Partida Rol por web

¡Maravilla!   -difícilmente alguien de alguna de las otras razas entenderían lo que Powaqqatsi sentía en ese momento.  ¿Esta pieza, y otras como ésta, es lo que nos hace ser algo más que un amasijo de fibras, cristales y metales?  ¿Es lo que nos hace tener esta conciencia que reflexiona sobre sí misma?

Y ahora, como druida, le ganaba aún mayor admiración por lo otro, por aquel orden y camino que hace también que un amasijo de fibras, carnes y huesos, también piense sobre sí misma, que sus manos creen y críen.

Los misterios de la vida, uno sobre otro, aparentemente insondables, y sólo una vida para entenderlos. 

Salió de su trance, para abrir lentamente el pergamino que tenía el mapa.  Lo desplegó sobre la mesa para que lo vieran sus compañeros. ¿Es un mapa de qué zona en esta bella tierra?  ¿Era Khorvaire, era algún otro de los continentes, o de plano otro plano?  

El buitre voló por encima, hacia una percha en la pared, pero tuvo a bien en ruta, depositar una cagarruta, justo encima del mapa, que revisaba usted.   Hmjmm, lo volteó a ver desaprobatoriamente el druida.  

Demonfly inspiró sonoramente por la nariz al ver los lingotes. Era un buen complemento a la recompensa que les daría Elaydren por el trozo de adamantina, y se podría decir que aquel era un final feliz. Sin embargo, la cazarrecompensas se contuvo la sonrisa: hasta que no hiciesen la entrega, los sicarios del Señor de los Filos podrían interceptarles.

Démonos prisa. No miréis eso aquí. Tó pa las mochilas, y nos marchamos.

Cuando Powaqqatsi desplegó el mapa sobre la mesa, en la pequeña habitación de diez pies cuadrados, casi ocupó todo el espacio disponible. Demonfly se fijó entonces en las cosas de la estantería, y como en un flechazo, se fijó en el escudo de acero. Al acercarse, el metal reflejó su propia fealdad. Contrariada, la semiorca desechó la idea de quedarse con él, y fijó su atención en un escudo de madera. Ese material no reflejaba nada, ni bueno ni malo, y su tono oscuro pegaba más con la dureza de Demonfly.

Tras guardar el escudo de maderaoscura, se aproximó a Powaqqatsi por detrás.

Ejem, ejem... ¿Me devuelves ya el odre?

Por encima del hombro del forjado, obligando a Daisy Sue a ponerse de puntillas, la cazarrecompensas dió un vistazo accidental al mapa.

Termináis de contar las monedas. Hay 100 monedas de plata y otras 100 de oro aparte de los lingotes. Powaqqatsi carga el pesado cuerpo del Defensor Férreo en su espalda. Extrañados lo miráis con una mezcla de curiosidad y , tal vez, tristeza. Parece ser que el misterio de la vida es todo un dilema para él y para quienes como él han sido creados de la nada. 

Escuchando los consejos de la semiorca recogéis cuanto podéis y os preparáis para marcharos. Si vuestra intención era salir por la puerta en seguida lo desestimáis. El creador de esa puerta tenía tanto celo de que pudiese entrar alguien sin permio como de que pudiese salir alguien, igualmente sin permiso.

Finalmente sólo os queda trepar de nuevo al techo de la forja y recuperar la iluminación que habíais llevado hasta ahora. Antes de partir Ariete y Powaqqatsi no pueden evitar echar un último vistazo a aquel lugar lleno de la historia del nacimiento de los forjados y de otras creaciones de  los artificieros de la Casa Cannith. Regresáis a la oscuridad de la caverna.

Nada ha cambiado en este lugar. Es como si tras tantos milenios estas ruinas se hubiesen quedado ancladas en la intemporalidad. Tenéis la sensación de que  lo que habéis vivido no ha supuesto ni la menor alteración en la historia de este lugar. Os sentís pequeños; sois otra mota de polvo suspendida en la inmensidad del tiempo. Tan sólo dos estrellas, la antorcha de Powaqqatsi y el cetro de Finn, iluminan este lugar.

 De repente algo brillante aparece en dirección a Ariete. Un fogonazo os deslumbra por unos segundos cuando una flecha ígnea impacta contra su cuerpo creando una lluvia de chispas.Todo sucede muy rápido. Y una voz resuena en las paredes de la caverna...

