Partida Rol por web

Las horas bajo el sol son pocas. El cielo se nubla a poco de empezada la mañana, y para cuando regresan al Maizal, ya es un presagio seguro de lluvia.

Ignorando el rustico poblado, la magra tropa es conducida directamente a la fortaleza. Es mejor que las levas no tengan chance de escamotear ningún arma y rindan cuenta de todo… además de recibir quizás alguna ayuda médica. Bien que la necesitan, y no solo ellos.

Karlmen apenas respira, atado sobre su burro para que no se caiga. Su tez esta helada, pálida. Seguramente tiene un pulmón perforado, además de la sangre que de por si pierde la herida. No tardara en morir sin ayuda… y los demás solo están un tanto mejor. Gaheris y Drusilla sobre todo, es con dificultad que se mantienen sobre las monturas. Sus cuerpos piden a gritos descanso y atención.

Por eso quizás se siente tan extraño penetrar al patio y descubrir a los pobladores esperando, recibiéndoles con aplausos y vítores. Las caras de alegría contrastan visiblemente con las vuestras, sudadas, abatidas. Pero no es a vosotros quienes van esos parabienes, sino a los que van detrás. Los humildes granjeros son estrechados por sus mujeres e hijos, llenos de dicha por volverlos a ver. Lord Quenbthen saluda orondamente a la plebe, con aire satisfecho. Parren en cambio apura el paso hacia la escalinata de la fortaleza, donde Swift y lady Darlessa esperan, junto a unos pocos cortesanos.

- La victoria es nuestra.+ declara con aire satisfecho, tras una seca reverencia a ambos nobles+ La fortaleza de Clifton es vuestra, lord Swift. Y traigo este presente.

Al hablar baja a la joven lady Clifton de un empujón, haciéndola caer al suelo. Las risas suaves de algunos cortesanos quedan difuminadas entre la algarabía del pueblo, que presta poca atención a lo que sucede allí.

- Una esposa joven y fresca. Con ella vuestro reclamo no podrá ser disputado.

Los ojos levemente porcinos de lord Swift se agrandan al ver a la niña. Se pasa un pañuelo por la frente sudorosa. Son notables las ojeras que tiene… sin duda ha pasado la noche en vela.

-Oh… cielos… esto… +balbucea, sorprendido.+ No es lo que… Había pensado en un reclamo más formal, no en compromiso... Ehm ¿Lo podemos hablar en privado?

La última frase es casi en tono de ruego, invitándoles a entrar con un gesto digno de un mayordomo.

Lady Darlessa pone una mano sobre su hombro, invitándole a serenarse.

- Lo que milord quiere expresar, es que esta cuestión no es lo que habíamos pactado, lord Parren. Es mejor revisar el plan con una copa de vino, para hallar donde se dio la discrepancia, y solucionarla. Hemos preparado un pequeño banquete de celebración. Mientras el pueblo disfruta aquí, nosotros lo haremos en el salón. Lord Quenbthen, por favor…

Mientras le llama su mirada pasea por vosotros. En especial por Drusilla. El ver la sangre en el vientre de la mujer hace que una sonrisa delicada y siniestra se pinte en sus labios, embelleciéndola más si no fuera por las circunstancias.

Al llamado, abandona lo que le distraía para descabalgar con gran ánimo.

- Oh sí, mi querida Darlessa. +replica melosamente, encargándose de todo.  Eso los incluye a ustedes. Pero primero, llega hasta la caída y aturdida lady Clifton, ayudándola a incorporarse.

-Arriba señorita, arriba…. Bienvenida a vuestro nuevo hogar.

Mientras lo hace, vuelve la mirada hacia atrás.

-Soldados, la mitad de vosotros encárguense de recoger las armas de la leva y darles licencia. El resto escolten a los mercenarios a sus… dependencias. Manténganles vigilados. Hablare con ellos después. Con los que sigan vivos, claro.

Chasquea los dedos de la mano libre, para reclamar vuestra atencion.

-Portense bien. Todavia no he terminado con vosotros. +indica con una gran sonrisa.

 En cuanto la gente termina de hablar, me acerco a Drusilla y le susurro algo al oído...

 - ¿Puedo preguntar que historia hay entre tu y Lady Darlessa, si puede saberse?. - Le susurré a mi compañera. - ... Porque parece que entre vosotras hay algo...

Marcus no había dicho palabra alguna, ni pensaba hacerlo. Se odiaba a si mismo con toda la intensidad de un hierro candente. Donde había acabado, a la mierda con sus sueños y planes, su amigo medio muerto y una tremenda incertidumbre con su futuro. Deseó lo peor a esas despreciables personas que moraban aquel castillo oscuro como sus corazones y solo supo sentir lastima por aquella chica...

