Partida Rol por web

—Sí, creo que deberíamos subir. Llevo todo el tiempo hablando y tratando de encontrar a la gente que puede haber entrar al castillo. No somos ladrones ni invasores, así que podemos subir sin miedo. Estamos atrapados en este mundo de los sueños y debemos encontrar a alguien que nos diga como es este lugar. 

Y así, con voluntad, se lanzó a seguir las huellas y subir las escaleras, buscando a lo que parecía el único habitante del castillo. 

Y los viajeros encontraron lo que buscaban, menos Kivo que tenía demasiado miedo como para centrarse en la flor. Tras caminar unos metros y adentrarse en el cementerio, vieron un rodal donde crecían un montón de flores blancas. La Gloria Coronada de la Mañana parecía brillar en aquel paisaje de desolación y oscuridad, demostrando que incluso en un sitio así podían encontrarse cosas bonitas.

El problema era lo que había en el centro del claro. Una especie de huevo reposaba, estando cubierto alrededor de todas las flores. El huevo no se parecía a nada que hubieran visto antes los viajeros. Cuando se fueron a acercar Rizzo extendió un brazo para frenar al resto, de entre las brumas salió una criatura que caminaba de forma precavida.

Alguno diría que la criatura caminaba gracioso, como las gallinas que mueven su cuello y extienden su pata para delante antes de moverse. La verdad es que el monstruo que tenían delante de ellos era muy sigiloso y además parecía estar ciego. –Es un sishen- susurró Rizzo. –No ven, ni huelen… Pero tienen buen oído- la criatura levantó la cabeza ante los susurros y Rizzo confirmó sus palabras con un dedo sobre sus labios.

Los tres subieron las escaleras que llevaban a lo alto de la torre. Los escalones ascendían en una espiral de forma de caracol. El camino era largo y empinado, girando y girando alrededor de la torre. Casi se podría decir que era un mareo y para cuando llegaron arriba los pies les dolían.

-Eso fue largo…- comentó el príncipe, tomándose un segundo para retomar el aliento una vez llegaron arriba. Allí vieron un montón de cachivaches e instrumentos que no sabían para qué valían.

En medio de ese piso había como una barandilla que daba a una segunda altura inferior, de esa zona se oían ruidos. Es como si alguien recogiera y limpiara por ahí, de forma despreocupada por ser escuchado o no.

Kivo estaba despistado pensando en monstruos, pero por suerte sus compañeros se habían concentrado más y habían encontrado la gloria coronada. ¡Pero Kivo no estaba equivocado con sus temores! Ahí estaba, para demostrarlo, aquel sishien, una criatura realmente desagradable.

Iba a decir algo cuando Rizzo habló y recomendó silencio. Kivo se tapó la boca con la manita peluda, alarmado. Solo faltaba que fuera necesario el silencio para, entonces, sentirse muy ruidoso. Estudió al asqueroso sishen. ¿Vivía en aquel cementerio de monstruos? ¿O era un visitante? ¿Y ese huevo? ¿Qué sería y quién lo puso ahí?

Kivo hizo un gesto pidiendo calma. Quizá si esperaban un rato el ciego sishen se iría. Se agachó muuuy despacio para coger un guijarro o palo del suelo.

Hamo se quedó completamente clavado en el sitio al ver la repugnante criatura que tenían ante ellos. Su alegría iniciar al descubrir que habían encontrado, al fin, la Gloria Coronada para contactar con los dioses, se había desvanecido de repente. Por supuesto, las cosas no podían ser nada fáciles en un lugar como el Reino del Peligro. Por instinto, estuvo tentado de tirar del pestillo de su ballesta, pero el gesto de Rizzo y la posterior explicación le dejaron claro que cualquier movimiento en falso podía ser fatal.

De reojo, miró a Kivo y asintió lentamente. Era una buena idea: si lanzaba aquel palo lejos de ellos, podrían alejar a la monstruosa criatura, coger un buen puñado de flores, y salir a toda prisa de aquel cementerio.

Al menos, se dijo, no estaba por allí ese Matadragones.

Dastan respiró y respiró cuando llegaron arriba —Vaya... subir a las alturas en mi país no es tan difícil, el agua te sube por si misma muchas veces.

Descansaron un poco, no podían encontrarse a nadie con los hígados en las gargantas, pero enseguida quisieron seguir más adelante.

—Esto parece el estudio de un mago... ¿Quién será el que está ahí abajo?

Sin dudar, se acercó a la barandilla para mirar que había abajo. 

Lo que contemplan mis ojos es la criatura mas rara y graciosa que he visto en la vida. Como una gallina, pero mejor que una gallina, mas exótica. Me gustaban las cosas exóticas y me gustaban las gallinas. Eran divertidas, al perseguirlas revoloteaban locas. Aparte que perdían plumas con las que era entretenido jugar. Como me gustan las gallinas. ¿Esta gallina rara cacareará? Curioso...

