Partida Rol por web

Una mueca alegre se dibujó en sus labios mientras sus mejillas ganaban un poco de color al escuchar que aquello merecía una canción. No sabía si era una broma o lo decía sinceramente, pero fuera cual fuera el caso le daría un poco de vergüenza. Y aquel tono rojizo de sus mejillas aumentó rápidamente cuando escuchó el cumplido sobre el momento en que había conseguido su varita. No había pretendido verse de ninguna forma, y siempre le extrañaba cuando James nombraba lo bonita que se veía haciendo las cosas más rutinarias. 

Le dedicó una sonrisa al sentir el toque juguetón en su nariz y entró a la tienda, agradeciéndole que le sostuviera la puerta. Parecía estar tan repleta como Ollivander's, pero no era una parada que pudiera o quisiera obviar, por la cantidad de cosas increíbles que pudiesen encontrar. Tomó la mano de James, la que había soltado exclusivamente para entrar a la tienda, y basándose en la agradable experiencia anterior, se atrevió a saludar a todos.

¡Buenos días! ¿Como están? - dijo agitando su mano libre. - ¡Hola de nuevo, Erik!

Justo antes de salir al exterior Jarek sintió el leve contacto de la mano de su madre, inmediatamente supo que había hecho algo bien, pero no fué hasta que ella se lo dijo cuando el chico se enteró de qué había motivado el gesto. Aunque intentó que no le pasase, la punta de sus orejas se sonrojó ligeramente, y es que ante los cumplidos de su madre sentía que era especial y que nada podía salir mal.

- Gracias mamá, me ha parecido que era buena idea. - añadió con una sonrisa mientras intentaba recuperar el tono normal de su piel.

Tanja no había dicho nada de la varita -Quizás es que no sabe nada del raro thestral- pensó Jarek, pero lo descartó de inmediato, su madre siempre sabía de todo -Seguramente cree que no estamos en un lugar adecuado-, por supuesto que era eso, siguió pensando, cuando llegasen a casa seguro que le diría algo.

Con ese convencimiento, y recuperada ya la temperatura normal en sus orejas, salieron de la tienda.

Jarek asintió cuando la chica le dijo que le contase mas sobre las veelas camino de la librería, en el corto trayecto que hicieron hasta el exterior el joven se puso a pensar en la que le contaría. Una vez fuera, la pregunta que le había hecho sobre si estaba sola quedó contestada al ver a la señora Dracons. Jarek se acercó detrás de su madre y saludó cortesmente.

- Buenos días señora Dracons. - dijo con una leve inclinación de cabeza en su dirección, luego se dirigió hacia Joy y añadió - Si lo prefieres vamos a la tienda de mascotas primero.

En el último momento se acordó que su pasión por la lectura no era compartida por otros niños, al menos no por los que había conocido, de ellos sólo Simon leía casi tanto como él pero lo hacía porque su padre se lo decía y no porque le gustase. Cuando decidieron el próximo destino y se pusieron en marcha, Jarek se quedó al lado de Joy y comenzó a contarle la historia que había elegido.

