Partida Rol por web

TRIGÉSIMO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO GRISÁCEO. TEMPERATURA FRÍA

-No quiero retrasarme más, Reyezuelo, si puede esperar a la vuelta, déjalo para entonces-replicó Capitán ante la petición del soldado. 

TRIGÉSIMO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO GRISÁCEO. TEMPERATURA FRÍA

Grito asintió a las palabras del cabo y mientras Gobaldet se presentó a responder su pregunta.

Gracias Gobaldet puedes volver a tu tarea.

La respuesta del lugareño encajaba con su suposición de que no había fuentes de madera en los alrededores.

Lagrimita, si puedes entérate de dónde saca la madera está gente, estamos muy escasos y nos vendrían bien listones, leña o talar algunos árboles. Creo que Analista preguntará también pero por si tienes oportunidad.

Era hora de ponerse a trabajar los hombres ya esperaban junto al carromato y había mucho material que recoger así que era hora de partir, caña y paja es lo que tenían a su disposición así que tendrían que apañarse con eso de momento.

Las palabras que le dirigió Lengua Negra le dejaron en un estado de ánimo indefinido. ¿Mercader en otra vida? Bueno, aún tenía tiempo de serlo en esta si los años le respetaban y conseguía montar la Tienda del Gordo Barril. Servir a los borrachos sería algo sencillo, ya que Barril sabía bien sus necesidades y deseos.

— Bien, te mandaremos uno par de muchachos a la vuelta para recoger todo. Habrá que añadir un par de mudas de ropa, yesca y pedernal, y dos mantas, aunque viendo lo mugrosas que estaban, dáselas todas a los que vengan y que las laven con agua y jabón; te las devolverán todas menos un par.

Grito, manda luego a dos Infantes a por las armas y equipo siguientes: Cuatro jabalinas, cinco lanzas cortas, dos mudas de ropa, una yesca y pedernal. Además que se lleven todas las mantas para lavarlas con agua y jabón, cuando acaben que devuelvan todas menos dos. —

Mientras se alejaban del campamento, Barril llamó la atención de Analista mientras le señalaba a Lombriz.

— ¿Lo ves? Te dije que eso saldría más tarde o... —

El resto de la conversación se perdió en la suave y fría brisa que soplaba mientras aumentaba la distancia entre ellos y el Campamento.

Respondió con igual gesto al eremita acorazado; era un gesto poco habitual en él, y por lo tanto, no se podía pasar por alto y merecía ser respondido de modo análogo; cosas tan simples como esa, son las que se llaman "cortesía", aunque solían usarse relativamente poco, ya que, empezada la jornada, y desayunados todos más o menos a la vez, se consideraban por defecto más que saludados.

Pero eso sí, la presencia de Keropis siempre era bien recibida a la hora de realizar tareas que supusiesen esfuerzo, pues nunca retrocedía ante la dificultad... era una de las cosas que tenían claras de él; si se ponía a hacer algo... lo hacía al margen de las complejidades que se encontrasen.

-A tus órdenes, Grito. Veamos si encontramos materia prima útil... Paja, algo combustible, cañas... de estas últimas, si pueden ser lo más recias posible, mejor; algo se podrá hacer con ellas, aunque tengamos que atarlas en haz para que sean consistentes. Como mínimo, cestos y canastas se podrían elaborar, o incluso esterillas. Si damos también con tierra arcillosa... no sería mal hallazgo.

Miró alrededor; la gente empezaba ya a moverse, y se oían las cosas que unos y otros decían; parecía que la Intendencia estaba abierta... pero prefirió quedarse sus peticiones para otro momento; ahora iban a partir para hacer su trabajo, y no quería distraerse ni retrasar a los demás. Aún no disponía de un arma de filo... pero supuso que se podría apañar con la propia hoja de la lanza, bien utilizada, para cortar la vegetación que encontrasen útil.

