Partida Rol por web

—Supongo que se fugaría. Pero siempre ha vivido en una casa encerrada... quizás esperaba encontrar fuera lo que cuentan en las historias de amor de los libros.— Ireena dijo esto con deje de amargura en la voz.

Abandonaron la aldea. Davdak se adelantó en su caballo como batidor mientras que Ian cabalgaba alrededor del carro ofreciendo una protección a los viajeros e intentando no perder de vista durante mucho tiempo al explorador. Jarvo guiaba el carro, como había hecho en el pueblo, con Ireena sentada a su lado. En la parte de atrás viajaban sentados Coates e Ismark. La comitiva seguía un camino de piedras que en algunos puntos era totalmente engullido por el bosque de alrededor. Pasaron nuevamente por el cadalso de madera pero esta vez en vez de desviarse hacia el campamento vistani siguieron por la senda principal. Pronto esa senda enfiló hacia un paso entre un bosque de aspecto antiguo. El sendero estaba en ocasiones casi obstaculizado por la maleza que crecía de forma retorcida, impidiendo el paso de la escasa luz solar.

—Es el bosque de Svalich. Ya era un lugar antiguo y siniestro antes de que Strahd viniese a Barovia.— les informó Ismark — Al ritmo que vamos alcanzaremos las cataratas de Tser antes del anochecer y podremos acampar allí.

El camino ascendía por una colina de forma sinuosa, con los árboles como barrera de una foresta agreste. Davdak, que iba delante, escuchaba los ruidos habituales en un bosque. Pensando en la petición de Jarvo se adentró brevemente entre los matorrales para comprobar si había caza. Y allí lo vio: un venado de buen tamaño en un claro cercano. Podría darles carne para un par de días. Estaba preparando su flecha cuando vio algo más en el pequeño claro: un cadáver en el suelo. Estaba claro que estaba muerto porque su cuerpo estaba lacerado y lo habían desmembrado. Desde donde estaba no podía distinguirlo del todo bien pero parecía un cazador o un batidor que hubiera sido sorprendido por una pieza excesivamente agresiva.

Escuchó el carro de sus compañeros que se aproximaba por el camino.

Davdak salió al camino para indicar a los compañeros sobre su descubrimiento. Solo les hizo una seña de que iba a entrar y esperó a que Ian le confirmara que estaba atento.

Guardó su arco y sacó su espada corta para acercarse hacia el cadaver, examinando los alrededores mientras se acercaba. Quizá podía ser una trampa y no quería caer en ella.

Ian repitió el gesto de Davdak hacia el carromato, desmontó y avanzó espada en mano hasta el punto en el que el improvisado explorador se metió en la maleza. También echó mano de su escudo y miró alrededor por si era algún tipo de emboscada.

Coates apretó el pomo de su cimitarra y miró hacia los alrededores. Si algo se acercaba al carro defendería la posición y trataría de ayudar a los jóvenes. 

Jarvo chasqueó las riendas para detener suavemente el movimiento del carromato, tratando de que los caballos no relincharan al no conocer exactamente lo que sucedía.

No era peligro inminente ya que Davdak no había alzado la mano dos veces tal y como se habían organizado en misiones anteriores pero el hallazgo había atraído la atención de su compañero, por lo se aseguró que el estoque estaba tras su asiento y lo colocó sobre sus piernas.

Davdak se aproximó con cuidado, atento a los alrededores. En realidad todos estaban atentos a la situación porque aquel bosque, desde luego, no parecía un sitio amigable. Y menos cuando el pícaro comprobó que aquel hombre, pues era un hombre de unos treinta años, había sido destrozado por el ataque de algún tipo de bestia que no había tenido piedad. Se agachó junto al cuerpo y vio numerosas huellas en el suelo húmedo. Lobos. Y de los grandes¹. Habían asaltado a aquel hombre y lo habían matado sin piedad... pero no lo habían devorado. ¿Qué clase de animal ataca sin intención de comer? Un animal posiblemente entrenado. O controlado mágicamente.

Revisó el cadáver. Tenía una cadena alrededor de su cuello con un pequeño camafeo en el cual guardaba la foto de una mujer, quizás su esposa por la edad. Un rostro sonriente que no vería regresar a su pareja. El tipo llevaba una mochila que había sido destrozada a dentelladas y que probablemente tuviera algunas provisiones. Llevaba una espada que no había tenido tiempo de desenfundar y un arco, pero ninguna flecha en el carcaj. Por las pisadas del barro parecía que estaba huyendo. Probablemente intentó enfrentarse a los lobos sin suerte.

