Partida Rol por web

Akinlabi se gira por un momento, levemente ilusionado, para mirar hacial el chico que trata de asaltar el vehículo, pero la cosa acaba tan rápido que no le da tiempo a reaccionar.

- Podríamos haberlo planificado entre varios y al menos alguna posibilidad tendríamos...

Se encoge de hombros y sigue caminando, resignado a ocupar el lugar que el destino le tenga preparado, probablemente en algún arcén no muy lejano.

Casi de forma automática entregó su cinturón, ni miró al soldado que le daba el nuevo. Tocó las barritas insulsas para asegurarse que seguían allí, que no era un sueño y que no se iba a despertar de aquella pesadilla. Las otras barras habían bastado, pero esta vez el día era más largo, mucho más. Su estómago había dejado de resentirse, pero seguía teniendo hambre. Pensaba en lo bueno que sería tomar una hamburguesa con patatas fritas y un batido de fresa para acompañar.

Un batido con una tonelada de nata.

La boca se le hizo agua y negó para sacudirse esa idea. Si iba pensando en comida ya no le haría nada bien, solo se sentiría hambriento y mareado. Dio un trago a su cantimplora y siguió con el ritmo, no decayó. El sol se alzaba de nuevo y calentaba de manera amable, por el momento. 

Giró la cabeza y casi trastabilla con el grito de aquel chico. Los soldados habían continuado repartiendo cinturones y aquel joven pensaba que conseguiría algo, pero no lo parecía. Debería haber supuesto desde el principio, aunque haya algunos soldados sobre el vehículo oruga, alguien debe conducirlo desde dentro. Miró de nuevo a la carretera, antes de ver su final. Cerró fuerte los ojos al escuchar el disparo y un escalofrío le recorrió la espalda, ahora tenía otra duda en su cabeza: ¿perdería él así la cabeza? ¿Le llevaría a eso la desesperación?

De lo único que se lamentó Henry, es de no haber previsto que algo así podía suceder cuando le volaron la cabeza al chico que intentaba hacerse con el vehículo oruga. Con desesperación se quedó mirando sus zapatos mientras lo metían en la bolsa para dejarlo abandonado en el arcén.

Estaba empeñado en conseguirle ayuda al pobre Peter, con exquisito cuidado había ido aminorando el paso, lo suficiente para ir el último pero no lo bastante como para recibir algún aviso, con el objeto de tener la oportunidad de echar mano al calzado del próximo en caer.

Tener un objetivo, el que fuese, ayudaba a pasar el tiempo, mantenía ocupada la mente y llevar a cabo un gesto desinteresado lo redimiría de la estupidez de haberse apuntado a aquella locura que sentía a punto de desatarse.

Aguanta Peter, ¡Aguanta!

Llegó la hora del reparto de cinturones y los soldados comenzaron a dárnoslos.... me sentía cansado pero no más de lo que venía sintiendo las últimas millas... En ese momento un idiota se le cruza el cable y pretende montar una revolución, la mayoría nos quedamos mirando para él pero sin dar un paso adelante... hasta que pasa lo inevitable, un soldado le vuela la tapa de los sesos....lo dicho un estúpido..!

Sin embargo a muchos de mis compañeros ese acto de barbarie les resulta traumático, entre ellos a Jesse que cae al suelo medio rendido.... ¿Que haces? Levanta.... Un soldado le dá su primer aviso. Sin pensarlo muy bien me paro para agarrarlo por los brazos y tirar de él para arriba..... Número 82 Primer Aviso.. escucho.... Si, si, ya lo sé... me he dado cuenta...contesto al soldado molesto por la evidencia... al momento comienzo de nuevo a andar, Jesse ya se ha ganado un segundo aviso pero en ese momento reacciona y rápidamente se levanta para retomar la carrera....  ¿Que coño estabas haciendo? Ni se te ocurra volver a desplomarte o yo mismo te daré el pasaporte... le digo a Jesse para intentar picarle e infundirle un poco de energía. Joder, por culpa del imbécil del revolucionario, nos hemos ganado tres avisos..... ¿Tu te has visto? ves dos tetas y vuelas como una líbelula, ves a un idiota buscarse la ruina y te cáes como una hoja seca.... Como vuelvas a trastabillar te juro que me remango la camiseta y te voy enseñando los pezoncillos para que tires... ya te aviso!