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De acuerdo Grito- responde ante su petición de que un pequeño grupo vaya a buscar aquel material. Después de las tareas rutinarias del campamento, no estaba demás de cambiar de “aires” y hacer otro tipo de actividad. 

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Entendido cabo, nos ocuparemos de ello al volver contestó Grito a la orden de Barril, acto seguido y con el grupo ya preparado tomó su lanza y machete y se encaminó a la salida con los infantes y el carromato manual. 

Bien, con un poco de suerte entre Lagrimita y Analista traerán buenas noticias acerca de la leña y la madera en general, pero de momento y visto que es poco probable que aparezcan con un montón de leña de su visita al pueblo, será mejor aprovisionarse para al menos pasar la noche.

No nos alejaremos mucho del campamento, madera no, pero hay paja y cañas en abundancia a la vista, no obstante aseguraros de ir equipados contra cualquier contratiempo. ¡En marcha!

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Ponzoña llegó para tomar el cargo de los muchachos en perfecta coordinación con la marcha de Ballestero, como buen jefe. Ya estaba a punto de largarse cuando escuchó la petición general, y recordó...

──Señor, esa espada corta de excepcional calidad... Es mi arma cuerpo a cuerpo preferida. Muy buena en las escaramuzas.

Ya voy, ya voy, parecía decirle a Caracabra, a ver si por fin se largaban a explorar.

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El hostigador levantó la cabeza ante las palabras de su superior e hizo un repaso mental para ver si tenía alguna necesidad.

—Tengo equipo completo cabo Ponzoña, aunque me gustaría recuperar mi anillo, Analista sabe cuál es —dijo el jinete y sin detenerse mucho más volvió a la acción. Los establos no se preparaban y limpiaban solos, necesitaban mucho esfuerzo y aunque no era algo que le agradara, alguien tenía que hacerlo.

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Keropis tomó la carretilla y empezó a empujarla tras los pasos de Grito. Había ayudado a Campaña a acarrear ese maltrecho cachivache durante todo el trayecto entre Verdín y Carnonegro, así que ya estaba familiarizado con su irregular traqueteo.

—No essstarrría de másss que echemosss un ojo a possdiblesss rrrassstrrrosss... —comentó mientras el grupo cruzaba uno de los puentes de salida del campamento—. Sssé lo que vi... Sssi encontrramosss huellasss, podrrremosss sssaberrr sssi sssolo essstaban de passso o sssi ssse han essscondido en el poblado... 

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Desastre levantó un momento los ojos de lo que estaba haciendo para observar como las caravanas iban saliendo del lugar. Salía, así, el Capitán escoltado por Dolor, Lagrimita, Lombriz y Reyezuelo. Esos dos últimos nombres hicieron sonreír al tigre, que casi asintió para sí.

Después de todo, había funcionado. Bien por ellos.

También miró, con cierta tristeza, el grupo compuesto por Ballestero, Caracabra y Dedos. Quizás el antiguo miembro de la carnaza del tigre pensara que, en otras circunstancias, él mismo sería parte de ese grupo,  y eso le entristecía.

También Analista y Cabo Barril marcharon al cercano pueblo. Con lo que el único mando resultaba ser Ponzoña, lo que por algún motivo también causó una sonrisa en Desastre. No había dicho lo que necesitaba. Hubiera sido ridículo porque, mientras estuviera degradado a no ser casi ni hermano, nada le hubieran concedido.

Así que siguió cavando mientras meditaba en que las cosas, después de todo, iban muy bien.

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Que la gente se vaya realmente no es de mi incumbencia. No más allá de estar atento por si necesitan mi ayuda en algún momento poder acudir cuanto antes. Que se quede Ponzoña como mando lo es un poco más. Pero tampoco pasa nada pir ello, sigue siendo un hermano.

Igual hubiera sido buena idea, ya que tenemos cañas en abundancia, indicar que una tea encendida fuese una señal para pedir ayuda. Aunque por otra parte, se supone que aquí estamos seguros.