¿Seguirían los lobos cerca? ¿Estaba sólo cuando lo atacaron? ¿Sería más prudente alejarse aún sin saber donde estaba la manada atacante o intentar sorprender a los animales si aún estaban en la zona?

Davdak tiró con fuerza del camafeo hasta que la cadena se rompió. Lo examinó un instante pero en seguida lo guardó en la faldriquera.

Se fijó un instante en las huellas para analizar si eran frescas o si se alejaban del lugar hacia algún sitio. No era momento de cazar a los lobos pero sí de estar prevenidos por si fuera necesario.

Davdak echó un vistazo a las huellas y examinó de nuevo al cadáver. Aquello había sucedido la noche anterior. El explorador se movió por los alrededores del claro intentando discernir hacia donde podían haber continuado los animales. Parecía que se encaraban hacia el sur, lo cual los alejaba del recorrido del grupo.

Decidieron por tanto continuar* y seguir el sendero. Poco a poco el bosque se iba separando a medida que las colinas de alrededor del camino se volvían más abruptas. Al atardecer estaban ya avanzando por un desfiladero a través de un camino de tierra que ascendía sin separarse de la montaña. Finalmente desembocaron en un puente de arco de piedra cubierto de líquenes que atravesaba un colosal cañón natural. Unas gárgolas de piedra, embozadas en las esquinas del puente, parecían aguardar a los viajeros con sus rostros desgastados por la intemperie. En el lado del puente que daba a la montaña una cascada caía hasta romper en una brumosa laguna a cientos de metros por debajo de ellos, formando una brumosa laguna. Incluso en aquel ambiente opresivo la visión del paisaje era de una belleza descomunal y salvaje.

Pero ya se aproximaba la noche y había que buscar un lugar donde acampar.

Ismark señaló una colosal montaña que se alzaba al otro lado del puente, al lado de la cual serpenteaba el camino que habrían de seguir:

—En lo alto de la montaña se encuentra el camino de Ravenloft, hacia el este. Pero nosotros debemos seguir al oeste, a través de las Puertas, en dirección a Vallaki.

El grupo miró alrededor. Había lugares para acampar a este lado del puente. Podían hacerlo allí mismo, junto a las gárgolas, o descender un poco por un lateral a las cornisas que se encontraban por encima de las brumas del río. O incluso, si así lo decidían, cruzar el puente y buscar un lugar al otro lado del mismo.

Ian estudió el terreno con ojo clínico buscando la posición que les diera ventaja por si alguien decidía sorprenderles por la noche...

Coates veía con buenos ojos quedarse acampado en el puente, al fin y al cabo parecía un buen lugar para defenderse.

No obstante, un máscara de Nig-Cö no se dejaba guiar únicamente por su deseos así que procedió a echar un ojo por los alrededores por si veía algún lugar de mejor defensa y resguardo. 

Davdak comenzó a preparar el campamento cuando el grupo hubo decidido dónde hacerlo. Encendió un fuego y limitó el campamento para que las guardias fueran más fáciles.

—Momento de descansar —dijo mientras ponía un puchero a calentar sobre el fuego—. Hoy cenaremos algo caliente, guardad la comida seca para cuando no tengamos tanta calma. Yo haré la primera guardia, como siempre¹, tratad de descansar lo que podáis.

Jarvo asintió ante las indicaciones de sus compañeros, tanto para el lugar de pasar la noche como para las guardias.

Era lo bueno de viajar con compañeros habituales, tenían sus rutinas que facilitaban la vida: él antes de Coates y Biblings después de Davdak.

- Un lugar estrecho facilita una defensa, como en aquel callejón en Luskan, eh, Ian. - dijo ante la decisión de Coates de que el puente era el mejor sitio. - Siempre podemos colocar el carro bloqueando el lado del castiilo como una defensa adicional y dejar las riendas listas.

Lord Coates descendió por uno de los laterales del risco mientras Ian examinaba el lado contrario. Finalmente fue la Máscara quien decidió que el punto más resguardado era una pequeña abertura en la ladera del desfiladero, un poco por debajo del puente. Era un espacio resguardado para pasar la noche y que, tal como Jarvo indicaba, haría que cualquier enemigo tuviera que descender en fila de a uno para llegar a ellos. Además contaban con la posibilidad de una retirada hacia abajo. Lo único malo es que tenían que dejar el carro y los caballos en la arboleda junto al puente. Pero si les pasaba algo podían subir con premura. Parecía ser un buen sitio.

