Partida Rol por web

 -Gracias a tus actos, ciertamente podremos disfrutar del resto de la cena en paz.

La hermosa cortesana miró al daidoji y le dedicó una elegante sonrisa.

 -Muchas gracias Daidoji-san.

Y mientras las charlas continuaban, los sirvientes llegaron para retirar los platos vacíos y sustituirlos por un salteado de verduras, carne y fideos de arroz, delicadamente sazonados con una salsa de soja, sésamo y especias, que le daban un aroma sutil y delicioso.

La ración era lo bastante abundante como para terminar de llenar el estómago a los comensales, pero no en exceso, para que no pareciera un plato rezumante de una casa de té cualquiera.

-Oh, no, por favor, no soy merecedor de tan gratas palabras. Seguramente, cualquier samurái hubiese hecho lo mismo, simplemente me adelanté a todos los demás- Me puse algo nervioso... esa mujer me recordaba a mi Okaa-sama, y sin quererlo recordé una velada en casa tomando el té y como sin querer partí una de las tazas. "La fuerza sin control, no sirve de nada"... las palabras de Otô-sama resonaban en mi cabeza.

En cuanto llego el plato le di las gracias al heimin que traía el resto de la cena, ciertamente tenía una pinta muy apetitosa, pero resistí las ansias de comer y esperé unos segundos más por educación.

    -Tenéis mi más sincera gratitud, Tonbo Ryôta, que las fortunas os sonrían con su gracia.- En ese momento el monje se puso en pie cambiando el tono de su voz a otro ligeramente más alto que no hiciera sospechar que tratase de ocultar algo. -Y del mismo modo que os sonrían a vos, noble Tadashi-san, si me lo permitís me retiro a meditar un poco, mañana promete ser un día agotador y me gustaría poder descansar un poco antes de que la Dama vuelva a bendecirnos con su luz.- Tras hacer un saludo en señal de respeto a cada uno de sus hermanos, el Ise-Zumi se dirigió hacia la salida del salón en dirección al estanque en los jardines, si Ryôta no tenía problemas pronto podría hablar con uno de los Tortugas para aclarar la situación de Sachiko, la corte había pasado a ser para él algo completamente secundario, aunque seguía intrigado por el problema que trataban de ocultar aquellos magistrados. "Cada cosa en su momento" fue la frase que se repitió a si mismo, ahora debía de centrarse en lo que diría a Hyogo o su emisario.

La primavera también era la estación preferida de Hirachi desde niño pero, aunque amaba las flores, flores había durante todo el año en toda clase de formas. Lo que le gustaba a él, en cambio, y que le hacía sonrojarse al tratarse de un detalle tan banal, era poder volver a utilizar kimonos ligeros de seda. El algodón de los de invierno se le hacía pesado en más de un sentido y volver a sentir la seda deslizándose por su cuerpo para vestirse por primera vez cada año era de las cosas que más le gustaban del mundo. Hubo un tiempo en que había pensado que desearía no tener que hacer ese cambio de vestuario estacional pero entonces perdería el contraste y la posibilidad de valorar y disfrutar la vuelta de las temperaturas agradables.

Por eso… no hizo ningún comentario sobre cuál le gustaba y se limitó a sonreír.

-Pero... Doji Reiko-sensei tiene razón en lo que dice. Ha sido un verdadero alivio.

Mi atención hacia el plato de comida acababa de ser evaporada por la sonrisa inocente de ese dulce y pequeño cortesano, me quede atónito por unos segundos, menos mal que luego dijo algo para hacerme salir de mis ensoñaciones.

-Entonces me alegro de haber podido ser el primero en hablar con Bayushi-san, gracias a ello he podido daros la calma y el alivio para que puedan pasar una grata velada- Les hago una reverencia dandoles las gracias por esas palabras.

Tuvo que contener la sonrisa que luchaba por formarse en sus labios. Al menos el resto de la velada sería tranquila...hasta que regresase a la habitación y tuviera que hacer frente a las represalias de su vengativo padre. Aunque quizás podría escabullirse. 

Casi todos los samurai parecían distraídos conversando unos con otros y pasando un agradable rato a estas alturas con la llegada del sushi, que empezó a degustar ahora con algo más de calma. Incluso Daisuke parecía haber encontrado su sitio en aquella situación...¿pero él? Menos mal que al menos había sido capaz de callar mordazmente a su progenitor, por que si no la tentación de ausentarse alegando que los kamis requerían su presencia en otro lugar era bastante tentadora.