No obstante, pese a mis ganas de jugar con estas gallina rara, no olvido donde estoy. Al igual que puede implicar que esta puede ser una gallina peligrosa. Más peligrosa que las comunes claro, que también tenían algo de peligro. Sobre todo cuando te persiguian para picarte. 

Si tenia que picar, que picara a otro. Por eso me quedo quieta y miro si el truco de Kivo es efectivo o había que echar a correr de nuevo si esta gallina rara también picaba. 

Tan centrado como estaba en la Gloria Coronada, Detlef no se había percatado del curioso objeto que había cerca de ellas. Lo cual decía mucho de los nervios que le atenazaban, porque por lo común los objetos raros le atraían como un imán, y no pasaba mucho tiempo hasta que empezaba a hacer sus listas de comparaciones mentales con los libros o anotaciones donde los había visto.

Sin embargo, esta vez se había quedado en blanco. Era algo curioso. Tenía... bueno, era claramente oviforme. Pero no se parecía a ningún huevo que él hubiera conocido. Intentó recordar distintos tipos de criaturas ovíparas, por ejemplo del "Elíseo del Aire" de Dorotea Gale.  Nada. Probó con el "Ai no kami" de Tanizaki, pero tampoco... era como si algo en el ambiente le secase las ideas en la cabeza. Así las cosas, estaba plenamente atento cuando Rizzo levantó el brazo y les indicó que guardasen silencio.

El espectáculo que siguió fue, aún si cabe, más extraño. La criatura que surgió del bosque era... eh... tenía un algo que sugería que la naturaleza NO hacía habitualmente cosas así. La forma deslavazada de moverse, la cara carente de rasgos... y el hecho, advirtió con miedo, de que pese a lo desgarbado de su andar, caminaba en casi completo silencio.

Podrían haberlo tenido casi encima y no lo habría sentido, pensó con aprensión, mirando a un lado y a otro. Cuando Rizzo menciona el nombre, Detlef intenta concentrarse de nuevo, mientras asiente al ver a Kivo agacharse. El oobi era mucho más ágil que él, mejor así.

Sishen... ¿le sonaba eso de algo? Trató de recordar si había oído algo similar para calmar la tensión de la espera.

Rizzo hizo un gesto que indicaba que se prepararan para correr. Aquello fue un tanto cómico, pero era mejor que hablar de nuevo. Estaba claro que la criatura podía escucharles y también lo estaba que era probable que tendrían que marcharse de allí corriendo como si no hubiera mañana.

Kivo hizo un movimiento arriesgado cogiendo una piedra. Arriesgado y silencioso. Puede que el joven cazador les hubiera dado más datos sobre el Sishen, de poder hablar, que no era el caso. 

Dastan reconoció muchos de los objetos, eran típicos del laboratorio de un mago, aunque otros ni le sonaban. Había orbes que brillaban, mapas, hilos, relojes de arena y algún que otro aparato de medición que no estaba seguro qué podían medir. La subida fue complicada, pero de lo que podían estar seguros es que si había alguien en el castillo, solía estar en aquella torre resguardado.

Al mirar por el hueco de la escalera vieron una especie de habitación, con su cama y todo. Esta además parecía tener una salida a uno de los balcones de la torre. También había en un lateral unas estrechas escaleras de madera por las que bajar a la estancia.

Sentado en el suelo, recogiendo algunos cacharros había un alguien. Parecía que acababa de comer y se preparaba para dormitar apaciblemente, ajeno a que lo observaban.

Había que poner tierra de por medio, decían los gestos de Rizzo. Y, para eso, también se puede hacer que el bicho se aleje para un lado, mientras los demás corren para otro. ¿Por qué no intentarlo?

Kivo agarró una piedra del suelo y se enderezó muy lentamente, sin apartar la mirada del asqueroso sishen. Giró despacito el cuerpo, poniendo los hombros en perpendicular a las piernas, estiró el brazó, sacó la lengua, y lanzó la piedra todo lo fuerte que pudo con toda la puntería que sabía, mandándola al lado contrario del claro. Contuvo la respiración para evitar hacer cualquier ruido. ¿Perseguiría el sishen a la piedra?

La piedra cayó lejos y el monstruo levantó la cabeza al instante casi, corriendo para ir a buscarla. Puede que caminara divertido, como si de una gallina se tratara, pero también era endemoniadamente rápido. Corrió y Rizzo hizo un gesto al resto.

-Rápido, coged un par de flores y vámonos corriendo antes de que vuelva- les instó el cazador, alargando la mano para coger él también una flor.

Kivo lo había conseguido, y ahora tocaba correr con todas sus fuerzas. Y en el caso de Hamo, correr sin tropezarse con una rama, una raíz, un arbusto... El joven estaba más preocupado de no ser un estorbo que de conseguir una flor pero... ¿y si esa era la clave? Kivo, Rizzo,  Detlef y Sasha eran más que suficientes para conseguir todas las Glorias Coronadas que necesitaban, y él podía quedarse atrás e intentar distraer a aquella repugnante criatura para hacerles ganar algo más de tiempo. 

