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TRIGÉSIMO CUARTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: POR LA TARDE. - CLIMA: CIELO GRIS. TEMPERATURA TEMPLADA.

Al regresar al Campamento desde el Rancho du Matte, los Mandos de la Compañía pudieron divisar entorno a la Tienda de la Compañía el espectáculo de los diez reanimados que la rodeaban casi silenciosamente. Sólo de lejos podían pasar por humanos, pese a que aún sostenían su equipo y pertenencias.

Uno estaba claramente eviscerado y sin duda era mucho más débil que el resto, otros dos tenían sus cabezas grotescamente sujetas a duras penas a sus cuerpos mediante filamentos carnosos poco convincentes. Todos parecían montar guardia, sin apenas moverse, y ocasionalmente gimiendo suavemente.

TRANSCURREN LAS HORAS...

TRIGÉSIMO CUARTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: AVANZADA LA TARDE. - CLIMA: CIELO GRIS. TEMPERATURA TEMPLADA.

Tras enseñar lo que sabían y dejar las vacas y un cargamento de pienso para una semana, los campesinos abandonaron el Campamento, de regreso al pueblo de Carnonegro.

TRIGÉSIMO CUARTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: AVANZADA LA TARDE. - CLIMA: CIELO GRIS. TEMPERATURA TEMPLADA.

La luz del sol perdía su brillo y la oscuridad de la noche comenzaba a acercarse cada vez más. En su afán por quitarse a los revividos de la cabeza había perdido la noción del tiempo. Apenas cuando se dio cuenta de que había estado entrenando durante horas es que sintió cansancio.  El sudor que recorría su larga cabellera y que se deslizaba por su cuerpo era evidencia del esfuerzo físico que había realizado. Pero al menos ya no se sentía mal, estaba más tranquilo y eso era lo que le importaba. Una vez más sus puños le habían ayudado a sentirse en control. Hasta ahora nunca le habían fallado.

Cuando se alejó del campo de entrenamiento le informaron que habría una reunión del pelotón de infantería, pero falta tiempo para ella, así que decidió pasar su tiempo viendo a unos animales que habían llegado al campamento desde lejos, pues tampoco le interesaban tanto como para acercarse. Al poco tiempo se aburrió, contrario a lo que había sucedido antes, el tiempo parecía ir más lento. Así que se quedó sentando, viendo sin ver y sintiendo que aquel día estaba viviendo por vivir. No le gustaba esa existencia vacía, quería sentirse útil, era lo que más quería. Pero el ver que mientras todos tenían que hacer o con quien hablar no hizo más que recordarle que todavía estaba muy lejos de conseguirlo.

Tiempo después los campesinos que habían traído a los animales emprendieron su marcha. Lombriz los vio alejarse, viendo la indiferencia que les causaba a todos su partida. ¿Acaso él era tan insignificante como aquellos campesinos? No pudo evitar pensar en si alguno de sus hermanos le extrañaría si en algún momento él llegaba a faltar, en si alguno si quiera recordaría su nombre. Las acciones del profanador habían borrado su pasado, así que no quería que su memoria cayera en algo tan terrible como el olvido, ese olvido había sido una pesadilla en su vida. Negaba en silencio mientras trataba de convencerse a si mismo de que sería recordado. Con que una persona lo hiciera le bastaba.

TRIGÉSIMO CUARTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: AVANZADA LA TARDE. - CLIMA: CIELO GRIS. TEMPERATURA TEMPLADA.

Se quedó pensativo, observando como el Chamán Rastrojo se alejaba; por una parte, le tranquilizaba que "su asunto" estuviese en manos de gentes que conocían de poderes más allá de lo que él era capaz de comprender. Por otra, le asaltaba la duda..., pues era consciente de que cabía la posibilidad de que se decretase su ejecución, quizá en previsión de que fuese a peor.

Desde luego, esta última opción, no le hacía gracia. También había pensado en la opción del destierro, como otro de los escenarios que podrían darse. La maldita lengua, que se obstinaba en salir una y otra vez de paseo, le recordaba que no había vuelta atrás, como mucho, hacer una parada en el camino, más o menos larga, eso dependería de su resistencia, o al menos, eso intuía.

Curioso personaje, pensó. Rastrojo había plantado cara a Keropis, y eso era algo que poca gente en sus cabales osaría hacer. Desde luego, debía tener una fe inquebrantable en sus poderes para tentarle de tal modo.

Miró al cielo, intentando pasar página. Se había pasado la mayor parte del tiempo disponible entrenando, sin armas, sobre todo, para mejorar su propia disciplina, su autocontrol, y para no pensar. En no mucho tiempo, oscurecería y llegaría el momento de cenar.