Bueno, mientras esté por aquí el inquisidor, y no parece que se vaya a ir próximamente, serán los demás los que estén seguros. Vaya mierda. Continúo con mi tarea mientras de vez en cuando levanto la cabeza para ver cómo van en el campo de entrenamiento.

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Poco a poco el campo de entrenamiento va pareciendo más un campo de entrenamiento que un patatal. La ayuda del Cabo Barril llevando dos estafermos que a mí me costaría llevar uno solo, es evidentemente inestimable.

Pero al final se marcha junto con aproximadamente la mitad de nuestros hombres. Bueno, es evidente que tenemos cosas que hacer y que resolver antes de empezar a trabajar para nuestro nuevo patrón. Continúo preparando las distintas zonas siguiendo los designios de Derviche.

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Campaña seguía levantando piedras, grandes o pequeñas, todas las que estaban a la vista, y las llevaba al extremo del campamento donde estaba levantando un montón ya considerable.

El constante agacharse, levantar, llevar, dejar, le resultaba de alguna manera relajante. Y ello era en parte por la oportunidad de cansarse, y quemar parte de toda la energía que siempre tenía. Una vez cogido el ritmito, Campaña siguió recogiendo piedras por todo el campamento, y haciendo montones con ellas.

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 Mientras algunos se iban a sus respectivos destinos, Indómito se quedó con el resto de la compañía para terminar de levantar el campamento, en específico el campo de entrenamiento y el refuerzo de las torres. Mientras movía las piedras y aplanaba la tierra, esperaba recibir la daga que le había solicitado a Cabo Ponzoña, quien se había quedado a cargo del campamento junto a un par de sus hostigadores, un par de infantes y el pelotón de reclutas.

 Esto no le daba buena espina. Cuando el campamento anterior fue atacado por esqueletos, la mayoría era fuerte y experimentado, Uro era fuerte y experimentado, pero ahora más de la mitad eran reclutas ¿podrían hacer algo contra una amenaza seria? habían mencionado algo de unas cabras deformes...

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Eran las primeras salidas del que era su nuevo campamento, de modo que, probablemente todos los participantes en las distintas expediciones irían con los ojos bien abiertos; en el caso de su grupo, en principio, no se iban a alejar demasiado, ni iban a encontrarse con ningún terreno especialmente complicado o donde se pudiese ocultar algún tipo de amenazas excepto, quizá, en los cañaverales cercanos al río, donde probablemente deberían dirigirse para conseguir largos tallos que pudiesen resultarles útiles.

Estando ya en movimiento, Keropis hizo una observación... buscar huellas, huellas extrañas, supuso, entre las del rebaño de cabras de la noche anterior. Sería absurdo ni mirar el terreno, de modo que estuvo de acuerdo... si veía algo raro, se lo diría a los demás. Cambiaformas... Recordó viejas historias de gentes que podían cambiar a una forma animal... Eso eran las típicas historias que se cuentan... Pero claro, desconocía muchas cosas sobre la magia, y sobre quienes poblaban estas tierras.

Todo era posible.

Callado, como solía hacer cuando estaba concentrado en su tarea, se movió con el resto en su búsqueda de materiales útiles que recolectar.

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Los espíritus habían hablado. Rastrojo salió de su trance con una misión sagrada: no trabajar. Y la excusa perfecta era vigilar al traidor y espía: Sabueso. Le encontró de un simple vistazo en el campo de entrenamiento.

Voy a tener que vigilar a alguien menos activo. Solo de verle me canso.

Por suerte, contaban con un segundo traidor y espía: Varecnae. Al no verlo en un primer instante, Rastrojo fue a la cocina. Si ese aprendiz había desayunado, Reyezuelo lo sabría. Pero al llegar allí descubrió que Reyezuelo no estaba.

Oh, qué oportuno. Una misteriosa desaparición, lo típico cuando dejas que el aprendiz zorro cuide de tus gallinas. Iré a avisar al idiota de Matagatos.

