Partida Rol por web

Andreas no recordaba haber salido del Refugio.  Recordaba haberse despedido de sus hermanos, y encontrarse de repente en el camino. Pero nada más. Algo extraño sin duda.

No obstante, y pese a que la última vez que estuvo en su país natal era muy joven, nada más entrar en las tierras rusas se empezó a encontrar mejor. Su mente se despreocupó de todo y pensó sólo en el futuro que le aguardaba.

Así estuvo hasta que les pilló una tormenta de nieve. Apareció sin previo aviso y les engulló. Por fortuna enseguida llegaron a una fortaleza que debía ser su destino, pues el carruaje donde viajaba se dirigió allí sin demora.

Una vez entraron tras sus recios muro la tormenta pareció amainar. Andreas estaba mirando asombrado los  enormes muros cuando una voz atronadora rugió a su espalda.

Así que tú eres el enviado del Santuario ¿eh? Bien, bien.
Espero que hayas estado calentito en el Refugio, porque a partir de ahora no vas a saber lo que es eso.

Andreas disfruto del viaje sorpresa. no recordaba gran cosa, pero sentirse de nuevo arropado por aquella tormenta inesperada alivio en parte su espíritu. Mantenía la mirada en aquel lugar que había alcanzado, cuando sintió y oyó la voz a su espalda.

Mientras se giraba esperando encontrarse a alguien de su boca surgieron palabras suaves y precisas, con un tono frió y calmado.

- Agradezco el aviso, pero no os preocupéis el frió me sienta mejor que el clima templado del Santuario. - Dijo mirando a su interlocutor/a.

Al volverse Andreas vio a un hombretón, enfundado en pieles, que estalló en unas sonoras carcajadas. Las risas remarcaban las arrugas de su cara. Era una persona mayor. Más que los maestros que había tenido en el Refugio. No obstante, algo le decia que era mucho más peligroso que ellos.

Muy bien dicho chico. Si eso es cierto aquí no estarás tan mal. Aunque te prevengo que las enseñanzas no van a ser faciles. No señor.
Mi nombre es Vanehim. Y soy el señor de esta fortaleza.

Pero ahora ven. Estarás cansado del viaje. Entra, come algo, conoce a los demás y mañana empezaras una nueva vida.

Andreas observa al hombretón.

- Si Lord Vanehim, yo soy Andreas. - Termino por decir el joven mientras segundos después inicio el camino tras los pasos del hombre a la espera de descubrir ese entrenamiento y al resto de presentes. Parecía que durante un tiempo no estaría el solo allí.

Una vez dentro de lo que era el castillo se estaba algo más caliente, aunque tampoco mucho más. El gran salón que servia de zona de audiencias o comedor tenía unas grandes chimeneas que lograban darle algo de calor.

Estos son tus compañeros aspirantes a la armadura del Zorro Blanco.

Vanehim señaló a un lateral, y un grupo de seis chicos algo mayores que Andreas levantaron la cabeza de sus platos de comida para mirarlo. Algunos le saludaron, otros simplemente asintieron con la cabeza y uno se volvió enseguida a su comida.

Le sentaron junto a ellos y le ofrecieron un plato de guisado. Lo cierto es que era la mejor comida que había probado nunca. Pues los platos sencillos del Refugio, aunque nutritivos era siempre lo mismo y monotonos. Después le llevaron a los dormitorios. Eran habitaciones grandes, cada una era para dos chicos. Su compañero de habitación se llamaba Piotr. y era enorme, más que Mikhail, pero enseguida quedó patente que era una persona amable.

Al día siguiente empezó el entrenamiento de Andreas. Y menudo era. Las noches en Siberia eran largas y los días cortos, por lo que lo normal era que se levantaran mucho antes de que emepezara siquiera a clarear. Les hacian trepar una montaña para bajarla después corriendo. Luego llegaba la instrucción, lo que equivalía al combate. Ya fuera entre ellos o contra otros soldados que había allí. Por las tardes más carreras por la tundra y un poco de historia y conocimientos de la zona.
Al cabo de un mes, Vanehim se dio cuenta que Andreas estaba por debajo del resto en cuanto a pelea se referia. Por lo que decidió ayudarle. Ahí fue cuando se dio cuenta de que tenía otro tipo de talento. Algo que iba más allá del simple cosmos y la fuerza física.

