Partida Rol por web

Era la noche del 22 de aelmont (invierno) cuando el grupo se introdujo en las tierras ardientes. Solinari, la luna banca, se encontraba en menguante al igual que Lunitari. Nuitari, la luna negra que solo podía ver las túnicas negras, no se veía. El sol se había convertido en un resplandor tras las dunas y el viento frio comenzó a mover la sal del desierto.

La caminata era monótona, como había dicho Mortaja el desierto era muy aburrido. El recorrido consistía en subir una duna para después bajarla y empezar a subir la siguiente duna, así monótonamente hasta la extenuación. La fina arena mezclada con la sal se introducía dentro de las botas, produciendo ampollas; en los ojos haciendo llorar e irritando; y boca, secándola y dando sed.

Tras toda la noche caminando, con los primeros rayos del sol despuntando por encima de las dunas, Anna encontro un buen lugar donde acampar cerca de una gran roca.

En la inmensa llanura, transformado en lobo, Lobo Blanco cazaba venados en la planicie empapada por la lluvia.

Hizo un alto en la caza cuando el cielo se oscureció de repente. Un enorme Dragón Rojo, más grande que cualquiera de los que había visto antes, tapaba la luz del crepúsculo. Era una hembra con las escamas de un profundo color carmesí; se quedó cernida en lo alto y sostuvo la mirada de Lobo Blanco. Las alas extendidas a los costados ondeaban como las velas de una goleta. Lobo tuvo que girar la cabeza de lado a lado para abarcar con la vista toda su envergadura.

Sus cuernos de brillante marfil se alzaban desde la maciza testa formando un suave arco. Sus ojos ambarinos eran unas órbitas fijas que no pestañeaban y lo mantenían hipnotizado. De sus cavernosos ollares se elevaban unas volutas de vapor. Olvidada por completo la caza, Lobo se irguió sobre sus patas traseras.

Los luminosos rayos del sol poniente rozaron sus escamas y las hicieron relucir como llamas ardientes, dándole el aspecto de una hoguera viviente. El suelo tembló con su peso, y Lobo Blanco estrechó los ojos para resguardarlos de la lluvia de barro que lo roció, levantada por la corriente que creaba el batir de sus alas.

Una llamarada se alzó hacia el cielo por encima del dragón y barrió el aire de lado a lado para alcanzar los bosques que había a ambos extremos de la llanura. El abrasador calor del aliento de la hembra Roja era intenso y doloroso, y Lobo Blanco oyó el chasquido y el crepitar de los árboles del entorno que se habían prendido fuego a pesar de la constante humedad. Lobo miró hacia arriba y abrió la boca para hablar; entonces vio una garra roja extendiéndose hacia él.

La garra lo golpeó con fuerza y lo lanzó varios metros por el aire hacia el antiguo bosque. El impacto lo dejó sin aire en los pulmones; aturdido, sacudió la cabeza para despejarse y después la miró.

La inmensa zarpa roja se hincó en su costado. Entonces la otra garra lo sujetó contra el suelo, amenazando con romperle las costillas. La sangre de Lobo Blanco manó de la herida, y el lobo chillo con sorpresa y dolor, debatiéndose inútilmente bajo el peso.

La inmensa cabeza de la hembra ocupó todo su campo visual cuando se agachó sobre él. El olor de su aliento era ardiente y sulfuroso como el fuego que ahora crepitaba rugiente en el bosque.

La hembra abrió las fauces, y su enorme lengua se adelantó, serpenteante, hasta tocar la punta de su hocico, y después se retiró para relamerse los labios.

* * *

Las primeras luces del día alumbraron la llamura. No quedaba nada de las verdes frondas, sólo unos restos calcinados y rotos que se alzaban retorcidos. La hembra Roja lo había destruido todo.

