Partida Rol por web

[PENEJOTIZADA]

Melanctha va avanzando por la zona de penumbra a medida que el túnel se va iluminando poco a poco, aprovechando así tanto la ocuridad para esconderse, como la luz para ir viendo lo que hay más adelante.

Los cristales de las varas van encendiéndose a los lados del camino, metros antes de que el grupo llegue a su altura. La luz que emiten los cristales en el extremo de las varas es azulada, produciendo una sensación visual fría.

[PENEJOTIZADO]

-Hummmmmm....- Masculla Aristocles pensativo, sin decir nada, contemplando el curioso efecto de encendido a medida que avanzan.

Melanctha se detine por algo, y el grupo la alcanza.

Comprendéis la razón por la que Melanctha se ha detenido, al ver que el túnel por el que venís se bifurca en otros tres. Cada uno de ellos muestra una arcada bellamente tallada en la roca natural, con columnas a los lados y frisos labardos en ellas.

En las columnas a losa lados, de arriba a abajo, hay una serie de muescas y símbolos labradas en formas de cuña.

También descubrir un nicho bastante amplio excavado en la roca, a un lado del túnel por el que habéis venido. Esta repleto de barriles y cajas cerradas. Parece una especie de almacén o despensa, seguramente para los guardias de la entrada.

[PENEJOTIZADO]

-Escritura Lemuria....- Dice Aristocles mirando a las columnas.

Se aproxima a las columnas y las estudia con cuidado. Parece que está intentando leer las inscripciones que están labradas en esa extraña forma de escritura sobre las columnas: -Paciencia.... En unos minutos os digo algo...-

*** *** *** *** *** ***

Al cabo de un buen rato, tras examinar columna por columna, Aristocles dice: -Las inscripciones indican a dónde lleva cada túnel.-

Tras hacer una pausa mesándose la barba, como recordando, añade: -Uno parece llevar al bosque y a las caballerizas reales. Otro lleva palacio. El tercero baja a las minas.-

-Bueno ¿Qué hacemos?- Os observa Aristocles, expectante.

- Bueno, la bestia que hemos venido a cazar es algún tipo de caballo...- aportó Melanctha, encogiéndose de hombros.

No es que aquello fuera un dato muy importante para decidir la ruta, pero era lo único que se le ocurría. De todas formas, la decisión quedaba en manos de Néstor, así que aguardó pacientemente a que le indicaran por donde avanzar.

Nestor caminó por el túnel extrañamente callado. Aquello sólo podía significar una cosa: estaba concentrado al cien por cien en la misión que les había llevado allí.

Cuando llegaron a la bifurcación esperó con cierta impaciencia a que Aristocles les diese algo que les ayudase a continuar. Estaba de acuerdo con lo que Melantcha dijo, aunque las minas le atraían.

- Dudo entra las minas y las cuadras. ¿Qué pensáis? 

-¿Caballerizas?- Aetos se pregunta si estas criaturas pequeñas y habitantes de lo que parece ser un reino subterráneo montarán caballos o algún otro tipo de bestia. Niega con la cabeza sin saber qué decisión es la correcta.

-El rey no tardará mucho en saber lo que ha pasado en el puerto, si no lo sabe ya, así que démonos prisa. El bosque podría ser un buen lugar en el que esconderse para la bestia que buscamos, así que tal vez sería buena idea coger esa dirección.

- Vayamos dirección al bosque y las caballerizas entonces - dijo Néstor iniciando el mismo la marcha - No debemos demorarnos más, quiero cazar a ese monstruo lo antes posible..  - y beber vino, y fornicar con alguna bella mujer adulada por mis hazañas, y recibir una buena recompensa... La concentración del noble iba y venía a lo largo de aquella extraña misión. Era difícil que se mantuviese constantemente concentrado, fuera cuál fuese la empresa.

Melanctha asintió, aunque puso una mano en el pecho de Néstor al ver que se adelantaba.

- Será mejor que yo vaya unos metros por delante, para comprobar que no haya sorpresas.- dijo.

—Entonces... ¿Estáis seguros de ir a las caballerizas? —pregunto con cierto tono misterioso al grupo. Parecían decididos, pero... ¿Era la mejor decisión?

—Algo me dice que nuestro "anfitrión" sabe donde iremos. Y nuestro siguiente paso lógico es ir allí. No habrá perdido el tiempo en enviar tropas allí, y tenerlo bien vigilado —digo al resto, mientras los miro uno a uno—. No obstante, como buen noble, estará preocupado por su propia seguridad. El palacio también estará vigilado.

—Así pues, creo que nuestro siguiente paso no debería de llevar a ninguno de esos dos lugares. A menos que queráis arriesgaros, claro. Lo dejo en vuestras manos...

- Si es tiempo de enfrentarnos... que así sea - dijo con cierta solemnidad. Era reacio a no ir encabezando la marcha. A fin de cuenta solía viajar con Aetos y siempre iban de cara, sin temor a los enfrentamientos... pero entendía las reticencias de Melantcha, por lo que la dejó pasar con un gesto, siguiéndola.

La expedición continúa a través del sendero que lleva a las Caballerizas Reales. El túnel es de suficiente altura y amplitud, para caminar varios a la par cómodamente. A medida que avanzan, aquellas extrañas varas luminiscentes iban encendiéndose en sus extremos, y apagándose a sus espaldas.

No se cruzaron con nadie por el camino, ni encontraron túneles laterales que surgieran de este. Caminaron a paso vivo, pero sin correr, con Melanctha caminando por delante de ellos, adelantándose en los recodos. Hasta que la cazadora se detuvo e hizo un gesto con la mano para que se detuvieran.

