Partida Rol por web

Eran cierto los rumores de Lady Ealasaid, era una mujer hermosa, pero tampoco te llamaba tanto la atención, al fallar el salto pensaste en poner remedio para impresionarla, pero lo desechas, no vale la pena ser tan orgulloso por una dama prometida

Miró hacia Sir Floridas y asintió a las palabras de Lady Indeg.

- Muy cierto, es ciertamente un caballero interesante y con brío... Y decidme... ¿Qué opináis del matrimonio de Lady Elaine y Sir Aidan? 

Sus ojos miraron a Sir Cerwyn y suspiró ligeramente, pues quizás ya estaba decidido y aunque aquel caballero ni siquiera había reparado en ella y sus ojos miraban a otros, seguramente su futuro ya estaba decidido... Y, como buena Dama Cristiana, aceptaría los designios de Dios. O, en este caso, de Sir Roderick...

Ewan asintió y sonrió - Gracias, señor, por vuestro consejo. Eso haré entonces, dejar que mi nombre crezca para que mi oferta sea agradable a ojos de ellas y de sus padres. - le dedicó una reverencia y se retiró para dejar que Sir Roderick siguiera recibiendo a otros caballeros.

-Creo que son una buena pareja, ella es una desvergonzada, pero por lo visto el joven caballero tiene una larga lista de amantes, por lo que creo que se llevarán bien

Sus mejillas se sonrojaron ligeramente aquella frase.

- Algo había escuchado... 

Tras caer en el salto no le queda más remedio que reír de si mismo. Aunque por dentro sentía que si Tormenta hubiera estado aquí el resultado habría sido diferente. Se limpió el polvo lo mejor que pudo y se acomodó la armadura que se le había movido por el golpazo que se dio cuando su corcel se movió haciéndole fallar. 

Se lamentaba por no haber conseguido lograr el salto perfecto solo haber perdido la oportunidad de impresionar a la hermosa dama, cuya sonrisa le había quitado el aliento. Aunque tras el golpe quizás había entrado en razón y se dio cuenta que seguramente ella tenía un centenar de pretendientes que como él quedaban deslumbrados por su belleza. No quería ser uno más del montón, si alguna vez iba a llamar la atención de aquella dama no sería haciendo lo mismo que todos. Tendría que destacar y esperar el momento adecuado, y por momento adecuado definitivamente debía ser uno en el que no hubiese hecho el ridículo por caer de cara al suelo. 

Así que, buscando divertirse y de paso quitarse el sabor a polvo de la boca comentó. —¿Algún buen hombre que me ofrezca un vaso de cerveza? Se ganará mi eterna gratitud. —

Aceptaré de buen grado cualquier elección que mi señor decida para mi, aunque estaba buscando alguna mujer que pueda ofrecer a mi señorío algo más que belleza. Sonrío buscando su aprobación ante mis palabras. 

Quizás Lady Indeg quiera desposarse si usted nos presenta.

También he oído hablar de la belleza de Lady Ealasaid Cunningham, aunque todavía no haya tenido el placer de haberla conocido en persona, he oído que también está en búsqueda de un marido.

Llegas tarde al castillo de Windsor, es allí donde comienzas a ver la ceremonia de investidura, en ese preciso momento dejarás atrás tu vida de escudero para ser nombrado caballero

-Dunn, adelantaos y arrodillaos ante el trono -dice el conde Roderick

Un sirviente coloca cerca la espada, la armadura, el escudo y las espuelas.

-Que todos los hombres sepan que yo, el conde Roderick de Salisbury he decidido elevar a Dunn en virtud de su honor, lealtad, valor y habilidad con las armas, al alto rango de caballero. Dunn, ¿juráis y reconocéis a Roderick de Salisbury como vuestro verdadero y legítimo señor feudal?

-Si así es tu deseo te presentaré a Lady Indeg, aunque perdéis el tiempo con ella, ya ha expresado que no desea casarse con ningún nuevo caballero, no hasta que por lo menos haya combatido una vez en batalla, no quiere enviudar de nuevo.