Me parece que esto va a requerir algo más que lo que este viejo oso tiene para enseñarte.
¿No te dijeron nada en el Refugio sobre tus capacidades, o es que las mantuviste en secreto?

A Andreas le costaba mucho estar a la altura de los demás, su físico no estaba a la altura de los demás. Ya había notado lo mismo en el santuario y ahora en su tierra parecía que era mucho peor.

Maese Vanehim pareció percatarse de algo más, pues llego en un momento que paso a entrenarlo de una forma discreta y particular, y fue en aquel momento cuando este noto algo en Andreas.

La pregunta le pillo por sorpresa al joven.

- Humm…, si maestro, nunca trate de dejar ver de lo que era capaz. – Comento el joven. – Puede que alguien notara algo pero lo dejaron pasar. Tengo un talento con la posibilidad de desplazarme en el espacio, mi equilibrio es muy bueno a veces y soy capaz de hacer que la energía tome forma física tanto de forma ofensiva como para bloquear lo que intente dañarme. – Trato de explicarse el joven a Vanehim.

Vanehim asintió al oir las palabras del joven.

Ya veo. Bueno, no te preocupes. No es nada malo. Buscaremos la manera de potenciar esas habilidades. Desde luego has venido al lugar adecuado para ello, no cabe duda. Mañana iremos a ver a la abuela. Ella nos dirá más.

Y así fue. Al día siguiente en lugar de ir a escalar como los demás, Vanehim lo llevó por zonas nuevas de la fortaleza. Subieron y bajaron escaleras hasta que Andreas estuvo perdido. Después llegaron a una zona en la que incluso el joven tenía frio, pronto se encontraron enfrente de una puerta. El guardian llamó con el puño y luego entró.

Baba, te traigo al joven del que te hablé ayer.

Andreas se asomó y vio una habitación muy desordenada. En medio de la misma había un gran caldero que burbujeaba, y al lado del mismo una vieja sentada en una mecedora tejiendo algo con lana.

Muy bien. Dejamelo y ya te puedes marchar a vigilar a los otros retoños. Este me lo quedaré yo unos días.

La voz de la vieja era muy aspera y hablaba en voz baja, no obstante Vanehim pareció escucharla sin problemas y se marchó dejando allí a Andreas. Antes de irse le guiñó el ojo mientras sonreia.

Una vez solos la vieja seguía tejiendo. Al parecer ignorando al joven.

Andreas observo a Vanehim cuando este le comento lo que harían con el. Asintió agradecido al Maestro por lo que para el significaba.

Al día siguiente todo para el fue nuevo y mas aun cuando tras seguir los pasos de este le llevo hasta la Anciana. Aquella mujer inspiraba respeto solo por estar y para el joven fue un duro golpe y tubo un instante de miedo al saber que se quedaría solo con ella.

¿Que debía hacer? Vanehim le dejo con la mujer allí y la mujer se quedo en silencio. Tal vez aquello fuera una primera instrucción, así que el joven decidió esperar a que la Anciana tomara la iniciativa.

Andreas estuvo un buen rato en silencio. Algo nervioso pero tratando de mantener la compostura. Esperando a que la anciana le dijera alguna cosa. Pero esta parecia concentrada en tejer.

Al fin. La anciana "le habló".

¿Y bien chico? ¿Vas a hacerme alguna pregunta o esperas aprender por ciencia infusa? No es nada desdeñable lo que tienes en la mollera, pero es muy dificil de controlar.

El joven iba a responder cuando se dio cuenta de que la anciana no había movido los labios. La había escuchado directamente en su cabeza.
¿Cómo?

Andreas dio un paso atrás. La anciana le había hablado a su propia cabeza, estaba seguro de que la había oído. ¿Pero cómo?

- Erh… - el joven trago. – Perdonadme Pozhiloy*, no sabía si debía intervenir. He mantenido el respeto por mis mayores mucho tiempo y no quería desmerecer ante sus ojos. – Comento el joven. - ¿Pero cómo habéis hecho eso? – Pregunto sabiendo que la mujer sabía a qué se refería. Nunca había tenido mucho contacto con gente como él o de poderes similares.

La anciana sonrió ante las palabras de Andreas. Y volvió a hablarle en su mente.

