Partida Rol por web

La bestia es demasiado lenta y demasiado débil pese a todo. El flechazo de Lairiel, es suficiente para dejar a la bestia inconsciente. No estaba muerta, pero necesitaría mucho reposo para recuperarse. Al acercarse los viajeros pudieron ver cómo debido al flechazo el chacal había perdido uno de sus colmillos.

Aquellos colmillos podían venderse. Luego la gente los usaba para pociones, utensilios e incluso joyas y no pagaban mal por ellos*.

Mö se había dado un buen susto. Cuando intentó clavar la fina hoja en el lomo del animal, estiró demasiado ambas manos hacia atrás para tomar impulso, pero eso le hizo trastabillar. El suelo, a pesar de ser mucho más firme que cuando se movían sobre arena, le hizo no poner los pies correctamente y el filo a punto estuvo de quedar hincado en la propia pierna del ren. De haber sucedido, quizá lo peor habría sido que habría quedado completamente expuesto a las fauces del chacal.

Pero la suerte le sonrió. Lairiel, presta con su arco, dio cuenta del monstruo.

El ren suspiró aliviado. Si bien en un primer momento no pensó que el animal podría ser letal, tras el incidente vivido, por torpeza pero igualmente peligroso, le había hecho considerar de nuevo sus opciones. Aquel viaje a la fuente de agua no iba a ser una excursión placentera.

- Prudencia, Mö. - se dijo mentalmente.

Lairiel respiró aliviada, al darse cuenta que su tiro no había errado. Se habría sentido algo abochornada de fallar tras sus declaraciones en la choza de Tsune. El escorpión parecía haber vuelto a su guarida bajo la piedra, donde se adivinaba una oquedad tapada por la roca, pero dos pequeñas pinzas cuyas puntas sobresalían le indicaban que seguía al acecho.

Se acercó a Mö, intentando ver si se encontraba bien, y no parecía dañado, lo cual la alegró. Después se agachó junto al animal, al que tocó con en la frente mientras cerraba los ojos:

-Perdona Madre, por haber tomado la vida de uno de tus Hijos. Apelo a tu infinita bondad y amor para que perdones a tu Hija y sepas que no hizo ésto por maldad, sino para sobrevivir. También pido perdón a mi Hermano... Lobo.. para que no me guarde rencor y su espíritu viaje sereno a tu lado.

Kon se apresuró a mirar al chacal de cerca en cuanto se derrumbó - Así que éste es uno de esos "monstruos" que pueblan el mundo... - musitó para sí mismo.

Mientras lo examinaba, pudo ver uno de sus colmillos caídos en el suelo - esto será un buen recuerdo, el primer monstruo al que nos enfrentamos, me gustaría ver alguno más - pensó mientras recogía el trofeo de guerra.

Lairiel pronunció unas palabras, debía ser una costumbre de su tierra, pero Kon no terminó de entender el porqué, ya que, viéndolo de cerca el chacal yacía en el suelo, pero no había muerto. Su respiración entrecortada le recordó a cuando sus "hermanos" se hacían los dormidos - ¿Se estará haciendo el dormido también? - no pudo evitar que una sonrisa aflorara en su rostro.

No tenía motivos para desear la muerte de aquella criatura, así que evitó comentar nada al respecto y alentó a sus compañeros a continuar la marcha.

¿No teneis sed? Deberíamos seguir - mirando a Tsuna preguntó - Y cómo es el nacimiento de la fuente? ¿Es como una charca? Lo que daría por bañarme en una charca...

Tsuna no había participado en el combate, ella no tenía el valor de enfrentarse a aquellos monstruos. Quizás esa era la razón por la cual no había cruzado aquella zona rocosa sola en primer lugar, también influía que ella no había salido a su primer viaje ni estaba preparada para hacerlo, o no lo sentía aun. Quería ver los trece reinos, sí, pero salir al mundo exterior quizás le daba cierto miedo.