Lady Ealasaid es una dama muy hermosa, pero está comprometida con Sir Caerwyn. Aunque no dudo que vuestra posición haría que tuviese una buena vida -Sir Roderick parecía pensativo-. Dejemos que sea ella quien elija

El conde Roderick hace un gesto a un sirviente y le pide que mande llamar a Lady Indeg, que deja de hablar con Lady Ealasaid para acudir al llamado

-Lady Indeg, os presento a Sir Alein

-Mucho gusto mi lord -os dice la mujer cortésmente aunque en su cara se nota que sabe por qué ha sido llamada

El Conde os deja a solas para que podáis hablar tranquilamente

Un joven de quince años se acerca a Edward llevándole una cerveza

-Aquí tenéis mi señor, soy Leo, seré a partir de ahora su escudero

El día que tanto esperaba, había llegado al fin. Caerwyn estaba ansioso y aterrado a partes iguales, así que detuvo su avance, cerró los ojos, tomó aire profundamente y lo liberó muy despacio —Por ti, hermano— susurró en voz muy baja, antes de abrir los ojos y enfrentarse a su destino.

Sin embargo, nada lo preparó para la broma que el azar le tenía guardada: el orgullo de Caerwyn herido al ser derribado por alguien que parecía huir a toda prisa. Ruborizado, se puso rápidamente en pie y asesinó al fugitivo con la mirada antes de sacudirse el polvo de sus ropajes con el ceño fruncido. A su entender, aquel traspiés no auguraba nada bueno.

En otra ocasión, probablemente habría ayudado a los perseguidores sólo para exigirle una satisfacción a aquel que lo había avergonzado de aquella manera, pero no debía perder el tiempo. El Conde aguardaba y no era apropiado hacerle esperar.

A Caerwyn le agradaba la discreción, de ahí que sus ropajes fueran de buena calidad, pero austeros y, ahora, gracias al fugitivo, decorados con un efecto tierra muy poco halagador.

Aún con todo, el futuro señor de Berwick St. James caminaba con paso firme y la barbilla alta. Al llegar por fin a la sala del trono, su estómago era un mar de nervios que sólo su temple le permitió dominar. Por suerte, aquel día había sido sensato y había decidido ayunar. Sin embargo, sentir todas las miradas sobre él no hacía más llevadera la situación. Sobre todo al cruzar la mirada con Lady Ealasaid, sabiendo lo que decían los rumores a cerca de la intención de Sir Roderick de desposarla con él.

El joven sonrió muy sutilmente, apenas una curva en sus labios, haciendo una ligera y cortés inclinación de cabeza hacia Lady Ealasaid mientras la miraba a los ojos, antes de centrar toda su atención en el Conde.

Cuando Sir Roderick reclamó su presencia, se aproximó al trono y se arrodilló frente a él. Las manos le sudaban, pero salvo un leve movimiento de su garganta cuando tragó saliva, el joven permanecía sereno mientras el Conde de Salisbury manifestaba su deseo de nombrarlo caballero vasallo.

—Lo Juro— respondió Caerwyn con solemnidad, a sabiendas del riesgo que aquellas palabras podrían conllevar.

El conde Roderick se levanta y se acerca a ti

-Repetid conmigo: Yo, Caerwyn, juro solemenmente y prometo mi espada a Sir Roderick de Salisbury, mi señor feudal, para defenderle y obedecerle hasta que abandone sus tierras o la muerte me lleve, y mantener el honor de la caballería.

Sir Roderick espera que repitas las palabras antes de proseguir:

-Y yo, por mi parte, juro defender y honrar a Caerwyn como se merece un verdadero caballero- recibe la espada y te toca ligeramente en ambos hombros con ella-. Te nombro sir Caerwyn. Recibe ahora tus espuelas -te las entrega- tu derecho a armas apropiadas -te da el escudo-, y toma esta, mi espada -te ciñe la espada- a tu lado, para servirme y defenderme bien. Levantaos, sir Caballero.

Tanto el conde como los demás caballeros te acompañan afuera, donde esperan que completes el ritual del salto, que consiste en saltar en tu caballo con armadura y espada, muy pocas personas lo consiguen, pero sigue siendo una tradición, hay quien dice que al reírse de ti genera la primera unión de hermandad.

