Partida Rol por web

La guerra de de los espíritus había finalizado hacía seis meses, y el aire que se respiraba en Ansalon parecía ser diferente. Relativa paz era lo que sentía este mundo asolado por años de guerras y enfrentamientos.

Anubis llegó a Pashin, una ciudad que había sufrido cada una de las sucesivas guerras. A pesar de esto, se mantuvo siempre como un importante centro comercial. La ciudad se encontraba en la región Mikku de Khur, a unas 35 millas al norte de la frontera con el bosque de Silvanesti, cerca del río Thon-Talas. Con las antiguas tierras élficas al sur y el reino ogro de Blöde al Oeste, Pashin era una extraña amalgama de culturas.  Si alguien buscaba algo, seguro lo encontraba en esta inusual ciudad.

Anubis se encontraba en el gran bazar de Pashin, en la parte sur de la villa, justo al exterior de la Puerta Sur. En él se podían conseguir una gran variedad de artículos de todo Ansalon. Se podían observar tiendas de todos colores y tamaños. A pesar del frío invernal, se observaba mucho movimiento, sobretodo el ir y venir de hermosos caballos. Había humanos por todas partes, aunque se podían observar algunos elfos, minotauros, ogros, enanos y hasta kenders dando vueltas por el mismo.

Pero lo que más llamaba la atención era ver cada tanto un grupo de tres o cuatro hombres, vestidos de negros, conocidos como los "caballeros negros".  Sin importar cómo se los mire, éstos sujetos prepotean contra todos, y parece que nadie se anima a responderles. Al parecer son quienes tienen el control de Pashin.

El aprendiz de túnica blanca se paseaba entre las tiendas pensativo. Su maestro lo había mandado a buscar pista sobre el bastón de Eldan, un viejo túnica blanca famoso por su ferviente pasión por el estudio del Arte y su continua búsqueda del bien. A Anubis siempre le pareció que se trataba de un mito, de una leyenda. Esto parecía más bien una prueba de su maestro, solamente otro paso más para la obtención de su propia túnica. 

Y ahí estaba él, rodeado de criaturas de todas las razas y objetos de todos los rincones de Ansalon. Pero también rodeado de aquellos caballeros negros, caracterizados por su crueldad e injusticias...

 Miré a los caballeros, tratando de no llamar la atención. Por mucho que me gustaría darles su merecido a esos siervos del mal, se que no soy rival para ellos y empezar una pelea no es mi estilo. Además, alguien inocente podría resultar herido durante el conflicto, así que optó por pasar desapercibido y trato de evitarlos. En su lugar, me concentro en mi búsqueda, preguntándome donde puedo encontrar información sobre ese bastón de Eldan...

Anubis empezó a recorrer el bazar, preguntándose cómo podía encontrar información en aquel lugar sobre el Bastón de Eldan. De seguro un objeto mágico de tal valor no iría a parar en aquél lugar, aunque quizás, su actual dueño lo tenga por una vieja baratija. 

La fría mañana le daba un aspecto más frío y lúgubre al bazar. Niños descalzos y evidentemente pobres recorrían los pasillos de las tiendas en buscas de sobras o artículos defectuosos para adueñarse. Nadie les prestaba demasiada atención, al menos no tanto como a los indomables Kenders que solían rondar entre las tiendas. 

Así y todo, Anubis intentaba concentrarse en lo suyo. No debía perder el foco ante tantas injusticias en aquel lugar. Durante varios minutos caminó en silencio, despreocupado, observando todo cuanto podía. Pero luego todo cambió. El joven mago empezó a sentir una extraña presencia. Se sentía observado, acosado. Esa extraña sensación lo estaba incomodando bastante...

 Miré a mi alrededor, tratando de vislumbrar la fuente de la sensación. Lo último que me convenía era que algún siervo del mal se hubiera fijado en mí por cualquier razón...

