Partida Rol por web

La buena mujer se despidió, maravillada del regalo que habían traído los viajeros. El don de hacer crecer flores y que maduraran. Ella ya tenía la esperanza de que ello ayudara a todos los campos que seguían con frutas sin madurar, pero Kivo fue prudente y se negó a tal pedido. La mujer no pudo sino mostrar su decepción en la cara, al parecer aquel problema no era tan fácil de solucionar como pareciera de primera mano.

La posada tenía nada más entrar una taberna, con varias mesas dispuestas y una barra impoluta con banquetas delante de ella. Había unas escaleras que debían subir al piso superior, donde se encontrarían las habitaciones. Pero no había nadie en el lugar, al menos a la vista. Vieron un timbre que al llamarlo saltó de detrás de la barra una persona peculiar. Un hombre bajito y rechoncho comenzó a reír de júbilo al ver a los viajeros.

-¡Bienvenidos a la Calabaza sonriente, viajeros!- dijo efusivo. -Espero que vengan a alojarse y pasar unos días con nosotros, comprobarán porqué somos el lugar más acogedor de toda la comarca.

-Espera aquí un momento -le dijo Kivo a Mike, y luego entró en la posada. El sitio era acogedor y el posadero que apareció como un resorte parecía amable-. ¡Hola, señor! -saludó con una rápida inclinación de cabeza.

¿Un día? ¿O más? En principio, la idea de Kivo era descansar lo que quedaba de la jornada. Lo que trajera el mañana, mañana se vería. ¡Un viajero no hace planes!
 

Dejaron a Mike en la puerta de la posada, pero tomaron la carga para que el animal no tuviera que esforzarse más de lo necesario. Luego los cuatro entraron en el lugar donde fueron prontamente recibidos —Saludos, amable señor —Dastan todavía estaba algo fuera del agua en las situaciones sociales— venimos al menos por un día pero... ¡qué vacío está esto! ¿Nadie viene a la taberna? ¿Podría ser por causa de lo que nos han dicho que nada madura?

La curiosidad podía más casi que la cortesía. Casi, pero Dastan estaba deseando ayudar a los aldeanos y, sin saber nada de lo que causaba los problemas, poco podían hacer.

Aquella taberna no tenía nada que ver con las que había en su pueblo natal. Todo estaba demasiado limpio y silencioso. Él se había acostumbrado a sitios ruidosos, donde las bebidas compartían espacio con los vendedores y los parroquianos discutían sobre qué producto o descubrimiento de la última temporada era el mejor. La paz de aquel lugar le incomodaba, y un escalofrío recorrió su espinazo al pensar cómo todo un pueblo dependía de sus cosechas. Al fin y al cabo, ¿no dependía Havertys del comercio? Esto hizo que el joven Hamo se sintiera identificado con aquellas buenas gentes, pero se mantuvo en silencio mientras Dastan hablaba.

Para cuando llegamos a la taberna, mis bostezos eran más que sonoros. Ya tengo los ojos medio entornados y aquello parecía desierto, ni siquiera había pasadero.

- Creo que no puedo más...- comienzo a decir, rindiéndome al sueño, sentándome en una silla y descansando la cabeza en mis brazos, cuando tocan al timbre y aquel hombre salta de la nada. No puedo evitar dar un bote yo en la silla, con los ojos como platos. Era un reacción natural en mi raza, movimiento bruscos, igual a toda mi atención. 

Los compañeros comienzan a preguntar la causa de la taberna vacía, aunque quizá hubieran mas personas arriba. En cualquier caso, yo solo quería. 

El hombre sin perder su cálida sonrisa, asintió varias veces a las preguntas de Dastan.

-Precisamente, todas las reservas que tenía se han visto anuladas a última hora al no celebrarse el festival. Sin duda muchos de los habitantes de Ora están deprimidos ante este fatal evento. Yo, la verdad, es que pienso que cuanto peor es el día, más debemos sonreír- y el anciano abrió más su boca faltante de algún diente que otro, sonriendo alegre y pletórico. -Es por ello que sería un honor que se quedaran varios días, Viajeros. Tengo los almacenes llenos de comida y bebida que se echará a perder si no damos uso de ello. Pensaba invitar a todos los habitantes del pueblo, que como ven no es muy grande.

Miro como Sasha se dormía de cualquier forma y no pudo sino soltar una sonora risotada. -Pobre... ¿Eres un antroponeko, verdad? Una vez conocí a uno como tú, se pasaba el día durmiendo al sol. Se desperezaba para comer y luego volvía al mismo rodal a dormir... Puedo prepararos una habitación donde alojaros todos, la más cómoda que tengo.