***

La naturaleza no tiene ni principio ni final. Una voz te llamo desde más allá del velo de los sueños. Debes de impedir que esto vuelva a suceder. Debe mantenerse el equilibrio de la naturaleza. Cantaban las gotas de lluvia al caer sobre la tierra. La llave te llevara a la lanza. Tronaban las rocas al caer por una ladera.

Toc toc toc

Toc toc toc

TOC TOC TOC

El golpeteo de martillos contra metal despertó al grupo y llamo la atención del aventurero que montaba guardia en ese momento¹. Detrás de la duna, a unos cincuenta metros, hay un grupo de figuras trabajando en torno a un yunque. Al fijar la mirada distinguís que son criaturas de tamaño enano con llamas en vez de pelo y barba. Están demasiado concentrados en su trabajo como para reparar en vuestra presencia.

Para cuando logré abrir los ojos, fui apenas consciente de que llevaba un tiempo hablando, negando aquello que estaba viviendo, gruñendo ante el dolor padecido, la lástima por todo lo que se estaba perdiendo, y la desesperación e impotencia al verme incapaz de hacer nada al respecto. Las palabras resonaban en mi mente, pero el paisaje calcinado y retorcido que se había alzado ante mis ojos había quedado grabado a fuego en mi corazón. Por encima incluso del dolor que aquella bestia me hubiera causado en mi cuerpo de animal.

Parpadeé, despertando a un lugar diferente, en torno a un improvisado campamento lejos de la obra del dragón. Mi respiración estaba agitada hasta la extenuación, y sentía el frescor de la humedad salada recorriendo todo mi cuerpo. Una sal que no procedía de aquel desierto, sino de cada poro de mi piel. Alcé una mano ante mi rostro, observándola atónito. Temblaba. Todo mi cuerpo temblaba, no sólo aquella mano, pero verla temblar me causaba un profundo terror. O me hacía consciente de él, más bien.

S-sólo ha sido un sueño, no era real... -Murmuré, tratando de crear valor en mi pecho, pero aquellas palabras carecían de convicción- ¿O era un mensaje? Chislev... -Continué murmurando, alzando la vista hacia el cielo- ¿...acaso soy digno de haber oído tu voz?

Ni principio ni final... Impedir que vuelva a suceder... Mantener el equilibrio...

Aquellas palabras resonaban en mi cabeza, mientras me hacía más consciente de la realidad a mi alrededor, alejando la vigilia. Hasta que repetí la última parte de aquel mensaje.

La llave te llevara a la lanza... -Recité, consternado, con la mirada perdida.

Aquel sonido me sobresaltó, una especie de repiqueteo, o rocas cayendo, desprendiéndose. Busqué a mi alrededor, pero sólo vi una silueta, la de alguno de mis compañeros montando guardia. Casi no podía verle, identificar de quién se trataba. Cerré los ojos un instante, tratando de aclarar la borrosa imagen, y sacudí mi cabeza. Seguía sin verle bien, pero oía aquel sonido más claramente. Metal contra metal, y el crepitar del fuego. Costosamente, me puse en pie y caminé hacia nuestro vigía, quien parecía también prestar atención a aquel sonido.

Aún seguía temblando.

Habían caminado durante algunas horas y poco a poco, la arena cada vez se tornaba en tonos más blancos y cristalinos conforme avanzaban hacia el corazón del desierto. Anna recogía puñados de arena y los observaba en la palma de su mano observando la creciente concentración de granitos de sal. Casi podía oler el mar repetía una y otra vez durante la caminata.

Anna no prestó atención a las lunas, ni a las estrellas, ella se guiaba por los mapas y las carreteras y costosamente trataba de recordar lo que las caravanas de mercaderes contaban en Khur cuando venían desde estas tierras. Columnas de fuego y desiertos de arena blanca.

Varias veces se quitó Anna las botas, creyendo tener guijarros en ellas y sin encontrar nada. Con los pies doloridos avanzaron conforme despuntaba el alba y antes de que el sol llegara a aparecer se refugiaron entre unos peñascos que les proporcionarían buena sombra. Seguramente no serían los únicos en refugiarse por allí y estaría lleno de serpientes y otras sabandijas así que había que andarse con cuidado.

