Partida Rol por web

Una semiorca puede hacer una cosa mal una vez. También puede hacer varias cosas regular muchas veces. Lo que nunca hará una semiorca es hacer todas las cosas mal todas las veces... salvo que vaya con un forjado como Ariete. Los forjados son imprevisibles. Tú, a la cara de un nacido, puedes ver las reacciones, los gestos... evaluar las intenciones que se esconden bajo cada tic. Con un forjado no puedes hacer eso, porque los forjados son fuerzas de la naturaleza, huracanes en movimiento.

Cachis... ¡¿Cómo no paraste a Ariete, flaco?! Ahora que está suelto va a cargarse los cachorros, el botín, y hasta demoler el maldito edificio.

Daisy Sue se asomó al agujero, sujetándose el sombrero para que no cayese. La destrucción del disco solo frustraba un trabajo, pero si su sombrero caía a la zona de guerra Demonfly perdería lo más importante para ella.

Ariete, recuerda solo usar una fración de tu poder.

Ariete aterriza entre escombros y grandes rocas caídas del techo. A pesar de su fuerza no puede evitar caer tumbado entre las piedras. Están sueltas y resbalan sobre bajo sus pies...El golpe rompería una pierna a una persona normal. Pero Ariete ni es una persona ni es normal.

De repente una luz cae desde el agujero...¿Finn? El cetro cae y rebota entre las piedras iluminando la estancia...

Ariete ve a dos criaturas, al fondo de la sala, parecidas a perros cuyos cuerpos están formados de láminas y barras metálicas. Tienen una altura de unos dos pies hasta la grupa y unas poderosas mandíbulas  revestidas de hojas de acero aserradas. Con un chirrido metálico que recuerda al acero arañando la cerámica, empiezan a moverse hacia el forjado.

Daisy desde el agujero, ve a Ariete tumbado entre los cascotes. La semiorca tiene razón al pensar que sus rostros son inexpresivos. Pero la forma en como mira hacia el fondo de la sala, y ese chirrido, le hace pensar que algo malo va a suceder...

Resistirá. Ariete resistirá. El forjado del caradelata y el de los guardianes será similar. La aleación de las mandíbulas de los perros no serán muy distintas de las del torso de su compañero. No podrán perforarlo, así como no es posibile que un diamante ralle a otro diamante...

Mierda.

No había más remedio que bajar a por Ariete. Daisy Sue se agarró a la maroma del aparejo de poleas y pegó un puntapié a la manivela. El tambor del torno empezó a dar vueltas, soltando cuerda, a medida que la figura de Demonfly, con la gabardina abierta como dos alas negras, descendía hasta el suelo. Nada más aterrizar, dió un paso hacia delante para defender la posición. A su espalda, la cuerda suponía la vía de llegada de los refuerzos, y a su vez era la única vía de escape.

De haber podido sonreír lo habría hecho al escuchar el pedido de Daisy. Los sentimientos me eran extraños en muchas ocasiones pero el orgullo no.

La luz caída del cielo (pocas veces mejor dicho) me reveló la presencia de dos metálicos de forma canina. Mi impulso primario fue levantarme y embestir a uno de ellos, pero el eco de las palabras de Q me detuvo.

¿Qué me impulsaba a embestir y a él a socializar? ¡Que me fundan si me llegase a importar!

Aún así me contuve, pero permaneciendo alerta para responder cualquier agresión.

Ariete consigue levantarse con algo de esfuerzo. De repente Daisy aterriza a su lado. Durante un segundo el forjado tiene la sensación de que la semiorca ha levitado hasta él. Su gabardina ondea como si de una capa se tratase. Entonces ve la cuerda con la que ha descendido.Pero no tiene tiempo de preguntarle nada. Un chirrido metálico y unos golpes contra el suelo le ponen en alerta.

Se vuelve de repente hacia el otro extremo de la sala. Los perros se mueven a gran velocidad hacia ellos. El de arriba se mueve en linea recta pero el de abajo hace un recorrido amplio por toda la sala...¡Le están rodeando! Le atacan como si de dos lobos comunes se tratase. Uno por cada lado intentan morder y desmembrar al forjado de Adamantita.

¿Vuela?... No, usa cuerdas.
Esa era la única cualidad que envidiaba a los orgánicos, los cuerpos como el mio eran demasiado pesados para volar.

Al ver a los canes moverse empuñé y levanté mi lucero, dejándolo caer sobre el primero de ellos que se acercó lo suficiente.
Los seres luchaban en sincronía, como una maquinaria bien diseñada. Y aunque admiraba eso, no lograban superar mi defensa.

Finn observó como los perros metálicos se lanzaban al ataque. Evidentemente eran una especie de guardianes ue atacarín a cualquier intruso, sólo así se había mantenido aquel lugar perdido en la memoria.

Echó la mano al cinto sacando su último vial de fuego alquímico. El semielfo pensaba en la cantidad de oro que se perdería al lanzarlo, pero aquellas ruinas no habían sido visitadas desde su abandono, y eso significaba que podía guardar mucho valor lo que encontraran. Era una inversión al fin y al cabo.

- Haz que el oro que pagué por ti merezca la pena.- Le dice al vial dándole un beso. Acto seguido lo tira con fuerza contra uno de los constructos a los que se enfrentaba Ariete.

