Partida Rol por web

Entre calada y calada de mi pipa, observo un poco más de movimiento de lo habitual - parece que tenemos forasteros por aquí - le susurro al viejo Pete, sin dejar de morder la boquilla.

El viejo intentó escudriñar a los dos forasteros intentando encontrar algo que les hiciese más familiares: un atruendo, una pistola, algo... Sin suerte.

Tras echar un escupitajo con poca gracia bufó:

-Bfffff... ¿Te suenan de algo? Sé que eres dado a mirar los carteles de Kimball. Seguro que este inútil ni se ha fijado... -Maldijo recordando la familiar y decadente visión del sheriff bamboleándose al ritmo de la mecedora

Ummm, no - contesto tras estudiar al forastero vuelto hacia nosotros - aunque la verdad, lo que busco en los carteles es ver si aparece mi cara en ella. Aún no me fío mucho de la amnistía de después de la guerra.

Sigo contemplando a los forasteros, la mañana está tranquila y no tenemos mucho más que hacer.

El saloon está bastante vacio. Son alrededor de las once de la mañana y la gente está haciendo sus labores.

No obstante, alguien hay. Está el barman que os sirve lo que le pedís un par de hombres en la mesa más cercana a la puerta yotro par en una mesa un poco más alejada.

Los hombres del fondo ni siquiera os miran pero los de la mesa cercana a la puerta os miran y hablan entre ellos discretamente, de manera que no los podáis escuchar.

Tras acabar de un trago con lo que tiene en el vaso que le ha servidoel camarero, Roy se da la vuelta y mira a los allí reunidos buscando el objeto de su llegada al pueblo: Jhon Smith.

Su gabardina dejaba entreveer la pistola que descansaba en su pistolera dejando a las claras que no era un minero o un trampero que se había acercado al pueblo para toar un trago y luego marcharse.

Los ayudantes del sheriff Kimball no hicieron ningún caso a las bravuconadas que les decías. Ni siquiera te apretaron demasiado fuerte la cuerda con la que te ataron las muñecas en la espalda. No estaba fuerte pero tampoco podías soltar el nudo.
Fuera aún no había acabado de amanecer y no hacía frío. Iba a ser otro caluroso día, de esos en los que el sol abrasaba todo lo que no estaba a la sombra.
El sheriff Kimball, fiel a vida, estaba sentado en la vieja mecedora que tenía en el porche de su oficina fumando en su pipa. Ni siquiera se levantó cuando sus ayudantes te introdujeron en una de las celdas.
Y así es como pasas del confort de la habitación del hotel a estar en una celda en la que sólo hay un par de bancos de madera y un pequeño ventanuco casi a la altura del techo.
La celda tiene tres paredes normales y, lo que sería la otra pared, es toda de barrotes del techo al suelo. 

Hazno relinchó levemente como si quisiera contestar y comenzó a trotar. Poco a poco el movimiento se convirtióen un galope que tras otra larga hora te lleva hasta la entrada del pueblo.

Según la posición del sol calculas que deben de ser, más o menos, las once de la mañana.

El lugar parece tranquilo y no se ve casi gente por la calle. Deben estar a sus quehaceres diarios. A lo lejos se escucha el sonido metálico y rítmico que viene de lo que debe ser la herrería.

Mirando a las personas presentes, no eran muchas, sin duda muy temprano hasta para tomar un trago. Una mesa alejada, dos personas a lo suyo, ni siquiera se molestan por la presencia de unos extraños, sin embargo, la otra pareja junto a la puerta, eso era otro cantar, sin duda se podía apreciar algo de nerviosismo, como un fugitivo y su compinche. Su lugar estaba estudiado, casi como por descuido controlaban la puerta y en caso de necesidad, podían acabar con cualquiera que se acerque o salir discretamente si no les gustaba lo que ocurriese dentro.

Con su pose y actitud Roy se deja notar, los dos sujetos que nos interesan parecen algo más nerviosos por momentos. Creo que son ellos, o por lo menos tienen algo que ocultar.

Sin que se note mucho, me voy preparando para cubrir la situación, línea de fuego despejada sin posibilidad de herir a los lugareños y que permita cazar a quien sea antes de que pueda escapar o intentar sacar el arma.

- Pero qué chica la de ayer, las piernas más perfectas a este lado de la frontera, y vaya si sabía moverlas.

Mi tono de voz es ligeramente elevado, quiero distraer un poco la atención a la vez que aparentar que no soy una amenaza, o por lo menos no una de la que se tengan que preocupar en el momento. Imagino que unos fugitivos actuarán diferente a como lo haríamos el resto.

Los parroquianos que se encuentran en la mesa del fondo ni siquiera reparan en los dos recién llegados.

- Pero que chica la de ayer, las piernas más perfectas a este lado de la frontera, y vaya si sabía moverlas. – Dice en voz alta el último en entrar al barman. Doggy, a parte de servirle lo que le pide, no parece hacerle mucho caso.

El primero entrar parece que busca a alguien y se os queda mirando como decidiendo si ese alguien está en el bar. Con un movimiento sutil su gabardina deja entrever una pistolera que contiene su revólver.

-Mal asunto. -Señaló Pete en apenas un susurro al soldado. -Está armado, y pareces gustarle mucho. -Tras sopesar la posibilidad de intentar entretenerles para dejar tiempo para que su compañero se marchase optó por permanecer en su sitio y mantener la mirada fijamente, al menos lo fijamente que permiten varios whiskys.

- Si. Eso parece. – Contesto a Pete sin dejar de mirar al desconocido con cierto recelo.

Cada vez que le sucedía un encuentro con un extraño de esta manera no podía dejar de pensar en que la amnistía solo fuese una treta. Algún día aparecería un cazarrecompensas con la orden de que había sido derogada y todos los rebeldes serían colgados.

Los dos hombres que están sentados en la mesa cercana a la puerta repararon en el revólver que Roy dejaba entrever sutilmente. Ahora sí que tenía toda su atención. El más viejo de los dos miraba a Roy fijamente, todo lo que permitían los whiskies que llevaba encima. El otro tenía una clara desconfianza en los ojos. 

Una sonrisa se dibujó en la cara de Roy cuando el más anciano de los dos tipos que estaba al lado de la puerta se fijo en su revolver. Para que aumentar más el temor de este, se retiró la gabardina dejando a la vista el revolver que anteriormente se le entreveía.

Dando un par de pasos hacia adelante, en dirección a los que le miraban, Roy habló.

- Busco a Jhon Smith, huido de la justicia en Ernetpoint, por haber asesinado a una persona y robado su dinero- dijo bastante alto, lo suficiente como para que todos los que estaban allí le escucharan.

- No quiero causar problemas a nadie, ni materte John, pero si me obligaslo haré- dijo Roy aun sin saber a ciencia cierta quien era de entre todos ellos el tal John Smith.

Mi compañero es valiente en extremo, diría que loco si no fuese por mi presencia junto a él, que es su mayor baza en este momento. Aunque no quiero estar tan junto, de momento no se han percatado de mi presencia, y espero que siga así. Con cuidado me alejo discretamente para observar a los dos de la mesa, mientras que si quieren ellos mirarnos a los dos tendrán que mirar a uno de los dos a la vez.

Tratando también de pasar desapercibido, preparo el revolver por si hay que hacer uso de él, de momento la desconfianza de los hombres se queda en el ambiente, a ver si no se cambia a hostil, aunque si creen que están en ventaja puede que se atrevan a hacer una locura.