Tener respeto a los mayores está bien. Eso es que has sido bien educado. Pero también es bueno tener iniciativa. Tener agallas y valor.

Dejó de tejer, miró al joven fijamente y habló normal.

Si quieres conseguir la armadura del Zorro blanco, más te vale recordarlo.

Aquello fue el principio de su otra parte de entrenamiento. No era que se le hubiese hecho más facil a Andreas, si no todo lo contrario. Ya que el estudiar con Baba no le eximia de su entrenamiento físico.

Todos los días entrenaba y competia con sus compañeros formandose físicamente, y por las noches cenaba con Baba y esta le descubría los secretos de su mente. Y así fue durante un año.

Lo cierto es que Andreas mejoraba mucho. Pero en cuestiones físcas sus compañeros todavía le superaban. Y aunque sus habilidades mentales se desarrollaban, estas eran bastante dificiles de controlar y le costaba.

Por eso, cuando al cabo de un año de estar allí, Vanehim dijo que tendrían un torneo y que los perdedores se marcharian Andreas no las tenía todas consigo. Sobretodo porque Baba le prohibió usar sus habilidades en el mismo. Dijo que no estaba preparado aun.

Así llegó algo nervioso al evento. Eran una serie de pruebas que consistían en sobrevivir dos días en la intemperie por si mismos. Refugiandose del clima y consiguiendo comida.
Al cabo de esos días tendrían que volver y habría un combate entre ellos. Y los dos que quedaran últimos perderían su opcion a obtener la armadura.

Lo cierto es que la prueba de supervivencia le resultó bastante sencilla a Andreas. Ya que a pesar de la nieve y el frio se sentía agusto en la tundra. Cuando llegó al día acordado, fue el primero en hacerlo. Y resultó que no todos sus compañeros llegaron. Al parecer, Ivan, murió congelado al no conseguir hacerse un refugio. Por lo que para el combate serían seis.
Las peleas en sí fueron mucho más dificiles, ya que la mayoría de los jovenes eran mejores luchadores que Andreas. Por lo que al resultado de los combates quedó en penúltima posición. Y eso le hizo ponerse mucho más nervioso, pues no quería irse de allí. Tenía que conseguir la armadura. Tenía que convertirse en caballero.

Vanehim habló entonces, y parecia mucho más serio de lo que le había visto nunca.

Tal y como había dicho dos de vosotros no optaran por la armadura después de hoy.
Uno es Piotr. Que ha quedado el último en la competición de lucha. Puedes volver con tú familia o quedarte aquí y convertirte en miembro de la fortaleza. Tú mismo.

Y el otro es Ivan, que por desgracia murió en la prueba de supervivencia. Espero que eso os haga compreder porque os estamos entrenando, y que os esforceis más.

Eso es todo. Ir a calentaros y descansad por hoy.

Andreas suspiro tras las palabras de Vanehim. Parecía que a pesar de la angustia que había sentido, había pasado el primer periodo de pruebas, pero eso no indicaba que fuera a ser el dueño de la armadura.

Mientras pasaba el tiempo, y durante todo el tiempo que disponía, Andreas trataba de sacar el máximo provecho a sus habilidades, pues sabia que si no las dominaba al final acabaría sufriendo a costa de ellas y las necesitaba para poder ser caballero.

Trato de hablar con la abuela sobre otros caballeros con las mismas habilidades y descubrir como habían sido, entrenamientos y similares. Información que le ayudaría a averiguar que forma tenían otros de potenciar las mismas cosas.

Sabia que en los próximos enfrentamientos, estos serian aun peores.

Ya sólo quedaban cinco para pelear por la armadura del Zorro Blanco, pero Andreas era consciente de que había pasado debido a la desgraciada muerte de Ivan. Con lo que tendría que mejorar, y mucho, si quería conseguirla. Y eso es lo que se proponía.

Como sabía que no estaba a la altura de sus compañeros en cuestiones de combate, decidió enfocarse en su parte mental. La abuela le explicó que muy pocos caballeros eran psiquicos. Y sólo dos de los de Oro lo eran. Los demás eran combatientes de diferentes estilos y técnicas. Y usaban sobretodo su cosmos para pelear. El Cosmos (que ya había oido hablar de ello) era lo que le daba a los caballeros su poder, su vitalidad y su capacidad para hacer proezas y ataques increibles.
Eso le dio cierta esperanza a Andeas, y le concienció más a esforzarse.

