Partida Rol por web

El chico parecía arrepentido. ¡Y solo por coger algo que había encontrado! Ni que lo hubiera robado.

-¿Y estaba tirado por el bosque? ¿O lo encontraste en una especie de altar con forma de reloj de sol? -preguntó Kivo mientras masticaba.

Si estaba tirado por ahí, es que alguien lo había sacado de su sitio. ¿Quién y por qué? Y si no era eso, bueno, solo había que ir a devolverlo a su sitio.

No me cuadraba algo, sencillamente no me cuadraba algo...Kivo acaba poniendo voz a mis pensamientos, pues por mi cabeza estaba pasando exactamente lo mismo. Dejo el asunto romántico del chico para segundo plano pues distaba mucho de interesarme... Cosas de antroponeko, el apego sentimental no es emocionante, cazar pelusas si. O dormir una siesta. O meterse en cajas de tamaño reducido. El amor estaba sobrevalorado. 

Me acerco al chico esperando su contestación, con la pupilas dilatadas de gatico. Mirada de intriga.

El joven asintió a las palabras de Hamo, sonrojándose. Fue paseando por el bosque y pensando qué regalarle a aquella chica tan especial que encontró el reloj.

-No, no vi ningún altar. Estaba tirado en el suelo, pensé que alguien lo habría perdido y tras ver que nadie lo reclamaba, me lo quedé... ¿Hice mal, verdad?- miró a los Viajeros, aun sintiéndose culpable. -Agradecería vuestra ayuda- dijo ante la sugerencia de Hamo y volvió a disculparse con una inclinación hacia los Viajeros. -De verdad que no deseaba tomar lo que no era mío, no lo hice con mala intención. 

 La mujer se acercó sonriente.

-¿Qué tiene de especial ese objeto, jovencitos? Porque si necesitaban un reloj de arena, tengo uno en casa que quizás os hubiera servido...

Así que lo había encontrado. ¿Quizás algún otro había retirado el reloj de sol del pedestal, y lo dejó caer cuando se vio sorprendido? ¿O simplemente lo dejó tirado? Si pretendía hacer daño deliberadamente a la aldea, habría escondido el objeto para que Ora nunca se recuperara. Para la mente analítica de Hamo no tenía ningún sentido.

- Hmmm - meditó, con la mano en la barbilla - Ni los más ancianos del lugar conocían la existencia del lugar que encontramos nosotros, ¿quizás sea nuevo? Anciano, disculpe, en esta aldea deben de conocerse todos, ¿sabría decirme si ha pasado por aquí algún desconocido, alguien que se quedara unos días y recorriera el lugar? ¿Quizás con un carro y mucho equipaje?

Dastan trató de animar al mozo. —Fue un acto de amor, así que no te preocupes, no lo hiciste con mala intención ni lo querías para tí. Aunque los objetos valiosos suelen tener un dueño. 

O en este caso, un lugar al que pertenecen.

—Mi señora —respondió a la anciana—. Hace unas horas encontramos en el bosque un reloj de sol. Era muy extraño y no proyectaba sombra. Parecía mágico, pero estaba incompleto. Le haría falta algo como lo que encontró este muchacho en el bosque. Tenemos la intención de devolverlo por si acaso ayuda a devolver la normalidad a su poblado. 

La sinceridad por delante. La gente merecía saber que pasaba. —Aunque lo raro es que no lo encontró en el reloj, sino desperdigado por ahí —Dastan creía al muchacho, parecía arrepentido y deseoso de ayudar. 

Relajé la mirada ante la declaración del muchacho. Al parecer, él no había robado el reloj. Pero alguien lo había hecho y había perjudicado a esta pobre gente. Cruzo los brazos, entrecerrando los ojos con las pupilas en vertical. Hamo podía ir por buen camino, si los del pueblo no sabían del reloj... Aunque eso me parece raro.

