Pero aquí en la oscuridad del bolsillo de Don, tranquilita y sin hacer nada, ¿no recuperaba la magia?
Claro, algo has recuperado :)
El dolor me impide buscar el teléfono que tanto necesito. Ahora solo puedo pensar en lo cerca que he estado de perder mis instrumentos de trabajo. ¡Trabajo! ¡Eso es!
Querida Kazeschy, puedo ofrecer un deshollinado gratuito de las chimeneas del hospital, en cuanto acabe la ventisca y yo esté recuperado. ¿Qué le parece? Usted sabe lo bien que dejo el tiro y lo rápido que trabajo. No notarán mi presencia y podrán trabajar mientras tanto...
Kazeschy le miró con una sombra de piedad. Ya tenía demasiado callo como para verse más afectada.
¿Nuestras chimeneas? Tenemos una calefacción por gasoil que va muy bien, señor Poppins, y lo sabe de sobra. No va a valer. ¿No tiene nada? Será mejor que le derive a la beneficencia. No podemos dejarle en este estado. No estaría bien.
¡Esas señoras escuálidas, antipáticas, que le miraban transmitiendo infinitos reproches cada vez que, por casualidad acudía a sus fiestas de caridad! ¡Esos papagallos! Don sintió cómo se le cerraba la boca del estómago. De pronto sintió moverse algo en el bolsillo. Bueno. Quizá... Una cadenita de plata... Puede que fuera suficiente, y le latían las manos de dolor cada vez más. Y las orejas, y la nariz, y los pies. ¡Qué dolor! ¡Qué tentación!
Hacer unos cuantos recados y pasear por el pueblo, donde todos parecían entregados a la tarea de prepararse para la tormenta... Salir de la ferretería fue... extraño. Las calles parecían más estrechas. Los aleros de los tejados parecían alcanzarse hasta casi cubrir el cielo en algunos sitios, estirándose desde las paredes combadas por la edad y por el moho y los líquenes. Maderas milenarias talladas con exóticos símbolos y adornadas con motivos vegetales cuyos modelos parecían salidos de otras edades del mundo.
Las primeras ráfagas de viento aullaron por entre aquel dédalo de calles estrechas y cuestas.
Ningún coche, nada de cables eléctricos cruzando de un lado a otro, dividiendo el firmamento blanco de nubes apresuradas por el incipiente huracán.
Everett lo conocía bien. Kingsport tenía esos momentos.
El sonido producido por el raspar de una garganta y el del esputo consiguiente le hacían reparar en un viejo marino que navegaba quizá un poco achispado por el grog, llevado por corrientes invisibles de un lado a otro de la calle. Estaban vestidos con pesados capotes de cueros gruesos y agrietados por la sal, las barbas largas y colgantes, y los ojos fieros y lúcidos bajo el sombrero de temporal.
O, en un rincón imposible, un indio envuelto en pellejos malolientes miraba desde una profundidad de milenios, sugiriendo profundidades nunca vistas, masticando alguna pulpa de olor desagradable y color verdoso, murmurando quizá palabras de lenguas ya muertas o agonizantes.
El sonido de sus propias botas en el barro. De pronto solo en medio del laberinto. Conocía bien esos momentos.
Cruzando de pronto una estrecha calle, ya con el ánimo de no vagar y regresar a su cómoda cabaña, casi tropezó con uno de esos artistas que solían ganarse la vida durante el verano, vendiendo pinturas o escribiendo para las gacetas de corta vida que florecían durante las estaciones más amables.
Baxter, creía recordar que se llamaba. Leía un libro, y por eso no había reparado en Everett. Iba por ahí mal equipado para lo que se cernía sobe el pueblo, con las manos casi azules y los labios blancos, absorto en la lectura de un pequeño librito muy manoseado.
Pudo incluso leer el título. Total, casi le había dado en los morros. Poco faltó para que ambos acabaran por los suelos.
"Sueños y Quimeras"
Disculpa por la tardanza :S
Everett esquiva a Baxter justo en el último momento, divertido ante la pinta de despistado de Baxter.