- Pues verás - dijo el niño adoptando un tono entre misterioso y confidencial - las veelas son mucho mas de lo que la gente cuenta y cree, pero ellas no quieren que se sepa para que no las consideren demasiado poderosas y las amenacen. - lanzó una mirada a su alrededor y continuó - Cyril Mageck, el mago mas famoso de la historia de Polonia por unificar a los magos de la región bajo una sola bandera y expulsar a los gigantes, se encontró en su juventud con una. Estaba herida y el joven Cyril la curó, por eso ella contraaa_ contrajo una deuda con él, algunos cuentan que la veela estaba bajo la apariencia de una joven hermosa y que por eso él la ayudó, pero según la familia de mi abuela que descienden del linaje de Mageck, era un halcón lo que se encontró y su buen corazón lo que lo impulsó. Al recobrarse la veela adoptó su forma humana para poder hablarle, él quedó deslumbrado por su hermosura, pero ella no le dejó hablar. Le dijo que el pago de la deuda sería devuelto en tres ocasiones, pues salvar una vida no es poca cosa, como primer pago le habló al joven Cyril de su futuro, lleno de grandes batallas por el bien de su gente, pero le advirtió que tuviese cuidado con el hijo del hielo, luego se levantó y tranformándose en un bello caballo blanco se alejó de su casa sin decir ni siquiera su nombre. Cuando varios años mas tarde tuvo lugar la batalla contra los gigantes en las nevadas montañas y el bando de los magos estaba a punto de perder, pues comenzaba a sentir el cansancio acumulado, un pequeño ejército de veelas llegó desde las praderas bajo una intensa lluvia. Gracias a su ferocidad y a su magia especial, parecía que la tormenta las obedecía y no utilizaban nada para hacer sus encantamientos, pudieron dar al fin la victoria a los magos. Lo malo es que Cyril no pudo ver el espectáculo, poco antes de la llegada de las veelas había caído herido y estaba a un paso de la muerte. La veela a la que había salvado se destacó del resto y se le acercó lentamente, el pelo suelto y su vestido blanco ondeando a su alrededor, al llegar a su altura le habló con una voz que hizo llorar a los que la escucharon, así era de bella "De la muerte me salvaste sin saber de mi importancia, la vida te restauro a cambio para que veas cumplido tu futuro". Y así lo hizo, a un gesto de su mano las heridas de Cyril sanaron y quedó... - el niño hizo una pequeña pausa buscando la palabra correcta pero al no encontrarla continuó como pudo - 'como nuevo'. Ella se dió la vuelta dispuesta a irse como la vez anterior, el resto de veelas la imitó cosa que indicaba que era alguien muy importante, pero el mago se levantó rápidamente y la cogió de la mano reteniéndola suavemente. "Dime al menos tu nombre," imploró "dime el nombre del ser mas bello sobre la faz de la tierra”, la cautivadora criatura se giró lentamente. La primera expresión de su rostro había sido de fiereza mostrando unos colmillos afilados y sacando las garras de su otra mano, pero al escuchar las palabas del mago volvió a su rostro habitual y lo complació “Shambaal” le pareció entender a Cyril, pues había sonado como el aire entre los árboles. El fascinante ser se acercó hasta apenas unos centímetros de la cara del mago y añadió las últimas palabras antes de perderse, junto a sus iguales, entre la niebla. “El tercer pago” y dejó uno de sus cabellos en la palma de la mano del mago. Cyril no supo por qué se lo había dado hasta que vió su varita rota a unos pasos de donde había estado tumbado. Mandó que le hiciesen una varita con el pelo de veela como corazón y resultó ser su mejor y mas fiel compañera.  

Al finalizar el relato miró intensamente a la niña, esperaba que le hubiese gustado, era el único cuento que su abuela había accedido a contarle y, cuando estaban los dos solos, se pasaban horas hablando sobre él.

La tienda de animales estará bien, supongo. Dije, encogiéndome de hombros. El orden de los factores no afectaba al producto y tenía interés por aquellas historias de veelas. Seguramente sabría mucho, ya que eran de su tierra.

No había pensado en el animal que le gustaría tener. ¿Cuál le gustaría a sus padres que tuviera? Uno elegante, probablemente, y exclusivo. No un animal que pudiera tener cualquiera. Lo suficientemente caro para dejar claro que no era una más, pero no tan caro como parecer prepotente. De haberlo podido habría llevado a mi elfina. No como mascota, como criada, claro. Pero no era posible. Tendría que pensarlo bien, ya había decepcionado una vez a mi madre.

Sin embargo, la historia de Jarek consiguió apartar mi atención de mi futura mascota. Era una historia inventada, o eso era lo que creía. Típica historia tradicional que tu abuela te cuenta para realzar su pueblo y sus costumbres. Sin embargo, todas aquellas historias escondían algo de cierto. Me preguntaba qué sería lo que escondía esta. Seguramente lo primero que haría al llegar a Hogwarts sería investigar sobre veelas. No sabía que fuesen tan poderosas, aunque para que se pudieran hacer varitas con núcleo de su pelo deberían serlo.

Es una historia interesante. Dije, meditando. Creo que cuando llegue a Hogwarts investigaré sobre el asunto. Aunque no lo dejase claro, me refería a las veelas, no a la historia. Si tengo esta varita debería conocer más sobre el asunto. Estaba pensando en voz alta.

Bueno, ¿tienes alguna mascota en mente ya? Dije, cambiando de tema. Tal vez podría darme alguna idea. No iba a comprar el típico gato o la típica lechuza. Mucho menos un sapo. No, tenía que ser otra cosa.

La reacción de Joy no fué todo lo entusiasta que al chico le hubiese gustado pero logró ocultar su decepción poniendo cara de pensar en la pregunta que le había hecho.

- Pues no había pensado en ello, pero con las opciones que dan en la carta supongo que escogeré un gato. - dijo encogiéndose de hombros al fin, para nada iba a tener una rata o un sapo - Aunque quiero uno negro con los ojos azules*. - y otra vez apareció una sonrisa en su cara - ¿Y tú?.