-No, no es una charca... La fuente del manantial proviene de una lasca de una escama de un dragón de los lagos de agua dulce- comenzó a contar Tsuna. -Se dice que esta zona está desierta porque antes había un gran dragón de los lagos que habitaba justo aquí, proveyendo a las gentes del desierto de agua fresca y dulce para beber y para sus huertos... Pero por alguna razón el dragón desapareció y solo quedó una pequeña escama. La escama está clavada en una roca un poco más allá- Tsuna señaló unas rocas algo más altas de donde estaban, quizás a veinte metros. -De la lasca de escama mana el agua que desciende hasta el manantial.

Al pequeño ren se le iluminó la cara al escuchar la historia del dragón de agua. Mö había oído historias sobre los dragones... santo cielo, todos las criaturas habitantes de los siete reinos habían oído cientos de historias en las cuales, estos mágicos y enigmáticos seres se presentaban ante los viajeros con propósitos diversos. Poder estar cerca de uno era emocionante. ¿Y si aquella esquirla de escama de dragón les llevaba a su original propietario? La posibilidad de entablar viaje con un drgón hacía que a uno se le encogiese el corazón y se le desbocase la imaginación.

Así, y casi sin darse cuenta, Mö comenzó a dar saltitos de impaciencia. Como si la energía hubiese vuelto a aquel cuerpecillo peludo y escuchimizado envuelta en una ilusión que a menudo se veía soterrada bajo una pesada capa de mal humor. 

- Vamos, pues... - apuró a sus compañeros. Solo veinte metros les separaban de algo fantástico y sin precedentes. - ¿Crees que nos encontraremos más monstruos de estos? Pensaba que esto estaría plagado de ellos.

Lairiel se levantó después de orar a su diosa. La historia de Tsuna sobre la fuente de agua era realmente que daba sentido a la existencia del preciado líquido en un lugar tan inhóspito. Ante las palabras de Mö, hechó un vistazo de nuevo a la criatura que había encontrado, descubriendo con sorpresa que estaba simplemente sin sentido, pese a la herida que tenía. Con cuidado, arrancó un pedacito de su capa con ayuda de un pequeño cuchillo de sílex que llevaba, e hizo una venda improvisada al animal, esperando que se recuperase cuando estuviesen lejos de allí.

-Si estas criaturas son como los lobos de mi país, puede que encontremos otros miembros de su manada. Será mejor que nos movamos cuanto antes y solucionemos este enigma. -dijo con resolución y andando en dirección a la piedra que señalaba la Guardiana.
 

Umi tardó demasiado en reaccionar, y el chacal acabó inconsciente en el suelo de un flechazo de Lairiel, tras un frustrado ataque de Mö. El animal – se negaba a pensar en él como un monstruo – sobrevivió, aunque con un colmillo de menos. Con un poco de suerte no le sería detrimente para sobrevivir en el futuro. Akatsu no estaba tan contento como ella, aun escondiéndose del chacal caído.

Apartándose al animal de la cabeza, Umi escuchó la historia de Tsuna acerca del agua. Tenía cierto sentido, según se lo contaba. Ella no sabía mucho de dragones… No si solo tenía en cuenta hechos demostrables y no ensoñaciones varias… Pero nada de lo dicho le pareció extraño o inverosímil. Tal era el mundo en el que vivían.

- ¿Es posible que hayan robado la lasca? Porque si no está y hay que recuperarla, podemos concentrarnos en buscarla, pero si por alguna razón no funciona… No creo que podamos arreglarla ninguno de nosotros.

Umi sonaba triste, realmente quería solucionar el problema ahora que había empezado aquella “aventura”, y la entristecía que de repente sus opciones se hubiesen visto ensombrecidas por una magia que era incapaz de comprender.

La historia de Tsuna acerca de la creación del manantial enardeció el corazón de Kon, casi como un reflejo del ren se le veía ansioso por llegar, estaban tan cerca del lugar donde había aparecido un dragón que le costaba creerselo.

