Partida Rol por web

Melanctha asistía divertida a la conversación de la princesa con Aristocles. Por lo que parecía, aquella pobre humana había sido criada con los gnomos desde su nacimiento, o por lo menos desde su más tierna infancia. Eso explicaría que no conociera que había otras razas aparte de los gnomos, y que la hubieran engañado diciéndole que ella era una "gnoma larguirucha".

Esperó la respuesta de Aristocles antes de decidirse a actuar. La invitación del Rey podía incluir una visita a las mazmorras, si sabía lo que habían hecho con los guardias del embarcadero.

Néstor esperaba ansioso en su escondite, más aún desde que los guardias indicasen a su mentor que debía acompañarlos.. No dejaría que nadie se lo llevase, podían darlo por seguro... Pero fue entonces cuando apareció aquella joven que deslumbró al noble. Desde que las cortinas se abrieron dejando ver su figura y su rostro.. Néstor no pudo dejar de seguirla con la mirada y con la boca algo abierta.. 

¿Qué? ¿El mal de los larguiluengos? Claramente había gato encerrado y alguien había engañado mucho a aquella muchacha.

Aetos sonríe incrédulo. Parece que el rey dáctilo tiene unos enormes deseos de mantener aislada y en secreto su colonia subterránea, si no no tiene demasiado sentido el engaño en el que vive la ingenua princesa. En todo caso, el hoplita no mueve ni un músculo, atento a todos los gestos de Aristocles, tratando de adivinar alguna seña o petición por parte del anciano.

[PNJOTIZADO]

-Claro, claro, desde luego, soy un gnomo larguiluengo...- Se ve a simple vista que Aristocles tuerce el morro al decir estas palabras. Parece encendérsele una bombilla:

-Siento importunaros, princesa, parece que tenéis que llegar a algún sitio, y ya váis tarde.- Mira de reojo al oficial dáctilo, y añade: - Sólo una pregunta antes de partir... ¿Vuestra madre también es larguiluenga?-

-Hummmm....- La chica parece pensar durante unos segundos, antes de responder al anciano de forma condecendiente: -... Pueeees... nunca lo había pensado. A decir verdad, no la conocí. Mi padre siempre dice que murió al darme a luz...-

El oficial aprieta los dientes, claramente furioso: -¡Infeliz...!- Señala a Aristocles con el dedo, el cuál se gira para mirarle con cara de sorpresa. -¡Sé lo que tramas! ¡No creas que no veo tus intenciones!-

Se gira hacia sus enanos alabarderos: -¡Guardias! ¡Prendedle! ¡Es un traidor al Rey!-

-¡Majestad¡ ¡Apartaros de ese vil traidor!-

Ante la situación, la princesa muestra un gesto tan sorprendido como inocente.

El gigante de un sólo ojo se rasca el pelo, preguntándose que estará ocurriendo.

Melanctha sopesó rápidamente las opciones. Aunque habían podido derrotar a los guardias del embarcadero con cierta facilidad, allí había por lo menos una veintena de guardias armados. Eran demasiados. Además, si eran los encargados de escoltar a la princesa, seguramente eran de los buenos.

Su única posibilidad era que el cíclope se pusiera de su parte. Pero no parecía demasiado inclinado a hacer nada por el momento.

Decidió que su mejor opción era esperar, y seguirlos en silencio si es que acababan prendiendo a Aristocles. Ya habría tiempo de aclarar después las cosas con la princesa o con su padre. O en el peor caso, de organizar una fuga para el anciano maestro.

En un primer momento, Néstor estuvo decidido a saltar raudo en ayuda de su mentor. Se controló a si mismo, pues los enanos eran aproximadamente una veintena y sería difícil, incluso para ellos, derrotarlos a todos. 

La sangre le hervía y apretó con fuerza la empuñadura de su espada.. estaba tenso, dispuesto a saltar si la cosa iba a peor... pero decidió esperar los acontecimientos.

—¿Y qué es lo que tramo, buen amigo? —pregunto al guardia, mientras alzo las manos, en señal de que me rindo—. ¿Tal vez hablar con la princesa? ¿o simplemente disfrutar de una rica cena con nuestro amigo Antheas?

—No sé, si yo fuese un rey, no creo que le gustase que arrestasen a todo el que pasea tranquilamente por su reino, hablando con las gentes de éste. Pero claro, no soy rey. Aunque si sé que los castigos a los que cometen estos errores se pagan caros... ¿No? —termindo diciendo al guardia, con objeto de sembrar en él la duda.

