Partida Rol por web

Tras la huída del planeta Castobel y de su satélite, Tántalus, ambos mientras sufrían el hambre insaciable de la Flota Enjambre Dagon, La Santa Muerte estableció una ruta de salto para ir directamente y lo más rápidamente posible a su objetivo, la Estación de Vigilia Arkhas. El viaje fue directo y terminó justo delante del sistema Arkhas VIII, un sistema inhabitable y con una gran cantidad de nubes que cubrían todo el planeta, haciendo que la entrada en este fuera a ciegas.

La Santa Muerte se puso en órbita geocéntrica y lanzó varias naves de desembarco, mandando un gran contingente para reabastecerse. En las naves iban todos los miembros de la Deathwatch que había en la zona, la friolera de cuatro equipos de eliminación completos, entre los que se encontraba el Dreadnought, y a parte, el consejo del Capitán de Vigilia Kalegos, el líder de esa nave y de esos equipos.

Durantetodo el trayecto, los Hermanos Adenoriel y Bolverk, junto con el Magos Vyakai, estuvieron en el apothecarium de la nave siendo atendido por un grupo de tecnosacerdotes y apotecarios para evitar que se desangraran. Bolverk y Adenoriel cayeron en el sueño rojo de forma forzada por un apotecario de los Cicatrices Blancas que era silencioso, pero más que rudo.

Salaphael y Muerte, en una de las naves de desembarco junto con sus compañeros de Equipo, puedieron apreciar lo que sus hermanos inconscientes no. La nave atravesaba las nubes para llevar directamente a lo que parecía un gran risco de forma irregular, pero que según se acercaban se podían dar cuenta de que en realidad era una fortaleza camuflada como parte del entorno de forma grandiosa. Ésta era la Estación de Vigilia Arkhas.

En cuanto entraron en la estación y aterrizaron, pudieron comprobar que en realidad no era nada parecido a lo que estaban acostumbrados. Una legión de servidores atendían las naves y, en cuanto aterrizaron, el mismo apotecario de los Cicatrices Blancas hizo un gesto a Salaphael- coge la camilla de tu compañero y sígueme -ordenó mientras él tiraba de la de Bolverk y se dirigía a paso ligero hacia el apothecarium.

Pasaron un par de meses cuando Adenoriel y Bolverk comenzaron a recuperar el sentido. Habían pasado muchas cosas en esos dos meses, pero ellos habían estado durmiendo.

Adenoriel pudo ver como su pierna derecha ya no estaba, y había sido sustituída por una mecánica que le permitiría continuar realizando sus funciones.

Salaphael tomó la costumbre de pasear por aquella fortaleza. A veces visitaba a sus compañeros heridos en el Apothecarium, o bien cumplía con algunos deberes rutinarios como sacerdote sanguinario allí. Pero al ver que estaban en manos competentes y que poco podía hacer por ellos, se limitaba a hacer visitas, y no permaneció a su lado todo aquel tiempo. 

Desde luego el lugar era enorme. Pero Salaphael no se sentía en paz. A veces, la Rabia Negra rascaba en su interior, pugnando por salir. El estar aislado de su capítulo le preocupaba, pues de sufrir algún brote, podría ser desastroso... Además de una terrible vergüenza para sí mismo, y para todos los Ángeles Sangrientos. En cierto modo, sentía que necesitaba una batalla. Un modo de calmar su sed de sangre por un tiempo. 

Dos meses, demasiado tiempo. Demasiado tiempo para la recuperación de un marine espacial, demasiado tiempo que se podía perder, pero, debido a la gravedad de las heridas, habían pasado entre la bruma y la confusión de un sueño incognoscible. Adenoriel se despertó furibundo, cabreado y visiblemente turbado.

Le costó unos rápidos minutos ser consciente de donde estaba, de quien era y que había pasado. Rápidamente recordó su ultima visión, el ruido de una traqueteante thunderhawk que iba dando bandazos al abandonar la atmósfera de un planeta condenado, el olor a sangre y el dolor... ese ultimo recuerdo le hizo torcer el gesto mientras se incorporaba. Sabía que despertaría con un nuevo miembro protesico, era lo habitual cuando aún podría estar en el servicio activo, por ello, no se sorprendió. 