Miro hacia su otro lado de reojo, con algo de curiosidad por el resto de comensales. 

Miraste a tu alrededor para observar a los invitados que estaban sentados a tu lado. A tu izquierda estaba tu padre, pero a tu derecha había un joven samurái cuyo mon lo identificaba como miembro del clan del fénix. A su lado había un samurái mayor del mismo clan, probablemente se conocieran y hubieran venido juntos. No tenía el moño tradicional del samurái que los bushi fénix solían llevar, por lo que era fácil intuir que se trataba de un shugenja.

El salteado de carne era el último plato de la cena, ya que cuando la gente fue terminando de comerlo, los heimin lo iban sustituyendo por el postre, consistente en unos pastelillos de arroz hechos a mano y rellenos de pasta de azuki y castañas. También había sirvientes que ofrecían té de rama tostada o sake a los comensales a modo de broche final de la cena. Varios de los invitados se levantaron tras el postre para disfrutar el té o el sake en sus habitaciones.

Entre estos se encontraba Bayushi Jotaro, que tras comerse los pastelillos sin demasiadas ganas, se levantó para retirarse a sus aposentos con su séquito de admiradoras y la orden de que le llevaran sake a su habitación. Doji Daiki se levantó también, ordenando que le llevaran una taza de té a sus habitaciones lo antes posible. Doji Reiko por el contrario no hizo ademan alguno de levantarse para dejar solo a su alumno.

Ambos samuráis se despidieron educadamente de ti, aunque el libélula no parecía estar a gusto del todo. Después de todo, no sabía si habías entendido su insinuación acerca de que quería acompañarte en tu encuentro con los samuráis de la tortuga. Pero bueno, lo primero era cumplir su parte, lo demás ya se vería.

Te dirigiste al estanque, el cual estaba silencioso y en calma al igual que el resto del jardín a esas horas. El aire era frío, pero lo aguantabas estoicamente. Tras un rato, el joven libélula llegó acompañado del Daimyo menor de la tortuga que tan bien conocías y su guardaespaldas.

En cuanto pudo distinguirte, esbozó una sonrisa llena de sorna.

 -Cuando este muchacho vino a traerme tu mensaje, en un principio le tomé por un mentiroso. Me alegro de comprobar que no es así. ¿Qué asuntos te traen hasta mí, monje?

Mientras Hyogo hablaba, Tonbo Ryôta se había colocado tras de ti, mirando expectante la escena.

    En la calma de la noche, el monje recurrió al regalo que su señor le había otorgado. No le gustaba abusar de aquellos dones, menos aún sabiendo las malas pasadas que le habían jugado en el pasado por abusar de los mismos, pero en aquel momento era necesario. El poder del vacío era capaz de mostrarle las presencias que trataban de ocultarse en las proximidades. En aquel estado sabía perfectamente si habría actores indeseados en escena antes de que pudieran hacer nada. Sus ojos perdieron el brillo volviéndose más oscuros, su visión también se nublaba ligeramente cuando despertaba el poder del no-elemento.

    De tal modo pudo saber cuando Hyogo y Kyuzo llegaron antes de que pudiera verlos, preparándose de tal modo para el encuentro. El Tonbo iba encabezando el grupo, el Ise Zumi agradeció su gesto en silencio mientras los seguía con la mirada hasta quedarse en un seguro segundo plano justo tras él. Solo entonces respondió al daimyo del clan menor.