Anna observaba el sol alzado y podía sentir que aunque sus compañeros descansaban mientras ella hacia guardia, no estaban realmente dormidos. Más bien era un estado entre el letargo y la vigilia, obnubilados por el cansancio y la necesidad de descansar podría decirse. Ella solo observaba el cielo. Hasta que oyó el repiqueteo, era el claro sonido de los martillos bajo el sol abrasador y Anna se encaramó a la duna para observar las figuras ¿Qué coño es eso? ¿Porqué no nos encontramos unos camellos con sillas de monta?

Entonces le vino a la mente un nombre: Sirrion... ¿Tendrían algo que ver? Bajó la duna de vuelta al grupo cuando Lobo ya parecía despierto, pero alertando al resto - ¡Despertad, despertad! 

Hay unos espíritus de fuego, haciendo herraduras o vaya uno a saber ¿Los oís? ¿Podrían tener algo que ver con Sirrion? He recordado que la columna de fuego tiene que ver con un dios llamado Sirrion, ¿Os suena de algo?

Recorrer aquel paraje estaba resultando aún más complicado de lo que me había imaginado. Estaba preparada mentalmente para ello, pero mi cuerpo no estaba habituado a soportar aquellos cambios de temperatura tan bruscos ni a un calor tan extremo.

Tras caminar una larga y monótona noche, donde todas las dunas parecían iguales y el frío desierto aprovechaba cualquier resquicio para enfriar mi piel, pudimos acampar para descansar. Tardé en dormirme, prolongando mis oraciones más de lo habitual, pidiéndole a Mishakal que nos acompañara en tan complicada travesía y en aún más complicada misión.

Me desperté empapada en sudor a causa de aquel asfixiante calor, escuchando lo que parecía ser metal golpeando contra metal. Mientras mis ojos trataban de enfocar lo que sucedía a mi alrededor, escuché a Anna gritando que nos despertáramos. Me levanté rauda, viendo cómo Lobo Blanco ya estaba en camino, y no tardé en darle alcance. Aquello no era normal, y pronto me di cuenta de que el druida temblaba.

- ¿Estás bien? – le pregunté con preocupación, apoyando una mano en su espalda, cuando la guía comenzó a contarnos lo que había visto y con qué creía que estaba relacionado. - ¿Sirrion? – dije pensativa mirando a Anna un instante, tratando de hacer memoria, pero sin separarme de Lobo Blanco por si necesitaba mi ayuda.

 Tras despertar y ver los seres de fuego y escuchar sobre Sirrion, traté de hacer memoria, por si recordaba algo relacionado con todo aquello que hubiera leído en algún libro de historia o de magia...

Sirrion, el Fuego fluyente, es el dios del fuego, la pasión y la creatividad. También es la fuente de la chispa de la creación, de las llamas en los cielos y de los fuegos que traen cambios al mundo.

Los seguidores de Sirrion son artistas, poetas, amantes y soñadores, y también aquellos que tratan con fuego regularmente. La mayoría de los seguidores de este dios suelen ser apasionados y volubles como su deidad, conocidos por su comportamiento caprichoso y su naturaleza ardiente.

En eras pasadas, Sirrion nunca fue un dios que buscara activamente seguidores. Aquellos que le veneraban acudían a él sin ataduras, encontrándole en el santuario de sus corazones, no en algún santuario de las tierras salvajes. Un joven que solía soñar despierto cuando debería estudiar se decía que estaba “atrapado en los brazos de Sirrion”. Los amantes a menudo ofrendaban rosas a Sirrion y su bendición siempre se invocaba durante las bodas.

Sin embargo, también es el dios de la parte oscura de la pasión, y los amantes celosos a menudo recurrirán a su ayuda, especialmente aquellos que han cometido actos terribles en nombre de la pasión.