- CARRNE DÉeeBIL...-suena la voz. Es una voz grave e impersonal que diríais fluctúa en intensidad-AHORA OS ENFRENTÁIS A SABLEee. EL MÁS GRANDEee SEGUIDOR DEL SEÑOR DE LOS FILOS. ¡ARROJAD! ...AL SUEeeLO EL ESQUEMA Y ALEJAOS. O...MORID... 

Ser el más grande seguidor es un contrasentido. Es como ser el pez más grande de la pecera o la espada más grande jamás forjada para ser blandida por un mediano. Es una grandeza relativa. Daisy Sue lo sabía y prefería guiarse por otra de las cosas dichas tras el vuelo de la flecha de fuego: su nombre es Sable. Si tan famoso era, alguna fechoría suya habría llegado a los oídos de la cazarrecompensas.

¡No hay esquema! En el edificio había algunos trastos, pero ná con puntas hecho de adamantina. Bonal Geldem se equivocaba. ¿Me oyes? ¡Aquí no hay ná, Sable!

Aun no había terminado. Apenas salimos del edificio nos topamos con un nuevo problema, uno que se hacia llamar "Sable".

Miré la leve mancha que la explosión había causado en mi superficie y luego dirigí la mirada a la dirección donde creía haber visto venir la flecha.

-¿También quieres llevar en tus espaldas un sable que lanza flechas o puedo reducirlo a chatarra? Sin duda era la frase más larga que había pronunciado en mucho tiempo y casi, casi, la dije con humor.

¿Sable?, ¿Sable, hermano?  le dijo moviendo su cabeza un poco para confirmar que lo reconocía.   Pero si ya habíamos platicado desto el año pasado.

Está muy chida la idea de que hagan un nuevo reino, una nueva república sería mejor, allá en las Tierras del Duelo.  Tienen toodo mi apoyo en ello.  Pero, el que lo hagan con violencia hacia todos los que no-seamos-nosotros, pues está requetemal.

 Si no colaboramos con los Cannith, y otras organizaciones, nunca, nunca, y repito: nunca, vamos a poder recuperar el secreto de nuestra propia creación.  

Así que, si quieres realmente alcanzar los ideales forjados, hazte a un lado y déjanos pasar.  Y más bien ponte a defendernos de los grupos que quieren enterrar este secreto.   Ellos son nuestro verdadero problema.

  Y diciendo esto Powaqqatsi comenzó a caminar de frente, como si el otro fuera a hacerle caso, o como si no le importara que le fuera a disparar. 

Tu sabes que no le vas a poder sacar mas que chispitas a Ariete, así que con tu permiso. 

DaisY habla  a la caverna. Sus palabras resuenan entre el eco de las paredes. Pero no obtiene respuesta. Cree haber visto que la flecha ha salido de detrás de la gran columna que hay a vuestra derecha. Concretamente de la parte norte. No consigue escuchar nada más  que esa inquietante voz acerada fluctuante.

Ariete es de la misma opinión que la semiorco. La flecha ha surgido de la parte norte. De detrás de una zona de rocas. Pero ni la luz del cetro de Finn, ni mucho menos la de la antorcha de Powaqqatsi, llegan a iluminar esa zona.

Powaqqatsi intenta congeniar con alguien que ni ve ni conoce pero que intuye su ideología política. No en vano las palabras os recuerdan mucho a la forjada que os atacó la noche que encontrasteis el cuerpo de Bonal Geldem. "Carne débil...". Desde luego parecen cortados por un mismo...¿Esquema?

El semielfo estudió por un segundo el mapa, sin reconocer nada en él. Su mente no podía apartar el color del oro al brillar bajo la luz que llevaban. Ya lo estudiaría más tarde. Era un día feliz.

Lamentablemente el universo tenía otros planes para él y ahí había otro forjado amargado gritando amenazas. Finn dudaba de la fama de inteligentes que tenían la casa Cannith, había sido un error dotar de voz a los forjados según estaba viendo.

Cansado ya de tirarse por alcantarillas, paredes, ser abrasado, apaleado, y sermoneado, intentó otro de sus trucos. De nuevo echaba en falta un poco de su poder arcano, hacia tiempo ya agotado, pero el semielfo era un pozo sin fondos de trucos, arcanos o mundanos, y si conseguía sacar al francotirador de su escondrijo, habría merecido la pena.

