Partida Rol por web

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIODÍA. - CIELO GRIS

Grito asintió al ofrecimiento de Dolor aceptando su ayuda humildemente, hubiera cargado con Guepardo pero dado su estado dudaba de poder cargar con él hasta el campamento.

En lugar de aquello, Grito saco una de sus antorchas a fin de prenderla y meterla en el nicho tal y como había recomendado. 

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Mientras Dolor y Frontera cargaban al aún vivo Guepardo, o al menos eso decía Grito, el resto de la escuadra recogió las armas perdidas y abandonaron aquel maldito maldito claro plagado de túmulos.

Cuando alcanzaron de nuevo el camino, un simple vistazo en derredor al resto de su escuadra le reveló que no estaban en condiciones para luchar más. Varios de ellos prácticamente renqueaban en lugar de andar, agotados por las heridas sufridas. Sólo Dolor y él mismo parecían estar frescos como una lechuga. Y eso no auguraba nada bueno si decidían avanzar. Angustiado, ordenó el regreso.

¡P-partida de Exploración! ¡Regresamos a la iglesia abandonada! Si seguimos sólo conseguiremos que nos maten.

Si volver fracasando en la misión se veía como una deshonra entre sus compañeros, que así fuera, pensó recuperando un pooc la compostura. No pensaba dirigir un grupo tan pequeño a otro posible enfrentamiento que acabaría con ellos y luego cargar con sus muertes en adelante. Cuando llegaran a la Iglesia le pediría al Capitán que asignase nuevos hombres para otra partida, y a un líder capaz. Frontera veía cada vez más claro que el mando no era lo suyo para nada.

Joder, qué bien me vendrían ahora unas hierbas, las que fueran... -se dijo a si mismo, incapaz de reprimir el pensamiento.

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Por fin volvían al campamento, por un momento Tarado pensó que aquel nuevo líder quisiera hacerse el héroe y lanzar un grupo hacia delante y otro de vuelta. La caminata de vuelta fue lenta, iban con un incapacitado y varios de ellos muy heridos. Entre ellos Tarado sentía como la pierna y el costado palpitaban. Le dolían las heridas, parecían no sangrar en exceso pero no estaba para dar saltos o volver a batirse en combate de vida o muerte. Se apostó en la retaguardia tras recuperar su lanza, echó de menos esa última que había lanzado pero su orgullo no le dejaba haber dejado la oportunidad de dar otro golpe extra al monstruo. Con un poco de suerte ese no volvería a salir de allí. Rezó para que no encontraran nada nuevo antes de volver con el grupo principal. 

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Estaba abatido tras el combate contra aquellos malditos seres. Habían truncado la misión del grupo, y aunque Lombriz quería continuar, prefirió estar callado. Su actitud quizás no había sido la mas adecuada, pero estaba convencido de que con su esfuerzo contra varios seres salvó la retaguardia. Una de cal y otra de arena, aún así, se sentía mal.

-Compañeros, os pido disculpas por mi actitud, no era líder y aún así di órdenes, espero que me perdonéis- De parcas palabras pero sincero. Poco más podía decir, aceptaría cualquier informe negativo en su contra al llegar a la iglesia.

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A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

La expedición puso rumbo al campamento, Guepardo necesitaba asistencia y varios de los demás entre los que se encontraba Grito estaban heridos de consideración.

A diferencia de esas criaturas, no luchamos como una unidad.  Hoy nos ha salvado el coraje, pero pudimos pagarlo muy caro... 

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Con más pena que gloria, el grupo de explorador, lastimosamente herido y debilitado, y con Guepardo debatiéndose entre la vida y la muerte en los brazos de Dolor, emprendió el regreso.

De nuevo llegaron ante el macabro cadáver colgado y cuya carne aparecía reseca, casi pétrea. Fue una suerte que estuviera ahí, pues Frontera se encontraba demasiado ocupado para buscar el desvío del camino hacia la iglesia abandonada.

Poco después, el grupo de exploración cruzaba la poco densa arboleda que rodeaba la iglesia de Zon-Kuthon. Allí vieron el gallardo espectáculo de contemplar a la Compañía Negra, aprestada para el combate en marcial formación.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Dejar atrás la Iglesia y su claustrofóbico entorno fue un cambio a mejor. Seguía siendo un tiempo desapacible, húmedo y fresco, pero viajar sobre su montura era como tener las posaderas puestas sobre los rescoldos calientes de una hoguera apagada, de modo que sentía su calor fluyendo por el cuerpo y el frescor del aire en su cara. Una sensación de vitalidad le recorrió, así como otra de libertad. El nuevo escenario, todo cuanto había quedado atrás, la pérdida de los Anales... sí era terrible, pero, a un tiempo, confería la ilusión de empezar de nuevo sin los errores del pasado por mucho que su situación presente fuera consecuencia de ellos. Pero era hora de transformar aquel inconveniente en una oportunidad.