A su regreso, Sirrion quedó entristecido al descubrir que la devastación de la guerra, las depredaciones de los dragones supremos y la aplastante pérdida de la fe y las creencias habían sofocado gran parte de la chispa creativa inherente en la gente de Ansalon. Entonces se dio cuenta que el momento de la inactividad había pasado y ha empezado a reclutar activamente clérigos de entre aquellos que tienen talento para el arte, los que se sienten atraídos por la fuerza limpiadora de las llamas y aquellos con naturalezas apasionadas que se prestan a sus enseñanzas.

Los bardos y artesanos, que comprenden que el fuego es una parte necesaria del ciclo vida-destrucción-renacimiento, han empezado a rellenar las filas del clero de Sirrion. Él busca actores para traer alegría y esperanza a los corazones de los desesperados y tiene en especial consideración por Los amantes, ya que son la nueva esperanza del mundo.

Los templos y las iglesias de Sirrion pueden ser identificados por la presencia permanente de una llama, que sirve como conducto entre los mortales y el dios del fuego. Normalmente están llenos de obras de arte, libros de poesía y otros escritos que evocan respuestas emocionales.

Los Azers son criaturas elementales nativas del Plano Elemental de Fuego y el Caos Elemental. Los azers fueron creados por titanes y gigantes de fuego, a quienes servían a menudo; otros sirvieron a los dioses; y sin embargo, otros vivían libres y trabajaban para su propio beneficio.

Los azers se parecen a sus antepasados, los enanos, pero con la piel y el cabello de color bronce, su cabello y sus barbas compuestos de llamas. Los cuerpos de los Azer estan tan calientes que sus armas conducen el calor, tanto que cualquier herida por un Azer sufrira intenso calor. Muchos azers llevaban faldas de latón, bronce o cobre.

La sociedad azerí es comunal, ya que cada individuo tiene un lugar en la sociedad y los asuntos del grupo son más importantes que los del individuo.

Los azers a menudo eran esclavos de gigantes de fuego y titanes. En cuanto a las otras razas, los azers despreciaban a los efreet, con quienes a menudo estaban en guerra.

Algunos sabios afirmaron que los enanos alguna vez fueron esclavos de gigantes y titanes; los enanos modernos descendían de aquellos que escaparon de la esclavitud, mientras que los azers eran los descendientes de aquellos que habían permanecido esclavizados y no podían escapar de sus captores.

Otros sostuvieron que los azers eran de hecho nativos del Plano de Fuego Elemental y que su aspecto enano era simplemente una fachada.

Definitivamente, el nombre de Sirrion me era familiar. Había leído sobre él tiempo atrás, cuando aún era una niña. Comencé a hacer memoria, disponiéndome a compartir lo que sabía con los demás, cuando me di cuenta de que empapada en sudor como me encontraba no debía despedir el mejor de los aromas.