Violet se había acercado con curiosidad hasta el lugar en el que se encontraba su hermano con aquellos dos niños, observando en silencio pero con evidente adoración tanto la lechuza como al gato mientras sujetaba al puffskein entre sus manos, el cuál emitía una especie de entusiasta ronroneo mientras se recolocaba en los dedos de su nueva dueña. No fue hasta que Troy no la "atacó" que no se decidió a hablar.

- Búrlate lo que quieras pero, ¿para qué quiero una lechuza? En casa ya tenemos a Tigris y en el colegio va a haber, aunque tú siempre puedes dejarme la tuya. Y - Violet se sonrojó un poco antes de añadir - los puffskeins son muy monos. Tu gato también me gusta - añadió de improvisto. A pesar de las palabras aquella niña tenía una expresión grave bastante atípico para su edad. Bajó la mirada cuando vio el gesto cercano de Troy hacia la niña, impulsivo como siempre, incorregible -. Troy, te estás propasando - le susurró por lo bajo. Ella lo sabía bien, tampoco era excesivamente amante del contacto físico y de los arrebatos de su hermano.

Un gato. No era mal animal. Entre los tres permitidos era el que más me gustaba, sin lugar a dudas. Independiente, orgulloso, listo, grácil... Era el más interesante de los tres. La rata ni siquiera contaba como mascota en mi opinión. Solo para lanzarle algún hechizo y practicar con ella, quizá.

Asentí. De las cuatro opciones que venían en la carta es la mejor, sin duda. Seguí andando, pensando en que haría si no me dejaban llevar algo más elegante. Tendría que conformarme con un gato. La lechuza solo valía para envíar cartas y podía usar las de la lechucería y el sapo... Bueno, el sapo no valía para nada. Supongo que yo también cogeré un gato. No puedo decirle que de primeras busco algo que no está en la lista. No sin antes descubrir si puedo o no llevarlo al colegio.

La sonrisa del chico era agradable y su conversación fácil. Me sorprendí pensando que me gustaría que estuviese en la misma casa que yo. La verdad era que, hasta ahora, era el único con el que había tenido relación y el único con el que se planteaba tenerla. Con la excepción, tal vez, de Maebh. Por lo que había oído su familia era importante. Pero con ella aún no había hablado.

Espero que los dos gatos se lleven bien entre ellos. Y con nosotros. Apunté. Tal vez sea lo mejor de los gatos. Que sean tan... Imprevisibles. Sonreí y mire a los ojos al chico. Habíamos llegado a la tienda de animales. Esperaba que me abriese la puerta. Seguramente lo haría, teniendo en cuenta que su familia era importante.

Jason había estado observando al gatito de Lizbeth con curiosidad, tan cerca que pronto su nariz tocaría el hocico, alzado en su dirección, del animal. Sin embargo en cuanto Troy se acercó desvió su entusiasta atención hacia el rubio, que empezó a hablar con conocimiento de causa.

- ¿Ves como es real, mamá? - se había girado hacia sus padres, hinchando pecho como si el haber hallado aquella prueba hubiera sido gracias a él -. Yo voy a ser un Gryflifindorf de esos de pura cepa - añadió, golpeándose con el pulgar en el pecho, henchido de orgullo. Entonces empezó a enumerar con los dedos según había dicho Troy -. No soy tan inteligente, ni tan trabajador y en cuanto a astucia... - se encogió de hombros -. Mis colegas dicen que soy demasiado inocente - aquello no parecía afectarle en absoluto. Fue entonces cuando Troy colocó la mano sobre el hombro de Lizbeth, pero en lugar de la ayuda que ella esperaba el niño no se enteró de nada, limitándose a asentir con satisfacción -. Claro que si Liz, serás una bruja genial, y me ayudarás a que yo también lo sea - dijo con una amplia sonrisa.

Chuck, el hermano mayor de Lizbeth, se había acercado un poco a los niños mientras la madre de Troy hablaba de un modo cercano y conciliador a los Finnigan y a los Moore.

- Eh, tío - le dijo a Troy con una sonrisa amistosa -, las manitas quietas que os estoy controlando, ¿eh? Que eso de iros todo el año a un colegio de chicos y chicas suena muy tentador sin que nadie os controle pero mi hermana ahí donde la ves es tímida e inocente y como algún cretino le haga daño me voy a ir a patear culos mágicos donde haga falta, ¿entendido?

Aquello había sido extrelimitarse bastante, aunque todo en la actitud de Chuck daba a entender que estaba de broma pero Lizbeth le conocía lo suficiente como para saber cuanta verdad había tras aquella amenaza velada camuflada en una broma. Su hermano era sobre protector con ella y estaba claro que había comprendido su incomodidad sin necesidad de que ésta se la transmitiera.

