Partida Rol por web

Fenrir se alegró de haber elegido ir hasta allí. Niamh había pasado por aquí, por lo que tenía un rastro fidedigno.

-Si usted no cree que los Dioses sean benéficos con aquellos que ayudan a aquellos que tienen el mismo objetivo que uno, yo no puedo hacer más nada al respecto- dijo sincero el viejo -No fueron débiles, han luchado valientemente, pero el ejército de salvajes cayó sobre ellos de improviso y en números muy superiores...-

Rivalidades entre nobles... un mal difícil de erradicar.

-No sé exactamente de qué se trata...- confesó Fenrir -Pero recuerde mis palabras cuando llegue el momento... si algo de fe tiene aún, prepárese para algo peor que salvajes... ojalá tuviera algo más para contarle-

-¿Dónde está Niamh ahora? ¿Se quedó o partió?- preguntó luego de un momento.

Resopla con desdén, sin duda desestimando las palabras tan absurdas. Los débiles caían, era así de simple. Sus ojos se entornaron con suspicacia.

-Tus respuestas son muy vagas, sanador.  +replica tras unos segundos+ al menos la salvaje fue mas directa. Ahora veo que los Flechanegra se especializan en encontrar gente extraña para sus filas… o más bien lo hacían. Nadie extrañara su ausencia, eso esta claro.

Medita unos instantes mas, acariciando su barbilla.

-No veo motivos para contestarte de inmediato. Si no me equivoco, tan pronto sepas algo partirás tras ella, ¿no? Pero, además de que seria suicida con todos los enemigos que hay afuera, ahora necesito tus manos en mis heridos. Trabaja con la guarnición y te diré a donde se encuentra. Podrás ir cuando terminemos.

Fenrir sabía que no podía esperar demasiado. No había sido precisamente claro, y tampoco podía serlo más, sino lo haría.

-Milord, ¿qué le dijo ella?- preguntó sin saber bien a qué atenerse.

-Cuando termine con sus heridos, ella estará muchas jornadas lejos- respondió el ermitaño -Ya me lleva mucho tiempo...-

Miró hacia todos lados, como si buscara alguna señal o respuesta útil. No sabía qué hacer, los Dioses no respondían claramente. Estaba confundido.

-Milord, le doy mi palabra. Cuando encuentre a Niamh, volveré a sus tierras y lo ayudaré en todo lo que necesite. Pero sino el rastro desaparecerá...-

Necesito un buen trago... eso necesito ahora...

Los dioses no se manifiestan de ninguna forma. Solo te rodean paredes de piedra y tapices, los muros de la fortaleza, y los rostros indiferentes de los sirvientes del señor. 

-No tengo nada más que decirte. +replica en tono cortante. Su decisión ya esta tomada, por lo que las suplicas o juramentos no valen de nada. + Haz tu trabajo y tendrás lo que quieres. No lo hagas…

Dejo la frase sin terminar, despidiendo a Fenrir con un gesto seco, al cual un par de guardias se adelantaron para escoltarlo afuera. No tocaron al sanador, pero estaba claro que la entrevista se daba por terminada. Lord Umber retomo su atención hacia la mesa mientras los demás asistentes se aproximaban, unos pocos mirando al viajero rápidamente, pero la mayoría disciplinados; había trabajo que hacer, informes que presentar y tropas que organizar.

Fenrir se quedó sin habla. Era un prisionero. Un maldito e idiota prisionero del Umber. No podía quedarse allí mientras Niamh se alejaba de él. Su rastro se perdería, sería imposible encontrarla. Tenía que escapar, al menos sabía que ella había pasado.

Caminó "acompañado" de los guardias, en silencio, hasta que decidió romperlo.

-¿Dónde están los heridos? Vamos ahora mismo- dijo con seriedad, más enojado con él mismo que con otros.

Tenía que calmarse, o no podría intentar hablar con nadie.

-Voy a necesitar algo de beber, con alcohol- dijo el viejo mirando a los guardias -Si no me lo traen, no curaré a nadie y que mueran desangrados sus compañeros... ¿no creen que es poco lo que pido?-

-Si mueren por tu culpa, les seguirás pronto…+masculla uno de los guardias+ Lord Umber no tiene paciencia con los ineptos…

El otro, mas calmado, añade con un pequeño suspiro añorante.