Los entrenamientos cambiaron un poco. A pesar de que todavía hacian supervivencia en la tundra helada, también recibian clases de historia, y por supuesto combates. Parecia que ser un caballero significaba saber pelear muy bien. Andreas imaginaba que era por las antiguas guerras contra Hades que les había contado el Guardian.

Venehim también le ayudó con los entrenamientos físicos, parecia que le había cogido aprecio y no quería que se quedara por detrás de los demás. Pero eso implicaba más tiempo y menos descanso, pero todo el sacrificio era bueno si conseguía la armadura.

Y así pasaron don años más. Unos años duros, con alguna que otra privación incluso debido a un invierno muy fuerte y helado. Pero sobrevivieron todos en el castillo.
Los jovenes notaban el ambiente tenso, imaginaban que habría otra purga. Seguramente otra lucha con algo más, pero no sabían qué. Pero fuera lo que fuese alguno de ellos no seguiría.

Venehim les despertó una mañana más temprano de lo habitual. Al parecer un granjero de una aldea cercana había venido en plena noche. Decia que una manada enorme de lobos había entrado en la aldea y les habían atacado. Él se había levantado temprano y estaba fuera, por lo que logró escapar mientras los lobos se cevaban con los aldeanos. Y había venido a pedir ayuda al castillo.
Venehim dijo que tenían que ayudarles y los cinco partisteis de inmediato, sin armas y sin comida. Pues el tiempo corría en contra.

Alguno de los otros se quejó de que era una tonteria que fueran a espantar unos simples animales, pero la carrera entre la nieve lo acabó callando. Cuando todos llegaron a la aldea el espectaculo era escalofriante. La sangre manchaba la nieve de las calles, y había montones de huellas de personas y lobos, pero ningún cadaver. Las ventanas de las casas estaban rotas, y algunas puertas abiertas. Pero no encontraban a nadie. Hasta que llegaron a la plaza central del pueblo. Estaba llena de cadaveres. Despedazados, medio comidos, todo rojo de sangre.

Andreas sentía un nudo en el estómago, la escena que tenían delante de ellos provoco una reacción en el joven de forma espontánea y refleja. El reflujo de un vomito parecía que iba a acudir a su boca, pero a pesar de todo su voluntad se impuso a ello y logro dominarse.

Sus pasos le llevaron a moverse por el lugar cuidando de donde pisar y tratando de identificar los agresores y su número. No sabía de semejantes bestias en aquel lugar, y ahora ellos podían ser su próximo bocado.

Su mente se centró en todo ello y trato de ser de ayuda para Vanehim, su mente comenzó a calcular posibilidades y trato de centrar su cuerpo en la agilidad necesaria para evitar más problemas. Pero a pesar de ello no logro centrar su mente pues veía a su alrededor la sangre y las victimas.

Andreas logró evitar las arcadas que le causaba la escena, aunque no así alguno de sus compañeros. Y eso que no tenían mucho alimento en el cuerpo. Pero lo cierto es que la escena era realmente escabrosa.

Adelantandose al resto, Andreas empezó a inspeccionar el lugar. Como no quería tropezar y caerse en medio de todo aquello, aumento su habilidad con sus excepcionales dones. Aunque tampoco demasiado, pero sí lo suficiente para evitar algún percance.

Mientras los demás se agrupaban temerosos, Andreas descubrió algo extraño entre los cadaveres. Observó huellas de lobos, de varios lobos. Pero también pisadas normales. Bueno, no tan normales pues eran pies descalzos. Pero estaban entre las huellas de los lobos.

De repente, entre el sonido del viento que se colaba por la plaza se escuchó un aullido. Un aullido cercano, seguido de otros algo más lejos.

Los demás se asustaron aun más, e incluso uno de ellos salió corriendo diciendo que volvería al castillo

Andreas levanto la cabeza al distinguir las huellas, el sonido del aullido indicaba que aún estaban cerca los causantes de todo aquello.

Se giró a Vanehim.

- Maestro. Hay alguien acompañando a los lobos que han causado todo esto. – Le comento señalando las huellas que había descubierto. – Y por ese sonido saben que estamos aquí. – Termino el joven, temiendo que el causante y sus mascotas regresaran para terminar con los testigos que habían descubierto su obra.