- Encantado Chris. - Le respondí mientras caminaba. - Sí, una pena. A menos que tenga las plantas de los pies acostumbradas al asfalto, no va a durar. - Asentí cuando me preguntó si me llamaba Matt

- ¿Cómo lo llevas esto? - Le pregunté. - ¿También has venido aquí con la firme intención de suicidarte ante todo el país o crees que vas a ganar?

Luego pasó lo del chaval que se subió al vehículo oruga. El disparo y la lluvia de sangre y sesos acabó con la distracción. - Esto es una mierda. - Dije. - Aunque seguro que habrá venido muy bien para las audiencias. Ahora deben estar pasando un anuncio de Cocacola, con aquello de la chispa de la vida. - Reí yo sólo. Una única carcajada, tampoco era para tanto. - Malditos cabrones. No creo que gane, pero me encantaría hacerlo. No sólo por sobrevivir, lo cual no estaría mal, sino por hacerles la vida imposible a estos fascistas de mierda.

Pido disculpas, dejo las tiradas, pero me es imposible ponerme a narrar el post ahora; mañana sin falta respondo como es debido, ok? De nuevo disculpas a todos.

Se le estaba haciendo dificil, muy dificil.

Aún así, consiguió hacer de tripas corazón e intentar hacer que no se notase su declive.

-En realidad, se que no voy a ganar, y me da igual, pero evidentemente, no he venido a suicidarme, aunque en el fondo, tampoco sería malo-

-He venido por estas dos- Sacó su foto familiar, donde aparecían su mujer y su hija, junto a él, en un parque

-Mi mujer está enferma, y no hay dinero para su tratamiento, pero descubrí gracias a un fallo de mi compañía de seguros, que se habían olvidado de poner la cláusula de participar en la larga marcha, así que, si gano, el dinero será para curar a mi esposa, y si me matan, el seguro pagará con creces su tratamiento, incluso les quedará dinero para salir adelante-

-Como ves, no he venido a suicidarme, pero no me asusta morir-

Akinlabi echa un vistazo al cinturón de alimentos, no deja de ser curioso el asunto este de la comida preparada, aunque el preferiría un puchero como los que hacía su madre. Ya tendrá tiempo... o no.

La Autopista, a 28,6 kilómetros de Old Town. 11:08 horas.

Cada paso de los marchadores les hacía acercarse aún más a su primer objetivo importante de la competición: la ciudad de Old Town. Alguien tenía que haberse traído una radio como objeto personal porque corrió el rumor entre el grupo que habría un gran recibimiento. Que la ciudad se preparaba a lo grande para la llegada de los competidores. Restaban menos de treinta kilómetros para llegar y parecía que eso precipitaban los acontecimientos. En la última hora, cuatro marchadores más habían recibido el pasaporte, dejando al grupo con 85 integrantes.

Henry venía ya desde hacía unos kilómetros vigilando a aquellos que parecían más desfallecidos. Cuando el número 63, de nombre Milligan, se derrumbó delante de él, no perdió el tiempo. En menos de 30 segundos (lo que tardaban en darte el aviso si te parabas), le despojó del calzado y se acercó a McVries para ofrecérselo.

-Gracias por tomarte tantas molestias -dijo el chico recogiendo los zapatos. Sus pies no tenían buen aspecto. Los calcetines se habían roto y el asfalto empezaba a calentarse por el sol-. Espero que sean de mi talla -se los colocó rápidamente apoyándose en Henry-. Vaya, me apretan un poco, pero es mejor que andar descalzo. Gracias otra vez.  

