Partida Rol por web

Los disparos de Alan y de Jason resuenan casi al unísono, y los dos impactan en el extraño ser, reventándole la cabeza.

El insecto de proporciones épicas cae al suelo, sin vida, a la puerta de la cabaña.

Las piernas aun me temblaban y tenía el semblante completamente pálido. La visión de aquella criatura lanzándose contra mí era algo que me perseguiría en pesadillas por el resto de mis días. Así como el momento en el que la cabeza le estalla debido a los disparos de mister Rowlandson y mister Jason.

Quería salir corriendo de la casa en dirección a las hogueras mencionadas con anterioridad, pues cabía la posibilidad de encontrar a mi hermano. Pero entonces recordé que otra de esas criaturas se hallaba en el exterior hablando con el dueño de la casa, y mis ganas de salir desparecieron completamente.

Así que me quede quieto, mirando la puerta y esperando que alguna otra persona tomara la iniciativa, pues de golpe y porrazo todas mis ideas y creencias sobre este mundo estaban comenzando a desmoronarse y sabía a ciencia cierta cómo debía de actuar.

Rezando porque las paredes de la cabaña hayan amortiguado lo suficiente el sonido de los disparos para no atraer la atención de mas de esos insectos monstruosos abro la puerta y me lanzo corriendo al exterior en dirección al tocón de madera sobre el que descansa clavado el hacha de Bartley. Soy consciente de que solo quedan 4 balas en el revolver, que esa criatura no estará tan cerca y que ni siquiera se si esta a diferencia de su compañera irá armada.

Si veo el brillo de un arma podré tirarme al suelo rodando tras el tocón para usarlo de cobertura y si no hay nada en sus manos agarrar el hacha para darle un final brutal, rápido y silencioso a esa cosa.

Cuando Alan abre la puerta, se encuentra directamente con la cabeza de Bartley Hodge, separada del cuerpo más de dos metros. El hacha yace junto al cuello de Hodge, por la parte del cuerpo. La cabeza había salido rodando a causa del impacto. Tanto Alan como los demás presentes ven perfectamente el cadáver, tanto desde afuera como desde dentro de la casa.

El horrible insecto no se ve por ningún sitio.

Me paro en seco con los ojos abiertos como platos contemplando horrorizado el cadaver de Bartley. Apoyo la espalda en la pared de la choza para coger aliento incapaz de articular palabra.

Charlie apenas puede moverse debido a los nervios pero saca fuerzas de donde creía no haber y se encamina hacia la puerta con paso extraño. Es como si se le hubiese olvidado andar.

De pronto esa imagen aparece ante sus ojos y todo comienza a volverse borroso. pero una vez mas lucha contra si mismo por mantenerse fuerte.

Si la escena anterior hizo que mis ojos se abrieran como platos, la que se formo una vez mister Rowlandson abrió la puerta casi hace que se me caigan de las cuencas. No era la primera vez que veía un decapitado, pero si la primera vez que este no llevaba varios centenares de años muerto.

Pero en lugar de amedrentarme, esta visión renueva mis ansias por encontrar a mi hermano. Decidido a encontrarlo y a salvarlo del terrible destino que esas horribles criaturas quieren imponerle, salgo al exterior de la vivienda e intento situarme, tratando de encontrar las famosas piras donde se supone que se llevan a cabo aquellos actos impíos. Tranquilo hermano, te encontrare y te llevare de vuelta a casa sano y salvo, aunque sea lo último que haga en esta vida.

Asomo el revólver por la ventana, esperando encontrar a tiro al segundo tipo pero no está, mis compañeros salen de la choza apresuradamente y en el exterior se hace un silencio sepulcral. Cargo el tambor de mi revólver y lo hago girar para colocar el seguro y continuar con él en la mano.

Al salir y ver a Bartley decapitado solo puedo decir: Joder !

Cojo el hacha que hay en el suelo y vuelvo al interior de la cabaña, donde decapito al hombre-insecto, y cogiendo todo el aire que pueda con tal de no respirar cerca suyo, lo registro de manera apresurada, esperando encontrar algo suficientemente relevante para indicarme... qué... o quienes son

Tras el horrible suceso de la cabaña, y el no menos espantoso espectáculo dantesco que os aguardaba a la salida de la choza, los cuatro, sin mediar palabra, y como si os hubieseis puesto de acuerdo por telepatía, salís corriendo de allí, como alma que lleva el diablo.

No os acordáis de por dónde se encuentra el sendero por el que habéis ascendido, ni os importa. Hay que salir de allí, sea como sea, y por donde sea.

Los cuatro salís huyendo en la misma dirección. Alan había tomado el hacha, pero Jason se lo había arrancado de las manos para decapitar al asqueroso insecto de la cabaña. Salió corriendo tras los otros tres con el arma en mano.

Tras unos minutos corriendo a oscuras, os detenéis al llegar a una zona en la que tras unos árboles se ve luz. Os aproximáis con cautela, para investigar a ver qué demonios sucede.

Sin tenerlo planeado, os habéis ido directos hacia la zona de las hogueras que habíais visto desde casa de Mary Stone.

Estáis tras unos árboles, medio escondidos, y veis cómo un pequeño grupo de gente con túnicas se pasea nerviosamente alrededor de una hoguera.

Ante la hoguera hay un gran bloque de piedra. Parece un altar. Os parece reconocer entre los rostros de los asistentes al de la mujer de la tienda. Hay una figura menuda que parece estar orando tras el altar, arrodillada sobre las piedras, mirando hacia la hoguera. No podéis ver su rostro, pues está de espaldas a donde os encontráis.