El frío no distrajo los sentidos de Anubis, quien paciente y disimuladamente giraba su cabeza en ambos sentidos en busca de aquella "sensación". No fue así sin más que dio con ella. Una figura encapuchada entre dos tiendas lo miraba fijamente. Tenía la altura promedio de un hombre, y lo miraba desde la oscuridad proporcionada por su capucha. Anubis solo pudo el fugaz brillo de sus oscuros ojos. El mago no ver más detalles de aquella figura, pues rápidamente desapareció entre las tiendas por las que se había asomado. Sin ninguna duda, aquel extraño ser lo venía siguiendo y ahora intentaba perderse entre la gente...

 Sin perder tiempo, procedí a seguir al extraño encapuchado. Si alguien andaba interesado en mí y mis asuntos, me convenía saber quien era y cuales eran sus motivos para ello. Naturalmente tenía que ser cuidadoso y no meterme en ningún tipo de trampa de cabeza que me matara o que hiciera que llamase la atención de los caballeros negros...

Anubis pudo seguirlo a través del intricado laberinto de tiendas de distintos colores. Le costó un poco, pero finalmente lo consiguió. Aquel ser iba decidido y parecía ir muy ligero. Aquello no representaba ningún problema para el joven mago, ya que él también lo era. El barro y el estiércol fresco no representaban problema en aquella fría mañana.

Sin embargo, el mago se detuvo cuando el rastro del sujeto ingresaba por la puerta Sur de la muralla. Ingresar a la ciudad no estaba en los planes iniciales de Anubis, pero el misterioso sujeto había ingresado...

 Decidí que era mejor no perder el rastro del individuo, así que traté de seguirlo. No obstante, era muy consciente de que me podía estar llevando a algún tipo de trampa, así que tomé toda clase de precauciones, mientras lo seguía, para asegurarme de no caer en ninguna y tratar de evitarla fuera como fuera. Después de todo, mi maestro no perdió el tiempo enseñando y educando a un tonto...

Anubis cruzó la puerta principal sin mayores problemas. Los guardias apenas prestaban atención a la enorme cantidad de gente que entraba y salía. El frío carcomía sus huesos y minaba su humor. Dos perros vagueaban entre la basura de la calle en busca de algún resto con el cual alimentarse. Los caballos pasaban desinteresados por la puerta, en un rutinario y agobiante trabajo diario impuesto por sus dueños.

Al cruzar la puerta, el camino principal seguía derecho y amplio hacia una plaza principal lejana. A su izquierda y a su derecha, Anubis pudo percibir distintos callejones que se abrían entre intricados edificios. Sintió nuevamente que alguien lo observaba...

 Miré a mi alrededor, tratando de localizar a la persona que me estaba observando, imaginando que se trataba de quien había estado siguiendo. Obviamente me había descubierto...

A pesar de estar rodeado de gente, Anubis no le perdió el rastro a su perseguidor (aunque para ese momento ya no sabía si era él el perseguido o perseguidor). Lo encontró encapuchado entre la gente, mirándolo fijamente. Su capa oscura ondulaba con la suave y fría brisa que corría en la ciudad. Sin perder más tiempo, el encapuchado se adentró por un intricado sistema de callejones.

Anubis decidido a no perderle el paso aumentó su ritmo. Empezaba a sentirse cansado, pero su curiosidad era aún mayor. Al girar en uno de esos pasadillos, se encontró con un enorme contingente de Caballeros Negros. Eran un grupo de seis caballeros que cubrían el paso. Apenas si prestaron atención a Anubis. Debían estar ocultando algo, evitando que la gente pasara por ese pasillo, pero... ¿A Dónde había ido el encapuchado?

 Aunque me hubiera gustado saber que había detrás de ese pasillo, era obvio que no me podía acercar sin ser visto por los caballeros. Miré a mi alrededor, tratando de volver a encontrar al encapuchado, quien tenía la sensación de que me había traído aquí a propósito para que viera este lugar. Si no lo encontraba, optaría por encontrar otro lugar por observar el sitio vigilado por lo caballeros sin ser visto y, tal vez, encontrar una manera de averiguar que estaba pasando en este lugar, ya que dudaba que los caballeros de Neraka estuvieran aquí por algo bueno...

