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SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

MEDIA HORA PARA EL OCASO.  - EN EL SÓTANO SINIESTRO.

Mientras bajan, Barril observa los sudores de Ponzoña; tras llegar a la parte de abajo hace un gesto que solicita unos instantes mientras empuña la maza con su mano buena, llevando la antorcha en la siniestra.

— Pues esta es la mierda del sótano del que te hablaba. Yo no mandaría a dormir aquí ni a mi peor enemigo, el aire tiene un ambiente como el que se respiraba en la iglesia, pero... peor. Francamente, preferiría dormir en el establo antes de en este lugar. Los sueños que tendría en este sitio acostándome sobrio... — Barril se encoge de hombros con un sonido metálico.

— Y esa abertura no me gusta un cagarro, de ahí el asunto de la vigilancia de la puerta del sótano, convenientemente bloqueada. Tapar el pozo es otra opción. Eso os lo dejo a los que dormís aquí. ¿Has tenido suficiente con este sitio del demonio? —

Barril observa la mesa tentativamente, calculando si podría servir como leña para la chimenea.

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

MEDIA HORA PARA EL OCASO.  - CIELO OSCURO.

Acarició la grupa de Orgullo una vez hubo retirado la silla de él. Con extremo cuidado guardó sus pertenencias a un lado dejando a su animal libre de toda carga. No pasó mucho tiempo sin que comenzara a limpiarlo y a dispensarle los cuidados oportunos. Como jinete que era dependía totalmente de su caballo, era perfectamente consciente de eso. Por ese mismo motivo su primera acción siempre que llegaba a un sitio en el que descansar era cuidar de sus animales.

A su lado estaba Palomita que conocía de sobra como adecentar a un caballo tras un día de marcha, aquello dejaba tranquilo a Pelagatos que no debía de preocuparse por revisar a su segunda montura.

—Sin duda es mucho más apacible que esa condenada iglesia, pero no es un campamento militar. No todavía al menos. Habrá que trabajar mucho para lograrlo, aunque no hay duda de que es una mejora. —Tras eso señaló el agua almacenada—. Pongamos algo de agua para los animales y habremos terminado por aquí.

La fiebre no se había marchado todavía y Pelagatos deseaba terminar con esas tareas para poder centrarse en descansar un buen rato y vencer a la fiebre por agotamiento.

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AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

Analista parecía más centrado en sus temas que en recoger su caballo, con lo cual Desastre pensó que no sería importante y se bajó, dejando al caballo suelto y sin preocuparse más por él.

Por quien sí se preocupó, y le agradó que lo notase enseguida, fue por Frontera, quien le devolvió el escudo y enseguida tomó. Se sintió infinitamente mejor y más seguro, más capaz.

Gracias, hermano -le dijo al que fue el custodio temporal-. No te imaginas hasta qué punto, pero estorba para montar.

Notó algo entonces que provocó en Desastre el mismo efecto que había provocado en Derviche: el rugir de un tigre en sus tripas. Él no había comido porque tenían que racionar la comida para los enfermos, pero aquello olía a que le iba a tocar y le ponía de buen humor nuevamente.

Fue a preguntar, pero Frontera ya se había ido. Tenía que trabajar pronto para comer pronto. O eso le decía su lógica, porque trabajar más rápido significaba que la comida se hacía antes, era algo que todo el mundo sabía.

Escuchó que le tocaría hacer guardia, otra vez. También la felicitación del Cabo Barril que le hizo hinchar un poco el pecho en orgullo, había cumplido bien una misión, aunque fuese una sencilla. Le serviría para desentumecerse.

Gracias, Cabo Barril. Me vino bien tomar un poco el aire, pero sigo con los músculos agarrotados. Me siento más débil que cuando todo comenzó. No lo entiendo. Estoy sano.

Tal vez fuese el primero, que él se hubiese fijado, en expresar abiertamente que se sentía débil. O tal vez era el único que realmente se sentía débil. Sobre las guardias y las posibles parejas no dijo nada, tenía claro con quién prefería, pero también dejó que otros se moviesen antes.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

MEDIA HORA PARA EL OCASO.  - CIELO OSCURO.