Al poco, un par de figuras extrañísimas aparece en la escena. Emiten unos sonidos sibilantes harto desagradables. Parecen dos grandes insectos, del tamaño de un humano. Son idénticos al que había penetrado en la cabaña del tristemente fallecido Bartley.

-¿Aún no han aparecido?- dice uno de ellos.

La pequeña criatura que ora frente a la ya encendida hoguera eleva su brazo derecho, y con el dedo índice hace un gesto de negación. Parece harto concentrada.

-¿Y essssse fotógrafo entrometido?- la pequeña criatura vuelve a negar con la mano.

-¡He de vengar a mi marido! ¡Espero que tu padre dé buena cuenta de ese asqueroso periodista!- exclama colérica la mujer del tendero- ¡Aún no han logrado que vuelva en sí!

-¡Cállate!- exclama la pequeña personita encapuchada- Cállate, o correrás el mismo destino que el reverendo- saca de su túnica un puñal ensangrentado. Tiene voz de mujer, es más, es una voz de mujer que todos reconocéis.

La pequeña criatura encapuchada vuelve a guardar el puñal, se pone en pie, y se acerca a un bulto en el suelo. Es un saco enorme. Le propina una patada.

-¡Maldito reverendo! ¡Ni para traer a nuestro Señor que Camina con el Viento me has servido!- se retira la túnica de la cabeza. Es la joven belleza del pueblo, la dulce criaturita llamada Anne Rochelle- Y tú no te preocupes, otro de los Mi-Gos y mi padre han ido a por ese estúpido periodista. No saldrá del pueblo, te lo garantizo. Pero ahora me preocupa más saber dónde se esconden los otros cuatro. Servirán de ofrenda, como ya sirvió ese pariente suyo, el otro fotógrafo metomentodo. ¡Buscadlos! ¡Que sirvan de ofrenda a nuestro Dios!

Mis pies no me responden, solo se limitan a seguir los pasos de mis compañeros.

Sangre...sangre...

Nuestros pasos nos dirigen a un sitio nuevo o al menos lo es para mi.

Sangre...sangre...

Contemplamos lo que parece una ceremonia de las que podrían considerarse profanas o satánicas al menos a mi entendimiento.
Algo en mi interior comienza a revolverse.

Sangre...sangre...

Y de pronto a mis oídos son sesgados por esa noticia que con tan malicia e indiferencia es vomitada por esa chica.

¿Padre muerto? No...no es verdad...todo esto no es verdad...

Por un momento estoy apunto de perder el sentido común y lanzarme hacia esas personas pero mis piernas comienzan a flaquear y sin mas remedio caigo de forma brusca al suelo.

-¿Que podemos hacer?...¿que opciones tenemos contra esa gente? mis palabras rajan mi garganta

Una nueva escena salida de la peor posible de las pesadillas se vuelve a aparecer frente a mí. Pero lo que mayor shock me produjo no fue la horrible visión de más de esas criaturas insectoides, ni ver que el líder de aquella secta era aquella joven tan tímida joven que conocimos en la pequeña ermita. No, lo que me dejo mas anonadado fueron las palabras la muchacha.

¿Aquel fotógrafo metomentodo? ¿Pariente nuestro? ¿Mi...mi...mi...mi hermano… muerto? ¿Sacrificado a no sé qué dios maligno? No…no…no…no puede ser cierto…no puede haber muerto…no así… toda la fuerza y resolución que tenía al salir de la casa del pobre pueblerino descabezado se esfumo como por arte de magia al conocer el fatídico destino sufrido por mi hermano. Caí de rodillas al suelo, incapaz siquiera de parpadear, con el rostro completamente pálido. Había fracasado en la encomienda de recuperar a mi hermano, y pocas o ningunas ganas me quedaban ya de continuar en aquel lugar de mal augurio.

Debemos salir de aquí pitando, aprovechemos que toda la gente se encuentra por aquí para bajar hasta el bar y coger el coche de Charlie Mallard, volver a Boston y allí dar parte a la policía de cuanto ha sucedido esta noche en Yokelville

Digo sin necesidad de mencionar el asesinato de Bartley, del reverendo, la existencia de esas monstruosas criaturas y una secta que pretende traer a seres de las estrellas con ridículos pero peligrosos rituales y sacrificios, estas sectas ... jamás se sabía de donde surgían, ni como captaban a sus fieles.... Mi-Go.... los hombres-bicho... ¿ De donde habrán salido ?

¿Cuales son nuestras opciones? Retirarnos o morir

Alan hace un ademán con la cabeza a sus compañeros y echa a caminar sigilosamente colina abajo, a sabiendas que no tardará en encontrar Yokelville, o cualquier camino o carretera que le lleve a él

Mister Jason tenía razón, poco podíamos hacer ya por mi hermano. Lo único que podíamos hacer era avisar a las autoridades competentes para que estas hagan pagar a los culpables lo que han hecho. Así que lentamente, con el mayor de los sigilos, me levanto y trato de alejarme de la escena, con la mente en hacer pagar a esos granujas por lo sucedido.

El grupo de hombres avanzaba colina abajo pisando matorrales y rompiendo ramas, chutando piedras que caían por las colinas rocosas con gran escándalo y para colmo, avanzando a oscuras en medio de aquellos peñascos continuamente se escuchaban los murmullos de los cuatro

- ¡Mierda he chutado un pedrusco!

- ¡Joder se me ha enganchado la chaqueta en el arbusto!

- ¡Ay! Me he pinchado el brazo con algo

- ¡¡Uggh que asco un bicho!!

Definitivamente, no eramos un grupito discreto, y deberíamos estar ya preparados para ello