Un segundo vistazo le quita la media sonrisa del rostro, es evidente que este tipo no se ha enterado de lo de la tormenta, en este maldito pueblo la mitad de la población parecen fantasmas errantes y a la otra mitad esto no parece inquietarle lo más mínimo:
- Oye, sabes lo de la tormenta ¿No? Va a caer el Diluvio Universal, con frío y viento, rayos y centellas y todo eso. Como no te abrigues y busques refugio pero ya vas a pasar una noche memorable...
Charles Baxter miró a Everett como si, en realidad, mirara lejos, muy lejos, sin fijar la vista en él. Murmuró algo casi ininteligible y siguió caminando, como si se hubiera topado con un objeto inanimado. Conforme Everett dejó de estar en su campo de visión pareció que intentaba recordar algo. El librito colgaba de su mano, indiferente. De pronto lo descubrió. Leyendo, sin mirar por dónde iba, siguió su camino errático.
Tira por escuchar, para ver si entiendes lo que ha dicho Baxter.
Y bien, señor Poppins. ¿Va a quedarse ahí mirándome todo el día?
Everett alza una ceja mientras ve alejarse al tipo ese.
- Debe de ser el viento o algo, que hace que todo el mundo en este maldito pueblo ande con las tuercas flojas... si en lugar de mecánico me llego a hacer loquero me hubiese forrado fijo.
Continua su camino sin darle mayor importancia al incidente.
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 99 (Fracaso)
Pse. Era algo habitual. No por nada Kingsport conservaba ese aire antiguo: porque no se habían renovado las casas, ni las calles, ni nada más que lo imprescindible. Gran parte de la ciudadanía de este pueblo vivía en otro mundo... Excepto cuando venía un visionario y revolucionaba todo, como el alcalde Abbot, que vio con claridad el partido que se podía sacar de semejante idiosincrasia. De ahí habían venido todos aquellos artistas. Algunos no se iban ya ni siquiera durante el invierno, como este muchacho. Atraían turistas, lo mismo que la peculiar hechura del...
Pero Everett se había abstraído pensando en sus cosas y, ¡narices! No tenía ni idea de dónde estaba. Casi sin avisar se había metido la niebla. Había un muro delante de él que era una pequeña selva por derecho propio. Una selva húmeda de la cantidad de pequeñas setas, musgos, líquenes, plantas creciendo en las grietas, superficies que eran como fantásticos mosaicos de argamasa craquelada hasta quedar casi deshecha, cuyos diseños sugerían criaturas jamás vistas ocultas en alucinantes paisajes de regiones nunca hoyadas por un pie civilizado.
Ese muro y el suelo de la calle de barro. Niebla y... ¡Nieve! ¿Ya comenzaba a nevar? Tenía que llegar rápido a casa, no podía ser que se hubiera distraído tanto.
Tira por orientarse, mozo. En oculto.
Por muy potente que fuese la tentación, por muy rápido que solucionase el problema, deshacerme de la Serpiente de Plata no era una opción. Desde luego que no lo era. Ni por asomo.
Apreté los dientes en una sonrisa resignada, desde luego no iba a gastar el poco dinero que tenía. No era el momento.
—Que sea beneficencia pues, querida...
Tirada oculta
Motivo: Orientación
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 5 (Exito)
Hecho está.
Kazeschy, por un momento, te parece transfigurada. Odiosa. Sonríe, pero sus encías húmedas resaltan demasiado, así como los mal quitados pelos de su naciente bigote tan típico de las dulces ancianitas. Esos cuatro pelos por los que se hizo aquella canción: "mi baaarba tiene tres... "
Pero en ese particular instante no da ganas de risa...
...hasta que sonríe con dulzura, y te conduce hasta la puerta, tomándote del brazo con amabilidad. Ánimo, muchacho, no será tan grave. Ya sabes dónde ir, ¿verdad? Te da unas palmaditas en el trasero como sin darse cuenta, como confundiéndote con uno de los muchos arrapiezos con los que ha tratado a lo largo de los años. Con naturalidad.
Por un momento, te parece que estás saliendo de una enorme y vieja iglesia, y no del moderno edificio, todo ladrillo y hormigón, del Hospital Central Hill. Da miedo. La perspectiva parece deformada, parece que las paredes chorreando agua, musgo, te quieren devorar. Se ha levantado la niebla. La humedad te cala en los huesos. La niebla corre llevada por un viento frío y te azota el rostro. Creías que estabas en medio de mucha gente entrando y saliendo, pero no hay nadie ahora. Ni suenan los ruidos de los motores, ni las bocinas, ni nada.
