Partida Rol por web

Una imagen aproximada de la disposición de las murallas de la fortaleza. El nivel del suelo está borrado pues de momento no procede. La entrada de la fortaleza está en el este (a la derecha de la imagen) dando paso a una "habitación" cuyo extremo (con una puerta) y laterales (con aspilleras) dan al patio. Vosotros ocupaís la parte oeste de la muralla, de cara al bloque principal de la horda.

Mapa de combate Turno 0: situación inicial.

Resumen de malus.

Hobbard -4 (y -6 si es DES). -2 por Atemorizado, -2 por sed, -2 por armadura (sólo a DES)

Iunus -4. -2 por Atemorizado,-2 por sed,

Jace -3. -2 por Atemorizado,-1 por moho verde

Normoh -4. -2 por Atemorizado,-2 por sed,

Ursu -5. -2 por Atemorizado,-2 por sed, -1 por moho verde

Velocatus -4. -2 por sed.

Orden de iniciativa.

Proyectiles > Astas 1er turno > Vel > Normoh y Ursu > Hobb > Caballeros > Jace > Iunus > Siervos > Astas 2º turno.

Como en ocasiones anteriores podeís ir posteando ya, sin tener que esperar a que lo haga quien os precede y al final de la ronda postearé por los Caballeros y los Siervos.

El mapa.

No sé si el mapa queda lo suficientemente claro. Está separado por casillas, pero a fin de cuentas no hace falta que juguemos a un wargame, que esto es rol, por lo que podeís considerarlo algo orientativo (no os tomeís libertades desaforadas por favor).

Jace se hace cargo de la situación y valora sus posibilidades de salir con bien de esta. Pese a lo que pueda parecer viendo acercarse a esa horda de siervos del Nigromante, la cosa tampoco está tan mal.

O eso se dice a sí mismo una y otra vez.

Estos muros son fuertes, de piedra cementada y no de madera, casi parecen una construcción de los padres, con sus sofisticadas técnicas ya perdidas que parecían fusionar la roca en bloques compactos. Está claro que por muchos que sean, esos engendros no van a tirar abajo la muralla. Si acaso, podrían llegar a amontonarse tantos que unos acaben por trepar sobre otros como si formasen montículos y rampas de carne putrefacta... pero para impedir eso precisamente están los defensores.

Mientras nosotros estemos aquí arriba y ellos abajo, el peligro está contenido. Sólo hay que impedir que se amontonen en un gran número e irlos despachando uno a uno cuando se pongan a tiro. Y para eso, con dos de nosotros basta.

- ¡Ursu, ocúpate de neutralizar los que se peguen al muro por la izquierda, yo alancearé a los de la derecha! -ordena, cautamente, a uno de los dos únicos miembros de la expedición con un estatus social inferior al suyo propio- Los demás deberían contentarse con arrojar piedras sobre los asaltantes desde una distancia segura... y que Normoh se quede como apoyo con su arco, por si hiciese falta, pero yo no malgastaría demasiadas flechas.

Sabe que no es quién para asumir el mando, y menos aún estando aquí los Witts y un Culprit... pero también tiene claro que su formación como guardia de la muralla es específica para este tipo de situaciones. Esto es justo lo suyo, defender un enclave fortificado contra el asalto de esas malditas cosas.

Y por tanto, es quién mayor experiencia tiene en estas lides...

Jace valora la muralla con ojo crítico. Los muros son muy gruesos y están hechos de piedra, con una buena altura. Algo más altos que las murallas de Forbrag en alguno de sus puntos y más resistente que en la mayoría. Tuerce el gesto, la mampostería del parapeto es de peor calidad que el resto de la muralla y mucho más delgada, no más de una cuarta.

Tampoco cuenta con tantos guardias como en la aldea y los enemigos son muchos. No puede pedir que todos los soldados de Forbrag acudan y defiendan este único punto, ni contar con que si vienen mal dadas los demás adultos de la aldea participarán en la defensa. Será difícil proteger un perímetro tan pequeño contra tantos.

Quizás los demás miembros de la aldea no sepan esto, pero los Siervos no son unos cascarones vacíos sin mente como parece a menudo, cuando son pocos y están lejos. Quizás sea la magia que los empuja, pero en gran número son bien capaces de auparse, de ayudarse mutuamente y no se limitarán a mirarles desde abajo mientras los defensores dejan caer piedras sobre ellos.