Así que colocó un virote en la ballesta tiró del percutor y apuntó hacia la otra punta, justo en la dirección contraria donde se encontraban las flores y triangulando la posición hacia donde corría el sishen. El plan era sencillo: si la criatura tardaba poco en llegar hasta la piedra y regresar, llamaría su atención disparando hacia el otro lado, quizás en una rama o una lápida.

Era una buena idea, ¿no?

¡Había funcionado! La extraña criatura corrió a curiosear donde cayó la piedra que había lanzado. Ahora solo había que dar un par de pasos en silencio y llevarse algunas glorias coronadas. ¡Y a correr!

Este lugar sí que era increíble  —Podría quedarme aquí semanas... —susurró Dastan, ante todos los artefactos y conocimiento que se podían sacar del lugar —Sin duda son los aposentos de un mago —terminó diciendo al ver la cama.

Pero había una persona adicional en el lugar, ¡Por fin! Dastan bajó por las estrechas escaleras. No podía dejarle ir. 

—¡Hola! ¿Podemos hablar? —Si no era con él ¿Con quién iban a descubrir cómo salir de ahí?

Me tengo que tapar la boca para no reir cuando Rizzo hace aquel gesto tan gracioso, para indicarnos que debíamos salir corriendo. Controlar eso y el divertido movimiento de sus rizos. Luego quedo atenta a la tirada de Kivo, que resulta exitosa, y el Sishen se aleja de manear mas que graciosa. Que divertido sería jugar a atraparle, pero ahora no era el momento.

Sin perder mucho el tiempo, corro a todo lo que dan mis pies para coger una o un par de las flores, y posteriormente salir pitando de alli como si hubiera mañana.

Detlef repasó mentalmente lo que sabía de las criaturas para aliviar un poco la tensión de la espera. Prefirió no unirse a Kivo en el intento de coger algo. Ahora que recordaba el nombre, sabía que lo que Kivo había dicho era verdad. Tenían un oído muy fino, ya que carecían- o eso se creía- de otros sentidos. También eran ovíparos, de modo que el extraño objeto probablemente fuese un huevo, y la criatura una hembra. Eso podía ser bueno o malo. Bueno porque probablemente no quisiera alejarse mucho del huevo. Malo porque en prácticamente cualquier especie (incluída en muchos aspectos la humana), las hembras se volvían muy feroces cuando se trataba de defender a sus crías.

Así que mejor salir pitando en cuanto tuvieran lo que buscaban...

Kivo lanzó una piedra con buena puntería, y la criatura inmediatamente giró la cabeza y echó a correr para buscarla. Hora de hacer lo mismo. Detlef salió corriendo con los demás. Cuantos más fueran, más posibilidades de que alguno cogiera una de las flores. Y a las malas, si el Shisen volvía, siempre quedaba la opción de separarse. Solo podría correr detrás de uno...

...solo tocaba esperar que no lo hiciese, o que al menos ese "uno" no fuera él.

Cuando el miedo ataca, la propia mente de uno es tan peligrosa como cualquier amenaza, pensó mientras corría...

Había muchos objetos interesantes a ojos de Dastan, muchos que no conocíq y que seguro sería divertido examinar. La mayoría parecían aparatos para medir cosas, el qué medían era otra historia. Claro que ahí debía vivir alguien que sabía de magia, que la medía y calculaba con una precisión y maestría sin igual.

Aquel hombre o cosa o criatura se sobresaltó. Estaba claro que por el gran número de brazos que tenía humano precisamente no era. Miró alrededor hasta que cayó que la voz venía de arriba y vio a los viajeros y al príncipe reclamando su atención.

-¿Quiénes sois?- dijo con un tono de voz grave, autoritario y con una pizca de curiosidad en sus palabras. Bajad y hablemos- asintió a la petición de Dastan.

Tras coger unas cuantas flores, los viajeros huyeron del cementerio a todo lo rápido que le permitían sus piernas. Las ánimas se revolvían sobre sus cabezas, perturbadas por aquella carrera repentina. Algunos de los viajeros tocaron sin querer los cuerpos neblinos y oscuros de algunas de ellas, notando que era como atravesar una niebla helada.

El sishen escuchó sus pasos, pero había ido tan lejos que no consideró importante seguir aquel ruido que se alejaba de su nido. Así es como abandonaron el cementerio de monstruos, llegando a toda prisa a sus lindes y teniendo que sentarse para tomar un respiro.

Rizzo dejó caer su culo contra el suelo, con todo su peso. El pobre no podía más y trataba de acompasar su respiración. Cuando consiguió hablar y calmarse medianamente, levantó su mano con un par de flores, sintiéndose victorioso. -¡Lo conseguimos!- dijo contento y comenzó a reír. Aquello sí que había sido una aventura que podría haber acabado mal.