Corres asustado. Cruzas las calles estrechas y empinadas, tanto que los tejados opuestos casi se tocan entre si. Nadie. Nadie por parte alguna. Las ventanas cerradas con postigos y la tormenta que está por llegar. Nieva. ¡Tienes que llegar! Corres un poco más casi sin darte cuenta de que te has perdido. Al pasar por una esquina, entrando en una calle especialmente estrecha y oscura...
Oh, si. Sabes perfectamente cómo llegar. Acabas de ver la iglesia de Central Hill a tu izquierda. Tomas la calle apropiada. Estás solo. Viene la tormenta. Solamente esperas que el cabezabolo de Don llegue a tiempo. Hay algo que se te está pasando. Aparte de lo raro de las calles. Esta zona de la ciudad. ¿Esa casa no era... ? Te das cuenta de que las construcciones modernas no están. Ni muchas de las del finales del siglo pasado. ¡Narices! ¡Si te conoces Kingsport como la palma de la mano! Solo que... precisamente porque tan bien la conoces, es porque sabes que a veces este pueblo es raro, rarito. Como difuso. Da igual. Aunque esta sensación hacía tiempo que no la sentías... Años. Desde tu infancia. Aunque te estés sintiendo como un niño, todavía sabes muy bien en qué dirección queda tu casa. Tomas una calle especialmente estrecha y oscura. Nieva. Comienza a nevar, la niebla viene arrastrada por un viento frío, que te azota por la espalda. ¡Todo a la vez! ¡Estas cosas solo pasan aquí! Apresuras más el paso, vas a salir de la calle, girando por una esquina de piedra basta, sin argamasa, ni cemento, mal tallada. Piensas qué se te está olvidando. Rebasas la esquina y...
¡Bumba! Ambos chocáis a la ves al intentar girar por aquella esquina y os encontráis sentados en el suelo húmedo y frío. Hay un momento de estupor. Solo bastan esos pocos segundos para que la nevada arrecie, la niebla se cierre y el viento aúlle todavía más. Cuando miráis, sintiendo ambos el palpitar del incipiente chichón en vuestras frentes, os veis el uno al otro sentado frente a frente en una cómica postura y con cara de idiotas.
El silencio es preternatural.
Cuando dices que nos topamos el uno con el otro... ¿Quién es el otro?
¿Quién es? ¿¿¿Lo/la conozco???
Se me olvidaba que están ocultos los destinatarios. Como yo si que os veo... :) Don y Everett se acaban de topar.
Aquella extraña mirada de la entidad etiquetada en la mente de Don como "enfermera jefe" y después como "vieja bruja antipática" hizo que Don y la Serpiente de Plata cambiaran de fase a otra perspectiva de la realidad. La Serpiente de Plata conocía estas cosas de manera instintiva. Estaban en el mismo lugar, pero estaban viéndolo desde otra perspectiva. Sintió cómo ahora, en las profundidades de aquel lugar (etiquetado por Don como "Hospital Central") palpitaba otro lugar muy similar al Abismo. Pero su objetivo seguía estando cerca, y se desesperó cuando Don rechazó la oferta que había brillado en su mente: dar a la "enfermera jefe" la Serpiente de Plata a cambio de aquello que había ido a buscar.
Alejarse de aquel lugar, que ya no era el mismo, aunque estaba en el mismo lugar, fue alejarse de su objetivo. Sin embargo, la inicial desesperación que había sentido fue tornándose un extraño alivio. Quizá no había sido el momento adecuado. Quizá... Sintió una especie de comunión con los pensamientos de ese "Don".
En esta perspectiva de la realidad podía hacer más cosas... Presintió el choque entre Don y Everett, más fue demasiado rápido como para evitarlo.
Estás en lo que, en términos de juego, llamaríamos las tierras del sueño. Cómo habéis pasado tan de pronto, lo ignoras. Pero aquí la Serpiente de Plata tiene más poder. Cada cosa que hagas solamente te cuesta un punto mágico, y sabes que van a tener más alcance. Además, crees que podrías llegar a comunicarte con facilidad con quien esté en contacto contigo.