Lady Ealasaid permanecía calmada y sonriente mientras observaba la investidura de los nuevos caballeros. Cuando Sir Edward pidió la cerveza la joven se llevó una mano discretamente a la boca para mitigar una ligera risa.

Observó el juramento de Sir Caerwyn y le dedicó un sutil y cortés saludo. 

Aidan se acercó con alegría a Ealasaid.  -¿Lo veis?- le dijo -La sierpe de Burcombe no es un peligro para vos.  Sir Roderik me ha concedido la mano de Lady Elaine.  Hoy es un día de buenos augurios querida amiga.  Quien sabe, quizás pronto encuentres un hombre digno de ti- agregó guiñando su ojo pues intuía que no era lo que más le importaba a su amiga

—Yo, Caerwyn— comenzó a repetir las palabras del Conde —juro solemnemente y prometo mi espada a Sir Roderick de Salisbury, mi señor feudal— tenía la boca seca —para defenderle y obedecerle hasta que abandone sus tierras o la muerte me lleve, y mantener el honor de la caballería.

Si bien su rostro mostraba cierto orgullo, fue su mirada la que no podía ocultar la emoción que aquel acto suponía para el joven Caerwyn. Se puso en pie, obediente, con su escudo, sus espuelas y la espada de su señor.

Acompañó al resto hacia el exterior para el salto tradicional, pero su mente estaba en otra parte, muchos años atrás. No pudo evitar alzar la vista hacia el cielo y esbozar una sutil sonrisa de victoria mientras sujetaba firmemente la empuñadura del arma que descansaba en su cinto. 

Caerwyn no estaba muy seguro de pasar aquella prueba, pero trajeron su corcel castaño y el joven palmeó afectuoso su fuerte cuello antes de subirse sobre el equino.

—Tranquilo, Roble— susurró al animal, mientras esperaba su turno para saltar.

- Enhorabuena por vuestro compromiso e investidura Sir Aidan. Me alegro por vos y vuestra futura esposa. Que Dios os traiga felicidad y muchos hijos. Dios proveerá Sir Aidan, confío en Nuestro Señor. 

Respondió al recién investido caballero con elegancia y cortesía. Sus formas eran mucho más formales de lo que habituaba, pero ahora estaban en la Corte de Sir Roderick, no en un momento de ocio en los jardines del señorío. 

Ewan se acercó a sus amigos y dió una palmada en la espalda a Aidan - Sir Aidan, debo felicitaros por vuestro compromiso, será de los más cortos que he visto en mi vida. - su sonrisa era genuina - Quien hubiera dicho que en el mismo día en el que consigo mi investidura, asistiría a la boda de mi amigo. - lo miró ahora con cierta malicia - Sólo espero que la perspectiva de casarte por Iglesia no empañe tu ánimo... - las discusiones sobre si Dios o los Druidas había sido una de las primeras cosas que los había acercado cuando se conocieron y al día presente eran un tema de conversación trillado. 

- Por mi parte - confesó a sus amigo - El conde me ha recomendado que espere un año para buscar un compromiso, ya que no soy conocido aún por mis méritos y mi Señorío, a que engañarnos, no es muy tentador para las damas presentes. - su sonrisa decía que no le daba mayor importancia a lo que en definitiva era cierto - Como lo veo, tengo un año para crecer y mejorar mis posesiones.

¿Cómo reacciona un estoico a los insultos? Viendo de quién provienen, no le dio la menor importancia, tenía algo más en su cabeza, la seremonia de su nombramiento, cómo el señor de Loverstock.

Llegó algo tarde pero no dio excusas, pues no era su estilo ni mucho menos, pasar de escudero a caballero era un logro de verdad importante en su vida, así podría honrar a sus padres en el paraiso.

Al entrar, obedece al al conde y se acerca al trono, arrodillandose al mismo, tras el nombramiento y la pregunta, da un respiro profundo, y deja que su voz fluya educada y atronadora.

Yo, Qoryn de Loverstock, reconozco y juro lealtad a Roderick de Salisbury, cómo mi verdadero y único señor feudal.

Inclina la cabeza con más humildad, esperando la respuesta de su señor.