A diferencia de la semiorca, él todavía no se había decidido por bajar, sabiendo que ya había bastante músculo en el grupo y que el probablemente sólo estorbaría en el combate.

Noo, Finnegan, ¡no lo hagas!  El druida sabía que si ese tiro del vial tenía éxito quizá no le quedarían lobos-perros forjados para domesticar, así que ¡se lanzó desde lo alto del agujero!  Caería sobre el perro que estaba al suroeste. 

Su idea era que el golpe de caerle encima fuera no-letal, para sólo noquear al pobre bicho y podérselo llevar cual botín.   Seguro que la biblioteca Cannith tiene un libro sobre su creación, para poderlos hacer fieles a nuestro grupo. 

"¡CLANG!" ...el mazazo de Ariete dobla el hocico metálico del perro. Sus serradas mandíbulas quedan en su parte frontal hundidas y deformadas. Los ojos rojizos  del constructo parpadean por un momento debido a la brutalidad del golpe.

Ariete se dispone a dar otro golpe igual de fuerte cuando de repente una ola de calor y fuego le alcanza. El perro que hay frente a él, el del morro abollado, está envuelto en una bola de fuego. Alrededor suyo caen restos de un líquido en llamas que alcanzan al forjado quemándole la ropa y tiznándole  el cuerpo de adamantita. Al mirar hacia arriba ve a Finn asomado al agujero...

Y suerte que mira...

Noo, Finnegan, ¡no lo hagas!  

Powaqqatsi se lanza en plancha desde el agujero en el techo. Todo parece indicar que el druida intenta caer sobre el perro metálico que hay más al sur. Pero no ha sido el más ágil de los saltos... El druida aterriza sobre los cascotes torpemente y resbalando hasta caer casi de cabeza. Un terrible dolor se apodera del hombro metálico del forjado. Un entumecimiento le adormece la mano...

Le había costado sudor y sangre subir su enlatado culo de enano a lo alto del templo para poder entrar por el agujero, y ahora, tras recuperar el aliento, observa como sus compañeros saltan al interior sin ningun miramiento y sin atender al unico plan con sentido que le había escuchado a la semi orca. -Deberiais sacaros el cerumen de las orejas, desde aqui arriba podríamos haber acabado con esos sacos de pulgas- Les regaña justo cuando Finn arroja un vial de fuego de alquimista y Powaqqatsi se lanza de cabeza como si de un lago se tratase. -¿Pero que haces?

Pero el paladín no contaba con armas arrojadizas, por lo que no le quedo otra que engancharse a la cuerda que había usado Daisy y bajar a la refriega. Esta vez, no queria bajar rodando, por lo que se toma su tiempo y baja despacito. -Uff, que mala pinta tiene esto....

Mi capa, mi hermosa capa recién comprada ya no existía más. La suciedad de las alcantarillas podría haberse lavado pero las cenizas no podían regresar a lo que eran.
Otro ser probablemente habría llorado la perdida o se hubiese quejado, pero yo era un metálico y estaba por encima de eso. Además el fuego hacia relucir mi pulida y opaca armadura de una manera especial.

Sin importarme lo desesperado que parecía estar Q en ganar el afecto de los canes, estrellé de nuevo mi arma contra el oponente.

Finn ve, desde el agujero,  a ambas criaturas moverse por la sala. Se mueven como constructos y parecen constructos. Debe tratarse , casi con seguridad, de Defensores Férreos. De ser ciertas sus suposiciones  os enfrentáis a un seres creados con la única misión de destruir a quien entre en este lugar. Y lo harán a muerte.

Por la construcción de sus cuerpos, un diseño simple pero robusto y una sensibilidad nula al dolor, deduces que soportarán bastante daño antes de caer. 

Alfrik aparece por el agujero del techo. Ve la caída y abre los ojos...No sabéis si le sorprende  la altura o lo que sucede por debajo de él.

Ariete descarga de nuevo su golpe contra el defensor férreo envuelto en llamas. Un tañido metálico, como el que golpea una campana con un martillo, resuena en la sala. Las chispas y las llamas se esparcen aún más, aunque no representan un peligro.

El perro metálico se sienta sobre sus patas traseras, luego sobre sus patas delanteras, y cae de lado inerte y completamente ennegrecido por las llamas.

El otro constructo intenta atrapar su pierna. Consigue morderle pero no encuentra como perforar ese cuerpo de adamantita...

Se estaba quedando arrinconada. Sus opciones actuales eran muchas... subirse al pecho de Powaqqatsi y lanzarse sobre el cachorro como si fuese un gorrino en una feria de rodeo; columpiarse en la cuerda para sobrevolar el incendio y aterrizar ante la estantería de los tesoros ignotos; pasar entre las llamas y Ariete, y hacer una envolvente para ganar la espalda al contrincante que quedaba; recurrir a un frasco de referescante fuego griego... Pero cuando vió el traseero del enano descender amenazadoramente a plena carga, no se lo pensó. Demonfly actuó.

Hora de tortas, cacharro-dijo alzando la maza.

Pasó bajo el enano, saltó paralela a la espalda de Ariete haciendo que el impulso elevara el vuelo de la gabardina por encima de las llamas y alcanzó el centro de la sala. Sus fosas nasales bufaron como un toro a punto de embestir, y la suela de su bota acarició el suelo. ¡Demonfly estaba lista para cargar!