Barkovitch hacía mucho rato que no abría la boca en voz alta. Los que estaban junto a él le oían cantar por lo bajo una vieja tonada de piratas.

-Quince marchadores sobre el cofre del muerto...yo-ho-ho... y una botella ron...

Quid pro quo -.Le dijo a Peter haciendo mención de la ayuda que le prestó cuando recogió su camisa la noche anterior -. No tiene importancia, amigo. Te la debía.

Lo cierto es que tratar de conseguir esos zapatos le había mantenido despejado, atento y en sintonía consigo mismo, por primera vez en mucho tiempo se sentía bien haciendo algo y su conciencia agradeció mucho ese paso en la dirección correcta, sin embargo, una vez concluida su pequeña buena obra, la cruel realidad omnipresente le cayó de nuevo encima; ¿qué había conseguido? ¿darle a Peter unas horas más de vida? ¿Seguro que le había hecho un favor? Había torturas que no resultaba fácil soportar y la idea de la muerte, en según que circunstancias, podía resultar seductora y apetecible. Turbios pensamientos de muerte, de humillación, de la visualización de una degeneración progresiva que culminaría, para todos excepto para un solo competidor, en un olvido eterno, le asediaron hasta ahogarlo.

Tuvo que detenerse, bloqueado, atónito, perplejo por la rotundidad de las imágenes que veía en su cabeza, cuyo profético y aterrador contenido era indiscutible, le faltaba el aire, por un instante pareció que iba a desmayarse de puro pánico, lo sacó de su preocupante abulia una voz ya conocida -:¡Aviso número 3! ¡Primer aviso!

El juego continuaba, sin esperar a nadie.

Mantuvo el ritmo y oyó que Old Town estaba cerca, que habría una gran bienvenida. Parecía que iban a recibir como héroes a los chicos que se habían presentado para morir por su diversión. Timothy volvió a pensar que los humanos estábamos realmente enfermos por divertirnos con tales crueldades. 

Su estómago volvió a crujir, dándole un retortijón, que no supo discernir si era hambre o si debía pararse levemente para ir al baño de forma improvisada. Por el momento no parecía que fuera lo segundo, por suerte. Fantaseó en llegar a la ciudad y que alguien le ofreciera algo rico que comer, no esa mierda de barritas secas y sin sabor.

Incluso los condenados a muerte tienen una comida mejor.

Pensó, mientras las yemas de los dedos de la mano izquierda acariciaban las barras del cinturón. Su mano derecha iba en el bolsillo, desde hacía una hora por lo menos. Tenía los nudillos blancos y doloridos de apretar con fuerza aquel reloj, como si de un salvavidas para su cordura fuera.

Del cabreo que me cogí abroncando a Pickman.... salí totalmente descentrado. El cansancio había aumentado y poco podía hacer por remediarlo.... Peor aún al empezar a andar una puñetera avispa me empieza a revolotear... la intento espantar, pero la cabrona me sigue..... Joder!!! ¿Quieres Marcharte Putaa!!!! La avispa sigue y sigue... y yo sigo haciendo aspavientos para que se marche.... debí de perder la concentración porque al momento escucho ... Numero 82, Segundo Aviso!!!

Mierdaaa, no me vá a mandar al otro barrio un "tiramierdas" y me va a matar una puta avispa.... Joder, podía ser como a Pickman que me acosara una buenorra con las tetas al aire y no un puto insecto....

Bram no sabría cuánto más podría aguantar la marcha, suponía que no mucho, estaba desfallecido. Pensó en las palabras de Peter, en aquello de que todos los que habían ido allí eran unos suicidas, y no estuvo del todo de acuerdo, el negro desde luego no, si era verdad lo que decía, le habían engañado para meterse en aquel concurso. El chico del cabello rizado y el grandote con mal carácter y pocas palabras tenían familia, mujer e hijas, ambos se habían puesto a marchar para darles fuera como fuese, una vida mejor a cambio de la de ellos mismos, eso era algo digno y noble, aquellos chicos sí que debían ser reconocidos y recordados de algún modo. 