Anubis decidió encarar hacia el lugar desde otro sitio. Tampoco quería perder el rastro del encapuchado que lo llevaba por aquel intricado laberinto.

Cuando el joven mago rodeaba aquel lugar, con la atención puesta en las actividades de los caballeros negros, logró ver al encapuchado que otra vez lo miraba y se dirigía a la plaza central de la ciudad. Allí la gente iba y venía por el camino principal, sumidos en sus propios mundos. Nadie parecía notar la presencia de aquel extraño encapuchado que se abría paso ágilmente entre la gente.

Anubis casi le da alcance, pero se volvió a perder entre la multitud. Al parecer era un sujeto muy difícil de encontrar. Casi habiendo perdido las esperanzas, volvió a localizarlo cuando éste entraba a un edificio de tres plantas. Era una vieja taberna o posada por su aspecto y el cartel rezaba "Los Cinco Dragones".

   Tras respirar profundamente varias veces, di varios pasos al frente para entrar en el establecimiento, al fin de encararme con mi acosador y averiguar de una vez quien era y que es lo que pretendía con todo este juego del gato y del ratón. Definitivamente no me gustaba que jugaran conmigo y parecía que era exactamente lo que el desconocido estaba haciendo todo el tiempo que había estado siguiéndole....

A pesar de su nombre, los Cinco Dragones parecía un lugar sorprendentemente acogedor y agradable. Al ingresar por la pequeña puerta norte, Anubis accedió a la sala común. En ella se encontraban tres grandes mesas de madera con bancos a cada lado y dos hogares que mantienen la habitación el calor y un dulce aroma en el ambiente. El suelo de tierra está recubierto de alfombras adecuadamente limpias. Una barra separaba las mesas de la cocina. En ese momento un robusto hombre secaba unas jarras con un paño limpio.

En su interior, Anubis no vio demasiada gente allí dentro. Apenas el hombre detrás de la barra y otro anciano, con mechones blancos y con los ojos completamente en blanco fruto de unas cataratas que nublaban su visión. Éste hombre tomaba una sopa sentado tranquilamente en uno de los bancos de las grandes mesas. 

 Miré a mi alrededor, tratando de localizar al hombre de la capucha que había estado siguiendo. Si no lo encontrase con la mirada, preguntaría al encargado del establecimiento si lo había visto entrar y donde había ido. Definitivamente me estoy cansando de este juego del gato y del ratón que se trae entre manos ese desconocido...

Anubis se acercó al robusto camarero con sus dudas a cuesta.

- No he visto a nadie con esa descripción.- dijo señalando al poco público que había allí dentro. - Hay mucha gente que va y viene, pero no, no he visto a nadie.- decía mientras seguía acomodando los vasos. - ¿Se te ofrece algo para beber?- le preguntó al tiempo que la puerta se abría.

Un joven alto y esbelto ingresó a la posada mientras Anubis conversaba con el camarero...

 Antes de responder al Camarero, fijé mi atención en el joven que acababa de entrar, por si su descripción coincidía con el del hombre encapuchado al que estaba siguiendo... ¿O debería de decir más bien que el hombre encapuchado era el que me estaba siguiendo a mi?. Porque cada vez estaba más convencido de que me trajo a este sitio a propósito por alguna razón que ignoro, y eso me molestaba mucho.

Anubis observó al muchacho y se dio cuenta que no era. La fugura que él estuvo siguiendo era más menuda. 

Observando a un costado, Anubis pudo ver una escalera que llevaba a un segundo piso.

Mientras el joven mago dudaba, el mesero se aclaró la garganta y en tono servicial volvió a preguntar

-¿Desea algo señor?

 - De momento nada, gracias, tal vez más adelante... - Le respondí amablemente. Tras despedirme con una reverencia al hombre, con disimulo, me dirigí a la escalera que llevaba a un segundo piso, esperando encontrar allí al encapuchado, si no se hubiera marchado ya del establecimiento.