Partida Rol por web

Coates miró a Davdak y después giró su cabeza para ver como aquel Vistaní ingería la poción.

- Aunque la hayas tomado, nada nos asegura que vaya a funcionar.... Además seguro que el precio que pides por la poción no compensa el resultado que se obtenga de ella.

Después miró a Jarvo.

- Amigo, no creo que nos confundan con niños... Pero estoy seguro de que te encantaría comprobarlo... ¿verdad?

—Tranquilo hombre —dijo dirigiéndose a Coates—. Supongo que si este buen hombre trata de venderme algo de lo que no puede demostrar su utilidad, será consciente de que el precio debe estar basado en la confianza. ¿No es así, amigo? Al menos ha demostrado que no quiere matarme y eso para mi es un buen punto de partida. ¿Cuánto quiere por cada poción?

Davdak no confiaba en los vistaní y mucho menos después de lo que sabía de madame Eva, pero si esas pociones eran lo que en realidad decía aquel hombre que eran, podrían necesitarlas en algún momento. Era el momento de aprovechar la situación de ventaja y sacarlas por un buen precio.

—Y discúlpenme la indiscreción, les he oído decir que no pueden entrar en Vallaki, ¿qué es lo que se lo impide?

Ian se mantuvo ejerciendo de guardaespaldas de los jóvenes mientras los otros se centraban en los vistani. Así que paseó la vista alrededor por si acaso mientras todos estaban debatiendo sobre casas encantadas o quién estaba estafando a quién, difícil decisión ahí, alguna sorpresa viniera del bosque.

También le sorprendía que los jóvenes se mantuvieran tan callados en medio de aquel debate sobre casas encantadas y pociones mágicas...

En un momento dado ambos hombres se pusieron a discutir el precio que tendría una poción de ese tipo. Fue un intercambio dialéctico que si se tuviera que comparar con un combate a espada sería sin duda épico, con volteretas, cabriolas lingüísticas y estocadas veladas que en ningún momento perdía su ritmo. Los contendientes estaban muy igualados y por un momento el grupo pensó que Davdak se saldría con la suya pero finalmente el vistani decretó el precio definitivo, que sólo había bajado un par de piezas por debajo del original.

—¡No se hable más!— sentenció el vistani —Puedo dejártela en 48 coronas de oro ¡y me voy a la ruina!¹

Era un precio alto pero atendiendo a lo que contaba el vistani con aquella poción podrían atravesar las lindes de Ravenloft a través de sus brumas y regresar a su mundo sanos y salvos, sin perderse ni morir estrangulados por la niebla. ¡Y daba para los cuatro!

Mientras ambos hombres discutían por el precio del vial fue otro de los acampados quien contestó la pregunta de Jarvo:

—Los de aquí nos tienen manía porque dicen que servimos a Lord Strahd. Pero es una verdad a medias. No es tanto que lo sirvamos sino que nuestros antepasados le ayudaron cuando era... joven y fue emboscado por sus enemigos. Desde entonces nos deja vivir en paz y estamos a salvo de las criaturas de la noche, lo cual para esos paletos viene a ser lo mismo que servirle. Y no. Los vistani somos un pueblo libre ¡no servimos a ningún amo!— sentenció con cierto orgullo.

- ¡Así se habla! - Jarvo celebró la última frase del vistano con una sonora palmada contra la madera del carruaje.

Acto seguido, tomó las riendas rápidamente mientras susurraba a los caballos, no fuesen a asustarse y terminara varias millas tratando de detenerlos.

- Pero he escuchado... - miró a un lado y a otro, como si estuvieran en una taberna y quisiera cerciorarse que nadie les escuchara. - que Strahd, en su maldad, acompañó ese permiso de tranquilidad con una maldición... ¿es cierto?

Sin duda alguna aquellos Vistaní sabían negociar.... Pocos se resistían a la labia de Davdak y aquellos hombre habían salido sin ningún "rasguño" de la negociación.

48 coronas podía ser mucho o poco... todo dependía de si aquellos viales de verdad contenían lo que los Vistaní prometían.