El joven ensanchó un poco mas la sonrisa al ver que la chica asintió a su propuesta dándola como la mejor de las opciones, él también esperaba que sus mascotas se llevasen bien. Cuando la chica le sonrió Jarek pensó que por fin había hecho otra amiga, hasta ahora apenas se conocían pero creía firmemente que con un poco mas de tiempo llegarían a ser buenos amigos. Además sus madres también parecían llevarse bien, pensó cuando las vió hablando tranquilamente.

Se dió cuenta que acababan de llegar a la tienda de Animales Mágicos y, viendo que su madre no hacía ademán de pasar primero como la vez anterior, se adelantó rápidamente para abrir la puerta.

- Las damas primero. - dijo con una pequeña inclinación de cabeza y un ademán de la mano que no aguantaba la puerta.

Se quedó a un lado mientras esperaba a que las personas que le acompañaban pasasen y, cuando ellas estuvieron dentro, pasó él también y cerró detrás suyo.

Liz sonrió a Violet de forma tímida. No solo le había dicho un cumplido sobre su gato, sino que había intentado arreglar la situación tan incómoda en la que le había puesto su hermano. Por desgracia, no se trató de algo puntual. Jason y Chuck también parecieron percatarse de la escena haciendo sendos comentarios.

¿Por qué, Jason? ¿Por qué tienes que hacerme pasar tanta vergüenza?

Cuanto más hablaban de ella más deseaba que le tragase la tierra. Pronto se sintió muy injusta por sus pensamientos. El comentario de Chuck había dejado a las palabras de Jason en un lugar más que deseable.

- E....estoy segura de que serás un mago estupendo - dijo con rapidez, intentando quitarle peso a las palabras que había dicho su hermano. ¡Cómo se le ocurría! No era necesario que recalcara lo inocente y tímida que era... ya se bastaba ella sola para dejarlo claro. - Ya has dicho que serías un Gryffindor, ¿no? Serás el mago más valiente de todos.

Con un poco más de confianza se volvió hacia su hermano.

- ¿Irás a patear culos mágicos? - rió para sí, sintiéndose algo rebelde. Sabía lo mucho que le molestaba a su madre que usara las expresiones de Chuck. - Vamos a empezar a pensar que tú también quieres ser un mago...

Entré en la tienda, complacida. No me había equivocado con el chico. Sonreí al chico, agradeciendo el gesto y entré en la tienda, pero antes de hacerlo me di la vuelta y miré a mi elfina.

Ve a comprar los libros. Se está haciendo tarde. Le ordené, tendiéndole el dinero. Ve directamente a la tienda y cuando los tengas vuelve aquí. No había lugar a réplica.

- Aunque en conjunto sea correcto, las diferentes partes que los componen son erróneos. - Contestó el chaval con tranquilidad. - Saber no es lo mismo que conocer. Son palabras distintas porque son cosas distintas. - Eso lo sabe todo el mundo. Claro, por eso él despierta ese interés en ella. Que interesante. - Así que en conclusión te equivocas. - Dijo, teniendo la última palabra en aquello también, como no podía ser de otro modo.

Pero la abuela volvió a hablar, y Alexander pareció contrariado, pues la mujer, a pesar de su explicación, tan perfecta y desarrollada, parecía no haber entendido nada. - No. Acabo de explicárselo. ¿Acaso tien...? - Por desgracia, su hermana le tapó la boca, y aquello sí hizo que el chaval se tensara. El contacto físico no le gustaba un pelo, y el gesto de su hermana no le había hecho gracia alguna.

Finalmente lo soltó, y rápidamente recobró su compostura, alisando la camiseta y recobrando su postura rígida y tiesa de costumbre. - Claro que soy especial. Soy listo. - Contestó a su hermana, mirándola enfadado por haberle tapado la boca. ¡La verdad y la razón debían imponerse ante aquellos vagabundos mentales! ¡Aquella censura a la realidad y la objetividad no podía volverse a dar! Por supuesto, tampoco se atrevería a alzar la voz o imponerse en una confrontación física. Él no era un bárbaro del norte.

- Y no les estaba molestando. A no ser que molestar sea explicar en que están equivocados, como esta mujer parece empeñada en demostrar. Porque no para de equivocarse. Cada vez que abre la boca. Deberían decírselo. Alguien. - Añadió lo último en un fútil intento de que su hermana no volviera a agredirlo físicamente, tapándole la boca una vez más a la fuerza. 