    -Hyogo-Sama, me alegra veros en un lugar como este. Disculpad si me tomo la confianza de continuar sin el resto de preguntas y exaltaciones que dictan los protocolos para estos casos, pero supongo que ya habréis tenido suficiente de tales muestras de afecto durante el día de hoy y aún más durante la duración de la corte.- El Ise Zumi esbozó una ligera sonrisa, sabía que aquello sería algo terriblemente irrespetuoso y podría haberle costado algo más que un reproche en presencia de otro señor, pero Hyogo tenía un origen humilde y sabía perfectamente que la Tortuga se diferenciaba del resto de clanes en varios aspectos. A parte habían compartido ya varios momentos, quizás más de los deseados por Hyogo. -En principio no os hubiera molestado de haberos encontrado, pero al veros con vuestro noble guardaespaldas Kyuzo-san una duda me ha asaltado ya que estaba seguro de que debería de encontrarse en otro lugar.- Remarcó aquella parte con cuidado, no dudaba en confiar en el honor del joven Tonbo, pero el Tortuga había corrido grandes riesgos para asegurar el bienestar de Sachiko y de su hijo y debía ser cauteloso con ese tema. -Ya que recientemente lo encontré cerca de las tierras Kuni y pensé que permanecería allí, especialmente sabiendo las tiranteces existentes con Duke-sama ¿Está ella segura?- Aquella parte era la que más le preocupaba, había traicionado la confianza de Duke por aquella mujer, sabía de la rivalidad de ambos hombres por el amor de Sachiko y el resto de la historia, pero pese a su deber con la Grulla no había ayudado en dejarlos de lado para asegurar que no diera con su mujer y el hijo marcado. Especialmente cuando había tenido que mediar para liberarlos a todos de las garras del fanático de Yori. -No estoy en posición de pediros nada con respecto a ello, pero las tierras del Cangrejo demostraron no ser un lugar seguro para ella y me preocupa lo que haya podido ser de mi amiga.-

Nada hubiese deseado tanto como calma y alivio para el resto de los días pero para Hirachi aquella escena vergonzosa no ocupaba el lugar principal de entre sus preocupaciones. Aun así sonrió y asintió, dejando aquellos nubarrones para más adelante. En ese momento estaba todo bien y, aunque el interminable desfile de platos había amenazado con acabar con él, sacó algo de espacio para al menos probar los pastelitos de arroz. Eso sí, el té era inexcusable. Pidió que le sirvieran una taza feliz por no tener que beber sake. No le desagradaba pero los fuegos del sake se le subían con rapidez y dejaban fácilmente su pequeño cuerpo mareado. Definitivamente prefería el té.

Su expresión se volvió seria cuando mencionaste a Sachiko. El hombre miró al libélula y luego a ti antes de asentir.

 -Está a salvo. No habría consentido que Kyuzo la dejara sola sin antes garantizar su seguridad. Tanto ella como su hijo tienen un lugar cómodo en el que pasar el invierno sin que nadie les moleste.

EL tortuga hizo una pausa para frotarse el entrecejo en un gesto de cansancio mental.

 -Mal que me pese, no podía permitirme aparecer en la corte sin mi guardaespaldas personal. La gente sabe y murmura y lo último que quiero es atraer atención innecesaria sobre nosotros. Cuando la corte acabe, Kyuzo regresará con ella para seguir con su misión.

Pidió también una taza de té para acompañar el delicioso postre. Entonces miró a Daisuke y le sonrió con dulzura.

 -Perdonad si mi comentario os parece inadecuado, pero no recuerdo haberos visto en la corte en años anteriores. Sois joven y fuerte, asumo que estáis protegiendo a algún joven noble que viene a pasar el invierno en la corte por primera vez.

Ante la elección de sake o té, finalmente preferí elegir té, no creo que fuese muy conveniente elegir lo otro, ya que al ser el que hizo acallar el barullo del escorpión no era conveniente seguir su juego.

Las palabras de Doji Reiko me hicieron sonrojar ligeramente, no estoy acostumbrado a que adulen mi fuerza. 

-Es mi primera corte de invierno Doji-sama, ciertamente soy yojimbo y he protegido la vida de algunos shugenjas, pero esta vez vengo sin protegido alguno. Se podría decir que soy mi propio protegido en esta corte.- No puedo evitar reírme ante la propuesta de protegerme a mi mismo de la corte.

    El monje atendió a las breves explicaciones de Hyogo, era de esperar que hubiese tenido en cuenta aquellos impedimentos y se hubiese anticipado a los mismos, pero del mismo modo ello hacía que ahora Sachiko careciera de un guardián tan capaz como el espadachín que se encontraba a escasos metros tras el Daimyo. No podía negarlo, aquello le inquietaba, pero el ver que Hyogo era capaz de fiarse de alguien que no fuese Kyuzo le dio una baza que jugar antes de que se despidiesen.

