Partida Rol por web

Te vas moviendo por entre los muñecos que, los que tenían los cañones, están disparando hacia el cielo. Te pegas a las ruinas de lo que antes era uno de los edificios de "educación cultural", donde recibisteis las clases de historia y del mundo"

Solo habías andado unos diez metros cuando una sombra pasa sobrevolándote la cabeza mientras suelta un chirrido muy agudo. Se gira y parece encararse hacia tí. Era como si fuera un humano, con alas en vez de brazos y las piernas desproporcionadamente largas terminadas en unas garras enormes. Su cabeza tenía unos cuernos enormes, tres ojos en su cara formando una línea y una boca llena de dientes tan desmesuradamente grandes que parecía imposible que se cerrara. Su cola es más larga aún que sus piernas y parece terminar en una larga cuchilla.

Parece que se va a lanzar hacia tí cuando, de pronto, comienza a arder y se convierte en cenizas, siendo llevadas por el viento y puedes ver a Derek volando, con un par de alas de fuego que salen de su espalda y dirigiéndo lo que parecían pequeños pájaros hechos de llamas que volaban y atravesaban  a esos seres conviertiéndolos en mero polvo.

¿De dónde salían esas criaturas?, me quedé helada en el sitio, era una visión salida del propio infierno. Mi mente sólo podía gritarme que saliera corriendo... o que golpeara el maldito cilindro. Desde fuera seguramente recordaba a esos pobres animalitos pillados desprevenidos e intimidados antes de ser aplastados por los carros.

Cerré los ojos con fuerza pensando que era mi fin cuando éste no llegó. Al abrir los ojos de nuevo ahí estaba él.

Mi príncipe, tan imponente, como si el aire fuera su elemento natural. Si Los ángeles existían de verdad Derek tenía que ser uno a fuerza... no había otra explicación.

Niña, continúa.

Noté que se me doblaban las piernas y reanudé la marcha procurando pasar desapercibida para esos seres avernales.

Asentí a lo que decía Gert, aunque podría haber ocultado ese lugar con magia antes de iniciar la incursión hacia el norte... sin duda es lo que daría un poco más de margen en cuanto a defensa, si es que necesitaban tiempo. Pero las órdenes son las órdenes, aunque quizá siempre es mejor saltarse las órdenes cuando se considera que es para dar un beneficio. 

Cogí el comunicador y me lo prendí del cinturón para tener las manos libres en caso de necesitarlas... nunca se sabe cuando se necesitarán.

Salí de la Forja y me dirigí al norte, intentando pasar desapercibida.

melfis, esta noche te doy pie para ello.

Lilith, me tienes que hacer una tirada de sigilo y otra de ocultarse.

Rei y Lilith, si en algun momento quereis intentar fijaros en lo que sa a vuestro alrededor me haceis tiradas de buscar.

Salí con las manos ensangrentadas después de tratar a Oulos, al menos estaba vivo y entero... aunque su Jürgeneth había quedado inútilizado.

Al salir de la sala me encontré a Silena con Melfis, cuyo Jürgeneth había evolucionado un poco más y se veía que Silena estaba preocupada por él.

-¿Qué haces por aquí aún? -me acerqué a Melfis- deberías de estar en la Forja, ayudando en su defensa... en fin, esto está siendo un caos, vamos- sin esperar respuesta Anderthael coge a Melfis de la cintura, despliega las alas y sale volando a una velocidad pasmosa por el pasillo, sin chocar con nada ni nadie, y al poco tiempo está llegando a la Forja.

Aterricé a los pocos minutos delante de la forja y dejé a Melfis en el suelo, tras loq ue le arranqué las pocas tiras de ropa que le quedaban encima, dejándo a la vista el Jüergeneth, que parecía estar un paso más cerca de parecerse a la monstruosidad que llevaba Oulos.

-Veamos, ya estáis aquí todos, asique me pondré en marcha y volveré a mi puesto a ponerme con mis funciones... pero antes os pondré a punto.

Une las manos y traza con ambas un círculo, del que van cayendo unas pequeñas plumas luminosas, murmura dos palabras... solo dos y todos notáis como si un torbellino surgiera de vuestros pies y os mueve el pelo y parte de las ropas.

Justo antes de poner un pie fuera, apareció Anderthael y sin previo aviso y sin pedir consentimiento, nos curó a todos... ¿Dónde estaba la libertad de decir si curarse o no? Si había sido herida era para recordarle que no había sido lo suficientemente buena en la prueba y merecía tener esa herida en el cuerpo... 

Salí de allí son mirar a nadie y dí comienzo a mi misión de rastreo y ubicación de los enemigos. Se les debería dar un premio por atreverse a atacar este lugar y a sus soldados. Nada más salir, comencé a reunir mi energía para lanzar un hechizo en el momento apropiado.

