Partida Rol por web

Mis compañeros me animan tras mi estrepitoso fallo en el entrenamiento de lanza pero algo perturba nuestra día. Algo ha pasado y requeriamos la presencia de un curandero. 

¿Que ha pasado? Rápido, UN CURANDERO. 

-No os preocupéis Lady Ealasaid, vuestro esposo a corrido tras una cabra, pero seguro no será competencia para vos- divertido le guiñó un ojo y sonrió.

Con ese comentario no pudo más que reir, pero, al ver la sucesión de sucesos y la reacción por la misiva, no dudó, antes de obedecer al caballero que les hacía de maestro, de tomar la propia carta y hacerse eco de en lo que ella ponía. Ya habían muchos sobre ella, y no era menester ser una molestia más. - Mucha gente ayudando, pasan a ser demasiada, y sólo consiguen estorbar. Tras ese pensamiento, simplmente quedó al margen y leyó con detenimiento un par de veces el documento, por si algo se le pasaba.

La sesión de entrenamiento estaba yendo bien, todos a excepción de Sir Forrest que se desconcentró al escuchar a los perros partiendo en el proceso su lanza, habían dado en la diana. Cuando era el turno de Sir Llywelyn, los gritos de Lady Ealasaid hicieron que todos fueran a socorrerla

Sir Llywelyn intentó quitarle la carta para entender que estaba sucediendo, pero la joven se aferraba a ella como si le fuera la vida en ello. Pronto un médico fue en su ayuda, junto con algunos ayudantes para socorrer a la dama.

-Dadle espacio -dijo Sir Amig al ver el revuelo que había-. Los médicos se harán cargo de ella. Sir Aidan he escuchado que te necesitan en tu señorío, id a presentaros allí y al acabad volver al entrenamiento.

Sir Caderyn, Sir Forrest y Sir Leomie, seguid con vuestro entrenamiento una vez hayáis acabado podéis acompañar a Lady Ealasaid. Sir Caderyn y Sir Leomie pasaréis a la siguiente fase del entrenamiento, Sir Forrest coge una lanza del armero y seguirás con esa diana hasta que seas capaz de darle.

Sir Alein, Sir Floridas y Sir Llywelyn id a por Sir Edward, los demás del grupo pueden seguir ayudando a ese anciano con su cabra, pero decidle la situación a Sir Edward querrá estar aquí si sucede algo con su esposa. Y sires... tened tacto a la hora de comunicárselo

-No os preocupéis Lady Ealasaid os pondréis bien... -dijo el doctor mientras te mete en una cama. Comienza a inyectarte algo que te deja dormida.

Al cabo de unas horas despiertas tumbada en la cama, el hombre está sentado a vuestro lado

-¿Cómo os encontráis? Disculpadme, tuve que sedaros, estabais muy nerviosa. 

Dolor, un dolor tan lacerante que sentía como todo su interior estuviera siendo golpeado. Su bajo vientre dolía mientras sentía como las fuerzas la abandonaban, como la vida misma se perdía entre cada una de aquellas lágrimas y una extraña calidez que recorría sus muslos... 

La carta contra su pecho, uno que subía y bajaba con demasiada velocidad mientras voces y palabras se arremolinaban a su alrededor pero nada llegaba hasta ella, solamente había espacio para el dolor, el dolor de la pérdida... 

Apenas dejó que nadie la tocara, que nadie se acercase a ella hasta que finalmente dejó que los ayudantes del médico la llevaran hasta la carpa médica. Sus ojos estaban idos, perdidos en el dolor sin soltar aquel pedazo de papel que tanto mal había causado.

Estaba maldita, maldita con la muerte... 

Las lágrimas y el dolor continuaban aferrándose a ella mientras cada vez era más complicado respirar, mientras todo a su alrededor se volvía borroso y confuso.

- Edward... Edward... Lo... Lo siento...

Murmuraba ida y desesperada hasta que sintió algo que entraba en ella, algo acompañado de una dulce voz que buscaba calmarla y sin apenas ser capaz de resistirse, sus ojos iban poco a poco cerrándose, imaginándose que nunca más volverían a abrirse... 

Pero entonces la luz y la claridad llegaban de nuevo, sus ojos iban abriéndose hasta encontrarse tumbada en una cama y con una figura a su lado.

- ¿Edward...? - Cuando fue acostumbrándose a la luz miró apenada que no se trataba de su esposo - Mal... - Sus manos fueron hasta su vientre - Me siento... Vacía... 