Observó a Bolverk, el insubordinado marine. También estaba con él en el apotecarion. Se alegró de que también estuviera con vida aunque no demostró tal emoción, solo le dedicó una tosca mirada y un ligero asentimiento de cabeza mientras Adenoriel se levantaba de la cama a pesar de las negativas de los servidores médicos. Debía presentarse ante el capitán de vigilia, reportar a su Capítulo, volver a ponerse en marcha... tanto por hacer.

Se conectó a la consola más cercana y fue ahí cuando fue consciente del tiempo pasado. La túnica de paciente que vestía le cubría el cuerpo entero, pero no la vergüenza que sintió al conocer cuanto tiempo había perdido. Cerró el puño y golpeó la pared más cercana con los ojos cerrados por pura frustración. La intención de Adenoriel era abandonar aquella estancia, buscar sus aposentos, vestirse como debía y buscar al capitán, no iba a perder ni un minuto más, que el Emperador le perdonara. 

El Hermano Muerte se encontraba, vestido con ropas seculares que ocultaban su cuerpo y una capucha que le ocultaba totalmente el rostro, arrodillado y rezando en la Capilla de la Estación de Vigilia Arthas, usando ese tiempo para meditar y relajarse, dentro de lo poco que puede llegar a relajarse nunca un Adeptus Astartes. De hecho, estaba pensando en los acontecimientos de los últimos meses.

Tras haber dejado la superficie de Tántalus, y con dos de sus compañeros heridos de gravedad y obligados a estar en éstasis, habían viajado en el Santa Muerte hasta Arkhas VIII. Al no saber mucho del sitio, intentó informarse, descubriendo que el sistema era prácticamente un bastión para las fuerzas de la Cruzada Achilus en el saliente Orpheus, frente había sido tan brutalmente golpeado y frenado por la súbita aparición de los tiránidos en el sector. Seguramente, con los últimos acontecimientos, sería el lugar ideal desde el que intentar lanzar contraofensivas...

El descenso al planeta en naves de desembarco, junto a varios otros equipos de la Deathwatch y el Hermano Salaphael también tuvo su sorpresa cuando vislumbraron la Estación de Vigilia vislumbrarse en la distancia. Era una maravilla del diseño imperial, sin duda, al estar totalmente integrada en el montañoso terreno. Así, el enemigo que pretendiera asaltarla primero tendría que encontrarla.

Durante las semanas siguientes, se hizo evidente para el Escudo Negro que allí había tantos equipos destinados para poder reaccionar con rapidez ante la amenaza de la flota enjambre. Sin duda, hasta la menor operación que la Deathwatch pudiera llevar a cabo en el saliente Orpheus supondría una inestimable ayuda a la Cruzada ante tan terrible adversario. Eso también le hizo pensar en cuál podría ser su próximo misión.

Mientras el tiempo pasaba entre rezos y entrenamientos, un día se encontró con el comisario al que rescataran él y sus compañeros, junto a sus hombres, de Tántalus. Ya no eran guardias Imperiales, eso lo sabía, preparándose para ser Tropas directamente bajo el mando de la Inquisición. Muerte no dudó en dar ánimos al humano, esperando poder volver a luchar a su lado en alguna ocasión. En la guerra por la Humanidad, todos contaban, y decididamente hombres como aquellos podían marcar una diferencia, aunque fuera pequeña.

Todo eso fue pasando por la mente del Kill Marine durante sus rezos y meditación, así como otras cosas. Como el cuándo entrarían en acción de nuevo... y el hecho de sí, en algún momento, serían destinados a otra zona de la Brecha Jericho. en especial, no podía negar que había un enemigo al que deseaba enfrentarse y aplastar.

Uno que estaba en el mismo centro de la Brecha.

El Caos. Pero, especialmente, a los mayores enemigos y traidores que formaban sus filas.

Los Marines Espaciales del Caos.