- L-lo siento... - musité a Lobo Blanco mientras mis blancas mejillas se sonrosaban, retirando mi mano de su espalda y alejándome un paso de él, pues a pesar de todo no quiso alejarme demasiado. - Fue hace tiempo, pero he leído sobre Sirrion, también llamado el Fuego Fluyente. Es el dios del fuego, la pasión y la creatividad, y el responsable de la chispa de la creación, las llamas de los cielos y los fuegos que traen cambios al mundo. También es el responsable de la parte oscura de la pasión. Los amantes celosos, especialmente aquellos que han cometido actos horribles en nombre de la pasión, solicitan su ayuda. - hice una pausa para reordenar mis ideas, pero en seguida continué. - Sus seguidores son caprichosos, volubles y de naturaleza ardiente, como su deidad. El dios no buscaba quién lo siguiera en sus orígenes, pero con la devastación de las guerras, la depredación de los dragones supremos y la pérdida fé y creencias, la chispa creativa fue apagándose en la gente de Ansalon... Así que decidió que era el momento de reclutar clérigos que tuvieran talento para el arte, que se sintieran atraídos por la fuerza limpiadora de las llamas, o que tuvieran naturalezas apasionadas. Sus filas están formadas por artistas, poetas, bardos, artesanos, soñadores, por aquellos que tratan con fuego regularmente y por amantes; teniendo en especial consideración a estos últimos. Su intención es que sus seguidores lleven alegría y esperanza a los desesperados, y cree que los amantes son la nueva esperanza del mundo. - volví a callar un instante, desviando mi mirada, pensativa, hasta recordar un nuevo detalle que parecía relevante. - Nunca he visto uno, pero se supone que los templos e iglesias de Sirrion se identifican por una llama perenne que sirve de conducto entre los mortales y el dios del fuego. En su interior contiene distintos tipos de escritos que evocan respuestas emocionales... Si hay un templo cerca, quizás fuera buena idea echar un vistazo.

No pude alcanzar a nuestra vigía, que resultó ser Anna, antes de que ella misma acudiera a nosotros para advertir al grupo de lo que había visto. Aún tenía la cabeza embotada por aquella visión propia de la vigilia, y mi cuerpo estaba destemplado, con una mezcla del calor propio del ambiente y el frío que se había apoderado de mi alma. Quizás por ello no logré prestar a Anna toda la atención que merecía su advertencia, y sacudí mi cabeza unos instantes, justo antes de sobresaltarme al sentir una mano en mi espalda. Me giré, parpadeando, para descubrir que era Kairi, quien me preguntó por mi estado antes de apartarse, pidiendo disculpas no supe bien por qué motivo.

Yo… he tenido un sueño. –Expliqué a la sacerdotisa de Mishakal, alzando un instante mi mirada hacia el cielo- O tal vez haya sido algo más.

Sin embargo, la posible epifanía que había recibido podía esperar. La mención de Anna a Sirrion llevó a Kairi a explicar unas cuantas cosas acerca de aquella deidad, dios del fuego, la creatividad y la pasión. Todo cuanto la clérigo compartía era ciertamente interesante, mas no me parecía útil en modo alguno, al menos por el momento y sin encontrar un motivo para ello. Por ello, cuando Kairi sugirió visitar el hipotético templo de Sirrion cercano, en caso de haberlo, me froté los ojos un instante, tratando de dejar atrás la pesadez del descanso y comprender mejor.

¿Y por qué habríamos de hacer eso? –Pregunté, tal vez con un tono más seco de lo que era mi intención- Nuestro objetivo era cruzar este desierto en el menor plazo posible, ya que se nos requiere en otras tierras. Tenemos una sagrada tarea que acometer, no tenemos tiempo que perder en otros asuntos. ¿O acaso visitar ese templo guarda alguna relación con nuestra misión?

 - Primero nos ataca un ser elemental del aire, ahora aparecen criaturas elementales de fuego... - Pensé en voz alta,mientras los demás me podían escuchar. - ¿Coincidencia o tenemos aquí algún tipo de patrón?.

 Solo lo sabríamos seguro si aparecían más seres relacionados con algún elemento o no.

- " ¿ Ataco ? " - digo con Klad entre mis manos.

Anna mantuvo la mirada curiosa pero rápidamente se escondió de nuevo en el improvisado lecho donde estaban - Debemos dormir hasta el anochecer... si por mí fuera - Se encogió de hombros - Esperaría a que acabaran lo que quiera que estén forjando con tanto ahínco. - No estaba bien robar a la gente, pero.... ellos no eran gente exáctamente, se parecían más a un montón de fantasmas - Y lo tomaría, como recuerdo del desierto.

Respecto a la llama que nunca se apaga. En el centro del desierto blanco, hay una columna de fuego, manifestación del Sirrion ese, si no nos desviamos, desde nuestro punto de salida hasta nuestro destino tendremos que verla tarde o temprano en nuestro trayecto.