Estaba demasiado concentrada en dónde pisaba y las atenciones que atraía cuando el remolino surgió bajo mis pies creando una espiral lilácea al mover los largos mechones sueltos.

-¡¡¡!!!-por instinto tiré de la ropa que iba sobre el jüger para cubrirme. 

Anderthael.... , pensé enrojeciendo hasta las orejas. Si salían de esa le estrangularía por casi quitarle la ropa. ¡¡ya podía ser un poco más discreto!!, cochino...

Llegué a la Forja junto Anderthael y aún tenía la cabeza hecha un lío, ¿qué le pasaba a mi Jürgeneth? ¿Ahora que tenía que hacer?. Saqué una regaliz y me la metí en la boca mientras me acercaba al mas cercano de los supuse que eran mis compañeros.

- Una pregunta tonta ¿donde cojo el arma y cuales son nuestras ordenes?- Se había perdido la parte explicatória así que ahora le tocaba preguntar por guía, seguía desarmado excepto por su Jürgeneth.

Tres de esos demonios pasaron volando por encima tuya cuando llegabas a lo que parecía las ruinas del edificio de las clases de historia y demás. Nunca te habían gustado, pero algo te hacía sentir pena porque lo hubieran destrozado.

Cuando te quieres dar cuenta, uno de esos bichos te ha visto, se gira  y se lanza en picado hacia tí, abriendo esa boca llena de colmillos y echándo hacia delante las garras, como si de un ave rapaz se tratara; pero lo que te asusta es que la cola la dirige cual lanza hacia tí, recta, como si fuera el aguijón de una abeja.

¡Mierda!

tomé la lanza para enfrentarme al bichejo ese, retrocediendo para poder ensartarla cuando trastabillé dando con el culo en el suelo y expuesta a la criatura infernal que se lanzaba  hacia a mí.

Fruncí el ceño ante aquella demostración de algo que seguramente debía de ser magia. ¿Vida? Veía las heridas de los demás regenerándose, pero... no pude más que sentirme, si bien no decepcionado, triste. En cierto modo yo había demostrado ser un luchador apto, ya fuese por suerte o por quemar inconscientemente mis energías, a pesar del desconocimiento de un posible asalto, algo impensable en principio.

Yo no tenía heridas que regenerar ni dolor que paliar. Mi problema eran las energías, una energías que flaqueaban cuando más las necesitaba. Decidí no darle más importancia que esa. Si se la daba acabaría haciéndome un flaco favor. Había que ser comprensivo, pues la vida pesaba más que la energía, y el número de efectivos por encima de su estado, supongo.

Seguí intentando recuperarme cuanto pudiera antes del, a mi juicio, inminente ataque. De normal me hubiese impresionado la aparición del maestro, pero... bajo ataque todo eso daba igual. La espectacularidad se veía eclipsada por la necesidad de hacer lo que uno ha de hacer. Nací para ello, no para mirar embobado a mis superiores.

El demonio estiró por completo las garras hacia delante, como si intentara destrozarte en un solo picado, mientras soltaba ese chirrido agudo y abría esas inmensas fauces mucho más de lo que su anatomía, a simple vista, podía permitir.

¡No, joder, no!

-¡¡NO!!-grité por instinto  intentando recular desde el suelo, sintiéndome completamente inútil y expuesta ante ese ser.

La verdad es que habría preferido ir con Smiley, pero asentí ante las instrucciones. Por un segundo nuestras miradas se cruzaron y le dediqué una sonrisa mientras invocaba un escudo de protección para él. No era gran cosa, pero podía mantener dos escudos y algo ayudaría. 

Por un momento me plantee que el dejarme en la forja se debía a que me consideraba, con razón, la más débil en combate. Pero también era cierto que si mis compañeros se replegaban, sería a la forja donde lo harían. Y era la curadora. Tenía más sentido que me quedase en la retaguardia. Lo de Melfis era algo más... extraño. No sabía gran cosa de él, pero siempre me había parecido un guerrero. 

- Gert te dará las armas que necesites. - respondí a Melfis indicándole dónde estaba el muñeco. 

Por un segundo admiré las magníficas alas de Anderthael y la facilidad con la que era capaz de curar a todo el mundo. Algún día sería capaz de hacer lo mismo, pero de momento, era mejor concentrarme en volver a acumular zeon para mi propio escudo. 

Cuando lo hubiera hecho, podría intentar usar los poderes psíquicos, ya fuese para localizar a los enemigos o para coordinarnos entre nosotros...

Seguí las indicaciones y me acerque a Gert.

- Cuerpo a cuerpo, lanza y escudo si puede ser- dijo en tono serio, no quería perder tiempo y menos molestar, cogería sus armas y seguiría ordenes como debía hacer.