 ...Bolverk estaba tendido en la nieve. Su cuerpo menudo sentía como sus ropas empezaban a empaparse y como el frío penetraba en su piel. Sentía unos golpes sordos  sobre su rostro, pero no podía ver nada. Sentía la carne de su rostro hinchada y al abrir los ojos solo abrir uno levemente. Entonces vio a un joven cuyo rostro y nombre había olvidado, y cuyo rostro era irreconocible. Una amalgama de rostros, de sombras y formas. Podria ser cualquiera. Con un grito infantil Bolverk se revolvió y tiró al suelo al otro niño. El rostro indescifrable del niño se contrajo en una mueca contrariada y Bolverk empezó a golpear el rostro del crio con sus puños. Pero en su contrincante no habia dolor ni ira, estaba contrariado pero sonreía burlón y divertido. Casi podia decirse que le sonreía satisfecho. Lleno de ira, Bolverk agarró la cabeza de su joven contrincante y empezó a estamparla sobre la dura roca, cubierta de nieve, del suelo. Pero cuanto más le golpeaba, más placer demostraba la sonrisa de aquel rostro indescifrable...

  Bolverk despertó. Sin recordar nada de lo que habia soñado, o cuanto habia soñado. No sabía ni siquiera cuanto tiempo habia dormido. Y le costó recordar. Fue el ver al hermano Adeonoriel lo que le trajo a su mente los recuerdos. Entonces se llevó una mano a su abdomen y sonrió al notar las durezas de las cicatrices. Trofeos de la batalla. Se levantó, recordando las hordas de tiranidos, al gran guerrero tirano y al planeta que, a esta hora, habria sido ya devorado por la Flota Enjambre tiránida. Pero... ¿Cuanto tiempo habia pasado? ¿Segundos? ¿Horas? ¿Meses?

  - Hermano Adenoriel... celebro que volvamos a estar apunto para destruir a los enemigos del Padre de Todas las Cosas. ¿Sabes el tiempo que hemos pasado aquí? - Al levantarse, se acercó a una mesa con bandejas pulidas e instrumentos. Sonrió al verse reflejado y ver las cicatrices que habian dejado en su rostro y en su cabeza los ataques de un grupo de tiránidos. Recordó aquel ataque que, contra toda orden, Bolverk habia realizado. - Menos mal que la belleza no es requerida para servir al Emperador... - Se mofó, soltando una risotada.

En ese momento, un astartes vestido con una túnica de apotecario, una piel oscura sobre los hombres y sin armadura entró en el apothecarium y se quedó mirando a los dos astartes que estaban ya conscientes. Vio a Adenoriel hurgando en uno de los cogitadores y chasqueó la lengua.

-Está bien, pequeños -dijo refiriéndose a los dos astartes- tenéis un minuto para volver a tumbaros en vuestras respectivas camas u os pegaré tal paliza que cuando os recobréis habrá terminado la Cruzada Achilus, ¿entendido? -la fuerza de la voz y la autoridad que emanaba de él demostraba que era más que capaz de cumplir sus amenazas- si queréis saber algo, me lo preguntáis a mí, pero puede que no os responda, o al menos no lo que queréis oír.

Las noticias no sorprendieron a Salaphael... Siempre habría más operaciones en marcha. La paz no era posible en el Imperio, mucho menos en aquellos sistemas exteriores, más expuestos a amenazas. La noticia de la recuperación del sistema Atonement era buena, y ahora sólo podían esperar que se mantuviera mucho tiempo en su poder. La esperanza era lo único que jamás podrían perder. 

 Bolverk obedeció. No conocía al Apotecario, pero parecía poder destriparle con una caricia. Además, ya habia tenido sus dosis de insubordinación y quería seguir sirviendo en la Death Watch. Asintió con un gruñido, un quejido animal, y se sentó en la camilla.

  - ¿Cuanto tiempo llevamos aquí? ¿Dónde estamos? - Era lo que más le importaba. No preguntó por el estado de sus hermanos, Salaphael y Muerto estaban bien y en cuanto a Adenoriel, podia ver con sus propios ojos que estaba de una pieza. Bueno... no exactamente, pero sí estaba vivo y listo para el servicio. - ¿Hay novedades? ¿Cuando volveremos a servir? - Bolverk sentía la necesidad de volver a la acción. No le gustaba estar encerrado y, cuando lo estaba, si el encierro se prolongaba, solía internarse en la naturaleza de Fenris. O empeñar el tiempo a puñetazos con los lobos de otras Compañías. Bolverk necesitaba volver a sentir la adrenalina del combate.