Comprobó sus espadas y se abrochó bien el cuero, por si decidían combatir.

El druida terminó confesándome que había tenido un sueño, el cual sospechaba que podía ser algo más, pero no entró en más detalle. Me pregunté qué tipo de sueño podría haber sido aquel para que hubiera reaccionado de ese modo, pero no tuve ocasión de preguntarle por este.

Al hablar al grupo sobre Sirrion, terminé sugiriendo que quizás fuera buena idea visitar uno de sus templos si este se encontraba cerca, ante lo que Lobo Blanco preguntó de manera algo cortante por qué tendríamos que hacer algo así. No entendí muy bien aquella reacción, ¿continuaría nervioso por ese sueño? En realidad su manera de preguntar terminó resultando lo de menos, terminando por preguntarme por qué el druida había creído, al menos durante unos momentos, que pretendía dejar la misión a un lado con aquella sugerencia.

¿Acaso doy la impresión de no estar comprometida con nuestra misión?

Antes de que pudiera responder, Anubis y Okodar abordaron la presencia de aquellos seres como un posible enfrentamiento.

- No sé si se trata de un patrón, pero no podemos asumir que sean hostiles. - le dije al mago, miré después al semiogro - Aguarda, por favor. - le pedí, pronunciándose Anna justo después.

La guía sugirió aguardar a que terminaran lo que fuera que estuvieran creando, aañdiendo después que de camino nos toparíamos con lo que debía ser la señal de uno de los templos de Sirrion, lo cual concordaba con lo que estaba pensando.

- Podría no ser casualidad que en nuestro camino hallemos el templo de un dios, y precisamente un templo con escritos tan peculiares. Uno de los mensajes que nos han sido dirigidos hablaba de que debíamos liberar nuestro espíritu y buscar en nuestra alma... - comenté, terminando por encogerme ligeramente de hombros. - Además, nos dirigimos a las tierras más desoladas de todo Ansalon, toparnos con un templo del dios de la chispa de la creación... Creo que es como para que consideremos hacer esa parada. Claro que si supone retrasarnos mucho, no es lo más conveniente. - miré entonces a Anna. - Dices que el templo se encuentra en nuestro camino, ¿no? ¿Supondría mucho retraso el invertir un par de horas en él? Desconozco cuándo salen los barcos del puerto.

Tras una hora de martilleo intenso y charla indistinguible, los enanos de fuego dejan de trabajar. No sabéis muy bien que paso, si fuiste vosotros quienes salisteis del escondite para iniciar la charla o fueron ellos quienes os vieron escondidos y ante sus palabras salisteis del escondite. Pero finalmente, el grupo de aventureros estaba delante del grupo de enanos de fuego que habían adoptado una posición defensiva interponiendo el “yunque” donde trabajaba de por medio.

¿Quiénes sois vosotros que interrumpís nuestro trabajo? Pregunto uno de ellos con voz arrogante levantando el mazo.

No pueden ser humanos, los humanos no pasan por aquí. Los humanos son seres hechos de carne y hueso, y la carne tiene agua y el agua no habita en este desierto Dijo otro con voz sabia.

Eso…. Eso… quienes sois vosotros…. Dijo el ultimo con voz tímida y entrecortada.

Lo cierto es que me quedé mirando en silencio a los demás miembros de aquel variopinto grupo, sin comprender nada. El semiogro quería atacar a aquellos seres sin más, sólo por el mero hecho de existir. Anna parecía únicamente interesada en robarles lo que poseyeran, sin más motivo que el de un animal carroñero, pero sin la verdadera necesidad de éste por alimentarse. Y Kairi... sencillamente quería investigar aquel templo porque... porque sí, porque si estaba ahí no podía ser casualidad. ¿Significaba eso que la decisión de cruzar el desierto no la habíamos tomado nosotros, acaso?