Pero todavía no sentía hambre, ni por asomo, sino todo lo contrario.

TRANSCURREN VARIAS HORAS.

TRIGÉSIMO CUARTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: ANTES DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

TRIGÉSIMO CUARTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: ANTES DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

Una vez guardada la ballesta en reparación, Ballestero organizó los turnos de cocina, preparó sus cosas para la noche, comió lo que le dieron y se quedó atento por si, antes de la noche, los mandos indicaban algo concreto.

Las vacas portadoras de leche, tras la muy variada dieta de casi todo lo comestible, le parecían casi obscenas.

Insistía en organizar turnos de manera que, aunque cada especialista estaba en su lugar, los que no tenían ni idea debían hacer turno asistiendo a los que sabían, de modo que todos pelaran patatas, ahondaran letrinas, apalearan mierda de caballo y de vaca o ayudaran a reforzar la muralla en uno u otro momento. Él mismo estaba en todos esos cuadrantes, aunque se notaba que la falta de sueño le hacía ir bastante lento y no muy preciso.

Los ojos, más hundidos que nunca, y el blanco enrojecido casi hasta ya no ser blanco más, hacían que las cuencas parecieran vacías conforme la luz del día iba declinando, hasta parecer el cadáver de un adolescente consumido que caminaba por el campamento graznando indicaciones por sorpresa aquí o allá.

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MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: ANTES DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

Durante la tarde los trabajos en la defensa se retomaron en el punto que se habían dejado, Grito examinó el estado de la empalizada en la entrada este donde el combate se desarrollo a las puertas.

La empalizada parecía haber aguantado bien, era cierto que no sufrió un ataque directo pero al menos hizo su función disuasoria encañonando a los enemigos a través  del acceso abierto.

El segundo asignó nuevamente una sección a Cielo, Lombriz y Gobaldet los cuales sin duda ya habían cogido el truco de la construcción, los demás hombres disponibles ayudarían por turnos mientras no estaban de guardia o entrenando.

El ocaso pareció alcanzar el campamento cuando los trabajos cesaron.  Grito observo como las sombras acechaban y los revividos seguian allí, no le hacia gracia pasar la noche con aquellas cosas andando.

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DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: ANTES DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

Tras el autofustigamiento, Sabueso había continuado con el entrenamiento, pero no dedicó más que unos escasos minutos, pues pronto acabó acercándose donde Ballestero repartía órdenes a unos y a otros. Cavar letrinas y dar paladas de excrementos de las bestias, lo que venían a ser tareas similares al fin y al cabo, le parecieron adecuadas para un recluta como él era, de modo que las acató silencioso y distante.

Trabajaba entregado ahondando letrinas cuando el sol empezó a ponerse. Quedaban apenas unos minutos de luz, cosa que a él no le molestaba en absoluto, pero dadas las costumbres diurnas de los mercenarios los trabajos solían cesar en el campamento. Aún así, Sabueso permaneció un poco más trabajando hasta que finalmente dio de mano.

Salió de la zanja sucio y maloliente, y depositó la herramienta a un lado con delicadeza. Pasó por los barriles de agua dispuestos donde se lavó las manos y el rostro. Quedó allí unos segundos inmóvil, inclinado sobre los barriles. Pero aunque estaba quieto Sabueso olfateaba el aire continuamente. El aire le hablaba de los cadáveres animados, de las sensaciones que le llegaban de los soldados que pasaban cerca de él, y de la terrible oscuridad que emanaba de los dos inquisidores. Y de algo más. 

Sabueso se irguió y se alejó de los toneles de agua en dirección a donde Lombriz estaba sentado.

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DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: ANTES DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

El vacío de la pena ya disuelto no había tardado en llenarse con el letargo de la monotonía. Dolorido pero hastiado, dirigí los pasos hacia el segundo con el ánimo de que me asignase alguna tarea más que no fuese únicamente la vigilancia.

Lo que fuera. Quería poder hablar con alguien. Llenar las horas, una tras otra hasta caer en manos del sueño hasta a la mañana siguiente.

El cabo de Hostigadores había dado aviso del cercano funeral de Desastre. Al final habían optado por darle sepultura allí donde había caído. Era un justo recuerdo. En mi memoria ese pequeño puente sería recordado como el "Puente del Desastre". Por razones todas ellas evidentes.

La guerra era la guerra. Rara vez había batallas en las que uno se sintiese completamente triunfal. Pero aquella distaba mucho de esa sensación. 

Así que ahora, el corto tiempo que la vida pudiese presentar frente a mí, pensaba vivirlo. Ya bastaba de lamentos y reproches. A unos y a otros. Ese tiempo terminaría por llegar.