Observé con una sonrisa como Lengua Negra me ignoraba y seguía su camino. Ni se dignó a dedicarme unas tristes palabras, de esas que muy raramente endulzaba con su mortecino y deprimente ingenio. Debía ser aquella su forma de lidiar con la pérdida de aquello que nunca le había pertenecido. Pero qué le iba a hacer, los sueños y deseos despertaban en la gente tan intensos sentimientos como aquellos refrendados por la realidad y los hechos.

Con una sonrisa desanduve el camino andado y, una vez cercano al carro, me dirigí al encuentro de Matagatos.

- Capitán Matagatos - comencé. – Muchas cosas han cambiado, y me gustaría saber qué opinión tiene de las tradiciones de la Compañía. Al menos de aquellas que tienen un sentido y una razón de ser, como las que conceden a los Magos la consideración de oficiales y, por tanto, un puesto en las reuniones de estos en las que actúan como consejeros. No lo digo por nada en concreto – Hice un gesto despreocupado con la mano sana, dirigiendo mi mirada hacia Lengua Negra, aquel que hacía nada había considerado necesaria una reunión de mandos. – Pero las tristes, tristísimas, circunstancias han hecho que sea el Primer Mago de la Compañía.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

Finalmente eran cerca de media docena de miembros los que se entregaron a la tarea de descargar el carro. Entre todos no les llevaría mucho. 

Siguiendo con la carga, Reyezuelo lleva finalmente a la cocina las provisiones que aún custodiaba. Una vez allí, saca un trozo de cuerda anudado y las cuenta pasando un dedo sobre los nudos. Quería asegurarse de que hubiesen llegado todas. El fuego y la sopa de harina eran prometedores, pero que él supiera no habían salido de peligro y quería asegurarse de que no se había perdido o robado nada durante la marcha apresurada y el viaje. 

Una vez contado, mira a su alrededor buscando a Analista. Parecía ocupado, por lo que se dirige a quienes se estaban encargando de la cocina en aquel momento – Frontera, Lagrimita. Dejo esto a su cuidado hasta que sepamos dónde colocaremos el almacén ¿De acuerdo?

Para entonces la noche había terminado de caer sobre todos, y se descubre a sí mismo acercándose a la puerta para mirar hacia el exterior. Temía lo que no podía ver, especialmente cuando se encontraba débil y enfermo.

Escuchar que se lo designaba para la única construcción con fuego le había hecho sentir un profundo alivio. Con suerte, aquella segunda noche bastaría para alejar la enfermedad de sus huesos del todo, pero… ¿Qué demonios hacía el caballo de Analista abandonado a su suerte?

Como un resorte, Reyezuelo va a por él y lo toma de las riendas.

- Tranquilo, chico, tranquilo… - Intentó acordarse de lo poco que había podido explicarle Palomita sobre su cuidado y la forma de tratarlos, y lo lleva a las cuadras, donde atender a éste o a los demás probablemente le llevaría un buen rato. Aplacar el apetito tendría que esperar. - Demonios...

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MEDIA HORA PARA EL OCASO.  - CIELO OSCURO.

Me quedo asombrada, casi sin poder moverme. ¿Qué voy a dormir lejos de mi hombre?

Lentamente una pequeña llamita va creciendo. Una llamita originada por el beso de Ponzoña, una llama que va subiendo en intensidad. ¿Y él está de acuerdo?

Me acerco a ambos cabos, Barril y Ponzoña. Adelante, id a mirar lo que queráis. Pero ya os anticipo a los dos que no dormiré lejos de mi marido.

Sin esperar respuesta, me giro para preguntar a Caracabra si me puede ayudar con mis.mulas.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

MEDIA HORA PARA EL OCASO.  - CIELO OSCURO.

Ballestero, una vez cenó y tuvo recogido su equipo en su rincón de los establos, habló con Uro, Matador, Frontera, Keropis, y Desastre, en el momento en el que coincidieran, ya en su lugar de descanso.

──¿Quién hace guardia conmigo? ¿En qué turno?

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

MEDIA HORA PARA EL OCASO.  - EN EL SÓTANO SINIESTRO.