- No me cuadra que absolutamente nadie del pueblo sepa nada del reloj... A menos que haya aparecido de pronto, el lugar no está tan alejado de aquí, ni es tan recóndito. 

-Sí, es muy raro. ¿Cómo puede ser que lo encontrarámos nosotros sin problemas y por casualidad y nadie más sepa de ese sitio? -se rascó la cabeza.

El asunto era muy raro. Ahora quedaba decidir si comprobar que de verdad ese reloj de arena que había encontrado el chico de Ora encajaba donde creían, o desentenderse.

Kivo meditó y preguntó a su compañera interior. ¿Me estás llevando por este camino? ¿O, por el contrario, debo tomar otro? La respuesta, como siempre, era difusa y poco clara. Un oobi en su viaje de la semilla nunca parecía saber exactamente cuándo el camino que tomaba era de su elección, o de su compañera, o de ambos a la vez. Algunos decían que simplemente había que caminar, porque al final, por un motivo u otro, la semilla parecía encontrar su sitio.

-Creo que deberíamos probar a llevar este cacharro y colocarlo en su sitio. ¿Es demasiado de noche? Si estáis cansados podemos ir mañana.

Dastan meditó. 

—Hay algo de luz en el cielo... yo iría ahora mismo. O si no mañana a primera hora. 

Cuanto antes supieran si el pequeño reloj servía para arreglar el grande, mejor se sentiría.

—O espera... mejor mañana por la mañana, ahora no podemos saber si lo de las sombras funciona. 

-¡Es verdad! Sin sol, imposible saberlo. Además, así Sasha puede dormir a gusto.

Estaba de acuerdo en lo de ir a por el reloj, pero más de acuerdo estaba con la idea de llevarlo ya mañana. Sería verdad eso de que sin sol no había nada que hacer, pero sobre todas las cosas yo estaba cansada.

- Mañana, claro que si - digo inmediatamente. Esperaba que no muy temprano, no me gustaba madrugar, siempre que fuera posible. 

- Estoy de acuerdo - dijo, cogiendo su zurrón lleno de herramientas. Parecía dispuesto a cumplir con su palabra con el enamorado - Mañana a primera hora, con los primeros rayos del sol, nos vemos aquí abajo, desayunamos, y vamos a ver qué tiene que ofrecernos ese lugar... ¿alguien se quedó con la localización?

No lo habían apuntado en ningún mapa, pero dudaba que el bosque fuera demasiado grande.

El resto de la fiesta fue divertida y tranquila. Comieron, bebieron y bailaron todo lo que los Viajeros quisieron. El joven quedó con la promesa de un mejor objeto para poder regalar a su amada y pidió de nuevo disculpas por haber tomado lo que no era suyo. Había muchos interrogantes conforme al reloj de sol que habían encontrado los Viajeros. ¿Acaso nadie de la aldea lo había visto nunca? De ser así, ¿por qué aparecía ahora? ¿Y cómo había salido esa pieza de su lugar, el pequeño reloj de arena dorado?

Al día siguiente el posadero les puso un desayuno copioso sobre la mesa, con gran parte de lo que había sobrado la noche anterior de la fiesta. Aun le quedaba algún excedente de comida en su bodega, qué mejor que usarlo para que sus huéspedes tuvieran una agradable estancia.

Quien durmiera en la habitación contigua a la del joven artesano estaba seguro de que Hamo no había dormido apenas durante la noche. Al final de los festejos, había desaparecido misteriosamente, y a través de la puerta de su habitación se escucharon sonidos de pequeños martillazos y olor a quemado. Quizás se había inspirado por la historia de amor juvenil del joven, o quizás quería demostrarles a todos de lo que era capaz.

Pero por la mañana apareció como una exhalación, con la mirada brillante y el pelo alborotado. Estaba pletórico, como si los divinos dioses del metal y la forja hubieran bajado a coger sus manos y trabajar. Farfullando algo parecido a buenosdiasenseguidaacabo cogió algo de comida en las manos, pan, huevos y carne, y subió nuevamente a su cuarto.