Al fallar en su intento de entender, no dudó en obedecer. Sea como fuere estaban bajo las órdenes de este anciano caballero, y entrenaban bajo "su bota", así que esto estaría bien.

Dispadado por su caballo le hizo un gesto a Noah para que les acompañase: - Vamos chicos, tenemos que traer a Sir Edward. No emuló el día de "el salto". No quería demorarse por un accidente innecesario, así que montó de manera ... ortodoxa.

Sir Alein montó en Simon a toda prisa, en silencio y con cara seria por la situación miro a Sir Floridas y Sir Llywelyn. Vamos a buscar a los caballeros perdidos. Doy unos golpecitos a Simon con los talones y cabalgo lo más rápido que puedo con los dos caballeros.

Sir Aidan se dispensó y regresó tan rápido como le fue posible.  Una vez se reencontró con Elaine se dirigió a cumplir con sus deberes.

-Traed a los detenidos ante mi- ordenó a los guardias y una vez estos cumplieron continuó.

-Fueron detenidos por insultarse mutuamente en público, una falta que no podemos dejar pasar por alto.  Los ciudadanos de Burcombe debemos llevar un trato armonioso y respetuoso entre nosotros.  Decidme pues.  A qué se debió todo ello.  Primero vos- dijo refiriéndose a la viuda -Y luego hablaréis vos- finalizó dirigiéndose al buhonero

-Esta paseando por el pueblo cuando este hombre se aproximó a mi y comenzó a decirme que me fuera con él a la cama, ¡a mi! ¡a una señorita! No pude evitar insultarlo cuando él me insultó a mi.

-Así no fue señor. Vengo mucho por Burcombe a hacer intercambio, traer misivas... Siempre esta... señorita... me ve y se me insinúa, siempre coqueteamos y termino marchándome porque debo salir antes de que anochezca, pero en esta ocasión decidí hacer caso de sus provocaciones cuando al acercarme a ella comenzó a insultarme. ¡Solo le dije la verdad! Que era una mujerzuela que juega con los hombres

Caderyn permaneció cerca de Lady Ealasaid hasta que el médico y sus asistentes se hicieron cargo de la situación, no sin antes percatarse de como el caballero de Shrewton forcejeaba con la dama para intentar quitarle aquella carta a la que se aferraba como si su vida dependiera de ello. El de Tisbury se acercó a zancadas, pero antes de poder hacer nada, la imperiosa voz de Sir Amig puso orden a aquel revuelo.

El rubio dudaba poder concentrarse en el entrenamiento, pues su mente aún estaba con Lady Ealasaid, profundamente preocupado por el estado de la dama. Sin embargo, sí que sabía que tenía que hacer otra cosa, así que se acercó a Sir Llywelyn y depositó su mano izquierda en el hombro del caballero, con gesto serio, para llamar su atención.

— Os recomiendo ser más prudente en el futuro, y recatado. Suficiente ha tenido Lady Ealasaid con lo que sea que diga esa carta como para tener que preocuparse porque una persona ajena quiera meterse en sus asuntos —en su voz podía apreciarse una mal contenida molestia.

Dicho aquello, Caderyn retiró la mano del hombro de Llywelyn y dio media vuelta, con la intención de intentar proseguir con aquel entrenamiento.

Tal y como se lo imaginaba, entre la preocupación por Lady Ealasaid y la molestia por las acciones de Sir Llywelyn, el de Tisbury no podía concentrarse en aquel entrenamiento. Esto se hizo evidente cuando Caderyn erró el blanco estático por más de un palmo de distancia. El rubio suspiró e intentó tranquilizar su respiración, pues desconocía si Sir Amig lo haría intentarlo nuevamente o le permitiría acompañar Lady Ealasaid. Estaba seguro de que la dama se sentiría al menos un ápice más tranquila con un rostro amigable cerca, mientras llegaba su esposo.

Sir Floridas asintió a sus compañeros y montó su caballo. Stanley le siguió.

- Por supuesto, sires. Les sigo.

Los tres caballeros emprendieron la búsqueda del otro grupo, dirigiéndose al lugar en el que se separaron. Sir Floridas se bajó del caballo para intentar encontrar algún rastro que les guiase.

- Sir Alein, Sir Llywelyn. Creo que el grupo ha tomado esa dirección.