    -Me alegra oír eso, pero del mismo modo no puedo evitar seguir sintiendo consternación por la situación actual de Sachiko y por ello me gustaría poder ayudaros. Las tierras del Cangrejo demostraron ser menos seguras de lo que a cualquiera de nosotros nos hubiera gustado admitir y alojarla en vuestro castillo daría el pretexto a la Grulla para acabar con vosotros, por ello pienso que hay una carta que puedo jugar a vuestro favor...- Se detuvo por un momento y observó detenidamente al yojimbo, sabía que lo que diría podría incitarle a reaccionar, pero el había sido un Mirumoto. -Todos sabemos que los León y los Cangrejo destacan por sus ejércitos y la Grulla lo hace por sus cortesanos, del mismo modo los Fénix tienen a sus shugenja, quizás los dragones no dispongamos de recursos tan llamativos a parte de nuestros secretos, pero son más que suficientes. Se que quien os acompaña fue entrenado en la escuela Mirumoto, pero yo no os haré recurrir a ellos, no existe ningún clan como el Dragón y de entre los dragones ninguno es como los Togashi. Permitidme interceder por vos con mi maestro, Togashi...- Podía haber acabado la frase perfectamente ahí pero ese secreto jamás debía ser revelado al resto de los clanes, los miembros de la orden tenían prohibido hacerlo, aunque algo le decía en su interior que incluso de haberlo deseado, le hubiera sido imposible. Nada estaba fuera del alcance del Dragón original. -...Yokuni, podría otorgar el derecho de asilo a Sachiko y os aseguro que no existe lugar en toda Rokugan más seguro que Kyuden Togashi, pues solo los miembros de mi orden somos capaces de encontrar el camino de acceso a la misma. Además, de tener lugar, Duke, de llegar a saber algo, pasaría a ser un problema del pasado ya que pasaría a estar enfrentando la voluntad del Señor de un Clan Mayor.- Volvió a detenerse un momento y analizar las reacciones de los tortugas, estaba hablandoles con total sinceridad pero eso mismo también podría llegar a ser un problema, Yokuni era un personaje muy especial y para quienes no le conocían personalmente, que eran bien pocos, parecía la personalidad más ostrácica de todo el Imperio Esmeralda.

    -Entiendo perfectamente si tenéis vuestras reservas, los clanes mayores siempre han tendido a actuar con soberbia con aquellos ajenos a ellos, pero si os he dicho esto es porque la familia Togashi no se fija por linea de sangre si no por la valía de quienes desean llevar el apellido de nuestro fundador. Kyuzo-san podrá deciros algo más, pero a parte de eso me gustaría añadir una cosa más. Yokuni y la orden que lidera dispone de recursos de los que no podéis llegar a haceros a la idea, si los Kuni no fueron capaces de ayudar a Sachiko, dejad que nosotros lo intentemos además somos aliados y vecinos del Fénix, su familia directa podría ser avisada discretamente.- Relajó los hombros y miró directamente a su interlocutor. -Valorad lo que os he dicho, creo que es algo que merece ser considerado.-

Aquel shugenja llamó relativamente su atención, quizá por que era mucho más interesante que aguantar la cara larga de su padre, pero no mantuvo su mirada fija en el demasiado tiempo, no fuese a ser descubierto e importunase a ambos samuráis. No era especialmente agradable que un tuerto se te quedase mirando, eso ya lo había aprendido con el tiempo. Si al menos fuese una herida de guerra...

La cena terminó sin más altercados, la ausencia de su padre sin ningún tipo de despedida no le resultó molesta, ya iba siendo hora de que le dejase unas horas de tranquilidad. Al menos tendría tiempo de meditar, aunque mejor hacerlo en algún lugar lejos de la habitación, temiéndose lo peor. 

Cuando le sirvieron el té lo bebió despacio, observando a los comensales en silencio y sin detener demasiado la mirada, algo más tranquilo. Había gente tan distinta...puede que algunas caras le resultasen familiares, aunque tampoco demasido.

Ese samurái enorme tenía ya la simpatía del pequeño Hirachi desde que se enfrentara a los escandalosos pero saber que también era primerizo en aquella corte acrecentó su interés. Aunque, claro, era un poco pronto para mostrarlo. Prefería terminar su primera noche sin más sobresaltos. Además, el invierno era muy largo.

-Estoy seguro de que podéis estar tranquilo con un protector así.

El ahora samurái de la tortuga se tensó y pareció dejar de respirar por un momento cuando hablaste acerca de la posibilidad de llevar a Sachiko a las tierras de su antiguo clan. Su jefe hizo un gesto, como indicándole que se relajara, a lo que Kyuzo respondió respirando hondo y soltando un poco los músculos de sus hombros.

 -Es un lugar seguro, sin duda.

Habló tranquilamente y con voz suave. Siempre había sido hombre de pocas palabras y esa era una costumbre que rara vez se abandonaba.