Con todo, me doy cuenta de que si me arrestan, el resto será libre de ir y venir, sin que sean buscados. Además, así sabrán el camino—. En fin, haced lo que queráis, no me opondré. Princesa, siento mucho no poder hablar tranquilamente con vos, no se ve a un gnomo larguiluengo todos los días...

Aetos espera escondido junto a Néstor la respuesta de los dáctilos. Mientras aguarda, valora las opciones que tienen. Aunque Néstor está deseando liberar al anciano por la fuerza, enfrentarse a tantos enemigos no parece una buena idea; pero si finalmente se llevan a Aristocles, tal vez deban revelarse y por lo menos mantenerse juntos.

Tras las formidables palabras del sabio, el capitán gnomo se queda mirando al anciano humano unos segundos, con gesto de duda en su rostro...

Pese a que puedo ver como el gnomo duda, sé que pese a todo, me llevará preso. Así pues, cojo mi bastón, y espero que llegue el momento en el que me diga que nos vayamos.

Sólo espero que el resto aproveche, y se quede con el camino para llegar hasta mí.

El Dáctilo cambia sus formas, aunque no la decisión que ha tomado: -¡Hummmmmm!.... Pareces un tipo educado y bienhablado, anciano, y veo que no opones resistencia. Mis disculpas, quizás me haya excedido en mis palabras, pero a pesar de ello iréis a palacio a dar explicaciones a Su Majestad, tal como este nos ordenó. Encajáis con la descripción del individuo que nuestro rey, Sirio, estaba buscando. -

El capitán de la guardia se gira hacia sus hombres gnomos para decir: -Vosotros seis, escoltad a este anciano a palacio. Los demás, conmigo para escoltar a la princesa a su ceremonia.-

-Princesa, por favor, volved al palanquin.-

Seis de los alabarderos dáctilos rodean a vuestro compañero Aristocles, el cuál emprende camino junto a ellos en suave descenso por donde la comitiva principesca había venido, atravesando el bosque de setas por un sendero, quizás en dirección a las lejanas llanuras o a la distante aldea junto a la laguna. La princesa Hipodémona realiza un gesto de despedida al anciano, algo entristecida al ver cómo este se aleja detenido. 

Tras una corta despedida entre Antheas y la princesa, esta sube al palanquin, tal y como el capitán de su escolta le ha solicitado.

Entonces, la comitiva principesca reanuda camino en dirección contraria a la dirección que han hecho tomar a Aristocles. La columna formada por el palanquin de la princesa, diversos siervos, el capitán de la guardia y varios guardias reales dáctilos entran a la boca del túnel por la que hace apenas unos minutos salieron los cuatro compañeros Mithykos en compañia de los Salvajes... 

Al ver que se llevaban a Aristocles por un lado, y a la princesa por otro, Melanctha dudó por un momento. Estaba claro que la prioridad era seguir a Aristocles, pero tenía curiosidad por la “ceremonia” a la que llevaban a aquella niña engañada. Mirando a Néstor y Aetos, se señaló a sí misma y a los salvajes. Entonces señaló en dirección al camino del bosque de setas por el que se llevaban a Aristocles.

Las dudas de Néstor consistían si en seguir todos a su mentor o dividirse y seguir también a la princesa. Ésta no tenía nada que ver, o quizás si.. pero la curiosidad era algo poderoso. Entonces vio a Melanctha que parecía tener las mismas dudas. Apenas le costó decidirse.

Se señaló a él y a Aetos y después subió el pulgar. Si debían separarse, el grueso debía seguir a Aristocles, que era quién más ayuda necesitaría en caso de que algo saliese mal.

Miró a Aetos, esperando su aprobación, aunque no la necesitase.. trataba a aquél como un compañero, no como un siervo.

La situación no le gusta demasiado a Aetos; aunque confía en la capacidad de Aristocles para desenvolverse ante el peligro, para cuando éste llegue ante el rey dáctilo las noticias sobre los guardias muertos ya habrán corrido. Parece que sus intenciones originales de no cruzarse demasiado en el camino de los pequeños seres subterráneos ya son historia. Aún así, la labia del sabio podrá hacer más en el palacio que la espada de Néstor, y alejar al noble de ese foco casi parece hasta una buena idea. Además, conoce lo suficiente a su colega como para saber que le puede la curiosidad acerca de la "ceremonia" de la princesa.

Asiente levemente con la cabeza, mostrando su aprobación al plan, y se fija en la comitiva que se aleja y en lo que les rodea, intentando hacerse un mapa mental de la zona para cuando hagan el camino de vuelta.