Partida Rol por web

Aelar prepara otras dos flechas, que lanza en rápida sucesión. La primera sale muy desviada, pero la segunda vuela hacia el blanco con certeza.

Hay que ver lo mal que estoy hoy de puntería, filosofa la elfa en voz baja, si me viera el maestro arquero, me tocaba recoger las flechas del campo de tiro todo el puto mes.

- Atrás Faust, si voy ahí dejo a tus compañeros desprotegidos.

¡Yo me ocupo de los voladores!, dice secamente Aelar, concentrada en su arco. Cerrad sobre los arqueros y abrid los ojos por si tienen refuerzos de infantería.

Boran era un soldado, un buen soldado, pero no un buen mando. Funcionaba mejor cuando obedecía órdenes que cuando tomaba decisiones. Ni siquiera cuestionó lo dicho por su compañera, en cuanto ésta trazó un plan él se limitó a seguirlo, y en una rápida carrera, se plantó al lado del arquero dispuesto a rebanarle el cuello.

Al tiempo que levanta su ballesta apuntando a uno de los seres voladores, Sureya se sitúa junto a su compañera

- A ver si también puedo ayudarte con estas incordiantes criaturas.

Y dicho esto fulmina de un solo golpe a una de los Wimps que los sobrevuelan.

El paladín hace caso omiso de los diablillos, parecen débiles y están fuera de su alcance, así que al escuchar las palabras de la elfa no se lo piensa dos veces y se lanza a por lo que ve como la mayor amenaza, el arquero bugbear que aún es libre de dispararles sin oposición.

Nada más llegar frente a él le espeta: ¡Enfréntame si tienes valor, maldito monstruo! Y descarga su espada flamígera sobre él con tanta fuerza que lo hace estremecerse, dejando un buen tajo en su pecho que va tiñendo de color carmesí los bordes de la armadura chamuscados por el fuego de la espada.

Aelar, que tiene un ojo en los voladores y otro en la acción cuerpo a cuerpo, sonríe lobunamente al ver el impacto de Varis sobre el bugbear.

¡SEEEEEEEEE!, escapa de sus labios, a la vez que en sus ojos aparece un brillo feral.

El primer movimiento de Faust provocó dos muertes; el destino devolvió el golpe con una flecha rozante en su cara, que liberó un fino hilillo de sangre por la superficie de la pesada armadura del muchacho. La sangre brillaba casi como si poseyera vida propia; tanta vida como el gesto de terror animal que asomó al gesto del muchacho:

-Nonono.. NONONONO... ¡¡¡NNNNOOOOOO!!!- gritó atemorizado y furioso, sin advertir el terrible efecto de su liberación emocional.

Al instante una poderosa y crepitante aura se liberó en derredor del chiquillo, extendiéndose en oleada desde su báculo, que aferraba con fuerza. Las ondas de energía crecían en fuerza con cada grito y cada sílaba. La cuarta liberación de fuerza quebró las alas del imp más cercano, que cayó al suelo en una lenta espiral. La siguiente incendió en vuelo a los otros dos, que se precipitaron al suelo en una negra agonía.

El pequeño Faust, asustado en parte por su actuación, y en parte por la flecha que lo había rozado, acudió a las faldas de Hadarai como un cachorrillo herido y compungido, mientras sus involuntarias víctimas expiraban sobre el frío barro.

Hadarai vuelve a conjurar un sencillo proyectil mágico, lanzándolo esta vez contra el osgo que se encuentra junto a Boran. Mientras tanto, el eladrín observa el esperado estallido de miedo y furia que sufre el joven Faust con una mezcla de sensaciones encontradas. Por una parte, aquel extraño chiquillo le despierta un cariño casi paternal. No obstante, hay otro lado mucho más oscuro y peligroso en el interior del chico, una fuerza temible y casi salvaje que conviene mantener bajo control en todo momento.

-Ven aquí, pequeño. Déjame ver esa herida... Ah, no es nada. Tranquilo. Sólo es un ligero rasguño sin importancia que sanará antes de que te des cuenta--trata de calmarlo con amailidad el arcanista.

Visto que han caído todos los voladores, Aelar se pone el arco en bandolera y, tras una mirada a Faust que le sirve para comprobar que sólo tiene un arañazo, desenvaina ambas espadas, que brillan salvajemente, y se prepara para salir a la carrera hacia la melee.

Sureya, ¿te quieres quedar aquí con Hadarai y Faust para asegurarte de que nadie les moleste? Yo voy a trinchar a esos bugbear.

El segundo disparo de Aelar golpea a su blanco sin problemas.
Sureya dispara con su ballesta para abatir a otro de los diablillos.
Boran se lanza a por uno de los bugbears, pero tropieza con un sedal que no había visto. De repente una red oculta tras el árbol le golpea hacíendole caer al suelo. El guerrero consigue zafarse de la red.

Escondido tras la maleza aparece un tercer bugbear. Pillando por sorpresa a Varis. Por suerte para el paladín el disparo acaba en el aire.
El bugbear sale corriendo y se vuelve a esconder en la maleza. Por suerte para vosotros no se ha escondido muy bien.
Varis se lanza como una centella contra uno de los bugbear casigándole con su poderoso golpe.
La maldición de Faust acaba con el último de los seres alados.

Conforme Faust retrocedía, todos pudieron contemplar cómo el osgo más oriental se aferraba los ojos como si le ardieran, tal y como les ocurría a los cuerpos de los imps caídos.

El bugbear grita de dolor ante la magia de Faust