Ponzoña lo miraba todo, desde la sangre seca a los utensilios de tortura.

-¿Qué monstruo vivía aquí? -dijo.

Después, siguió mirando. La congoja no había desaparecido pero estar frente a lo que parecía haberla causado, ponía nombre a la fuente del temor y por lo tanto, era más fácil sobrellevarlo.

-No, no es un buen sitio, pero tampoco lo era aquel subterráneo en la Iglesia. Eso -dijo señalando el hueco- bien podía ser un pasaje que se usara para salir de la granja sin ser visto. Deberíamos examinarlo. Mañana y a la luz del día, aunque aquí no penetre -afirmó-.  Y si algo quisiera entrar, tanto daría dormir aquí abajo que dormir arriba. Lo mejor será taponar ese agujero y establecer guardias junto a él. Habrá que informar al Capitán y que decida.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

El Cabo Barril no parece muy interesado en lo que le digo, probablemente porque le bastó con lo que Rastrojo le dijo. Pero rápidamente me llegan las órdenes de como organizarnos, por lo que sé que he de dormir en el granero y que tendré que hacer guardia con alguien.

Veo a mi alrededor y noto que Grito ha llegado con el resto de la Compañía. Me acerco a él, sabiendo que a pesar de sus heridas él debe hacer guardia y le hablo:

 - "Yo poder hacer guardia contigo. Tú descansar mientras yo guardar."

Esa es mi propuesta para mi compañero de Infantería, pues así quizás pueda mejorar su salud, sus heridas, más rápido de lo que lo haría si durmiese mal por hacer guardias. Eso es mejor que nada.

URO fue de los primeros en acercarse a la columna de lamentables despojos en que se había convertido parte de la Compañía. Y viendo el estado de la mayoría de los recién llegados, no dudó en ponerse de inmediato a descargar los bártulos y petates que habían sido amontonados sobre el carro de la pitonisa.

No es que el Cazador de Cabezas tuviera una particular predisposición a ayudar abnegadamente al resto del mundo. Más bien, todo lo contrario. Pero el hosco personaje intuía que los mandos no iban a dejar que nadie se retirara a descansar hasta que todo el material de la Compañía estuviera puesto a resguardo. Lo cual podía demorarse hasta la eternidad si dejaban la tarea en las débiles manos de aquellos empestados...

- URO ultima guardia. - sentenció lacónico a quien pudiera oírlo, utilizando un tono que no parecía admitir réplica mientras iba de un lado a otro cargando pesados bultos sobre su espalda.

De todos modos, URO no se molestó en trasladar nada hasta el interior de los edificios. Pues no tenía idea de donde iban a decidir poner cada cosa. Así que simplemente se limitó a dejar todo más o menos acomodado en las inmediaciones de la estructura principal, cerca de la granja, pero fuera del paso para no estorbar. Mientras lo hacía, iba separando aquellas cosas que reconocía como de su pertenencia, las que aparecían aquí y allá amontonadas entre todo lo demás.

Finalmente, cuando ya no hubo nada más que descargar, tomó sus cosas y se dirigió hacia el establo. Había escuchado a PONZOÑA asignar los lugares para pasar la noche, y aunque tenía sus serios reparos respecto del criterio escogido, optó por guardar silencio y encaminarse hacia el desvencijado establo que lo cobijaría durante la noche.

URO entendía que los mandos habían decidido proteger a los heridos. Y por ello los habían ubicado en la mejor de las estructuras, para que pudieran dormir seguros y confortables al calor de la potente chimenea que había en la granja. Para aquellos más duros, que habían conseguido resistir al mordiente clima de aquel lugar, solo les quedaba el establo. Y que se apañaran como pudieran.

Por supuesto, aquello le parecía una estrategia de lo más estúpida al antiguo Cazador de Cabeza. Pues siempre había considerado que no debían malgastarse tiempo ni recursos con aquellos incapaces de valerse por si mismos. Sin embargo, sabía bien que no tenía sentido discutir las órdenes. Al menos, de momento. Y prefería aprovechar los últimos instantes de luz para armar un buen lecho donde descansar.