Así que Davdak montó el campamento. Si obviaban el hecho de que aquellos terrenos eran el coto de caza de lo que parecía ser un vampiro ancestral uno casi podría disfrutar del ruido del agua de cascada y del paisaje nocturno. Dentro de la fiereza del lugar había una cierta sensación de paz, como cuando uno contempla las olas del mar rompiendo contra la costa durante una tormenta.

El pícaro hizo la primera guardia para ser luego relevado por Ian. El guerrero se mantuvo apoyado en su espada a la entrada de la cueva, vigilante como en una guardia de cuartel durante una batalla. No pensaba bajar la guardia. Recordaba el callejón en Luskan ¡vaya pelea! Estaban superados en número por aquellos malditos mercenarios. Pensaron que los acorralarían en el callejón pero se llevaron un buen chasco cuando el y Jarvo, hombro con hombro, se encargaron de...

¿Qué había sido ese ruido?

Se giró inquieto para darse cuenta de que la muchacha estaba levantándose. Ian puso los ojos en blanco: si le decía que justo ahora quería hacer sus necesidades iba a ser un problema vigilar donde se metiese y a la vez el campamento. Pero entonces vio que Ireena se movía de forma extraña, con los ojos cerrados, como si fuera sonámbula. Parecía dispuesta a salir de la pequeña cueva para ascender por el camino.

Ian estaba sorprendentemente aburrido. Creía que la noche iba a ser movidita, pero la verdad es que estaba siendo muy tranquila. Hasta que oyó movimiento. Y en la dirección opuesta a la esperada.

Pero resultó ser la muchacha caminando.

Fue a decirle algo pero al ver que no actuaba conscientemente torció el gesto y suspiró. Aquello era magia seguro. Se agachó, cogió unas piedrecillas y se las lanzó a sus compañeros mientras se interponía entre la muchacha y la salida. -Espabilad que la muchacha camina dormida.

Ian se interpuso en el camino de la joven. Ésta se detuvo pero no despertó de su ensoñación.

Sus compañeros abrieron los ojos al aviso del guerrero.

El manto de la noche se mantenía sobre ellos, más ahora cuando unas oscuras nubes empezaban o ocultar la pálida luz de la luna¹.

Coates, tenía el sueño ligero desde su tierna infancia y, más aún cuando se dormía al raso, fuera de las comodidades de un catre.

Además Ian, desde hacía tiempo utilizaba el sistema de aviso de las piedrecitas. Alguna vez pensó de donde sacaría tantas y si en las guardias se dedicaba a recolectarlas.... y también pensó que pasaría el día en el que tuviese que usar piedras más grandes....

Una sonrisa se dibujó debajo de su máscara y acto seguido se incorporó y miró las señas de Ian. Coates se levantó y miró a la muchacha...

A simple vista parecía sonámbula... Quizá padeciese esa enfermedad... no era algo común pero sí habitual...

Coates dio un rápido vistazo a la mujer tratando de dilucidar si era sonámbula o estaba presa de algún tipo de hechizo...

—¡Maldita sea! —exclamó Davdak que habituaba a tener mal despertar—. ¿Qué diablos ocurre?

Cuando Coates comenzó a examinar a la muchacha Davdak salió al exterior habiendo cogido únicamente su arco y un par de flechas. Oteó el horizonte un instante y luego echó un vistazo a los alrededores sin alejarse más que unos pasos de la cueva.

Jarvo se despertó más por la maldición de Davdak que por las piedritas de Ian ya que, pese a no haber bebido la noche anterior, la temperatura de esa cueva y el murmullo del río le habían hecho dormir como un bebé en el pecho de su madre.

- ¿Magia? - preguntó a Coates, que era el experto que podía descartar males más terrenales y podía ahorrarle el lanzar el hechizo que lo detectaría.

Efectivamente era magia. Lord Coates había presenciado muchas veces el paso de un noctámbulo pero la muchacha se movía de manera extraña, como si una fuerza superior tirase de ella. De hecho cuando Ian la detuvo pudo pareció removerse como si estuviera escuchando una voz en el viento nocturno.

Y fue entonces cuando todos escucharon esa misma voz, pero esta vez de forma clara.