Wooooah - exclamó cuando hubo terminado de escuchar toda la historia - debemos llegar allí de inmediato, si está tan cerca dudo que nos encontremos nada más total, sólo ha aparecido uno de estos chacales en todo el rato que llevamos viajando.

En su bolsillo guardaba el colmillo del chacal, pero aún no era momento de decidir qué hacían con él, la resolución del misterio era inminente y requería la absoluta atención del muchacho.

Imagina, una escama de dragón...

En su mente, toda suerte de encuentros y aventuras tenían lugar a raíz del hallazgo que les esperaba a pocos metros así que, con el resto del grupo, partió en la dirección indicada por Tsuna, para llegar al fondo de este misterio

Tsuna asintió ante las palabras de Mö, aquel chacal solía ir en manada y era raro que estuviera solo.

-Seguramente es un explorador... Si el resto dan con el pueblo y no estamos para defenderlo, lo arrasarán- dijo con cierto deje de preocupación y tristeza. -Sería un sacrilegio haber robado la lasca- contestó a Umi. -La verdad es que nadie debería robar un don de un dragón, sobretodo porque esta zona sin agua quedará desértica... No vendrá gente y somos el pueblo principal para repostar en medio de este desierto, sin agua no podemos cosechar tampoco.

Los pasos de los viajeros les llevaron al pie de una montaña rocosa más grande, aquella iba a ser más complicada de escalar. -El origen de la fuente se encuentra arriba, hay que subir por las rocas. La verdad es que es un trayecto complicado para que alguien haya robado la escama...- dijo pensativa y trató de subir por las piedras.

-Menos mal que dejamos atrás al chull. No me hubiese sentido segura dejándolo aquí abajo -dijo señalando el cuerpo del cánido.

Miró hacia arriba, tapándose los ojos con la mano del sol.

-Ojalá pronto terminemos con ésto -se dijo a sí misma.

Quizás trepar por los árboles de Faerys fuese fácil, pero la arena y el polvo seco de las rocas hicieron algo más complicada de lo normal la ascensión. Lairiel se había echado el arco a la espalda y bufaba por el esfuerzo y el calor mientras se agarraba a los salientes afilados y ardientes de la montaña. En alguna ocasión una pequeña planta espinosa le arañaba y le molestaba cuando pasaba cerca.

Realmente estaba siendo ardua una tarea que pintaba tan fácil.  En un momento dado paró para descansar, haciendo un alto antes de proseguir y bebiendo un poco más de la cantimplora. No quería agotar el agua, pero aquel calor extremo la hacía sentir bastante floja y acalorada. De hecho, sus mejillas estaban rojas.

El ren estaba acostumbrado a escalar. Todos los ren de hecho lo están. "Demonios... vivimos en árboles" - habría respondido un congénere de Mö si le hubiesen preguntado al respecto. Pero un ren jamás salía de su entorno... de su bosque. Si un ren escalaba bien... trepaba de rama en rama y de árbol en árbol es precisamente porque conocen como la palma de la mano este. Del mismo modo que un urbanita sabe a dónde conduce cada calle o igual que un pez entiende las corrientes oceánicas instintivamente. Pero trepar por la pared de roca no tiene nada que ver con balancearse entre las tupidas arboledas de Faerys. El sofocante calor hacía sudar los dedos y la tracción mermaba peligrando la eficiencia del agarre.

Aún así Mö avanzaba. No sin esfuerzo pero avanzaba.

- ¿Un sacrilegio...? - preguntó sorprendido a las afirmaciones de Tsuna. - De ser así sería mucho peor que un sacrilegio. Supondría el fin de vuestro asentamiento y una dificultad añadida a los viajeros que decidiesen cruzar estas tierras sin lugares en los que proveerse de agua y víveres. 

La voz del ren salía a borbotones... acompasada por la respiración agitada fruto del ejercicio intenso.