-sigh.. Todo el vino ya se esta usando para lavar heridas. Tenemos cerveza, pero esta prohibida salvo para los postrados… porque da sueño y hay que estar alertas. Agua es todo lo que conseguirás, hasta que recuperemos los campos.

No cabe duda que la situación de los sitiados no es buena. Eso queda mas claro cuando te llevan a un recinto, que evidentemente solía ser la sala  de banquetes. Ahora es una enorme enfermería improvisada, donde se apilan en hileras los heridos… Son docenas!  Muchos no son soldados evidentemente, sino campesinos. Hombres, mujeres, niños…  Casi no hay ancianos, curiosamente. Entre los mismos pasean otros hombres y mujeres, sanos, llevando agua o cambiando vendajes, mientras un anciano lo dirige todo. Este parece ser el sanador jefe.

-Maestro. +saluda el soldado amable+ Le traemos otro voluntario.  Es un sanador de la zona de Kar. 

-¿Eh? Ah… +masculla el anciano. Un hombre muy viejo a decir verdad, un venerable de los que no suelen verse mucho. Viste una sobria túnica marron solamente, con un par de saquitos en la cintura, ceñida con una cuerda. Te mira primero con un ojo y luego con el otro, antes de hablar con tono suave, pero cascado.+ Muy bien… da igual de donde seas… Si puedes lavar una herida sin vomitar encima me sirves… Puedes empezar donde gustes… sobra trabajo. 

Mientras más se adentraba en la situación, más comenzaba dudar de su misión. ¿Y si para eso lo querían los Dioses? Ellos no tenían lealtad alguna, ni una Casa ni otra, y él tenía una forma de pensar parecida. Lo que le pesaba era la palabra dada. No faltaría a su palabra, a la ayuda que le había prometido a los Flechanegra, a los Niños del Bosque.

Tal vez los Dioses querían que estuviera allí, y si era así, entonces daría lo mejor de sí. Ya podría obtener algo de vino para calmar esa sed creciente, y eso era sólo un detalle.

-Puedo hacer más que eso, señor- dijo Fenrir agachando la cabeza en señal de respeto -Me pondré manos a la obra...- estaba por acercarse al herido más cercano, pero se dio vuelta -Mi nombre es Fenrir... ¿usted?- dijo con una leve sonrisa, amable, conciliadora.

Una vez con las manos ensangrentadas, él daría lo mejor de sí. También aprovecharía el acceso al vino para poder mojar los labios al menos, sentir otra vez ese sabor reconfortante, tan necesario en ese momento. Luego, tendría tiempo para observar todo lo que podía, sacar conclusiones, y preguntar sobre el paradero de Niamh entre los heridos. A todos y cada uno le preguntaba sobre las circunstancias de su herida, lo que vio, lo que podía llegar a saber. Todo mientras él se ocupaba de las heridas...

El medico dice llamarse Galton, y seguidamente pasa a supervisarte un poco para ver como trabajas. Pronto queda claro que te entiendes con el tema, asi que el sigue con lo suyo, coordinando a los que menos saben.

La tarea pronto se vuelve agobiante. Un herido, otro… La mayoría tienen heridas de flecha, las peores, puesto que hay que limpiarlas con cuidado o incluso una esquirla podría causar una severa infección. Por las historias resulta claro que fueron obtenidas mientras escapaban de los salvajes, quienes divididos en bandas saquearon la campiña circundante. Al parecer no se molestaban en robar o violar; los que se rendían eran prontamente sacrificados en altares improvisados, y los que luchaban asesinados en el acto. Aquellos que atiendes son los que tuvieron la suerte o velocidad para escapar, pese a lo cual fueron cazados como bestias.

Quienes tienen tajos son los que lucharon para abrirse paso. Estos son mucho mas callados. Pero el miedo en sus ojos es elocuente, y hablan de un horror que no quieren rememorar. Entre lo poco que les sacas esta un murmullo reiterado: “esos ojos muertos…” Sin duda se hace necesario esa copa de vino. Y después de unas horas también un maldito descanso.

De Niahm no logras ni una palabra. Nadie de los campesinos parece saber a quien te refieres.