Ursu valora la muralla con ojo crítico, es bueno poder estar a salvo, mucho mejor que fuera de la puerta, en barro, rodeado de enemigos. La fortaleza tiene buen aspecto, los muros son muy gruesos y están hechos de buena piedra, bien unida y con una buena altura. Son más altos que cualquier casa de Forbrag salvo la del conde Orbert y más resistente que cualquiera de ellas. El gigantón sin embargo tuerce el gesto, la mampostería del parapeto es de peor calidad que el resto de la muralla y mucho más delgada, no más de una cuarta de grosor. Alguien decidido, con fuerza o que se cuelgue de la muralla podría derribar el parapeto... Ursu ha ayudado en la construcción de varios muros y paredes en la aldea, donde su fuerza es útil y le vale un buen tazón de verduras o carne sin tener que obtenerlas él mismo en el yermo. Sabe lo que dice.

Al menos tienen la muralla entre ellos y los Sirvientes, se contenta en pensar. No es igual que enfrentarse a ellos en la llanura, aunque entonces es raro que sean más de uno o quizás dos y no una multitud.

Normoh pestañea con fuerza bajo la lluvia torrencial, amedrentado por la avalancha de siervos que se avecina. Alguna vez fueron hombres, murmura, y la reflexión (que duda si ha llegado a oídos de alguno de sus compañeros), aparte de inesperada incluso para sí mismo, no le ayuda demasiado. Mira en todas direcciones y coge una pequeña piedra en las manos, con poca convicción. Su cara es un poema cuando Jace da instrucciones y le propone no gastar flechas; parece decir "no te preocupes, no tenía la menor intención de hacerlo". Parece a punto de verse embargado por el miedo cuando mira a sus pies, respira hondo y luego encara el cielo, cerrando los ojos y abriendo la boca, sacando la lengua, intentando refrescar la garganta reseca.*

De reojo, Normoh lanza miradas escrutadoras a los edificios del centro de la fortificación. Estos caballeros tienen que tener alguna escapatoria...

Normoh ni apunta ni nada, hace como que apunta... Es maligno...

Puntualización del máster: en realidad Normoh no tiene que ser maligno del todo, vale con que sea "medio maligno". Me explico, dado que las miradas que lanza a su retaguardia son sólo rápidas y fugaces, voy a considerar que apenas consumen tiempo, por lo que podría Apuntar y estar Atento a un tiempo (modifico tu tirada porque no habías aplicado el malus por sed, sólo el bonus por habilidad.

Respecto a las maniobras de Apuntar, no está mal que me digas a quien apuntas (te lo pasaré esta vez), porque si te tiras todo el turno apuntando a un objetivo y durante dicho turno éste perece, al turno siguiente, de disparar a otro blanco (no vas a ensañarte con el ya cadáver, digo yo) no gozarías del bonus por Apuntar. ¿Se entiende?

Los malditos se venían encima de las defensas. Era obvio que estaban hambrientos, pero no de lo que la gente normal llamaría comida, estaban hambrientos por nuestras vidas. Había algo en nuestra existencia que los impulsaba a cazarnos, a seguir las órdenes del nigromante y segar nuestras vidas.

Con eso en la cabeza y el panorama que se le ponía delante, Velocatus no podía dejar de pensar en lo inútil que habían sido todos sus estudios hasta este momento. Lo poco que había podido hacer hasta ahora había marcado prácticamente ninguna diferencia o ayuda para el grupo, y esta ocasión no era la excepción.

-Si tan solo hubiera pasado la mitad de mi tiempo entrenando con una lanza y no solo estudiando.-

Hablaba para si mismo, en un reproche de tono muy bajo, tapado por la lluvia. Pero no podía quedarse solamente quejándose. Tomo una de las rocas más pequeñas y se preparo. ¿Qué más podía hacer? Se imagino que su brazo era una honda.

"Como extraño mi honda."

La roca salio disparada hacia el objetivo más próximo.