Todos se dieron cuenta que al fondo de este racto del túnel en el que estaban había una suerte de luz. Melanctha hizo un gesto con la mano y se adentró en la oscuridad, dejándolos allí esperando...

Melanctha avanza con cuidado en la oscuridad, pues por alguna razón las varas luminiscentes a lo largo del túnel no se iluminaban a su paso, aunque sí al de sus compañeros. Llevaba el arco tenso y presto, y caminaba casi a ciegas en la oscuridad que la rodeaba, auqnue la luz al fondo le hacía de guía.

Lo que vió al llegar allí le resultó sorprendente.

Melanctha se asomó por la salida del túnel para divisar una gran caverna. Grande no sería la palabra. Descomunal. El túnel por el que había llegado daba a una cavidad de centenares de metros de alto, con forma de cúpula. Aunque resquebrajada y ruinosa en parte, la cúpula era claramente una obra artificial, posiblemente situada bajo las montañas. Titánicas columnas, situadas a centeneres de metros entre ellas, se elevaban desde el suelo de la caverna hacia las alturas, sonteniendo la cúpula resquebrajada.

Melanctha veía una húmeda neblina acumularse en el techo de aquella titánica obra, e incluso diría que lloviznaba en algún punto del lugar.

Por todos lados, sobre la superficie de las columnas, de las paredes de roca de la caverna, y de la cúpula, vió extraños líquenes amarillentos, rojizos o verdosos, que emitían una luz no tan intensa como el sol, pero lo suficiente para dar iluminación a todo el lugar, de una forma vagamente penumbrosa.

El suelo de la caverna, de varios kilómetros de largo, formaba una especie de valle con forma de cuenco. El suelo, era de tierra, y en él crecían incontables especies de hongos, setas y líquenes, formando una especie de jungla de setas gigantes, tan coloridas como variadas.

Hacía, calor, mucho calor allí dentro. Y humedad también. No muy lejos de donde estaba, vió un torrente de agua saliendo a una decena de metros a su izquierda, saliend de una cavidad en la pared de roca, y caer pendiente abajo entre la densa jungla de setas, somo si de un río se tratara, en dirección al fondo del cuenco que formaba el suelo de la caverna.

En ese lejano centro de la caverna el río formaba una suerte de  laguna. Y navegando sobre ella, en la distancia, vislumbraba lo que parecían embarcaciones, no muy distintas a las que se habían encontrado en el muelle que habían dejado atrás.

También creyó ver contrucciones en el borde de la laguna. Quizás una aldea. Sin embargo, la niebla y la distancia le impedían distinguir bien.

Algo más a la derecha, desde donde se encontraba, alcanzaba a distinguir que la jungla de setas se despejaba, dando lugar a una extensa llanura  de musgo. Sin embargo, no distinguía áquido alguno recorriéndola. Sí una especie de animales de mayor tamaño, que formaban rebaños, en lo que parecía ganado.

Encima suyo, la entrada en la que se encontraba tenía talladas columnas sobre la roca viva y un arco en la parte superior. Vió las mismas muescas en las columnas que Aristocles denominara "escritura Lemuria" y Melanctha determino que indicaban que por allí se iba al muelle, a la salida del reino.

Oyó un brutal estruendo sonido a su izquierda. Al girarse, asustada, vió que había sido causado por  un enorme tronco al caer y golpear sobre otro montón de troncos apilados cerca de la corriente de agua que salía de la roca a decenas de metros su izquierda. Una una enorme figura, que sobresalía por su tamaño por encima del copete de las setas, era la que había dejado caer el enorme tronco.

El enorme ser humanoide gruñó algo en una lengua rasposa y gutural, como de raspar de roca.

Melanctha por un momento pensó que el gigante la había visto, pero no era así. El ser, semidesnudo salvo por un taparrabos, era un gigantesco humanoide  ocupado en su tarea.

El monstruoso individuo se giró, y Melactha pudo ver entonces su único ojo en el rostro, pero el cíclope no logró ver a la oculta Melanctha. En vez de ello, se dirigió a una de las enormes setas que, a modo de árbol, surgían del suelo de la caverna, se aferró al tronco, y empezó a tirar de ella jadeando con esfuerzo hacia arriba, hasta que consiguió desbrozarla del suelo.

Con gran esfuerzo, el gigante se quitó el sudor con el dorso de la mano, y se detuvo a mirar a su alrededor...

Un par de minutos tras desaparecer Melanctha entre la oscuridad más adelante, Nestor nota una bibración en el suelo. Ha venido indudablemente de más adelante en el túnel desde la dirección hacia la que Melancthaha avanzado.

Aunque ha llegado muy leve aquí, ha debido ser un estruendo tremendo. Aunque muy atenuado por la distancia, Néstor ha oído claramente lo que es un tremendo golpe, diría de madera contra madera...

Tras un par de minutos esperando en el túnel... *

- Algo no va bien - susurró el noble. Había notado algo más adelante que no le transmitía nada bueno. Miró a su compañero Aetos y le hizo un gesto para que avanzase junto a él - Si no volvemos en un par de minutos... avanzad - ordenó a Aristocles - Aetos y yo nos adelantaremos - No había lugar para la réplica, o quizás si... pero cuando Néstor tomaba una decisión difícilmente se le podía convencer de que no la llevase a cabo. Así, sin más avanzó esperando que su fiel Aetos le siguiese a la penumbra que se les presentaba justo delante de ellos. 

Asintiendo al noble, busco una piedra donde sentarme y espero. Que esperar de pie, a mi edad, es malo. Sólo espero no tener razón, y que esto no sea una trampa...