Tomó aire profundamente y lo dejó salir poco a poco, recreándose en las volutas de vaho de su aliento. Había oído hablar de la nieve. Quizá aquel lugar fuera uno de aquellos lugares que decían se cubrían de un manto blanco que se transformaba en agua cuando se calentaba.

Extrajo su ración y la desenvolvió con curiosidad por saber qué le había correspondido en su aleatorio sorteo.

-Queso -murmuró con cierta decepción. Sí, hubiera preferido carne seca, un buen trozo de cecina que hubiera ido mordisqueando poco a poco. El queso le daría sed. Resignado, empezó a comerlo. Ligeramente seco y rancio, con un poso picante. No era la peor comida posible pero estaba muy alejada de ser un manjar-. Aunque dicen que con hambre no hay pan duro -volvió a musitar por lo bajo.

Miró entonces a Ballestero, que caminaba a su lado. Su rostro mostraba un gesto ligeramente feroz y poco amigable que le protegía. O al menos, era la conclusión a la que él había llegado tras la breve charla mantenida durante el inventario.

-Así que esa es Venganza de las Brujas -dijo en referencia a la ballesta que portaba-. ¿Cuál es su historia y cómo acabó en tus manos, Ballestero? Si la conoces, estoy seguro de que sería digna de ser escrita.

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A MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

Rastrojo no tenía ganas de enfrentarse a los enanos muertos. Tampoco tenía ganas de vivir, tras separarse de su dinero. Se debatía en un falso dilema. No. Si iba a morir, se vengaría de todos. En su mente se trazó un plan: recolectar todas las bayas, frutas y brotes comestibles. Así los transportarían hasta los túmulos del territorio enemigo, y se quedaría toda la comida allí junto a sus cadáveres cuando la inevitable derrota se consumase. Eso privaría de alimento cercano a los ingratos del templo, que con la excusa de estar febriles y desangrados estaban tirados a la bartola en sus tiendas del sótano. ¡Sí! ¡Así aprenderían! ¡Les estaría bien empleado!

Cabo Barril, permiso para forrajear durante el trayecto en la linde del camino.

La venganza le había recuperado la voz. Ya no era una voz floja, raquítica, como la que le salía recién entregadas sus monedas. Era una voz enérgica. Decidida. La de un hombre que había encontrado un objetivo en los últimos coletazos de su vida: joder a los demás.

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A MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

Empezaban un camino, uno que había llevado a la anterior partida de exploración a ser atacado y heridos. Fuera a parte que no habían conseguido el fin último que tenía la expedición: El llegar al poblado para conseguir lo que la Compañía necesitaba para sobre vivir. Comentarlo con los hombres, no estaría de más.

— Ahora vamos con eso Chamán Rastrojo — Cabo Barril había usado una fórmula que no se oía desde la ruptura de la Piedra por parte de un Oscuro; con qué fin, ya se revelaría. — Primero un par de cosas que os conviene saber. Vamos de camino al pueblo, NO al túmulo. Si esos pequeños no muertos nos atacan les exterminaremos, pero no vamos a ir en pos de ellos, ni a perseguirlos. La misión principal es alcanzar el pueblo para conseguir información, víveres y refugio para toda la Compañía. Una vez alcancemos la población, será el Oficial Analista en encargado de tratar con la población de la villa. No sabemos si seremos capaces de comunicarnos con ellos, aunque esperamos que sí. Si alguien ve algo, tiene alguna idea o cree que puede aportar algo, que no lo haga de manera que sea evidente para los moradores del pueblo; comentadlo conmigo o con Analista, si es que no le interrumpís, en privado.

Otro asunto es que los pequeños no muertos se valieron de algún tipo de magia, ventriloquía o ilusión para atraer a la anterior expedición a una emboscada. Vamos a tener eso en cuenta en esta. Una vez estemos próximos al área donde ocurrió aquello, de lo cual nos darán aviso Dolor y Frontera, no podremos fiarnos del todo de lo que veamos u oigamos, así que la premisa es no romper la formación. Esperamos una emboscada, así que el primero que vea algo peligroso o fuera de lo común, que avise, pero sin moverse; en ese momento se ordenará un alto y se analizará la situación.