Normoh lanzaba nerviosas miradas, alternativamente hacia adelante, más allá del parapeto bajo hacia los no muertos que se acercaban; alternativamente hacia atrás, hacia los cuatro caballeros que ocupaban el extremo opuesto de la muralla. A través de la lluvia le dió la sensación de que aquellos tipos apenas se movían. Quizás estuvieran acostumbrados a trances como en el que se encontraban, quizás a ellos no les sudaran las manos y la nuca, por donde Normoh sentía que le bajaban gruesas gotas de sudor a pesar de la lluvia. Si aquellos cuatro parecían dispuestos a hacer algo esto era quedarse firmemente donde estaban.

En el patio, por el contrario, los otros dos caballeros parecían trabajar más deprisa. El del yelmo había atado a Bill en las cuadras y ayudaba al otro a montar en su propio caballo.

No parecía que hubiera salidas en la planta de arriba y en la planta de abajo... Normoh apenas había tenido tiempo de fijarse cuando entraban pero la sala del portón y las cuadras no parecían ofrecer mucho escondrijo o salida. En el lado sur había un pequeño edificio con una puerta de metal cerrada, quizás con cerradura, no era posible saberlo. Mientras que bajo sus pies, en el extremo oeste, se encontraba el edificio mayor, con una doble puerta de madera y ventanas bajas. La parte trasera de dicho edificio, su extremo más hacia el oeste formaba parte de dicho extremo de la muralla.

Normoh no acababa de entenderlo. Los Siervos del Nigromante les rodeaban, les superaban amplísimamente en número, pero ¿qué iban a hacerles? ¿gritarles desde abajo una y otra vez hasta que les abrieran las puertas de puro aburrimiento? Las paredes parecían muy sólidas, de buena piedra y tan alta que un hombre, ni siquiera uno tan alto como Ursu o Hobb podría alcanzar el borde aunque estirara los brazos y se pusiera de puntillas.

Quizás sólo tendrían que proteger la puerta, quizás ni eso.

Velocatus no podía entenderlo. Aunque había subido aterrado a la muralla, temblando, con las hordas de Siervos dispuestos a caer sobre ellos; ahora que se encontraba en lo alto de la muralla se sentía mucho más seguro, el horror que había sentido delante de la puerta se había pasado e intentaba enfrentarse a la situación como había hecho siempre, analizándola fríamente.

Quizás sólo tendrían que proteger la puerta que parecía bastante sólida. Quizás ni siquiera eso.

Hobbard estaba más preocupado de lo que quería traslucir. Puede que la muralla fuera gruesa y con una buena altura. Puede que los más jóvenes se sintieran seguros. Pero Hobbard tenía muchos años a sus espaldas y en muchas ocasiones había tenido que correr para ayudar a los soldados en la defensa de la valla de Forbrag. En especial cuando era más joven y su padre aún no se había resignado a que Hobbard renunciara a la sucesión como conde.

Los Siervos no son unos cascarones vacíos sin mente, en especial cuando hay muchos y están cerca unos de otros. En gran número son bien capaces de auparse, de ayudarse mutuamente y no se limitarán a mirarles desde abajo mientras los defensores dejan caer piedras sobre ellos.

Los Siervos nunca debían ser infraestimados pues eran bien capaces de darles un serio disgusto.

Ursu había entregado su pellejo lleno de agua a Iunus, que con una sonrisa de agradecimiento y alivio había echado un trago muy largo, devolviendo el recipiente al explorador. Éste, viendo que Velocatus había empezado a lanzar piedras contra los no muertos y que nadie más le requería el agua que había ofrecido y sintiendo el ardor que le bajaba por la garganta cada vez que tragaba saliva y que dolorosamente se le hacía cada vez más familiar decidió vaciar el pellejo de agua en su gaznate y unirse a la línea de defensa.

Nota del máster. Dado que nada más que Iunus ha aceptado la oferta de Ursu de compartir su agua, he aleatorizado la restante media ración entre los sedientos. El propio Ursu es el afortunado.

Velocatus había sido de los primeros en subir y tras un instante de ensimismamiento o quizás de temor, no dudó en agacharse, coger una piedra pequeña, como las que solía lanzar con la honda y la arrojó contra el no muerto más cercano. Los aventureros habían abandonado finalmente la inhóspita llanura y la terrible escena de la puerta y se encontraban tras la relativa seguridad de aquellos muros. El miedo que les había embargado entonces pareció desaparecer, los no muertos no podrían alcanzarles desde abajo y las manos de Velocatus y de los demás, dejaron de temblar*. La piedra del muchacho voló firme y golpeó en el pecho al no muerto con crujido. Debía de haberle roto una costilla, lo que no impidió al Siervo seguir avanzando.