Había sido un día agotador. No sólo había trabajado como un esclavo de Más allá del Mar, sino que además, había visto mucho. Cuando un guerrero tiene una herida, es algo esperable. Pero cuando la herida está en cuerpo que inicialmente no debería haber aparecido en un cuerpo como el de un niño, o una mujer, eso sí le cansaba el ánimo. Y había visto mucho de todos los casos.

Esos rumores no le gustaban nada. No sólo por la sombría frase que se repetía entre los supervivientes, sino también por lo que había escuchado antes de llegar a aquellas tierras. Tal vez a eso se refería el Niño del Bosque. Pero aún no entendía del todo.

Tenía que descansar. De nada le serviría salir a esa hora, escapar, cuando apenas se podía mantener en pie. Aquel trago de vino que logró arrebatar le había sabido a poco, pero había ayudado.

Su pensamiento voló a Karkaroth. ¿Cómo estaría? Necesitaba saber de él. Sus pasos lo llevaron a donde dormiría aquella noche. Esperaba poder cubrirse, y que su alma se reuniera con su compañero lupino. Deseaba ver a través de sus ojos, saber que estaba bien. También sentía lo mismo por Galadir, aunque confiaba más en ella para sobrevivir, escapar a cualquier peligro: las alas eran una ayuda inmensa para esas actividades.

Al otro día, temprano, tal vez podría irse de allí, y entonces los llamaría.

Karkarot no esta bien.

Se encuentra en el bosque, oculto entre densos matorrales. Puedes percibir su miedo mientras huele el ambiente; olor a sangre, a nieve y hombres. Es evidente que esta cerca de algún grupo que lo inquieta… aunque no parece estar herido ni correr peligro mientras se esconde. Dado que no los dejaste demasiado lejos del bosque, eso tienen una implicación adicional.

Galadir  se encuentra mejor, descansando en las alturas de un árbol. Pero sus ojos otean el silencio del bosque, pensativamente… Parece hambrienta, más no lo bastante para animarse a descender a buscar alguna presa...

Algo estaba sucediendo con sus animales. Karkaroth no podría permanecer mucho tiempo más tan cerca y sin ser descubierto. Tenía que alejarlo, o irse. Y Galadir... sin querer alimentarse. ¿Qué sucedía?

Fenrir intentó tranquilizar a ambos compañeros, especialmente a Karkaroth, entendía su situación, él se sentía un poco de la misma forma. Y a Galadir, intentó averiguar qué la intranquilizaba, qué le daba temor para no querer alimentarse.

Un poco más... aguanten un poco más...

Los animales se sienten algo mejor tras tu contacto, pero no puedes averiguar mas sobre o que les inquieta sin hacerlos salir de sus refugios a explorar el sombrío bosque: cosa que ninguno de ellos se muestra muy dispuesto a hacer.

Puedes obligarlos claro*, pero quizás sea mejor dejarlos descansar y ver que pasa con el nuevo dia. Al respecto de esto, el viejo Galton te ha permitido un lecho de heno,  junto a la tarima donde el señor solía tener su mesa. Dado que pueden suscitarse necesidades, tanto él como otros varios duermen aquí junto a los heridos. Asimismo hay una cena magra, de pan negro y  gachas, poco sabrosa pero llenadora. Hay peores posadas que este encierro bajo asedio… aunque en este caso la estancia no es algo que quede bajo tu discrecion. 

Fenrir se alegró que sus animales pudieran sentir su contacto, aunque éste no fuera físico. Sabía que podía intentar empujarlos a salir, a explorar, pero también sabía que eso tenía un riesgo, y en ese punto, bastante alto. Prefería dejarlos donde estaban, más tranquilos, esperanzados.

Cuando volvió a su cuerpo, a ese humano entrado en años, dio un vistazo a su alrededor. Podían descubrirlo, y él estaba al tanto de eso, pero prefería tomar ese riesgo con tal de que sus compañeros estuvieran mejor.

Y ahora descansar. Si no lo hacía, desfallecería, y eso no ayudaba a nadie. Los Dioses parecían haberlo puesto en ese lugar por alguna razón, y no era quien para desobedecerlos. Tenía que continuar...