Abraham pensaba que la mayor muestra de amor era sin duda entregar tu vida por otra persona, encontrar personas capaces de hacer ese tipo de sacrificio precisamente allí le hizo concebir esperanzas en el mundo, todavía no estaba todo perdido, mientras hubiera personas así, capaces de ayudar a otro aunque ese otro fuese tu rival, capaz de arriesgar tu vida para conseguir unos zapatos a alguien a quien apenas conoces, agacharte a levantar al que se ha caído, animar al que cree que no puede más... Mierda, estaba viendo más humanidad allí, en aquel maldito concurso de asesinos, que en toda su vida en las calles. 

Increíble, finalmente la larga marcha le estaba entregando algo que no hubiese esperado encontrar: Esperanza, alegría, fe. 

Sacó algo de comida de uno de sus cinturones y se dispuso a comer y a beber en silencio, esperando poder recuperar algo de las fuerzas perdidas.

Continué caminando al lado de Warren. No parecía mal tipo y además tenía las ideas claras. Más que muchos de los que estaban allí. Comenzaron a decir que nos esperaba el gentío en Old Town y eso me sentó peor de lo que pensaba. Prefería caminar por carreteras desoladas, mucho más que tener que aguantar los gritos, vítores e insultos, así como las chorradas que les pasase por la cabeza a aquella multitud enloquecida por el hedor de la muerte. Y yo estaba allí para alentar todo aquello, con una ilusa esperanza por bandera. La conversación era lo único que podía distraer mi mente. O eso creía.

- Lo tienes todo bien atado. - Le dije a Warren y asentí con convicción. - Creo que eres el primero que explica una razón con sentido y peso. Yo la verdad... ¡MIERDA!

Se me desató el cinturón de los alimentos y se fue al suelo, con las tres raciones por comenzar. Miré hacia atrás, pero los marchadores que iban detrás de mí ya le estaban pasando por encima. 

- ¡Joder! No lo piséis. Dejadme pasar. - ¿Cuánta gente tenía detrás? A penas me dejaban pasar, iba contracorriente. - Hostia puta, mi cinturón. - Cuando llegué a él ya había pasado el medio minuto de concesión.

- ¡Número 73, primer aviso!

Con el cinturón en mi poder, recuperé el ritmo. Sudaba por los nervios y la desesperación que me había embargado en aquel momento. Maldecía el cierre del cinturón, pues estaba defectuoso y se soltaba fácil. Al final opté por hacer un nudo con la correa misma. Suerte tuve que al ser de cintura delgada sobraba cuerda para poder hacerlo.

Comprobé las provisiones. Alguna barrita estaba chafada, pero el sobre no se había abierto, así que no había perdido gran cosa, más que los nervios.

Chris salió detrás de Matt, para ayudarle a coger el cinturón perdido.

-¡Eh! ¡Cuidado! ¡Cuidado!-  Por los altavoces sonó el segundo aviso para Warren.

Finalmente, tras algún que otro empujón y muchas malas caras, consiguieron hacerse con él.

-Vaya, ha quedado malamente- Se desabrochó el suyo y se lo dio a Matt.

-Hagamos el cambio, a mi no me queda mucho, y tu lo necesitarás más.

Los incentivos de mi compañero Simón fueron tan necesarios como el agua de Mayo, finalmente y muy a mi pesar retomaba esta marcha tan crucial para mi existencia. Poco quedaba de mi ya que un intenso dolor en mis piernas se acrecentaba a medida que me disponía a caminar incluso sin acelerar el paso. 

- No doy más Simón... No creo que tus tetillas me motiven para seguir, son demasiado pequeñas marmota. - bromeo un poco para recuperar los ánimos y no sentirme tan inútil al lado del resto de mis compañeros. Por más triste que fuera, no estaba en estado físico y jamás en mi vida había caminado tanto.