Entonces pasó algo extraño. ¡Algo que jamás habría esperado escuchar de boca de alguien que se le presuponía inteligente! - ¿Buena suerte? - Preguntó, pero no le dio tiempo a recriminar ni explicar nada, pues se marchó por la puerta. Se sintió confuso, al no poder explicarle en que se había equivocado. ¿Cómo podía Lupin vivir en la ignorancia? ¡Era un mago!

Por suerte (o desgracia) entró una chica nueva en la tienda. Alexander centró su atención en ella por un simple motivo: Lanzó una pregunta. Pero era demasiado poco precisa para poder contestarla directamente, así que miró a su hermana. - Compra los libros tu. Esto me llevará un rato. - Acabó por decirle, mirando a la chica.

- ¿Qué como estoy? - Preguntó, cruzándose de brazos. - Lo siento, pero es una pregunta demasiado ambigua. ¿Te refieres a como estoy físicamente?  Estoy bien, carezco de enfermedades, no tengo lesiones, tengo una alimentación saludable y un ciclo de deposiciones regulable. - Tomó aire. - Si te refieres socialmente o mentalmente, debo darte la mala noticia de que la presencia de una o más personas que no conozco a mi alrededor no me gusta. No os conozco a ninguno. Y eso no me gusta. - Añadió, mirando a su alrededor. - En cambio, si te refieres en un espacio temporal que engloba toda mi vida, estoy bien, gracias por preguntar. Pero si te refieres a en este preciso momento, como te dije anteriormente la presencia de una o más personas que no conozco a mi alrededor no me gusta. No os conozco a ninguno. Y eso no me gusta. - Finalmente, calló. Mirando a la recién llegada. - Ahora como espera el protocolo social, debo hacerte la misma pregunta. -

- ¿Y tu como estás en este preciso momento físicamente? -

Observo boquiabierto la discusión que está teniendo lugar entre aquel niño y mi abuela. No entendía ni la mitad de las palabras que salían de la boca del niño. Sonaba como un adulto. Pero sí que podía ver en su expresión que parecía totalmente convencido de todo lo que decía. Permanezco callado, sin atreverme a decir nada por no cabrear a Maureen más de la cuenta y, aunque hubiese querido hablar tampoco habría podido pues la hermana del chico se apresura a tirar de él y llevárselo a la barra. ¿Por qué nos habrá contado su vida? Quizás era algo que solían hacer los magos en lugar de limitarse a decir su nombre normal. 

Erika seguía llorando y, a pesar de que había absorbido la explicación que me había dado sobre las varitas, el niño había frustrado mis intentos de saber qué le pasaba. La puerta se abre y entra una de las chicas de antes. 

- Hola.- le saludo, contento de que se acuerde de mi nombre. Después me vuelvo hacia mis padres.- ¿Cuándo nos toca comprar los libros a nosotros? ¿Creéis que habrá alguna de máquinas mágicas? Molaría mucho. 

Troy, Violet, Jason, Lizbeth e incluso el hermano mayor de ésta, Chuck, hablaban en un rincón apartado de la tienda de animales, en posesión de sus nuevas mascotas que conformaban un elenco propio de un zoo ante la variedad que suponían: una lechuza blanca de ojos azules para Troy, un puffskein azul en las manos de Violet y un gatito anaranjado de Lizbeth. Sus respectivas familias estaban algo apartadas, charlando, mientras la vendedora de la tienda, una mujer de aspecto ratonil, les dirigía miradas de reproche por haberse instalado en su tienda sin mostrar intención alguna por marcharse.

La puerta de El Emporio de la lechuza, se abrió nuevamente para dejar pasar a Joy, seguida por su madre, Tanja y, por último, Jarek, que les había sostenido la puerta de modo servicial. No habían llegado a acercarse al mostrador cuando la puerta se abrió de nuevo, esta vez con Maebh y su abuelo, que en aquel momento estaba comentando algo a la niña respecto a su varita.

- Una varita muy respetable, Maebh, y estoy seguro de que estarás a la altura. Los Connolly siempre lo estamos - decía en aquel momento. Aunque, por supuesto, su conversación se interrumpió al ver a las dos mujeres que acompañaban a Joy y a Tarek -. Es un placer encontrarnos de nuevo, Tanja. Lo mismo que usted, señora Dracons - acabó por decir con mayor rigidez.

Ambas mujeres iban a responder cuando la dueña de la tienda se adelantó.

- Oigan, este no es un club de campo, es una tienda. ¿Desean algún tónico o alguna mascota? 

- Maleducada - masculló la señora Dracons en voz lo suficientemente alta para que la escucharan todos, aunque la vendedora sólo le hizo caso para dirigirle una mirada malhumorada antes de devolver la vista a los niños.