Ya que lo tenía cerca, y estaba en una misión encomendada por un superior, no era momento de liarla, pero aún así, no cejó. - Lo mismo os aconsejo sire, y la próxima vez que su mano se pose sobre mi sea para felicitarme, o será cercenada cual cuello de conejo; y cuando se crea superior dando clases de disciplina o moral que esté en lo correcto o si no por mi espada será aclarado el momento .... Y sentenció: - ...o sea. Claro estaba que los demás que se marchaban para cumplir una misión pudieron oirle, y no quedó con más que: - Y si tiene algún problema, cuando regrese de la misión encomendada, esto será subsanado. Su gesto era de ira y odio al caballero que se creía superior, y si mis modales no eran los adecuados para él, sea Dios el que dignifique estos guiando el filo de su espada.

Una vez que se llevaron a Lady Ealasaid, Leomie continuó con el entrenamiento como Sir Amig quería. Sin embargo, le era dificil concentrarse después de haber visto la escena donde la mujer se contraía y sangraba del vientre de manera que parecía que los espíritus malignos la habían poseído. Era extraño pensar que el guerrero bretón, que había matado en el campo de batalla sin problemas, cercenando miembros y empalando enemigos, se podía perturbar por la vista de una mujer sufriendo de esa manera en el piso. Simplemente no era algo que estuviese acostumbrado, y no relacionaba la muerte y el dolor con aquel tipo de persona.

Sir Alein se paró en seco al lado de los otros dos caballeros, Sir Floridas parecía haber cogido el rastro del grupo.

Excelente, si fuera por mi estaríamos dando círculos alrededor de alguna montaña. Espero que podamos encontrarlos pronto. a continuación se quedó callado esperando las órdenes o consejos de Sir Floridas. Sir Alein sabía sus puntos fuertes de sobra y rastrear las presas o seguir rastros no era uno de ellos.

-Muy bien- comenzó Sir Aidan -Ya os he escuchado a ambos.  Señorita, estoy seguro el el señor no ha querido faltaros el respeto.  Quizás no lo expresó de la mejor forma y seguramente intentó que os sintieras halagada y aunque no sea así no es motivo para insultarlo, hubiese bastado con que lo ignoréis.  Silencio, aún no eh terminado de hablar- dijo cuando comenzó a generarse algún murmullo. -Puede que no hayáis intentado faltarle el respeto a la mujer- le dijo al buhonero -Pero no se responde a un insulto con otro, no Burcombe, y esto os lo digo a ambos.  Deberéis pagar una multa por lo que habéis hecho.  Fijaré esta vez 70 denarios para cada uno.-

La mirada de Caderyn se endureció como la piedra, de hecho su semblante en general se volvió más severo, manteniéndose rígido durante varios segundos... aunque pasado aquel tiempo, una fiera sonrisa afloró en sus labios.

— Con esto me confirmáis la clase de caballero que sois, Llywelyn —omitió el título a posta—. Un par os llama a recato con razón y amenazáis con la violencia. Típico de las personas demasiado orgullosas para reconocer su error el recurrir a la espada —la sonrisa del caballero se ensanchó—. Sea, pues, como queréis. Mi próxima llamada de atención vendrá acompañada de un filo, y no tendré la gentileza de advertiros —Caderyn lo miró de arriba a abajo—. No os la merecéis.

El caballero asintió con suavidad y se retiró.

- No ocurrirá tal caso caballero. Le reto a muerte a mi regreso de la misión encomendada. No podía permitir insultos sobre su persona, y menos aún, siendo un error lo que le mostraban ante otros. La humillación, o era suya o mia, y con esa lacra un hombre de honor no podía vivir. Ya hbía montado, así que, sin esperar respuesta, siemplemente partió a lo que le habían encomendado hacer.

- Y porque la misión tiene prioridad sobre el honor, si no, desenfudaba aquí mismo.

Mis señores, serenense por el amor de Dios.

A la vuelta hablaremos como caballeros y si siguen queriendo retarse en suelo yo mismo haré de juez, eso si, será un duelo a primera sangre, tendrá el mismo efecto para el ganador del mismo que matar a otro caballero pero sin la pérdida de honor para el que mate al otro. Sir Alein suspira antes de mirar a ambos caballeros a ver si están de acuerdo.

Además, estamos en guerra y no podemos permitirnos perder a uno o los dos caballeros por una herida demasiado grave.