Adenoriel se quedó en pie desafiante, su malestar era muy humano y su pragmatismo más lógico le impelía a ponerse manos a la obra en el mismo instante que despertó - estoy bien Hermano Apotecario, mi cuerpo ya ha invertido una cantidad de tiempo exagerada en recuperarse, tengo trabajo que realizar y un capitán al que presentarme al servicio - su único ojo biológico lo miraba con cierta intensidad en contrapunto con su ojo cibernetico, que solo zumbaba y transmitía frialdad - solo descansaré cuando muera, el Imperio tiene demasiados enemigos como para perder el tiempo en un camilla - no era para nada un insulto, sencillamente era lo que creía y pensaba y lo dijo con total sinceridad... Adenoriel no se movió de donde estaba.

-Descansarás cuando yo lo diga, y lo digo ahora -espetó el apotecario a el hermano Adenoriel- salvo que el Capitán o alguien superior a él exija tu presencia, no vas a salir de esta sala hasta que yo lo diga, ¿entiendes?

Chasqueó los dedos hacia Bolverk- y lo mismo va por ti -se cruzó de brazos y esperó, lanzando una mirada que demostraba que si hacía falta os heriría de nuevo para que descansaran lo que debían descansar- Cuando os tumbéis de nuevo responderé a todas las preguntas que queráis.

  Estaba claro que el apotecario no se andaba con chiquitas. Bolverk sintió el instinto de enseñarle los dientes, pero como lobo que era sabía distinguir cuando trataba con un "macho alfa". Bolverk agachó levemente la cabeza mostrando la nuca y acto seguido se volvió a tumbar en la cama, esperando que el apotecario a algun servidor ayudante le conectara los cables que fueren necesarios para mantener su soporte vital y sus constantes vitales monitoreadas. Se encontraba bien, pero si el apotecario decía que debía seguir en recuperación, él no era quien para desmentirlo, pues carecía de los conocimientos necesarios. Y por otro lado... estaba ansioso por recibir respuesta y la manera más rápida de recibirlas era hacer lo que el marine les ordenaba.

Adenoriel le lanzó una furibunda mirada cargada de resentimiento al apotecario que estaba abusando, en opinión del tecnomarine, de su posición como apotecario al cuidado de dos marines heridos. Adenoriel barajó la posibilidad de enfrentarse a golpe limpio contra él, pero desechó aquella idea y se dejó llevar por el pragmatismo - Hermano Apotecario - empezó con voz neutra - entiendo sus preocupaciones, pero entienda las mías. Hágame un escaner completo para quedarse tranquilo y luego déjeme marchar, salvo que claro, todos los enemigos de la humanidad hallan decidido firmar la paz con el Imperio - comentó con cierto grado de sarcasmo

-Vuelve a hablarme con cinismo y haré que no puedas volver al servicio activo salvo en un sagrado dreadnought, y por mucho genio que le echaras a un Tirano de Enjambre, creo que aún no tienes derecho a ese honor -espetó el apotecario mientras señalaba al tecnomarine que se fuera.

-El escáner está hecho, pero no soy yo quien debe darte el alta -dijo alzando un dedo- ahora mismo estoy a espera de una orden superior para que salgáis de aquí, porque por si no lo sabéis, ese xeno no tenía solo unas garras potentes. Ácidos, venenos, toxinas, todas ellas duras incluso para un astartes, así que hasta que no nos aseguremos de que no sóis contagiosos, os quedaréis aquí.

Adenoriel lo miró impasible. No le impresionaba su actitud chulesca o brava, Adenoriel estaba muy por encima de eso como adepto del mechanicum y miembro del adeptus astartes. Lo miró largamente - ¿cinismo? - no entendía porque usaba esa palabra contra él - me he limitado a solicitar mi alta para poder trabajar y entrar en el servicio, apotecario, si no me entendéis, entonces es una pena - pero no dependía de aquel petulante apotecario que le dieran el "alta" sino de algún superior, por ello apartó la mirada cargada de frialdad del cicatriz blanca y se dirigió hacía otro lado donde comenzó con una serie de movimientos propio de las tablas de ejercicio de pre calentamiento. Necesitaba moverse.