Partida Rol por web

Adenoriel alzó la cabeza para ver mejor a sus hermanos conforme ellos hablaban y daban sus puntos de vista. Asintió a cada uno de ellos, con el semblante serio pero finalmente sonrió amable. Con la intervención del Ángel Sangriento asintió con más ahínco - eso es Hermanos, agradezco que queráis cuidarme - se permitió bromear en una situación tan crítica - pero os mando a los tres juntos para hacer frente a lo que asole la nave, esta zona la mantendré segura con lo poco del campo geller que he logrado restablecer, no os preocupéis por mi, si el tirano de enjambre no pudo conmigo, esto no llegará ni arañarme - las ordenes estaban claras, Adenoriel valoró sus opiniones, no quiso ser un déspota y llevarse bien con sus hermanos de batalla, sus iguales - mantened contacto por vox y extremad precauciones. La nave depende de vuestra heroicidad 

Adenoriel parecía haber tomado una decisión. Una que podía ser demasiado arriesgada y peligrosa si no tenía cuidado... Pero era un Marine Espacial y estaba preparado para una situación semejante. Muerte terminó por asentir despacio a lo que le dijo, girándose a sus compañeros.

- Bien, haremos lo que el Hermano nos ha indicado. Bolverk - miró al Lobo Espacial -, será mejor que encabeces la marcha. Salaphael, cierrala. Yo iré en medio, con la gente del puente y todos los que nos encontremos por el camino. Deberíamos ir directos a la Capilla por la ruta más corta posible para poner a esta gente a salvo y allí trazar un plan y un equipo de asalto. ¿Estáis de acuerdo, Hermanos?

-De acuerdo, hermano-respondió el sacerdote sanguinario ante las palabras de Muerte-y que el Emperador nos ilumine a todos con su luz en estas horas aciagas-añadió, listo para partir. 

   Bolverk asintió rotundo. Como decía Salaphael, este era un momento aciago, pero es en momentos como estos donde los servidores del Emperador se destacan de entre todos sus enemigos. Acabarían con toda entidad demoniaca que intentare tomar la nave, y salvarían las vidas de estos hombres para que sigan luchando a lo largo y ancho de la galaxia. Con las espadas prestas, Bolverk encabezaría la marcha hacia la Capilla para dejar en seguro las almas de aquellos hombres. Luego limpiarían la nave de la inmundicia del Caos y su semilla hasta el último rincón.

   - Adelante... Aguantad, Hermano Adenoriel. - Dijo el lobo espacial habiendo ya activado la comunicación por vox. - Y no terminéis la fiesta sin que nosotros hayamos regresado. Hermanos, tened prestas las espadas y a mano el resto de vuestras armas. - No era aconsejable usar un fuego intenso dentro de la nave, no solo podría provocar destrozos, sino también podía hacer rebotar proyectiles perdidos que pueden ser un peligro. Pero llegados al peor de los casos, había que tener preparado todo el arsenal.

-Yo discrepo, señor -dijo la voz mecánica del segundo de abordo, aquel que estaba unido al puente para el resto de su existencia- mire esto.

Como le había pedido, había contactado con el Sanctorum del Navegante. Carnicería era decir poco, las Furias estaban devorando a toda la corte del Navegante y a este mismo, rugiendo y arrancando grandes trozos de sus vícitmas.

-Señor, la nave está perdida y no sabemos cuanto aguantará el Campo Geller. Si el Capitán Bibliotecario Polyos ha ordenado ir a la Capilla, deberían de hacerlo. Salven a los que puedan y yo mantendré el Campo todo lo que pueda -la mirada muerta se paseó por los astartes- intentaré hacer un salto de emergencia al espacio real; pero no puedo asegurar el éxito. Protegan a todas las almas que puedan.

Aquello provocó una mirada torva en Adenoriel, mirada que le dedicó estaba cargada de furia, pero se controló. Sin todavía responder comprobó los informes que le había dado y verificó cada una de las palabras que pronunció... no había que hacer nada, todo estaba perdido - De acuerdo Hermanos, voy con vosotros - dijo cogiendo el bolter listo para la batalla. Paseó la mirada por el puente de mando, no creía que tuviera que hacerlo, pero tenía dudas al respecto... mejor ordenarlo - ¡Todo el mundo fuera! ¡vamos!¡No os apelotonéis! - bramó al personal del puente que pudiera andar y moverse, no había tiempo que perder y cada vida era valiosa. Finalmente miró al segundo de abordo - que la nave aguante todo lo posible, y por el Emperador, sacadnos la espacio real

Sus compañeros parecían estar de acuerdo con las indicaciones que había dado Muerte y, cuando este estaba a punto de gritar a los tripulantes que se pegaran bien a ellos para poder ir lo más deprisa que podían hacia la Capilla, el segundo de a bordo discrepó de las instrucciones dadas por Adenoriel. Y muy seguro tenía que estar de lo que decía, pues no era nada común que alguien discrepara de las palabras de Adeptus Astartes. De hecho, la mirada del tecnomarine dejaba claro cuanto lo había contrariado aquello.