Sin embargo, antes de pasar a ubicarse en algún rincón del establo, procuró echar un buen vistazo a la construcción, inspeccionando meticulosamente cada palmo del edificio. Seguían moviéndose en terreno desconocido. Y el sombrío guerrero no acostumbraba a bajar nunca la guardia...

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DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

Tarado que estaba pensando en tumbarse junto al fuego recibió la orden de dirigirse junto a los heridos al granero. Parecía que no iban a tener fuego esa noche y que reservarían ese lujo a aquellos que estaban mejor. Sería que los que hacían guardia eran más necesarios que los heridos. Esos pensamientos no dejaron de aparecer mientras llegaban al granero. Allí el granero estaba hecha toda la estructura de madera, con cereal por el suelo, paja empacada y seguro que alguna rata escondida. Dejó el petate en un lateral, sacó la manta y la escudilla. Habían comenzado a preparar comida y creía que iba a ser esencial coger para todos los heridos antes de que se termine. - Nos dejan a los heridos en el edificio donde no se puede hacer fuego, creo que pasaremos frío. - dice con un poco de enfado. - Voy a por un plato de esa comida, ¿quién necesita que le traiga su escudilla llena? - ofrece.

Tras llevar la comida aún caliente hasta el granero tarado se la come y se prepara la manta. A todos los heridos del granero les comenta sus pensamientos - Deberíamos juntarnos y dormir bien pegados bajo las mantas. Va a hacer mucho frío y los heridos como nosotros no debemos pasar mucho frío o los espíritus malvados entrarán en nuestros cuerpos. 

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MEDIA HORA PARA EL OCASO.  - EN EL SÓTANO SINIESTRO.

Barril asiente a las palabras de Ponzoña mientras observa con detenimiento el lugar.

— Sí, informemos al Capitán y que él decida. Se pueden poner unos escudos con la mesa encima y tapar ese agujero a las malas. La ventaja es que aquí sí se podría hacer fuego. Lo malo es que este sitio da escalofríos. No sé si todo el mundo se armará del valor necesario para bajar aquí de buen ánimo.

Y sí, mañana deberíamos explorar a dónde va eso. Aunque viendo la decoración, y a qué se dedicaba el enfermo que vivía aquí en este lugar, creo que cargar cuerpos escaleras arriba no casa con ciertos comportamientos. Sobre todo teniendo un agujero como ese para deshacerte de ellos. —

Ponzoña también había visto el porqué de hacer guardias en este siniestros lugar, lo cual era algo positivo para la seguridad del resto. Palmeó el hombro de Ponzoña en orden de moverse para hacer la consulta al Capitán.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

Ponzoña le caía mal. Le hizo cavar más letrinas de las que Rastrojo había cavado durante su periodo de instrucción. En cuanto los mandos se arremolinaron junto a la puerta del sótano, el chamán pudo dejar su puesto y alejarse del odioso representante de la tribu de las Hienas. Lo primero que hizo fue ir al carro de Khadesa a recoger sus cosas, que Uro estaba descargando de cualquier manera...

Epa, epa, epa... Cuidado con esto, Uro. Esta es mi mochila. Aquí hay cosas importantes de chamán. Ya me ocupo yo de mi equipaje, tú... vete a hacer cosas de Uro.

Se preguntó quién había recogido sus cosas, pues las había maldecido y quién fuera iba a tener mucha mala suerte a partir de ahora. Lo importante es que estaban de nuevo con su poseedor. Miró al cielo buscando al Gran Grajo, pero era imposible ver nada a estas alturas del día. Su bastón sí iluminaba lo más cercano, y en el interior del carro estaba el cuerpo de Guepardo, que aún no habían llevado a la casa. Rastrojo negó con la cabeza, desaprobando las curas que los Oscuros le habían hecho.

Guepardo no va a pasar de esta noche. Yo no puedo cuidar de él, Matagatos nunca me permitiría meterme en su disciplina médica. Ja, como si sus prácticas pudieran considerarse medicina de verdad. Lo único que puedo hacer por Guepardo es darle la extremaunción. Cuidaré de tu alma, Guepardo. Adiós...

De noche todo gato es pardo,
pero hay luz al llegar el día:
un futuro mejor para Guepardo
sin dolor, heridas y sangría.