En los extremos de la formación estamos los luchadores con armadura pesada. Con respecto a esto, diré que todos avanzamos al ritmo del más lento, que suelo ser yo. Nadie va más rápido, se mantiene la formación mientras avancemos. En caso de ser atacados, los luchadores con armadura pesada tratarán de luchar a la defensiva o defenderse por completo de los enemigos, actuando como una barrera en la que podréis confluir el resto para acabar con los enemigos. En cuanto a esto, no quiero medias tintas con los atacantes, procurad aunar esfuerzos por binomios y golpear al mismo enemigo hasta que es derribado. Siempre por sectores de ataque, eso sí. Y vigilad los flancos. —

Luego Cabo Barril se dirigió específicamente a Rastrojo.

— Tienes permiso para forrajear con tres premisas: Primero, eso no nos debe retrasar. Si puedes avanzar y forrajear a la vez, estupendo. Segundo, no quedarás fuera de la vista en ningún momento, y esto también vale para los que tengan que aliviarse. Y tercero, cuando den aviso de que nos acercamos al lugar de la emboscada, volverás a tu puesto en formación. Si puedes cumplir con eso, adelante.

También tengo una pregunta para tí, Chamán Rastrojo. Ese grajo que dices pueda ser un espíritu, ¿podrías pedirle que vigile nuestro camino y nos avise si ve algo que nos aceche? Después de todo los chamanes pueden hablar con los animales, ¿no? —

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A MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

-Había cuervos. ¿De dónde salieron los cuervos?

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A MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

¡Sí! ¡Sííííí! ¡No vamos a los túmulos! ¡No voy a morir! ¡Chupaos esa, moribundos del sótano! ¿Quién la va a espichar ahora?

Cof, cof... Ejem... En cuanto al cuervo...

Rastrojo interrumpió la frase para vigilar al Gran Cuervo, alias Gran Grajo, alias Pajarraco de Nido Ajeno. Cuando se aseguró que volaba lo suficientemente lejos como para no escucharle, habló en voz baja al Cabo Barril.

El tema es que no es un animal, es una reencarnación. No tengo nada claro que sea de fiar. Los animales no tienen malicia, pero si fue un humano antes puede haber aprendido el arte de la mentira y la falsedad. Aunque pueda darme información, no puedo estar seguro de si esa información será cierta o me está mintiendo para llevarme a una trampa mortal.

También se ponía en aviso a él mismo. Si el Gran Cuervo se le aparecía cerca de la emboscada, daba igual que fuera la magia de los enanos o el Gran Grajo mintiéndole, no se fiaría en ningún caso. Rastrojo no estaba tampoco satisfecho con su posición en la formación, por detrás de Beltza. En cualquier momento el caballo podía cagar y dejarle un regalito que el chamán podía pisar con sus sandalias si no estaba atento. Tampoco le gustaba ir delante del caballo, porque si se asustaba saldría en estampida arrollando a los incautos que fueran por delante. Y la peor posición era en los flancos, corriendo riesgos de ser atacados. A Rastrojo solo le valdría ir sobre Beltza, pero Lengua Negra no accedería a intercambiar los puestos.

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La partida de exploración, la segunda, comienza finalmente después de todos los preparativos. El Cabo Barril encabeza la marcha mientras todos los extremos de la formación protegen con sus armaduras a quienes están menos protegidos. Se nota que la táctica militar del Cabo Barril es impecable y eso brinda tranquilidad al grupo.

"Ahora, por lo menos, nadie nos podrá tomar por sorpresa y emboscarnos a gusto."

Mantengo mi lugar en la formación, manteniendo el paso de los más lentos. Sabiendo que solo Frontera y yo hemos recorrido este camino anteriormente, voy guiando al Cabo para seguir los pasos de la partida de exploración anterior, estando atento a encontrar los hitos del camino, como son el cadáver colgante y la bifurcación de caminos.

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Keropis no dio muestra de estar escuchando las palabras del Cabo Barril; la mirada del ermitaño se perdía entre los árboles que bordeaban el lago. Pero cuando la segunda partida se puso en marcha, el adusto soldado tomó su posición en la retaguardia y mantuvo el paso como si marchar en formación fuera algo natural en él.

Con el escudo de su jefe de pelotón embrazado y el exótico kopesh desenvainado, el Guardián de los Muertos caminaba tras sus compañeros sin perder de vista la linde del cercano bosque y el turbio espejo del lago. Una ligera brisa rizaba las serenas aguas; la imagen de los árboles que se reflejaba en ellas danzaba inquieta como si un vendaval azotara las verdes copas.

Keropis desvió un instante su refulgente mirada y sus ojos, como verdes ascuas, se encontraron con los de Lagrimita. El acorazado puño del asceta golpeó con decisión en el pectoral de su coraza en señal de saludo. Con un leve asentimiento, el Guardián de los Muertos mostró su beneplácito a quién que podía convertirse en su pareja de baile si la partida sufría una emboscada.