Sin embargo, tras hacer sus propias comprobaciones debió ver que Kavant tenía razón y aceptó su sugerencia, poniéndose en marcha con ellos.

- Que nadie se separe del resto. Quédense entre nosotros, expecialmente alrededor del Hermano Adenoriel y de mí - miró al tecnomarine un momento -. A no ser que queráis modificar la formación, por supuesto.

También miró de reojo al segundo, que seguramente iba a sacrificarse por todos. Incluso aunque sacara la nave al espacio real, sus posibilidades de supervivencia eran escasas.

- Que El Emperador os proteja.

   - El Emperador Protege... - Contestó Bolverk a Muerte, poniéndose en cabeza del grupo con las espadas sierra preparadas para repeler cualquier ataque que sufrieran. - Vamos Hermanos. El Hermano Bibliotecario Polyos nos espera. - Antes de marchar, Bolverk esperó a que todos los humanos, así como sus Hermanos, se pusieran en formación. Había que proteger a estos "pequeñines", aunque seguramente sean un buen apoyo en el caso de necesitar algún tipo de fuego de apoyo o cobertura. "El Emperador Protege... siempre lo hace. Y nos da un suculento festín de enemigos para que protejamos a sus siervos." Pensó Bolverk, que esta vez no se dejaría llevar por sus impulsos. "Recuerda qué les paso a las legiones traidoras. Recuerda en qué convierte la Ira a un Marine, lobo estúpido" se reprendió.

   Mientras esperaba, Bolverk vigilaba para que ningún ataque sorprendiera a sus Hermanos mientras estos organizan la formación.

Adenoriel negó con la cabeza a Muerte, la instrucción que había dado su hermano era correcta y no había porque cambiarla, por ello hizo caso ante la iniciativa del misterioso marine y se colocó cerrando la marcha, con los mortales en medio. No tenía mucho que añadir, así que esperó a que comenzaran a avanzar.

Todo estaba dicho, así que el Ángel Sangriento no añadió nada más. Se posicionó en el lugar que le correspondía en aquella formación, con la espada sierra lista para intervenir si hiciera falta. No sabía qué encontrarían de camino a la capilla de la nave, pero probablemente no iba a ser bonito. 

-Que el Emperador salve su alma inmortal, segundo de a bordo-dijo como despedida, antes de salir de allí. 

-Haré todo lo posible por sacaros a salvo -convino el Segundo de abordo mientras ese brazo mecánico que lo sujetaba le movía hasta el asiento del Lord Capitán, y una vez allí, una multitud de cables y conexiones se intercambiaron entre el trono de mando y el oficial, recordando más a las antiguas conexiones de un Princeps con su Titán que a un oficial de la Armada Imperial con su nave- El Emperador Protege -dijo una voz bastante menos emocional que antes, como si ahora fuera parte de una máquina o un servidor completo.

Los astartes salieron por el pasillo en la formación establecida, pero los hombres estaban más que aterrorizados. Tuvieron que ejercer de perros pastores para que ese rebaño no se descontrolara y salieran todos corriendo en direcciones diferentes.

Caminaron por los pasillos hacia la capilla de la nave, y en un instante, en un momento, todo cambió. Tras dar un paso más, de pronto una sensación de un frío helado y de un calor asfixiante golpearon a todos los presentes. Los humanos mortales empezaron a gritar, y luminarias de todos los colores imaginables parecían flotar en medio de los pasillos.

La zona protegida por el Campo Geller reestablecido había quedado atrás.

Lo último que vió Muerte antes de salir del puente fue como el segundo Kavanth se sentaba en la silla del capitán y se conectaba a la nave con multitud de cables. Ahora sólo quedaba esperar y rezar al Emperador para que el campo Geller y su voluntad resistieran lo suficiente como para poder sacar la nave al espacio real.

Ellos, mientras, tenían sus propios problemas. El trayecto hasta la Capilla no era corto y los hombres del puente estaban aterrorizados. No era algo que pudiera reprobárseles, la verdad: los horrores de la Disformidad eran muchos y todos ellos terribles. El Escudo Negro hacía todo lo posible para, usando una voz tranquila, mantenerlos unidos, pues si no morirían.

Al poco, se produjo un cambio radical en el ambiente: la sensación intensa de frío y calor les golpeo de una forma que le causó un escalofrío al Marine. Al mismo tiempo, extrañas luces flotaban en el aire y los humanos empezaron a gritar de terror. Todo ello sólo podía significar una cosa. "Hemos salido del Campo." Pensó.

Su voluntad, sin embargo, no flaqueó y él alzó la voz con fuerza.

- ¡No temáis! ¡El Emperador está con nosotros y la Capilla no está demasiado lejos! ¡Lo consguiremos todos unidos! -Tras decir aquello, y escudriñando los alrededores con la mirada, le dijo al Hermano Adenoriel -. Aún creo que no tendríamos que usar nuestros bólters, Hermano. Podríamos dañar el casco. Cualquier enemigo que nos salga al paso debería ser abatido en cuerpo a cuerpo.