Tsk, pobre diablo...

Bueno, ahora a ver si tengo todas mis cosas y encuentro con quién puedo hacer mi guardia que no me caiga del todo mal...

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

Cuando los mandos repartieron los lugares para dormir asintió al saber que podría hacerlo en el mismo edificio que Plumilla, así podría cuidarla mejor. La ayudó a escoger un buen lugar lo más cerca del fuego posible para que estuviera caliente y después buscó otro para él, lo más cerca posible siempre dando preferencia a los que estaban más enfermos para que lograran aprovechar el calor del fuego.

-Aquí estarás bien Plumilla, ahora debes seguir descansando, seguro que una buena noche hará que te recuperes un poco.

Le preocupaba que siguiera empeorando, se la veía cansada y muy enferma. Cuando terminó se acercó al Cabo Barril y se ofreció voluntario para hacer guardias, le preocupaba que algún enemigo estuviera cerca.

-Cabo Barril me ofrezco voluntario para montar guardia y proteger la casa. ¿Qué sabemos de nuestros posibles enemigos? ¿Ya sabe donde estamos? Me preocupa que los lugareños se enfaden por haber ocupado estos edificios.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

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MEDIA HORA PARA EL OCASO.  - CIELO OSCURO.

Por supuesto, unos segundos de paz eran pedir demasiado. Apenas acababa de llegar y ya parecían haber conatos de falta de disciplina, así como Serpiente perdió poco tiempo en dirigirse a él con una exigencia sobre, aparentemente, nada. 

-Hasta donde sé, Mago Serpiente, se te convocará para las reuniones. Pero por el momento, sé poco más de nuestra situación-replicó, con aire cansado y cara de pocos amigos. Había una sopa con su nombre, que aún no había tenido oportunidad de catar.

-Y mañana habrá que revisar ese brazo, por tu bien espero que podamos hacerlo mejorar-añadió, partiendo en busca de algo caliente que echarse al buche. 

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DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

Mientras Frontera removía la sopa de harina, Lagrimita se le acercó por detrás y miró el interior de la olla. Parecía que ya habían terminado de descargar cosas.

-¿No está muy líquida, Frontera? -pregunto el infante cogiendo un buen puñado de harina con su escudilla y espolvoreándolo sobre la sopa.

Eh, eh, poco a poco, Hermano. No la eches tan de golpe...

-Bueno, pero tiene que espesar bastante más, dime cuando y añado otro puñado.

Échalo ahora, pero no pongas más, o al final nos quedará un engrudo. Si queda pastosa nos llenará más el estómago, pero tenemos muchos enfermos y el frío no perdonará esta noche tampoco... Así liquidilla será mejor para que las tripas nos entren en calor -argumentó Frontera.

Unos largos minutos después, sintiendo las miradas de los más hambrientos en su cogote, Frontera anunció que la cena estaba lista.

¡Compañíaaa, a comeeer! -dijo con alegría- Creo que hay bastante sopa, quien tenga mucha hambre quizá pueda repetir.

Uno a uno, los Hermanos Juramentados (y Dolor y Khadesa) fueron pasando por delante de la gigantesca perola para ir recibiendo su ración de sopita bien caliente, que Frontera les iba sirviendo con un enorme cucharón. Era una cena sosa como ninguna otra, pero ya tendrían tiempo más adelante para comer algo sabroso, cuando todos estuvieran recuperados y pudieran cazar algo o conseguir alguna provisión decente. En este momento una cena caliente era lo que necesitaban, al igual que la sopa de escarabajo del día anterior, que curiosamente había estado bastante buena.

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DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

La oscuridad impera ahí fuera, pero la Compañía está de nuevo reunida... Cielo puede respirar tranquilo. Tras acercarse a ayudar a en lo que pueda, en especial a moverse a los que están más débiles, va en busca de sus pertenencias; tiene asignado sitio para dormir en el granero, de modo que es el destino de sus cosas. La granja, por momentos, parece bullir de actividad, y un olor a comida flota en el ambiente; la sopa parece que pronto estará lista, de modo que, cuando lleva sus cosas al granero, toma su escudilla, para estar preparado y no tener que andar buscándola a la hora de comer.