Fue hacía donde le indicaron y no dijo nada, solo mantuvo la cabeza alta con la poca dignidad que le quedaba...

- Darlessa? Solo las palabras que cruzamos aquí cuando nos trajeron. La perra no soporta que nadie la desafíe... tendré que educarla. Umm... habrá muchas cosas que hacer por aquí... Por ahora conseguir quien nos sane...

 - En eso estoy de acuerdo... - Le respondí, sonriente. - ... En lo del sanador y lo de educar a la señora... Si necesitas ayuda, cuenta conmigo...

Las nuevas dependencias, como lord Banefort las llamara, son básicamente unos catres adjuntos, 6 en total repartidos por la habitación. Tres paredes del cuarto son  de piedra, y la del frente es una reja. O sea, una celda corriente, aunque muy lejos de una mazmorra.

Por el olor y el aspecto, aquí seguramente retienen a los criminales menores del feudo cuando los hay: borrachos, pendencieros, viajeros sospechosos… Antes de entrar deben rendir todas sus armas. La alternativa es clara.

Luego, sin mucha ceremonia, son medio arrojados, medio empujados dentro. Marcus y Gaheris deben cargar con Karlmen, quien continua ajeno a todo, mientras la vida le abandona.

Al poco rato aparece un anciano, llevando en sus manos una cesta con vendajes y aguja. Tras ignorar a Drusilla sin decirle palabra, centra su mirada en los otros dos heridos serios. Con cuidado va quitando la armadura de cuero del bardo, e indica a los otros hombres que se quiten las suyas, mucho más pesadas.

-Los veré ahora… aunque me temo no pueda hacer mucho, jóvenes. Tengo otros pacientes que atender.

Yo estoy bien, atienda a los otros - fue lo único que respondió mientras se frotaba una de sus muñecas con una mano. Observaba el lugar con desagrado. Solo le quedaba armarse de paciencia y rezar por los heridos, que salieran adelante.

Mientras atendía a Karlmen, Drussilla se sacó su armadura. Una vez hubo terminado con el bardo, se paró delante del anciano clavándole la mirada.

- Tienes otras basuras que atender, eh? Pues ahora estás aquí y nos atenderás a nosotros. Luego seguirás con los otros... - Se acercó hasta quedar a centímetros del rostro del sanador- ... o arrancaré un pedazo de esta flecha con mis propias manos y te sacaré los ojos...

 Sonriendo, me acerqué al lado de la arquera y le dije al sanador, como quien no quiere la cosa:

 - Yo le haría caso, es muy capaz de hacerlo...

El medico deja la armadura de Karlmen y los mira, sin levantarse.

- Eso no seria sabio...+replica con voz pastosa+ Si sobrevivo, cosa dudosa a mis años, ¿quereis que os cosa un medico ciego? 

Una media sonrisa se dibuja sus facciones. Todos los soldados heridos son iguales. A mi primero, a mi ahora... Piensan que es tan facil componer a un hombre como cortarlo. Hasta que les pasa a ellos. Si, en sus años lo ha visto muchas veces, aunque fuera con antiguos señores. Baja la vista, volviendo a su trabajo.

- Asi que podeis guardaros las amenazas. Haré las cosas a mi modo, os guste o no. O gritare y antes que me mateis, los guardias vendrán a terminar el trabajo de esa flecha...

Dejó escapar una carcajada.

- Si hay algo que sabemos hacer, es matar con presteza. Podrías estar con los dioses mucho antes de que abras la boca, viejo... Acarició la cabeza calva del hombre sin sacarle los ojos de encima. Luego le dio un par de toques con el dedo indice. Recuerda que pronto saldremos de aquí, y siempre es mejor tener amigos allá afuera...

-Oh, pero los tengo… Todos los guardias de esta fortaleza han pasado por mis manos en algun momento, mujer… +responde al argumento de Drusilla. Luego añade, como si hiciera falta+ Y también milord Swift. Si creéis que podréis asustarme con una muerte rápida, yo soy el que debe compadeceros. En caso que me suceda algo, la vuestra no lo será... Ahora, no me molestéis.

Dicho esto, abre la cesta y saca un pequeño mortero, para empezar a preparar el ungüento con el que tratara a Karlmen.

- Lord Quenbthen pagó por nosotros, no creo que sea tan mal negociante como para pagar y dejarnos morir... Dijo alejándose del anciano para recostarse, sin muchas ideas para hacer, con mucho dolor. Un sudor frío inundaba su frente pálida. - Que te atienda a ti, yo nunca he estado mejor... - Trató de esbozar una sonrisa irónica.

 Miré serio al anciano:

 - Como ella o yo muramos, tú señor no estará nada contento.... Esperaba poder sacar provecho de nosotros, ya que no creo que se enfrentara a los demás para conseguirnos para luego dejarnos morir...