Alcancé al Segundo. Estaba con lo que parecía su niña bonita. Su creación. Su empeño.

La dichosa empalizada. 

No hubiese dado una plata por ella cuando empezamos a, si se puede decir así, construirla. Pero al final había aguantado bien. Incluso se podía decir que había salvado vidas por un lado y ayudado a segar vidas por el otro. No era un trabajo pesado y seguramente mucho más productivo que guardia y descanso. Guardia y descanso. Una y otra vez.  

- Grito, he terminado mis guardias. Me presento para ayudar en lo que consideres. Todavía estoy recuperándome, pero creo que algo podré ayudar a mis hermanos. -

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DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: ANTES DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

Hacia el Ocaso, los Mandos de la Compañía Negra acudieron a la Tienda del Inquisidor. Primero el Cabo Barril, seguido del Chamán Rastrojo y del Mago Serpiente, después el propio Capitán, y finalmente, llegando con cierto retraso, Analista y el Cabo Ponzoña.

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El segundo asintió a las palabras de Preocupado, perfecto únete al grupo de Lombriz en la empalizada estaba a punto de empezar una nueva sección y seguro que le viene bien tu ayuda.

El ocaso llegaba y los mandos volvían a reunirse con el inquisidor, nuevamente el futuro de la compañía dependía de los oscuros y viles deseos de un hombre poderoso, habría un día en el que la compañía pudiera elegir las batallas que librar, pero en aquel mundo, en aquella tierra no era ese día.

Grito se acercó a la tienda de los heridos a fin de interesarse por el estado de los hombres tras el día de la batalla sería ya habían pagado un alto precio con Desastre y sería mejor no tener más bajas.

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- Sí, Segundo. - Respondo tras el correspondiente saludo. 

Mientras me dirigía hacia la nueva sección de la empalizada, contemplaba la anterior obra. El esfuerzo de varios había logrado compensar el desastre provocado por Campaña.

- Por todos los espíritus, espero que no nos lo asignen otra vez. No tengo el cuerpo para dos turnos. - Me dije doliéndome de las costillas con solo recordarlo.

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Tras la reunión de Hostigadores, Tarado regresó a la tienda de los heridos y se echó un rato en la tumbona. Las heridas progresaban muy bien, pero aún era pronto para pensar en entrenar o algo similar. El turno de cocina le hizo bien, aunque le cansó tras el periodo de inactividad, pero una vez hubo descansado se presentó de nuevo para el turno de la cena en cuanto Ballestero organizó la cocina.

No había hablado con nadie en toda la tarde, no había necesidad de hacerlo.

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Dado que los mandos estaban de nuevo ocupados, tocaba que los segundos se encargaran de la rutina. Levantó la mano hacia Grito y se reunió un momento con él para organizar turnos nocturnos. Torres, puertas, prisioneros y, por tanto, ver si había leña para los braseros y mantas en los puestos de guardia, y la hora de la comida nocturna, y tener claro lo que de intendencia se iba a necesitar el día siguiente.

Asintió con un leve gruñido de aprobación cuando encontró que algunos de los muchachos se adelantaban a sus preferencias en lo tocante a lo que los heridos podían hacer (quien tiene manos puede pelar patatas, una de las frases de Gulg, hace ya tanto tiempo).

Tras la cena, tomaría su cuenco ritual, una pieza de bella porcelana, su esterilla, agua y algunas otras cosas necesarias, y esperaría a Keropis.

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La rutina del campamento pareció volverles a la normalidad después del ataque, pero la presencia de aquellos seres les recordaba el combate tan reciente.

El ocaso llegaba y los mandos seguían reunidos, el segundo tenía la esperanza que cuando las sombras les cubrieron de miradas indiscretas el hechizo pudiera ser disuelto y aquellos cuerpos volvieran al suelo, no le hacía especial gracia dormir con aquellas cosas dando vueltas.

Justo antes de la cena Grito revisó los avances en la empalizada, un nuevo tramo más largo y en menos tiempo, sin duda los hombres cada vez eran más eficientes con las repeticiones de la tarea.

Tras las debidas felicitaciones por el trabajo realizado el segundo daría las tareas por finalizadas, tocaba un merecido descanso y algo de cena caliente.

Mientras las hogueras volvían a rugir y tomar el protagonismo de la luz del recinto el infante revisó los turnos de guardias y demás repartos con Ballestero.

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HORA: DESPUÉS DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

Bajo la intensa y penetrante mirada de los dos Inquisidores, que asintieron formalmente en señal de despedida, el Capitán y sus principales Mandos salieron de la Tienda del Inquisidor hacia el mucho menos sofocante exterior.