- ¿Quieres el esquema eh? ¿Quieres el esquema maldito trozo de chatarra parlante? ¡Yo ya estoy harto  de todo esto, estoy harto de tener que enfrentarme a todos los inútiles sel señor de los filos! ¡He terminado! - Grita a la oscuridad, sacando un porta pergaminos y levantándolo por encima de su cabeza. Siendo uno de los dos únicos puntos de luz, era imposible no fijarse en él, atrayendo toda la atención.- ¡Ya tengo más oro del que me prometió esa zorra cannith, así que si quieres el maldito esquema, ve a buscarlo! - Finaliza, lanzando el porta pergaminos hacia el agujero del techo por el que habían entrando, con la mínima esperanza de que el francotirador mordiera el anzuelo y saliera de su agujero.

El bardo lanza el portapergaminos hacia la forja. Su intención era colarlo por el agujero pero impacta contra el muro. Cae al suelo. 

Otro virote surge de detrás de la enorme columna. Como si de un meteorito se tratase ilumina la caverna y pasa rozando a Powaqqatsi. Impacta finalmente con el muro de la forja muy cerca de donde lo hizo el portapergaminos de Finn. Escucháis de nuevo esa voz.

- ¡NO!, AMIGO DE LA CARNEee...SÓLO LA SANGRE LIBEeeRARÁ AL FORJADOO...- Sus ojos iluminados apuntan ahora a Finn- REeeCÓGELO...Y TRAÉeeMELO EeeLFO...

Antes de que termine la frase veis unas sombras moverse entre las piedras. Es como si las propias rocas se moviesen. La sombra avanza hacia vosotros. Su contorno se delimita y forman una figura humanoide. Aunque en sombras ahora lo veis...

La treta de Finn no había funcionado del todo, pero a Daisy Sue sí la había convencido, y se quedó con el corazón en un puño cuando vió volar el portapergaminos por el aire, y las más de cien monedas de recompensa que ello suponía. Por suerte, el semielfo lanzaba como una niñita elfa. Y con más suerte todavía, Demonfly podía ver en la oscuridad. Alejada como estaba del cetro luminoso, se atrevió a moverse por las sombras. ¿Su plan? Rodear la columna gigante de roca y pillar a Sable por la espalda. Ni siquiera los forjados tienen ojos en la nuca... a no ser que hayan sido especialmente fabricados con ellos.

El asombro al enterarme de la amistad entre Q y el Forjado que me había disparado no evitó que levantase mi maza. Los escombros del terreno me impedían acercarme suficiente como para atacar, pero el engaño de Finn me presentó una buena oportunidad.

-Dámelo, yo lo entregaré.

No era un plan establecido pero había aprendido que los orgánicos amaban improvisar y, aunque tal vez no lo admitiría en voz alta, debía aceptar que se adaptaban con velocidad.

Esperé recibir el objeto para acercarme al agresor, luego atacaría hasta reducirlo a chatarra.

Finn maldijo entre dientes. Aquella cafetera andante no tenía suficiente cerebro ni para dejarse engañar. Al menos podía dejar toda esa parafernalia apocaliptica de amantes de la carne y todo eso.

Ante la petición de Ariete, el semielfo no pudo evitar enarcar una ceja. ¿A que jugaba el forjado? Aquellos dos había que admitir que se habían comportado de una manera muy extraña en el templo, y Finn no sabía aún a que atenerse con los designios del imponente compañero forjado.

Él no tenía el esquema y no quería probar el acero de Ariete tampoco. Si le daba por atacar al otro forjado o por traicionarles, lo mismo daba. Por lo menos podría huir con el oro encontrado.

Feliz con la situación, Finn recogió agilmente el portapergaminos y se lo tendió con un guiño al forjado. Sabía que Ariete no le entendería, pero era divertido. Él tampoco sabía que le estaba diciendo al forjado.

Ariete recoge de manos de Finn el portapergaminos. No estáis seguros de si el engaño del bardo ha surtido efecto. Al menos puede que esté un poco confuso ya que inicialmente Daisy le dijo que no teníais nada mientras que Powaqqatsi intentó congeniar con él y Finn ha usado una argucia para distraerle. 