Dejó en manos de su compañero la decisión sobre si aligeran o no la bolsa de las monedas y se concentró en las palabras de aquellos hombres sobre Strahd... Quizá a través las historias que pudiesen encontrar a lo largo del camino, pudiesen conocer mejor a aquel hombre...

- Perdonad, habéis dicho que Strahd fue emboscado por sus enemigos.... Parece una buena historia... ¿Alguno de ustedes la conoce al detalle?

El vistani miró a Jarvo frunciendo el ceño, como si valorase la posibilidad de que le estuviera poniendo a prueba. Luego se encogió de hombros:

—No señor. No nos maldijo de manera alguna. Es complicado maldecir a un vistani, créame.

Se volvió hacia Coates para contestar:

—A fe mía que es una gran historia. Lord Strahd fue emboscado por sus enemigos y, aunque herido de muerte, pudo llegar a un campamento de nuestros antepasados, que lo socorrieron. De hecho lo llevaron de vuelta a su castillo aunque sus enemigos le querían dar caza de forma inmisericorde y traicionera. Varios de los nuestros perecieron defendiéndolo. Fue una dura gesta pero finalmente lograron llegar hasta el castillo de Ravenloft para ponerlo a salvo. Desde entonces Lord Strahd ha mantenido el juramento de que nunca sufriríamos daño y que podríamos movernos libremente por sus tierras. Y esto no cambio ni siquiera después de...— de pronto dudo un momento —Bueno ¡se ha mantenido durante generaciones! Ese el único motivo de que nosotros no estemos atados a estas tierras.

La Máscara pensó en lo que le estaba contando el vistaní. Era una historia idéntica a la que durante la primera noche les había contado Staniir la primera noche en la tierra de la duquesa. Pero aquella historia continuaba con una maldición que es evidente que estos hombres no querían mencionar.

Parecía que la historia cuadraba y que la información que proporcionó Staniir era correcta.... Sin embargo, por la razón que fuese, esta gente no quería hablar de la maldición... precisamente aquello que más le interesaba a Coates....

Tendría que pensar alguna forma de hacer hablar a  aquella gente...

Davdak desató la bolsa del cinturón y se la lanzó al vistani.

—Solo tengo 30 monedas de oro —dijo en voz alta para sus compañeros—. Si alguno quiere completar el pago... el precio merece la pena, por más que me pese reconocerlo. Siempre que ese líquido haga lo que este hombre promete. En caso de que no sea así te prometo que te buscaré eternamente hasta que recupere todas y cada una de las monedas invertidas.

El hombre apresó las monedas al vuelo, codiciosamente. Luego entregó el vial a Davdak mientras miraba al resto de los compañeros:

—¿Y bien señores? ¿Quién ha de completar el pago? ¡Su amigo es alguien juicioso y tiene en su poder la solución a sus problemas!

El guerrero ya estaba harto de aquel sinsentido, tan solo estaban perdiendo tiempo y eso significaba volver a pasar la noche cerca del castillo.  ¿Acaso sus acompañantes se habían olvidado de lo que pasaba por las noches en aquel lugar maldito? -¡Sea! Con tal de salir de aquí ya lo pongo yo.

Sacó su bolsa, contó las monedas y le pasó a Davdak las 18 que le faltaban.

Jarvo estiró la mano y rasgó una nota cada vez que las monedas cambiaron de una persona a otra.

- Me alegra escuchar que los vistanis son un linaje de gente auxiliadora. - dijo Jarvo sonriendo al hombre, sin querer insistir en la maldición del príncipe que tan bien había esquivado su interlocutor.

Movió las riendas, presto a partir tan pronto sus compañeros terminaran la transacción.

- Molino, sagas, niños, nada de dulces... - confirmó con el vistani.

Davdak guardó el frasco en su zurrón y tiró de las riendas del caballo.

—Espero no tener que volver a buscarte, amigo —dijo dando la espalda al vistani.

Y así, tras completar la transacción, el grupo dejó atrás al grupo de vistaní. Davdak se guardó la poción virtaní para atravesar la niebla en su morral y se adelantó al grupo, como siempre, para estar atento a las sorpresas menos amables que pudieran acecharles en su viaje.