Adenoriel iba callado, cerrando la marcha con aspecto serio, bolter empuñado y mirando de un lado a otro. No quería romper el silencio hasta que llegaron a la zona sin protección por el campo geller que había logrado conseguir minutos atrás. Dejó que Muerte hablara, no iba a ser él quien censurara a sus hermanas, todos eran libres en su unidad y en este caso, Adenoriel se mantuvo sereno y de acuerdo con sus palabras de aliento.

Escuchó el consejo de Muerte y volvió a asentir con el semblante serio - asegurad las armas, intentad combatir cuerpo a cuerpo - comentó mostrándose de acuerdo con la apreciación de Muerte.

   Bolverk despidió con un cabeceo a Kavanth. Lo que hacía ese fiel siervo del Emperador les haría ganar tiempo y, si el Emperador disponía, podría mantener el campo Geller y abandonar la Disformidad. Bolverk no olvidaría aquel nombre, pues sería merecedor de su propia gesta. 

   Por el momento, ellos tenían un grupo de humanos a los que proteger y, tarea más difícil aún, llenar de valor para que afrontaran esta gesta y no corrieran en desbandada. Pero dejó que sus hermanos se encargaran de aquel rebaño, sin interferir, mientras él, que iba en cabeza, iba ojo avizor a cualquier contratiempo que pudiera aparecer en cualquier esquina. Pendiente de cada cambio en el ambiente, cada sonido, cada olor que le transmitieran los sensores del casco. Bolverk avanzaba con paso firme pero pendiente para que ningún enemigo del Emperador les cogiera por sorpresa.

Salaphael siguió al resto, rezando por que el sacrificio del segundo de a bordo no fuese inútil y consiguiera sacarles al espacio real. Todos conocían historias de naves perdidas en la Disformidad y de lo que pasaba a aquellos que se quedaban allí... Víctimas de los horrores que navegaban por aquella dimensión de pesadilla, de la corrupción y de la locura. No era algo que nadie deseara para sí mismo, a no ser que ya estuviera loco. 

Un escalofrío recorrió el cuerpo de los astartes y algo golpeó sus mentes. Era como ese lugar fuera demasiado para ellos, y lo que casi les venció, hizo que la tripulación de humanos normales entrara en pánico. Unos se arrancaron el pelo a puños llenos, otros se arañaban la cara y alguno salió corriendo mientras gritaba. Algunos pocos se quedaron quietos en el sitio, con los ojos tremendamente abiertos, como si fueran a explotar.

En ese instante, cuatro furias aparecieron y comenzaron a atacar a los mortales, sabiendo que eran presas más fáciles que los astartes. Adenoriel no lo vio venir, por lo que se quedó un momento aturdido; pero lo peor no fue eso, lo peor de todo fue que Salaphael se había quedado unos pasos atrás, quieto, inmóvil como una estatua y con la mirada perdida en la nada. Los ojos se movían, como si viera algo; pero no se podía saber qué era.

Salaphael había salido de la zona segura del Campo Geller y, un parpadeo después estaba en un lugar muy diferente. Era una zona extraña, como si estuviera en medio de un túnel hecho por humo púrpura. Pisaba algo, como si fuera suelo, pero bajo él no había nada. Una sombra cruzó por delante de él y varias risas estridentes empezaron a sonar a su alrededor.

-Vaya, vaya, tenemos a un hijo del Ángel aquí -dijo una voz grave y cavernaria- ¿Qué deberíamos hacer con él? ¿Devorarle o quizás deberíamos de mostrarle la verdad?

Un pensamiento muy humano llegó a la mente del astartes nada más cruzó el campo y acabó en aquel misterioso lugar.

"Mierda"

Los ángeles del Emperador antes fueron humanos, y en cierto modo nunca dejan de serlo del todo. Puede que por eso la perspectiva de haber quedado atrapado en lo que debía ser la Disformidad hiciera emerger ese pensamiento tan poco elegante. Sin embargo, cuando las voces se rieron y empezaron a hablar, el sacerdote sanguinario decidió que debía mantenerse firme. Puede que muriera en aquel horrible lugar, pero lo haría como un digno vástago de Sanguinius.

-Sólo hay una verdad, la del Emperador. No me dejaré doblegar por vuestras mentiras ni por ningún ataque que podáis lanzar, aberraciones. 

   - ¡Hermano! - Exclamó Bolverk al ver que Salaphael se quedaba atrás, petrificado. Pero no había tiempo para exclamaciones, pues de nuevo cuatro furias aparecieron como de la nada. Esta vez no se librarían del filo de sus espadas sierra. Tenían que acabar con las furias antes de que cundiera más el pánico, y Bolverk cargó contra una de ellas.

   Impulsandose con los pies antes de coger carrerilla, Bolverk proyectó su arma derecha con rapidez y precisión, intentando que la furia no lograra esquivar esta vez. Cuanto más le esquivaban, su furia aumentaba. ¡Necesitaba hacer sangre! Pero era más importante llevar a cabo la misión y, en este momento, llevar a los humanos a la capilla. Había que acabar con esas furias lo antes posible.

Como una exhalación, el Lobo Espacial se lanzó contra uno de esos demonios, trazando un arco atroz con su espada sierra y partiendo por la mitad a uno de esos seres, que se desvaneció en la nada.