- No entiendo cómo no hay un destacamento que vigile la escama con cierta regularidad. Es demasiado importante como para dejarla ahí y pretender que nadie la toque. Algo tan valioso...

Mö no deseaba ser agorero y por eso acabó de hablar sin que la frase augurase la peor de las resoluciones. Pero un movimiento casi involuntario de su cabeza, negando, dejaba clara que la cosa no terminaba de pintar bien a ojos del hombre-simio.

Seguro que hay una explicación - djo Kon mientras alzaba la mirada por la escarpada pared deteniéndose en lo más alto - y debe estar ahí arriba, así que... - se escupió en ambas manos, como si eso mejorara su adherencia, e inició presto la escalada. Se había colado alguna vez que otra por las ventanas de edificios abandonados (y no tanto) y el tacto de la roca no le resultaba extraño, incluso le pareció más sencillo que agarrarse a los escasos asideros de una pared. 

Lairiel tiene razón... no me hubiera gustado nada tener que dejar aquí al Chull.

Subió rápidamente, cuanto más cerca estaba de su objetivo más prisa tenía por alcanzarlo.

“Precisamente porque es tan importante” – pensó Umi, para sí – “es la razón por la que alguien la robaría. Esa lasca no tiene precio para los aldeanos, así que si alguien se apropia de ella podría conseguir casi cualquier cosa de ellos.”

Pero no dijo nada. Seguía pensando que un robo era lo mejor que podría pasarles, no veía cómo podrían reparar ellos la magia de un dragón, si es que se había “estropeado” de alguna manera.

Lairiel comentó la suerte de haber dejado al Chull en la aldea, lo cual llevó a Umi a pensar en cómo iba a subir Akatsu con ellos. Porque estaba segura de que no lo iba a dejar allí abajo ni en broma. Por suerte, ser granjera servía para algo más que para mantenerse en forma. Recordó el fardo-mochila que su madre se hacía para cargar con ella… No recuerdos exactos de aquello, sino de conversaciones posteriores. Recordó haberse hecho unos fardos semejantes para llevar a su muñeca. Así que sacó una de la mochila un abrigo que usaba en el desierto por la noche, y lo usó para hacerse un hatillo en el que colocar a Akatsu y cargarlo a su espalda como una mochila.

Al Kitsune no le gustó mucho la idea, pero Umi era testaruda y mandona, y el animal pronto descubrió que no la iba a disuadir, así que dejó de patalear. Ahora solo quedaba trepar.

Por suerte las rocas eran escarpadas, y aunque no era precisamente un paseo por el parque tampoco era difícil encontrar asideros y ascender poco a poco, con la cabeza del Kitsune sobresaliendo por su hombro, de vez en cuando lamiéndole la oreja.

- Exactamente – comentó a lo que había dicho Mo – Está bien esto de que tocarla sea un sacrilegio, pero siempre hay desaprensivos a los que no les importan esas cosas, ni arruinar la vida de a quien roban.

Al llegar arriba encontraron una pequeña cueva, a la que Tsuna no dudó en entrar. Subir no les había supuesto casi un reto, era algo fácil. Pero de querer robar algo valioso como eso, la gente lo hubiera hecho con dificultad. ¿No eran los dragones enormes? La lasca quizás era demasiado grande como para llevar sin más con ellos.

-¿Por qué íbamos a vigilarla?- preguntó a Mö sin comprender. Para ella estaba claro que no tenían por qué mandar a nadie allí arriba, más cuando aquella escama de dragón era un milagro dado por los dragones. Nadie iba a robar algo donado por los dragones, sería enfadarlos o algo peor. 

Tsuna entró y miró asombrada lo que había dentro de la cueva. Frente a ellos había una pared de roca enorme y en medio de ella, del tamaño de una carreta de las grandes, de las que tenían que ser tiradas por cuatro bestias, había una especie de piedra preciosa aguamarina. Aunque se encontraba sólida y congelada. La guardiana corrió a tocarla y enseguida apartó las manos, mirando con frustración aquella maravilla, que llenaba la estancia de un brillo azulado.