Para variar, Kivo durmió como un tronco, despreocupado y a pierna suelta. No tardó nada en caer rendido, con las emociones del día y el estómago lleno. Pero la gran cena del día anterior no le hizo perder su acostumbrado apetito. Saludó en la sala, agradeció el desayuno, y se puso a comer con ganas, catando de todo y repitiendo.

-Hay que coger fuerzas para este día -se excusó sin necesidad, como si el paseo por el bosque que iban a hacer fuera muy diferente de sus jornadas de viaje de siempre.

Había mucha comida, y Dastan iba a comer de todo, pero lo haría con calma. Para que no le sentara mal, podían tener por delante un día muy largo. 

Estaba un poco dormido, debido a los ruidos que habían venido de la habitación de Hamo. Aún así, no le iba a decir nada pues sabía a que se estaba dedicando.

—Espero que podamos volver a encontrar el lugar. Será cuestión de hacer la misma caminata que ayer. Con un poco de suerte no nos encontraremos criaturas esta vez. 

Había dormido mucho, pero para un antroponeko nada es suficiente. Legañosa y con cara de cansancio, me encamino para encontrarme con el abundante banquete de desayuno, lo cual me hace ronronear. La pereza del día que nos esperaba era grande, pero me había comprometido... Ya tendría tiempo de dormir la siesta, cuando resolvieramos el misterio del reloj y tuviera ya un anécdota que contar a padre. 

El objeto de mi desayuno son los alimentos que fueran a base de carne, que los engullo. 

- Feguro que fi....- y hablo con la boca llena, hablando con dificultad - Afasdfag se gafasdfadfasdds  - el resto es ininteligible, hasta que trago - Partamos cuanto antes, o se me hará tarde para la siesta de media mañana.

Los Viajeros partieron de nuevo hacia el bosque, en busca de aquel extraño reloj de sol. No tardaron mucho en dar con aquel extraño reloj de sol. Comprobaron de nuevo que no se movía la sombra, ni un ápice. El reloj dorado encajaba perfectamente en el hueco que habían visto y en cuando fue devuelto a su lugar, algún tipo de engranaje comenzó a moverse. Los Viajeros habían activado un mecanismo que hizo que el reloj volviera a entrar en la tierra, como si hubiera emergido por alguna extraña razón, pero aquel no fuera su lugar.

Eso explicaría porqué ningún aldeano lo había visto nunca. Las razones por las cuales aquello había aparecido en medio del bosque eran extrañas, lo único seguro era que al pararse aquel reloj que se encontraba en la tierra, todo en el pueblo se había como congelado. Ninguna fruta maduraba, ni siquiera las flores se abrían. Era como si el tiempo no pasara por ellas. ¿Habría vuelto ya todo a la normalidad?

Al final, después de un paseo por el bosque, esta vez sin accidentes, los cuatro compañeros pudieron llegar al reloj y... y meter el reloj de arena dentro del de sol.  

—Espero que hayamos obrado bien al traer el reloj aquí... volvamos y veamos que ha pasado. 

Dastan estaba deseoso de comprobar si su acción había tenido buenos resultados. Apreciaba a la gente de Ora y quería ayudarles, ser tan generoso como habían sido ellos con los alimentos. 

Camino con mis compañeros de vuelta al bosque, entre bostezos y caras de pereza felina. Sabía que teníamos que hacer esto, pero en casa suelo dormir hasta tarde y hoy habíamos madrugado para hacer esta pequeña incursión. Sin embargo, mis sentidos se activan cuando volvemos a encontrar el reloj y al insertar el de arena, todo parece funcionar de nuevo. Eso me hace dar un par de palmaditas.

- Seguro que ya todo va bien... Aunque... - digo pensativa - Alguien ha tenido que sacar el reloj grande de la tierra... Quizá algún hechizo para fastidiar a estas pobres gentes - era una teoría que ya se barajaba, pero todavía no tenía respuesta.