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El segundo grupo de exploración avanzaba con cautela, atravesando pronto el bosquecillo que rodeaba la iglesia abandonada. Las plantas estaban húmedas, el suelo transmitía frialdad, igual que el cielo, que parecía eternamente gris. Aún no habían visto el cielo azul, y el Sol tan sólo se intuía por la zona del cielo que se veía más clara entre las nubes grisáceas.

Frontera y Uro avanzaban muy atentos a los que les rodeaba, absorbiendo todos los detalles en sus mentes.

Algunos tenían frío todo el tiempo y casi temblaban, muchos nunca habían conocido estas temperaturas. Campaña y el Cabo Barril encabezaban la marcha, y casi parecían confortables dentro de sus sofocantes armaduras, que podían haberles derrotado en un verano de la Gran Sabana. Keropis, a la cola del grupo y también acorazado, no parecía sentir nada, ni el frío ni el calor.

Analista avanzaba a caballo en el centro del grupo, llevando al pesado caballo de guerra, Beltza, a un trote muy pausado. Era evidente que se estremecía y tosía cada poco, y su tez estaba incluso más blanca de lo normal. Ballestero le precedía, tal vez vigilando que no se cayera del caballo.

Dolor y Cielo conformaban la segunda línea de avance, mientras que Desastre, Uro, Frontera y Matador cubrían los flancos. Rastrojo y Lagrimita cerraban la comitiva, junto con el pesado y silenciosamente estoico Keropis.

Muy pronto dejaron atrás el bosquecillo, llegando a lo que a todas luces era un camino que discurría de sudeste a noroeste. Enseguida vieron algo que resultaba impactante, aunque tal vez no muy diferente de algunas cosas que la Duodécima pudo contemplar en Cho'n Delor y durante los tristes eventos finales del Reino Pastel.

Atado a unos postes de madera, se encontraba un cadáver, con signos evidentes de haber sido cruelmente torturado en su día, pues tenía la espalda abierta y despellejada. El cuerpo estaba reseco. No había insectos cerca, ni carroñeros de ninguna clase, excepto el Grajo de Rastrojo, que parecía haber acabado de llegar volando desde el Norte justo en ese momento, y se había posado sobre uno de los postes.

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A MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

Salir de allí le había sentado bien a Desastre. Ni siquiera quería preocuparse de las idas y venidas de Rastrojo, para él estar fuera y con aire fresco ya resultaba emocionante, quitando el detalle que desde apenas alejarse los primeros pasos había empezado a tener ganas de mear, pero se aguantaría porque en aquel momento habían cosas más importantes, como estar preparados para la batalla o cubrir los flancos. Mear podía esperar ¿verdad?

Dado el frío el campamentero frotaba y golpeaba con cierta suavidad con las palmas de sus manos su pecho y de sus brazos para entrar en calor. Se enrojecía ligeramente pero sería suficiente para combatir más o menos bien.

Vigilaba los flancos mientras tanto, atento a cada movimiento, hasta que vio aquello colgado. Aquello que podría ser la pesadilla de muchos, pero la compañía había vivido una pesadilla incluso para las propias pesadillas. Pese a ello escupió al suelo tratando de alejar el mal fario que aquella imagen le inspiraba. Era una advertencia a todo aquel que se adentrara y hasta un ciego podría verlo.

Golpeó su escudo con la lanza una vez y luego miró a Rastrojo, que hablaba de una encarnación en el cuervo.

¿De quién es la encarnación? ¿Qué nos dice ahora?

Preguntó, sin bajar su estado de alerta.

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

Cielo tomó posición en su lugar de la formación de avance, en la segunda fila, y dispuso sus lanzas de modo que tuviese solamente una de las lanzas arrojadizas en la derecha; no le importaba llevar el resto en una sola mano, apoyadas en el hombro, pero quería tener listo el brazo derecho para lanzar el arma a cualquier amenaza digna de ello.

Tenía claras las instrucciones del Cabo Barril; tras los "acorazados", en caso de combate, los que luchaban a base de movilidad y armas arrojadizas, harían uso de ellas a su amparo, maximizando las ventajas de cada estilo de lucha... Le gustaba guerrear así; era una forma inteligente de hacer las cosas lo mejor posible, y ello le daba confianza en lo que pudiese suceder.

...Confianza que empezó a flaquear cuando vieron... el cadáver dispuesto de ese modo; podía ser alguien torturado hasta la muerte en ese mismo lugar, o bien... preparado en otro lugar, pero dispuesto en este para asustar a quienes pasasen, como una advertencia. En todo caso, hablaba de crueldad inhumana.

-¿Quién puede ser capaz de hacer algo así?

... se preguntó en voz alta, pero ... a esa pregunta, había muchas posibles respuestas... El mal, en general, acecha en todas partes.