El caso es que decidí que, si todos estaban de acuerdo en perder el tiempo en aquel desierto, en lugar de cruzarlo en el menor tiempo posible, no había nada que yo pudiera hacer al respecto. Me quedé callado, sentado y esperando, comiendo de cuando en cuando algunos frutos secos de las raciones que poseíamos y tratando de mantenerme hidratado con el agua que aún atesorábamos. Y cuando aquellos seres fueron conscientes de nuestra presencia, me quedé detrás de los demás desentendiéndome de aquel asunto.

Por lo que a mí concernía, estábamos perdiendo el tiempo y desviándonos de nuestra verdadera tarea, y seguía sin entender por qué.

Mis palabras no parecieron servir para mucho, no encontrándome más que mutismo por parte de mis compañeros. Dudé de nuestras posibilidades de realizar aquella misión con éxito si no éramos capaces siquiera de debatir algo y tomar una decisión. No era la más lista del lugar, por muchos años que me hubiera pasado estudiando, y me habría gustado que analizáramos nuestras opciones, que cada cual diera su punto de vista al respecto.

Mi vida y mi función estaban dirigidas a trabajar con y para los demás, pero el resto parecía ser mucho más independiente en sus labores. Aun así, Lobo Blanco se había mostrado muy colaborativo hasta el momento, y no entendía qué le pasaba.

A lo mejor debería dejar de preguntarme qué le pasa y hablar con él.

Y así terminé por acercarme a él, cuando ya se encontraban frente a nosotros aquellos seres de fuego, pero antes quise decirle algo a Anna.

- Creo que deberías llevar la voz cantante. - le dije en voz baja, siendo ella quien estaba interesada en el trabajo de aquellas criaturas y quien parecía menos predispuesta a combatir de entre Okodar, Anubis y ella.

Di unos pasos hacia atrás y me acerqué al druida, tendiéndole la mano mientras nos manteníamos en un segundo plano.

- ¿Te encuentras bien? - le pregunté en voz baja, aguardando a que tomara mi pálida mano para ayudarle a levantarse.

Los seres parecían tan desconcertados por nuestra presencia como nosotros mismos cuando les vimos por primera vez. Estábamos algo atónitos frente a aquellas figuras que no parecían del todo hostiles, pero que sin duda eran espíritus de ese dios Sirrion. Anna observó a Okodar, listo para atacar. Anubis cuya faz rara vez parecía expresar algo. Lobo, al parecer molesto por la aparición de aquellos seres, o tal vez enfrascado en sus propios pensamientos. Y Kairi cuya atención siempre se desviaba hacia el prójimo.

Anna echó un paso hacia adelante carraspeando por lo bajo - Saludos espíritus del fuego. Somos viajeros, espíritus de la carne, en largo viaje hacia el este guiados de la mano de varios dioses. Tal vez sea Sirrion LA CHISPA DE LA CREACIÓN quien nos ha traído hasta vosotros, si acaso sea esa que teneis entre manos obra vuestra e idea del Dios de la creatividad.

Decidme pues, si nosotros somos guiados por los dioses, ¿quienes sois vosotros y porqué os hallais en nuestro camino si no es para compartir vuestra revelación?

Observó a sus compañeros, esperando alguna reacción. Descubrieron que Anna tenía cierto talento teatral inesperado. A saber de donde le venía, pero desde luego no sabía tratar con seres mágicos y se encogió de hombros haciendo muecas a su grupo esperando el chivatazo de algún apuntador

 Permanecí en silencio, dejando que fueran mis compañeros quienes hablasen, ya que la diplomacia no era uno de mis puntos fuertes. Mientras se intercambiaban palabras los dos grupos, observé con gran interés y atención a los seres de fuego, maravillándome del aspecto de las curiosas criaturas. Por sus palabras, parecía evidente que para ellos les resultábamos tan extraños como ellos lo eran para nosotros.