El viejo camino de Svalich atravesaba sinuoso las montañas Balinok. Para llegar hasta donde estaban se transformaba en un exiguo sendero que abrazaba la ladera y descendía hacia un brumoso valle. En el corazón del mismo podía vislumbrarse una ciudad amurallada junto a las orillas de un gran lago alpino de aguas oscuras y tranquilas.

Una bifurcación en el camino conducía a un promontorio hacia el oeste sobre el que se alzaba un ruinoso molino de piedra, cuyas aspas de madera estaban desnudas. Sin duda aquel era el Viejo Machacahuesos al que los gitanos se habían referido en su conversación. Y era cierto que tenía un aspecto que no invitaba demasiado a visitarlo.

El molino se encontraba antes de la propia ciudad pero el atardecer ya estaba declinando, por lo que si se desviaban para visitarlo estaba claro que no llegarían antes de la noche a Vallaki.

Coates miró a Jarvo y una sonrisa se dibujó debajo de su máscara.

- Jarvo, amigo. Te noto inquieto... ¿Te apetece hacer una visita a esas brujas?

Después habló al resto del grupo.

- Creo que la noche nos cogerá si nos desviamos hacia el molino pero... por otro lado... creo que tendremos visita de nuestro "amigo" esta noche también... Quizá podríamos aprovechar la oportunidad para hacer un dos por uno...

Ian iba alerta. -No sé si será buena idea enfrentarnos a dos enemigos a la vez, que imagino que nuestro "amigo" vendrá algo mejor preparado esta vez.- dijo distraídamente mientras vigilaba los alrededores. Su mirada se centró en la ciudad amurallada y suspiró, dormir entre unas murallas le parecían una buena idea, pero no entendía muy bien como el tipo aquel había permitido a una ciudad mantenerse amurallada. Solo se le ocurría que, en su mente, no eran un obstáculo para entrar en la ciudad y conseguir lo que quisiera.

De repente las murallas le parecieron menos tranquilizadoras. Se giró a los muchachos. Ahora sí que tendrían que abrir la boca -Una pequeña pregunta, ¿Qué sabemos de la política de esa ciudad? En concreto, ¿qué tal se llevan con el tal Strahd?

La expresión que se formó en el rostro del bardo no dejó duda alguna que se alegraba de la proposición del bueno de Coates.

- Estoy seguro que sería una visita digna de cantar en las tabernas... - dijó con un deje de ensoñación, como si ya hubiese empezado mentalmente a escribir los primeros versos.

Escuchó la preocupación de Biblings y asintió lentamente, sabiendo que no le faltaba razón al valiente guerrero.

- Quizá deberíamos dejar sanos y a salvo a los hermanos Kolvana y acercanos con el alba... Davdak, querido ¿que opinas? - preguntó al cuarto miembro del grupo.

—Opino que está cayendo la noche y que no se nos ha perdido nada en ese molino —dijo con cierta rudeza—. Y que no quiero tener otro encuentro con ese Strahd sin algo más de garantías. Me enerva que ese monstruo esté jugando con nosotros.

El pícaro prácticamente no se detuvo. Continuaba su camino hacia Vallaki y esperaba que el grupo le siguiese.

- Esperemos que haya buenos burdeles en la ciudad... - murmuró Jarvo viendo avanzar a Davdak, tras lo que chasqueó las riendas mientras negaba lentamente con la cabeza, con tristeza. - Creo que necesitará uno...

Así que se encaminaron hacia la ciudad. Mientras lo hacía fue Ireena quien contestó la pregunta de Ian:

—El barón Vallakovich considera que tiene sangre real en sus venas y que no debe rendir pleitesía a Strahd Von Zavorich. Según a quien preguntes te dirán que el barón podría ser un rival de Strahd o que el dueño del Castillo de Ravenloft lo tolera porque le divierte.— Ireena meditó sobre esto último —Creo que en el fondo nadie comprende exactamente que es lo que motiva a Strahd. Debe ser triste estar tan solo y ser tan temido.

Estas últimas palabras inquietaron ciertamente a su hermanastro, que lanzó una mirada de suspicacia hacia la joven. Ella lanzó un suspiro y el grupo continuó avanzando hacia las murallas en silencio.