Después, busca a Preocupado. Es consciente de la importancia de las lanzas que le prestó; son un arma poderosa, y su dueño está más familiarizado con ellas que él, que usa un arma similar, pero de empleo diferente: una de cuerpo a cuerpo más pesada.

Consigue verle cuando éste está junto al Cabo Barril, y le oye, precisamente, presentarse voluntario para hacer alguna guardia. Momento más oportuno no puede haber para devolvérselas.

-Preocupado, toma tus lanzas. Si tienes que hacer guardia... seguro que te harán falta. No he tenido ocasión de utilizarlas, pero te lo agradezco.

Mientras sostiene con una mano su propia lanza, con la otra le devuelve las tres que pertenecen al compañero, tras lo cual, se aleja de ambos.

El tiempo sigue su curso, sin más prisa de la necesaria, y la Compañía está preparándose para pasar la noche; oye a Frontera, convocando a la gente para cenar, y no pierde tiempo; le tocará hacer guardia, y cuanto antes digiera la cena, mejor, menos le preocupará la somnolencia por tener el estómago lleno. Simplemente, espera su turno, a que le llenen la escudilla, e ingiere su humeante contenido. Está caliente y es agradable sentir como se calma el hambre, al cual tampoco es que hiciese excesivo caso.

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DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE

Tras recoger sus pertenencias e ir a la casa, Romo espera pacientemente a recoger algo de la comida que había preparado Frontera, un plato bien caliente para entrar en calor y levantar la moral a la tropa. Estar allí en esos momentos, con una cena caliente, en una casa que no tenía una pinta amenazadora y al calor de la chimenea, tranquilizaba en cierta manera al guerrero. No es que se hubiera acabado el peligro, pero al menos era más llevadero. 

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DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

Con la montura ya preparada y sus cosas en la casa, donde previsiblemente pasaría unas cuantas jornadas, Palomita se dirigió hacia Frontera y tomó en sus manos el cuenco de sopa caliente que la serviria para calentarla mas por dentro que para alimentarla, pero desde luego no estaban en ningún lugar lujoso y a mayores ella habia atravesado el portal literalmente con lo puesto, de momento todo cuanto se habia llevado a la boca provenia de las mochilas y el trabajo de sus compañeros.

Mil gracias, chicos - dijo al tomar el cuenco y entonces se retiró hacia un lugar tranquilo donde poder tomarla. Durante el rato que estuvo llevando el rancho a la boca, observaba a sus compañeros. Parece que la alegria estaba volviendo levemente a la compañía. Las caras ya no eran tan largas, los animos no estaban tan decaidos y aun en la precaria situación en la que se hallaban todos, la posibilidad de un asentamiento y el inicio de la disciplina militar, estaba sacando de su ensimismamiento a gran parte, entre los que se incluia.
Sin darse cuenta había acabado su sopa y habia arrebañado con los dedos todo el cuenco. Suspiró y se arrebujó en la capa en lo que los demás concluian

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DESPUÉS DEL OCASO.  - CAE LA NOCHE.

No creía posible que la respuesta de Matagatos pudiera provocar en nadie, nada diferente a incredulidad. Sobre todo porque el que respondía con tanta vaguedad a la pregunta que se le había formulado, era el que tenía total y absoluta potestad para que su voluntad en aquella materia se cumpliera. Pero el Capitán era quien era, y buscar el consenso de todos donde no era necesario consenso alguno era un tumor que tarde o temprano habría que extirpar.

- Pocos saben todo, Capitán Matagatos. La clave es juntar a suficientes de los que saben algo. ¡Y el brazo está bien! – añadí antes de que se alejara del todo. Al menos se suponía que lo estaría tarde o temprano. Además yo no era de esas plañideras que con sus continuos llantos reclamaban la atención y la compasión de otros.

Acudí al carro a recoger mis cosas y con algo de dificultad, cargándolas con el brazo sano, las llevé a la Casa Principal, donde las deje junto a una de las paredes, alejadas lo más posible del resto de bultos.

Ya solo restaba llenar el estómago.