Kivo escuchó atentamente al posadero. La verdad es que era una pena haberse quedado sin fiesta. ¿Y toda esa comida que se podía echar a perder? Una catástrofe. Pero el oobi se relamió pensando en la comilona que se iba a pegar en cuanto tuviera ocasión.

Sasha ya no podía ni sentarse un minuto sin que se le cerraran los ojos. ¡Pobre! Sin duda era un buen momento para coger habitación y descansar.

—Nos vendría bien una habitación. Estaremos aqui algún tiempo —dijo Dastan mirando a sus compañeros por si alguno precisaba la cantidad de tiempo. Él quería quedarse allí para averiguar que pasaba con la cosecha.

—Invitar a la gente del pueblo sería buena idea, pero también guardar algo por si vienen mal dadas —que nada madurara no podía ser bueno. ¿Qué pasaría? El posadero no les había dicho nada.

Quizá era que no sabía nada, si lo supiera, estaría haciendo algo. 

Se quedarían para intentar encontrar respuestas. Hamo asintió con fuerza ante las palabras de Dastan. ¿Cómo podían irse de allí sin intentar al menos hacer todo lo posible? Esa gente había sido tan amable, y se enfrentaban a las adversidades con una sonrisa, ¡tenían más espíritu que muchos convecinos suyos! ¡Muchísimos! Esa convicción hizo que incluso se olvidara de su dolor de pies, aunque probablemente un poco de linimento le vendría que ni pintado.

- Además, podríamos aprovechar que la gente se reúna para obtener más información - añadió, siendo práctico.

A pesar de la somnolencia, sonrió cuando el posadero me dice que ha conocido a otro como yo. Siempre es gustoso escuchar a hablar de los de nuestra raza. La mayoría son familiares o conocidos. El lugar de donde vengo no es precisamente muy grande. 

- ¿Cómo se llamaba ese antroponeko que dices? - pregunto, con todo el interés que puedo, pues no paro de bostezar y me pican los ojos de sueño. Los rasco con la manga de mi vestido- Me da mas sueño oír hablar de rodales sal sol...- otro sonoro bostezo.

Coger ya un cuarto era la mejor opción. No veía la hora.

-Claro, por supuesto, seguidme y os mostraré la habitación más cómoda que tengo- dijo el posadero dirigiéndose hacia las escaleras para llevarles hacia el piso superior y mostrarle sus habitaciones. -El comercio nos va bien, joven, el problema es que no podremos celebrar el festival. Al parecer cuando sacas las verduras de la zona del pueblo, estas maduran rápidamente, como si quisieran retomar el tiempo perdido. Algunos dicen que Ora ha sido embrujado por un hechicero poderoso, pero yo no lo creo.

Hiroshi abrió a los viajeros una de las puertas del piso superior y les mostró una amplia habitación bien iluminada. Dentro había una litera y dos camas que parecían bien cómodas y mullidas. Sobre el suelo una piel de algún tipo de bestia enorme cubría los tablones a modo de alfombra.

-El nombre del antroponeko...- el hombre se quedó pensativo, dejando que entraran y se acomodaran. -¿Tenten puede ser? No recuerdo bien, tengo un problema para retener los nombres- el posadero soltó una carcajada y se frotó la calva, tratando de quitar importancia a su mala memoria. -Como sea, esta es vuestra habitación, espero que la disfrutéis. Estoy abajo si necesitáis algo, tengo que preparar la comida para cuando vengan los vecinos.

Subir los peldaños ascendentes se me hizo kilométrico. !Qué dura era la vida cuando no podáis dormir siesta! Pero así lo hice, sin prisa, pero sin pausa...Mientras el posadero nos obsequiaba algo más de información de lo que estaba pasando en aquel pueblo.

- Embrujo es lo que sospe...- interrumpo la frase con un sonoro bostezo - Sospechaba, perdón - me froto los ojos, que a estas alturas de mi cansancio deben estar lagañosos. - ¿Quién podría querer fastidiaros así? - pregunto al posadero con curiosidad.

Abro los ojos, ronroneando, cuando nos abre la puerta y tengo ante mi hocico aquella habitación. Rápidamente voy a ocupar unas de las cama individuales, pegando la cara al almohada y dejando mis cosas de cualquier forma por ahí.

- !adf adfn ñeire ler adsfasmo! - contesto al posadero ante lo que me dice el antroponeko y su mala memoria. Que no se entenderá nada de almohada para fuera, pero que para mi suena muy claro "!A mí me pasa lo mismo!". Lo cierto es que no conocía a ningún Tenten...Era raro.