El Capitán tampoco estaba.

No importa, seguro que está rondando a Dedos. Solo tengo que buscar a Dedos y encontraré a Matagatos.

No se veía a Dedos en ninguna parte.

Será mejor que avise al culo gordo de Barril...

Su voluminosa figura no sobresalía de ninguna esquina, ni de los edificios ni de las tiendas.

¡¿Pero dónde se ha metido todo el mundo?! ¡Meditas un par de horas y cuando vuelves a abrir los ojos medio campamento ha desaparecido!

A quien sí encontró fue al Cabo Ponzoña, el único mando que se había quedado allí. Rastrojo miró en su dirección con algo de reticencia. Se odiaban mutuamente, y sin otro mando presente, el muy Hiena podía ordenarle cavar letrinas. Era cierto que le había dado una mora sanadora ayer, pero aquel bruto era demasiado cabeza hueca como para darse cuenta del poder místico cuasi cósmico que Rastrojo había logrado concentrar en unas dimensiones tan pequeñas. Para Ponzoña era una mora normal y corriente, no sentiría que el chamán le había hecho ningún favor.

Mejor me voy a dar una vuelta, a ver si veo a Varecnae. Con un poco de suerte le pillaré justo cuando esté dejando inconsciente a otro miembro de la Compañía o arrastrando un cuerpo al lugar en el que los esté ocultando.

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Confiaba en no olvidar las peticiones de sus hombres. No eran pocas y todas eran importantes. Guepardo quería cuerda, una jabalina y un saco de dormir además de una tienda de campaña. Dolor también necesitaba saco, mantas y una tienda. Ballestero una espada corta lo cual le recordó la petición que Reyezuelo le hiciera en su día en el mismo sentido. Pelagatos reclamaba un anillo en posesión de Analista. También dagas para Indómito y Chamán Rojo, además de flechas para Sabandija y una jabalina o una lanza corta para Tarado. 

-Se lo pediré, Pelagatos -dijo al hostigador-. Y de paso, una cosa. Las monturas, ¿ya han sido atendidas? En caso de que no sea así, encárgate tú. Tienes buena mano con ellas y el caballo de Analista necesitará de alguien con ese don. 

Vio cómo algunos se concentraban en el campo de entrenamiento. Sin duda tenían prisa por acondicionarlo y empezar con sus entrenamientos diarios. 

-Contamos con diez dianas redondas de tiro al blanco de paja trenzada y con diez monigotes de entrenamiento. Recogedlos e idlos colocando -dijo a los ocupados en aquella tarea. 

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 -Si, señor- respondió a Cabo Ponzoña, luego de terminar de aplanar el área que estaba aplanando, Indómito fue a buscar los monigotes para colocarlos en una primera fila. No podía evitar sentir algo de emoción por tener terminado el campo de entrenamiento, sentía la necesidad de entrenar, de mejorar, de aprender las técnicas del pelotón.

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Quizá su suerte había cambiado en aquel nuevo mundo, las cosas parecían ir mejor, un campamento estable, materia prima y una población que le proporcionaba trabajo y al menos de momento respeto.  Sin duda poco conocían de aquellas tierras, pero su situación era sin duda mejor que cuando llegaron, si las cosas marchaban bien quizá pudieran hacerse un nombre en donde fuera que estuvieran.

El grupo se afanaba en recoger la abundante paja y cañas, no debería costarles mucho llenar el carromato ya que aquella materia prima era abundante en contraposición con la cotizada madera.  La moral de la compañía también parecía que había mejorado, no había como el calor de un hogar y abundante comida para mantener a la tropa contenta.

Pero no había que fiarse a pesar de todo, pues aquel lugar había demostrado que podía ser despiadado y cuando menos lo esperaban podía asestarles un golpe del que no pudieran levantarse.  Era mejor no bajar la guardia, pues sabe quien podía estar observandoles.