La mañana parece llegar en un simple pestañeo, y viene con un corrillo de quedos lamentos, gemidos y suspiros nada tiernos, provenientes de los heridos.  Varios han muerto durante la noche (aunque no de los tuyos) y sus cuerpos yacen tapados esperando el momento que los retiren. Pero eso apenas deja un espacio en las filas…

No queda más que trabajo duro hasta mediodía, cuando tienes la oportunidad de escuchar una conversación interesante cuando un caballero dialoga con Galton.

-… Se te necesitara. De seguro habrá heridos. Si nosotros vimos la señal de los mensajeros también lo habrán hecho los salvajes, asi que la patrulla correra peligro indudablemente y no sabemos como llegan los otros. Por lo tanto despeja una hilera y prepárate a recibirlos. No me importa si tienes que apilar a los campesinos en el patio...

¿Mensajeros?

Fenrir, un poco cansado ya de ver tantas vísceras, sangre y muerte, se acerca a Galton.

-Señor...- comenzó humildemente -Tal vez pueda acompañarlos, aún me defiendo un poco con las armas y en caso de que haya heridos podría tratarlos allí mismo... sólo necesitaría llevar vendas, algunas tablillas... algo de alcohol para limpiar las heridas- enumeró rápidamente.

No sólo podía enterarse de más cosas que estuvieran sucediendo, sino que además podía llegar a enterarse del paradero de Niamh, en cuyo caso tendría que estar listo para partir.

El caballero te mira sin disimular su desprecio ante tu interrupción (o quizás por otra cosa), pero Galton se acaricia la barbilla con sus viejos dedos huesudos.

-Eso estaría bien… Llévelo, ser. +masculla carrasposamente+ Aunque solo llego ayer, trabaja bien. Además, un auxilio en el campo puede evitar bajas por desangramiento.

Su deber es para con los heridos primero y si el nuevo sabe usar un arma tanto mejor. Los demás asistentes son campesinos sin experiencia. Y en el peor caso, el tal Fenrir no era uno de los suyos; nadie lo lloraría demasiado.

Se muerde el labio inferior, pero si el medico lo dice y la idea no es mala… Resollando por la nariz, te observa.

-De acuerdo, toma tus cosas y ven. Te mantendrás en el centro de la patrulla; no quiero que estorbes en combate, salvo que sea para salvar tu miserable vida. Si nos atacan, retira a los heridos y atiéndelos cuanto antes. ¿Me doy a entender? +explica en un tono arisco, propio de un hombre acostumbrado a mandar... y a mirar a todos por encima, a la vez.

Fenrir agachó la cabeza en señal de respeto.

-Así será, milord- respondió -Me prepararé y estaré listo en el patio de armas, ¿de acuerdo?-

Ya había conseguido participar de esa salida. Ahora tenía que al menos recuperar a Galadir. Probablemente podría llamarla una vez estuvieran fuera de la fortaleza. Intentaría hacerlo... si los Dioses le eran favorables, ella escucharía.

Estaría preparado hasta para irse de allí. Había que estar listo para cualquier cosa.

El grupo que va a salir esta compuesto por una decena de hombres bien armados, la mitad de ellos arqueros y la otra tanta infantería. Todos van a caballo. Ser Jorah los dispone espaciados y alternados,  dos para vigilar cada flanco, formando una cruz. En el centro forma una segunda cruz más pequeña,  encabezando él, seguido por otros dos soldados, y al final tú.

-La cabalgata será de unas  3 millas. Así es, no marcharemos directamente hacia el rio, sino que daremos un rodeo por el sur para luego seguir la costa hasta el recodo. Allí deben estar los mensajeros si la señal que vimos es correcta. No necesito recordarles que estos bosques están infestados de salvajes, e incluso aunque no la entiendan, pueden haberlos hallado. Pero aquí lo importante son ellos. Si hay que luchar, golpeen y cabalguen; no se detengan ni muertos! ¿Quedo entendido?+explica, mirando a todos uno por uno con firmeza. Nadie parece tener nada que discutir, pero los rostros serios, preocupados, no dan la mejor impresion. Es como si el leve frio (para el Norte), de alguna forma, se colara entre sus pieles para rozares la mirada...