Mientras ascendía los peldaños Hamo escuchó atentamente la historia del posadero. Si lo que decía era cierto, parecía más que evidente que sufrían algún tipo de maldición. Hasta que había conocido a sus nuevos compañeros, el joven artesano se había mostrado algo receloso en cuanto a la existencia de la magia se refería, pero Kivo le había demostrado que era real y tangible. ¿Qué otra cosa podía afectar a la flora de una zona si no? ¿Algún tipo de plaga?

- Kivo, tú conoces las plantas mejor que ninguno de nosotros, ¿querrías acompañarme luego a echar un vistazo a los huertos? Tengo curiosidad por saber si lo que aquí sucede no es mágico, sino natural.

Los cuatro siguieron al posadero, Hiroshi, hasta la habitación que les había prometido. Allí podrían descansar todos. También les confirmó algo curiosísimo, las frutas y verduran maduraban fuera sin problemas. 

—¿Un hechicero poderoso, existe algo así por aquí? Si no lo cree, ¿qué ha podido ser?

Shasha se abalanzó sobre una de las camas. Dastan lo entendió, si necesitaba tanto una siesta... tenía que descansar. A partir de entonces harían paradas regulares para que estuviera más despierta cuando la necesitaran. También sospechaba del embrujo.

—Podríamos salir a dar una vuelta, sí... —respondió a Hamo. Quizá podrían descubrir algo. 

-Algunas estaciones son más generosas que otras. Pero es muy raro que las cosechas no germinen solo aquí, ¿no? -dijo Kivo sentado en el borde de una cama-. Yo también quiero ver qué pasa. Podemos dar una vuelta y mirar -saltó al suelo con ánimo.

Los compañeros se ponían en movimiento. Eso me hacía sentir pena...Pena porque aquella cama era muy cómoda y pedía una SIESTA a gritos. Me sentí levemente decepcionada, pues Dastan me dijo que podría descansar cuando gustase... Pero tampoco voy a quedarme aquí sola. Padre me regañaría cuando se lo contase. Porque querría que le contase todo con pelos y señales, aunque luego se olvidase de todo lo contado, al encontrar cualquier pelusa por casa.

- Jo...- hago un leve puchero, y me levando de forma rezongona de aquel lecho. Los ojos a medio cerrar y levemente encorvada la espalda del cansancio.- Vayamos...

El paseo por los alrededores de Ora fue tranquilo. Aunque veían lamentarse a las gentes de aquel lugar y eso les entristecía, no podían celebrar su festival. Seguramente la comilona de aquella tarde-noche compensaría las penas de no tener unas frutas maduras. Los huertos estaban intactos al estudiarlos. Los tomates estaban verdes, sin tomar ese rojo que indicaba que estaban deliciosos y listos para comer. Lo mismo pasaba con las frutas. Más allá en una mata había unas fresas pequeñitas y blancas, sin haber cambiado el color. Era como... Como si el tiempo no pasara por ellas. Porque las plantas estaban espléndidas y sanas.

Esto se veía en todos los campos de cosecha que estaban dentro de los límites de Ora, al retomar al camino las plantas silvestres estaban madurando y dando sus frutos, como siempre. El único lugar donde parecía no ocurrir esto al dejar los límites era en el bosque colindante al pueblo. Los pinos y demás árboles del lugar se veían con sus frutos sin madurar tampoco. Es allí donde os topasteis con un chacal de los bosques.

Estas bestias en solitario eran débiles, por lo que normalmente atacaban en grandes grupos. Se decía que hordas de ellos podían destruir ciudades enteras.

Dastan había visto que Sasha les seguía. Había supuesto que la joven antroponeka se quedaría durmiendo, pero ella decidió seguirles. Y eso que sólo iban a dar una vuelta por el pueblo, o por los alrededores. Se lo agradecía, pero no tenía palabras para ello.

La investigación les llevó a un bosquecillo cercano en el cual pasaba lo mismo que en Ora. Dastan empuñó su tridente, había aparecido una extraña criatura...

Su teoría se había ido a pique en cuanto analizaron las plantas y huertos de Ora: todo estaba en perfectas condiciones, y la idea de un hechizo maligno que afectara sólo a esa población cobraba más y más fuerza cada vez. No le gustaba nada a Hamo, ya que no sabía cómo enfrentarse a conjuros y sortilegios. Él sabía de mecánica, de fuego y metal. 

Sin embargo sus pensamientos fueron interrumpidos en aquel bosquecillo, cuando esa bestia salvaje apareció de improviso. Dando unos rápidos pasos hacia atrás, sacó su nueva y flamante ballesta, cargando un virote con celeridad. Sí, la maquinaria fluía correctamente. Había sido una buena elección.

¡Un chacal! Estaba absorto estudiando las plantas verdes y no se esperaba ese encuentro. Con suerte auyentarían a ese animal. Pegó un salto y se puso en el frente al lado de Dastan, con su bastón en las manos.