-Es esto...- dijo con pena, señalando aquel trozo enorme de hielo y magnifico. Una maravilla que se conservara helado con el calor que hacía. -Pero está congelada. La escama no debería estarlo. Al tocarla era líquida, fluida... Era el agua misma...- una lágrima de tristeza recorría su mejilla.

La montaña no era muy grande, pero la calor y lo escarpado del terreno dificultaron las cosas un poco a la semielfa. Finalmente, llegaron a la cima y una oquedad que daba al interior de una pequeña caverna. Siguió los pasos de Tsuna, refrescada por la ausencia de luz, al menos en la boca de la cueva, porque más adelante una especie de luz azulada iluminaba desde el otro extremo contrario.

Era precavida por naturaleza, pero la determinación y confianza de la sacerdotisa hizo que se relajase. Además aquel lugar tenía un aire muy distinto. Para empezar una suave pero ininterrumpida iluminación permitía ver con claridad el interior. Después, la temperatura no sólo era inferior al exterior, sino que realmente hacía frío allí dentro, como si estuviesen en otro lugar muy lejos de aquel desierto. Además las paredes brillaban como si alguien hubiese decidido adornar aquel lugar y hubiese rociado de polvo de estrellas paredes, techo y suelo. Tocó con cuidado con la uña una de aquellas luces de las paredes, que resultó estar helada y se quedó adherida al dedo un instante, para enseguida deshacerse en forma de líquido. Lairiel lo tocó con la punta de la lengua.

-¡Es agua helada! -dijo asombrada, mirando a sus compañeros y la guardiana.

Miles de gotitas del preciado elemento estaban condensadas por la humedad y el frío que exhudaba aquella enorme gema azulada, que resultaba ser la escama que estaban buscando. La radiación mística de aquel obsequio de dragón había congelado el mismísimo aire y miles de partículas de hielo como gotas de arena se alojaban en las heladas paredes de roca.

Sin embargo, la enorme piedra helada la dejó muda de verdad. Era realmente hermosa. Nunca había visto nada parecido en su vida. La hubiese tocado, pero como Tsuna era renuente a hacerlo, se abstuvo también.

-Lo siento, Tsuna. Ahora entiendo. Nadie podría robar algo así.

Se puso las manos en las caderas, mirando la colosal escama e intentando pensar en algo que ayudase:

-Imagino que no tendréis ninguna ceremonia para honrar la ofrenda del dragón, ¿verdad? Mmmm.... -los ojos castaños de Lairiel se iluminaron de repente y tocó a Tsuna en el hombro para llamar su atención- igual suena una tontería... pero... si es como los ríos de mi país natal, puede que la superficie esté helada pero debajo de ella igual aún hay agua... puede que si somos capaces de romper la capa externa podamos hacer que brote agua otra vez...

Umi se quedó muda ante la visión de la escama. Instintivamente trató de detectar su magia, y aun a varios metros de distancia notó su poder. Era preciosa y muy poderosa, tanto que no sabría decir cuánto, igual que nadie sabría decir que tan grande era el cielo.

Lairiel sugirió romper la capa exterior para descubrir si por dentro seguía siendo líquida. La idea no era mala, pero Umi seguía sin estar segura de nada. Algo como aquella escama escapaba a su comprensión, y tampoco quería liarse a martillazos con ella. ¿Y si la dañaban? ¿Y si se había congelado toda ella y la rompían en mil pedazos?

- Esto es lo que me temía. – Susurró Umi, temerosa de alzar la voz ante aquel prodigio – Por eso dije que casi mejor que la hubieran robado. No tengo ni idea de cómo empezar a arreglar una magia como esta…

No tenía hechizos en su repertorio capaces de derretir un hielo como aquel. El hechizo de la estrella fugaz… quizá… pero era extremadamente agresivo, no quería atacar la escama.

