejor momento, pero antes te he mentido, nadie te critica a tus espaldas, en realidad me critican a mí... Lo siento, tenía que infundirte pasión y...

¡Joder! ¿Y ahora por donde?

Piensa Mike mientras se gira hacia el resto, entonces Don le pregunta si tiene algo encima. El detective le observa con atención para ver si hay algo extraño en él. Luego se examina a si mismo con atención mientras su mano se desliza hacia la sobaquera y la deja apoyada encima del revolver.

Entonces Don empieza a hablar.

-¿Cómo que has mentido? ¿A santo de qué? Buf...bueno da igual, ahora no es el momento no...

El detective observa cual puede ser el mejor camino a seguir.