Normoh, al lado de Velocatus y al extremo de la línea miraba a uno y otro lado, mientras sopesaba una piedra semejante con cuidado. El cazador parecía dispuesto a aprovechar bien aquel tiro.

Hobbard, tomando ejemplo de Velocatus cogió una gran piedra con las dos manos y la lanzó sobre el parapeto esperando aplastar la cabeza del no muerto que casi había alcanzado la muralla. La piedra salió un poco desviada y alcanzó al no muerto por muy poco.

Jace por su parte, en un arranque de valor se inclinó sobre el parapeto y lanzó un ataque con su última jabalina, que empuñaba a dos manos, como si de una lanza se tratara. Lanzó un golpe que atravesó al no muerto en el hombro, en la unión del brazo con el torso y tirando de la jabalina hacia atrás, golpeó de nuevo rápidamente en el mismo sitio, practicamente arrancándole al Siervo el brazo, que quedó colgando apenas por unas tiras de carne negruzca.

Iunus, que había estado compartiendo con Ursu el agua de éste, viendo que su padre se disponía a coger otra piedra, se apresuró a imitarle y lanzó una piedra contra el moribundo sirviente. Hubiera preferido emplear un gran pedrusco con las dos manos pero el enemigo estaba, aún, demasiado lejos. ¡Impacto! La piedra golpeó al maltrecho no muerto en el pecho y el golpe hizo que el brazo acabara cayendo al suelo. El Siervo, carente de fuerzas o de voluntad cayó de rodillas al suelo y por un instante pareció que iba a recoger su extremidad perdida pero, incapaz de sostenerse permaneció en el suelo, apoyándose en el brazo restante, gimiéndo hacia la muralla lastimeramente.

Ursu volvió a tapar el pellejo ya vacío de agua y ocupó su puesto en la esquina suroeste de la muralla, frente a él se encontraban tres Siervos y alcanzarían la base del muro en un instante. El explorador descolgó su arco, emplumó una valiosa flecha con cabeza de metal, apuntó a la cabeza del más cercano y soltó. La punta falló la frente del Siervo por unos centímetros, cortándole la mejilla con uno de los filos antes de pasar entre los otros dos no muertos y clavarse en el suelo unos metros más atrás.

Iunus casi suelta un grito de alegría al ver cómo se dejaba caer el Siervo alcanzado por su piedra. Pero pronto esa alegría se esfumó. No tanto como para desmoralizarlo, porque gracias al Sol y el Agua estaban sobre una firme muralla de piedra al que esperaba sincera y profundamente que los Siervos no pudieran trepar.

-Padre... preparémonos con una grande para recibirlos como un Wit sabe hacerlo- propuso el joven casi jovialmente a pesar de la situación apremiante en la que se encontraban. 

Acercándose a una piedra de tamaño importante con pasos firmes se aprestó a levantarla cuando su padre se uniera a él. Solo no la podría levantar más que con riesgo de hacerse daño, pero con su padre bien podría lograrlo.

Cuando la levantaran podrían dejarla caer con fuerza sobre la cabeza de algún Siervo incauto que se hubiese acercado demasiado...

Normoh seguía mirando un poco a todas partes. Parecía distraído, como pensando en otra cosa, como quien intenta recordar si se ha dejado la tetera sobre el fuego encendido. Pero cuando sus compañeros se esmeran en el fragor del combate y se alzan los gritos, encoje los hombros, entrecierra un ojo, saca un poco la lengua y tira. De hecho, tira dos veces; con gran presteza se cambia de mano una segunda piedra y tira sin quitar el ojo de su destino, uno de los engendros que se acercan desde más lejos*. La primera piedra impacta al siervo en plena frente, echándole la cabeza hacia atrás de manera entre grotesca y cómica; la segunda, que también acierta e el objetivo, no parece haber llegado con suficiente fuerza para haberle hecho daño alguno.

-Aplastad a esos sacos de carne podrida -jalea a sus compañeros más cercanos a media voz.

Jace se acerca a Ursu durante apenas un breve instante y le susurra algo al oído, de tal modo que resulta casi inaudible para los demás, que están algo apartados... entre el sonido de la incesante lluvia y los gemidos lastimeros de los siervos del Nigromante.