- No estoy segura de que podamos simplemente quitar el hielo – explicó a sus compañeros – Si se ha mantenido helada durante varios días en el calor del desierto, es probable que por alguna razón ella misma esté generando este frío y el hielo solo sea una consecuencia. Pero al menos deberíamos intentar lo que ha sugerido Lairiel, si alguien ha manipulado la magia de la escama, o ha sido un accidente casual, a lo mejor se limita a la capa de hielo que la envuelve. Aunque en vez de “romper”, ¿Podríamos intentar derretirlo primero? Con un fuego o algo. No quisiera emplear métodos muy agresivos con la escama… Por si se rompe, o por si se defiende.

A pesar de que los ren son simios parlantes, no es del todo raro escucharles proferir leves sonidos simiescos. Lo hacen cuando están nerviosos o confundidos... cuando algo les perturba o simplemente son el equivalente a las murmuraciones de los humanos. Si alguien preguntase a un ren porqué hace esos sonidos o qué significan probablemente su respuesta sería; "¿Qué sonidos...?".

Pues así estaba Mö... murmurando aquí y allá mientras se movía alrededor de aquella gema en busca de no sabía muy bien qué. Todos sus compañeros parecían ofrecer teorías más que válidas. Romper el hielo para dejar que volviese a fluir el agua en su interior o calentar la gema resultaban opciones potencialmente eficaces. Salvo por la circunstancia de que el ambiente se encontraba irremisiblemente impregnado de un sofocante calor que a buen seguro superaría los cuarenta grados aún a pesar de la confortable sombra que ofrecía aquella gruta. Si con ese calor el hielo no se derretía era de esperar que tampoco le afectase una simple fogata.

- Supongo que es cuestión de probar... - aseguró el ren a la vez que desenvainaba de un solo movimiento su hoja y golpeaba con fuerza el cristal helado.

La imagen de la escama congelada había fascinado a Kon, apenas era consiciente de lo que le rodeaba mientras la admiraba con los ojos como platos. Ni el sofocante calor, ni la escarpada roca que habían tenido que trepar... nada existía, sólo la belleza que podía contemplar en aquella pequeña gruta.

Estaba inusualmente callado, como si la presencia de la escama lo hubiera vuelto mucho más tranquilo, mucho más solemne. Hasta que la estocada de Mö le hizo salir de su ensimismamiento.

¡No! ¿¿Y si se rompe?? - corrió hacia la forma congelada de la escama, para ver en qué había resultado el golpe del ren - Yo... no sé... me parece que sólo está triste, aquí, sola tantos años... - girandose hacia Tsuna le preguntó - porque nunca habías venido hasta aquí, ¿no? Puede que eche de menos a las personas, yo lo haría... ¿a quién no le gusta estar rodeado de amigos?

Colocando una mano sobre el frío hielo, justo dónde había recibido el impacto, habló directamente con la escama - No tienes nada por lo que preocuparte, yo seré tu amigo - declaró con una de sus mejores sonrisas, que había recuperado tras compadecerse de la pobre escama.

Al golpe de Mö la escama ni siquiera sufrió un arañazo, aunque Tsuna gritó abriendo mucho los ojos ante eso. Para ella la escama era sagrada y no debía maltratarse, al fin y al cabo era un regalo. Al menos con el golpe del ren comprobaron que no solo una capa de hielo recubría a la misma, la verdad es que estaba realmente congelada. Mö sufrió las consecuencias de la dureza en su mano, que se resintió.

-Nunca salí de Ossecina- murmuró Tsuna ante las palabras de Kon, sintiendo una punzada de culpabilidad. Nunca pensó que aquella escama se sintiera sola, pero era comprensible.  -Lo siento...

La magia de Kon no fue suficiente para fundir aquella escama, pero esta vibró bajo sus dedos cuando la tocó. Al parecer agradecía más un trato amigable que ser acuchillada para tratar de romperla. Como Umi pensaba la magia de los dragones era algo que estaba por encima de su comprensión.