El aire nocturno del Campamento, incluso con los olores generados por establos, letrinas y demás, parecía comparativamente mucho más puro y refrescante.

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DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: DESPUÉS DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

Había algo de comida esperando a los que venían con retraso, y Ballestero y Grito estaban acabando de organizar el periodo nocturno. Los puestos de guardia tenían combustible para los braseros. Todo estaba recogido. Ballestero observó a los mandos salir de su reunión. Esperó para ver si mandaban algo, antes de seguir con lo suyo.

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Campaña había mantenido una buena "conversación" con los monigotes de entrenamiento. Siempre procuraba contenerse. No porque le fuese fácil. Sino porque Campaña nunca había sido egoísta. Tal vez caprichoso. Pero nunca egoísta.

Romper los muñecos dejaría a sus amigos sin poder jugar a las espaditas. Que era lo que algunos hacían allí.

Empapado en sudor, Campaña se sentía cada hora algo más recuperado de su resfriado. Se retiró hacia la zona de su tienda para asearse y de paso buscar algo de comida. 

Campaña mascaba con fruición cuando de la tienda emergieron casi a borbotones los mandos de la Compañía. Campaña tenía curiosidad. A fin de cuentas, todo aquello era un tremendo lío. Primero trabajaban para el Zon "ese", Luego ya no. Aunque no le quedaba del todo claro porque por el campamento esos inquisidores de, literalmente, mala muerte.

- ¡¡¡Buuuurrrrrppp!!! -  Eructó Campaña de forma elocuente ante la comitiva.    

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Mientras salía de la tienda de Serpejo, el grueso Oscuro agradeció el frío aire nocturno. La atmósfera de aquella tienda era opresiva, un lugar en el que lo mejor era no pasar demasiado rato. Se volvió a Analista, a quien lazó unas breves palabras.

— Me alegro de que te ofrecieras voluntario, Analista. Creo que necesitaremos tu "toque" en Cántaro Roto. —

Tras escuchar la réplica del joven oficial de producirse esta, Barril se dirigió directamente a su Segundo. Esperó a recibir el informe que éste tuviera para él, tras lo cual le comunicó ciertos asuntos urgentes.

— Tenemos nuevas urgentes que afectan a todo el Pelotón de Infantería. Mañana al mediodía salimos camino a un pueblo cercano, un lugar llamado Cántaro Roto, donde estableceremos un segundo campamento.

Esto afecta a todos menos a Preocupado y a Plumilla, que permanecerán aquí. El primero está bastante herido y Plumilla se queda como refuerzo para el Capitán en la enfermería.

Además de ello, uno o dos Hostigadores aún por determinar nos acompañarán, ya que necesitaremos de sus habilidades probablemente. Uno de ellos será Guepardo, no sé si alguno más será necesario. En todo caso eso se lo comunicará su Cabo. Analista también nos acompañará en el viaje. En cuanto a los Reclutas, no tengo claro si vendrán o no, es algo que debo hablar con el Capitán. — Era dudoso que la indisoluble pareja Analista/Sabueso se rompiera, pero eso era algo que debía determinar el oficial.

— La orden que debes transmitir a todo el Pelotón es recoger en la mañana y estar listos para partir al mediodía, con todo el equipo. Trataré de que nos dejen un carro y llevar algunas monturas. El Inquisidor Fadresh viajará con nosotros. ¿Dudas? —

Barril esperaba que en este nuevo pueblo tuvieran a su disposición algo más que una baldía extensión de terreno, ya que no contaban con los medios humanos ni materiales para montar un segundo campamento de la nada. Un caserón sería lo ideal, una plaza fuerte que custodiar y desde donde poder lanzar las incursiones que fueran necesarias. No creyó ni por un momento que fueran a tener tanta suerte, claro.

Quedaba por resolver el asunto del papel dirigido al Verdugo Gurnier. — Nada más desayunar quiero que Palomita me acompañe al pueblo, debo hacer una cosa. Puede que también venga Analista, eso lo trataré con él. —

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DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: ANTES DEL OCASO. - CLIMA: CIELO OSCURO. TEMPERATURAS EN DESCENSO.

Todo un día de entrenamiento suave me lleva a comprobar que, efectivamente, mis heridas están bastante mejor. Me siento con muchas más fuerzas y más repuesto que nunca, e incluso me permito una sonrisa.

Entonces los mandos emergen de la tienda del Inquisidor. Por supuesto siento curiosidad por saber qué habrán estado hablando, pero supongo que eso no es de mi incumbencia.

En cualquier caso mis ojos se fijan directamente sobre Ponzoña, buscando analizar su actitud. Siempre me ha parecido el mando al que es más fácil leer sus sentimientos, quizá por el hecho de ser K'hlata.