Sea como fuere el poderoso forjado conocido como Ariete avanza todo lo que puede hacia Sable con el portapergaminos en la mano. Sus ropas quemadas desde el combate contra los escarabajos vuelven a humear debido al virote ígneo que impactó contra sus placas de adamantita. Tal vez funcione esta treta y hasta puede que podáis marcharos sin luchar.

Pero entonces algunos caéis en la cuenta...las dos únicas flechas, los dos virotes ígneos , han sido disparados contra vuestros dos forjados; Ariete y Powaqqatsi. Rápidamente vuestra mente enlaza con lo sucedido en el puente donde asesinaron a Bonal Geldem. Aquella forjada, sin duda una sicaria de Sable, llamó traidores a ambos forjados. En una guerra no hay nada que sea objetivo de más odio que el enemigo. Excepto una cosa. Un traidor.

- ¡TRAIDOR!... ¡MORIRÁS!- ruge Sable.

Rápidamente se lanza a la carga contra Sable y descarga un terrible golpe con su espada. El acero del forjado impacta en la adamantita de Ariete. Hasta ahora muchas veces habéis visto los golpes detenerse en su resistente cuerpo... Horrorizados veis como la espada se hunde en el pecho de vuestro compañero forjado. Chispas y un terrible chirrido metálico inundan la sala. También escucháis el grito de Ariete al experimentar algo muy parecido al auténtico dolor... 

El semielfo observó como Ariete se acercaba al otro forjado... Para acabar con la boca abierta tras ser testigo del terrible espadazo que casi parte por la mitad el cuerpo de su compañero. El cuerpo de adamantina, casi indestructible hasta el momento. Ese mismo golpe le habría partido por la mitad a él mismo, no tenía duda.

Había que acabar con esa amenaza cuanto antes, o más de uno saldría mal parado. Por enésima vez, Finn maldijo su falta de magia. Tan sólo contaba con su varita de grasa y una honda con la que atacar a semejante enemigo...

Rezando a todos los dioses que conocía, el marinero apuntó con su varita a la espada del forjado, esperando que la magia arcana hiciera soltar el terrible arma, desarmando a su enemigo. El recuerdo de sus compañeros cayendo por culpa de su hechizo aún venía a su memoria.

Tras soltar la descarga de energía arcana, aprovechó para sacar de su cinto la otra vara, de curación, sabiendo que la iban  a necesitar.

Equipado como estaba con dos palitos y un cetro solar, manteniendo el equilibrio como podía, la imagen del semielfo era de todo menos intimidatoria..

Powaqqatsi mandó al buitre a volar por arriba para colocarse atrás de Sable.  Sabía que Daisy, muy estratégica, ya daba la vuelta para atacarlo por atrás, así que le daría el espacio que necesitaba.   El druida mismo cargó con la cimitarra, al lugar donde flanquearía con Ch'om.  Su ataque fue poco efectivo, aun así llamó la atención de aquel guerrero del SeñordelosFilos para evitar que volviera a atacar a Ariete.  Si bien su sablazo había podido penetrar entre los resquicios de la armadura de su hermano, no duraría mucho antes del contraataque de este.  Sólo tenía que distraerlo un poco y ya.

¿Traidor?  Sable, tú eres el verdadero traidor a la causa aquí.  Y por ignorancia.  ¿No te das cuenta que el camino al control de la Forja por los forjados que te da el Señor de los Filos es el camino más largo, con más vueltas, y más incertidumbre en llegar?   ¡No traiciones a nuestra causa, errado hermano herrado!  

- a los gnomos druidas les hubiera gustado oír esa última frase. 

Ahí estaba... a tiro. Un blanco fácil para una flecha. Un único disparo bastaría. A la cabeza. En las sombras, Demonfly llevó la mano a la espalda para coger su arco y...

¡¿Qué?! ¡S'ha movío!

En cuanto Sable arremetió contra Ariete, los escombros obstaculizaron la linea de disparo y el objetivo estaba demasiado lejos como para acertar con un tiro limpio. Los dedos de Daisy Sue abandonaron el tacto del arco y se decantaron por una contundente y fiable maza. Nada mejor que una maza para aboyar la carcasa de un forjado, como bien comprobó la semiorca en el combate de las alcantarillas.