Partida Rol por web

El guerrero fue a interrumpir la historia pero los parroquianos a lo mejor se lo tomaban a mal, así que aguardó pacientemente no sin decirle a Jarvo por lo bajo -Este es el del mono, a ver si nos dice algo más sobre ese maldito ser y sobre como matarlo...

El gesto de Davdak cambió por primera vez en mucho tiempo; desde que se había enterado que los vistani eran los sirvientes de Strahd y les habían engañado como a novatos. ¡Cómo había podido ser tan estúpido!

Por fin, después de mucho tiempo, tenían un punto de destino para desenredar la madeja y comenzar a prepararse para el enfrentamiento con ese monstruo de Strahd.

Se levantó del banco con el gesto relajado, incluso podría decirse que divertido y se acercó de nuevo a la barra.

—Otra jarra de vino... pero esta vez que no sea del aguado o tendrá que devolverme algunas monedas —ese sí era Davdak, el pícaro.

Una vez de nuevo en la mesa, con la nueva jarra de vino volvió a hablar con los hermanos y con Coates que aún seguía en la mesa.

—¿Qué vais a hacer vosotros? —preguntó—. De alguna manera tú estás unida a la maldición de Strahd y nosotros vamos a llegar hasta el final de esto. Podrías unirte a nosotros y liberarte de su opresión. Probablemente conozcas mejor el terreno y nos puedas ayudar en el camino—. Miró a Ismark y su cara de desaprobación. A fin de cuentas había traído aquí a su hermana para mantenerla a salvo. —¿Qué te parece Coates? Parece que esa pista en Krezk es bastante buena, ¿no crees?

Jarvo no pudo evitar abrir la boca con sorpresa y girarse a mirar a Ian con los ojos bien abiertos, sin creerse que el guerrero hubiera sido como una salva de arqueros que, a base de lanzar preguntas, había conseguido acertar en la diana.

- Blinsky, el juguetero, no tiene que ser dificil de encontrar si quieres una mascota. - le dijo a Ian dándole una palmada a modo de felicitación por haber encontrado a un mono en aquellas tierras.

Cuando vio que Rictavio comenzaba una nueva narración, decidió hacerle los coros y añadir algún "'¡no puede ser!" o un ocasional murmullo temeroso para ayudar al respetable de la taberna a imbuirse aún más en la narración de aquel hombre, claramente experto en esas artes.

Madam Eva les había dicho que necesitaban encontrar a un hombre dicharachero y Rictavio claramente lo era, por lo que esperaba que su intervención le hiciera ver como un hermano de juglaria y, a la vez, que había respetado su trabajo.

El máscara se quedó dubitativo cuando Davdak le preguntó.

La abadía de Santa Markovia estaba dedicada a la religión de Lathander. Todos sus clérigos buscan el progreso y suelen actuar como agentes de las libertades personales, la expresión artística y la armonía racial.... y son muy dados a las competiciones atléticas y artísticas... 

Al contrario que los máscaras estos clérigos tenían por costumbre rezar al amanecer, justo cuando el sol asoma en el horizonte.

- No parece mala pista,Davdak... quizá esa carta de la curandera tenga algo que ver con un sanatorio... No obstante, convendría hacerse con algún objeto mágico que se pueda entregar como ofrenda... Los Despertados, es decir, los clérigos, suelen solicitar este tipo de objetos si quieres que te hagan algún favor y.... puede que necesitemos de sus favores...

Luego miró a Jarvo...

- No obstante, creo que nuestro amigo está altamente interesado en hacerse con una mascota... ¿Qué te parece si localizamos al mono, nos aprovisionamos en este lugar y después partimos hacia Santa Markovia? No creo que perdamos más de un día o dos en conseguirle una mascota a Jarvo...

Ireena negó con la cabeza:

—No soy una aventurera, no os equivoquéis. Mi hermano sin duda os sería de más ayuda que yo. Todo lo que sé me lo enseñó él. Pero por desgracia no tengo el valor que tenéis vosotros. Quizás os seamos más de ayuda aquí, estableciendo un punto de refugio y aprovisionamiento.

Su hermanastro asintió aliviado ante las palabras de la joven.

Rictavio guiñó un ojo ante las jugadas de Jarvo que ayudaron a mejorar el empaque ante su audiencia. Pero Jarvo, aparte de echarle un cable, se dio cuenta de forma instintiva de algo: Rictavio no era un gran bardo precisamente. Tenía un don natural para contar historias y sin duda éstas eran divertidas pero parecía más instintivo que algo trabajado. ¿Quizás hacía poco se dedicaba a eso?¹

De una manera u otra el semielfo parecía predispuesto a tomar algo con ellos y de hecho se aproximó sonriente hacia la mesa justo en el momento en que las cosas allí parecían ponerse un poco tensas con la llegada del dueño de la taberna.

El jocoso comentario del vino aguado hecho sin intención alguna por Davdak pareció sentar como un jarro de agua fría en el local. La posadera se quedó mirándolo fíjamente y en ese momento se abrió una puerta tras la barra de la que salió enfurecido un hombre bajito y nervudo, de pelo tan negro como su prominente mostacho, que señaló al pícaro del grupo como si hubiera cometido la peor de las herejías.

—¿COMO OSAS DECIR QUE MI VINO ESTÁ AGUADO?— bramó exasperado el hombre saliendo de detrás de la barra a zancadas —¡Este vino es el mejor que vas a poder encontrar en la zona! ¡Me atrevería a decir que en Barovia al completo! ¡Mi familia ha trabajado las viñas hasta conseguir el punto exacto de elaboración que hacen que la Pulpa Púrpura tenga ese exquisito sabor incluso pese a que su precio casi no compense el trabajo de traerlo hasta aquí. ¡Y te desafío a que menciones un vino tan excelente como el Dragón Rojo! ¿Es que acaso tienes por lengua papel de lija y tus dientes podres te hacen confundir el sabor de mis añadas?

Resultaba casi amedrentador ver como aquel hombrecillo se encaraba a los aventureros ignorando armas o pertrechos, berreando como si alguien se hubiera meado sobre la tumba de su madre. Pero quizás lo más curioso era ver la seriedad con el que el resto de la taberna asistía a aquella furia desatada, mirando para Davdak como si hubiera hecho el peor chiste sobre el finado durante un velatorio delante de su viuda.

Ian se puso plantó allí de un salto, se interpuso entre el tabernero y su compañero y comenzó a chillarle... A Davdak. -¡Eso! ¿Como te atreves? ¿Ya estás tan borracho que no diferencias un vino de calidad de un vino aguado? ¿Has bebido Coates antes y ahora vino? ¡Te tengo dicho que no mezcles! ¡Que un día de estos va a darte un jamacuco!- mientras hablaba le guiñaba un ojo al pícaro para que le siguiera el juego.

Cotes miró a aquel tabernero y meneó la cabeza de un lado a otro... Sus compañeros, incluso de forma inocente, eran especialistas en ganarse enemigos. Un comentario casual había desatado la furia del tabernero.

Coates pidió disculpas a los hermanos y se levantó para caminar hacía el lugar del tumulto. Esperaba que las cosas no se pusiesen feas pero por si acaso no estaba de más sumar un par de puños adicionales.

Hizo un gesto con la mano para tranquilizar a Ian y se dirigió de nuevo a la barra con la jarra de vino recién servida ignorando lo aires de ese hombre bajito.

—Mejor ponedme una jarra de cerveza —dijo deslizando el vino sobre la barra.

La mirada del pícaro se enfrentó desafiante a la de aquel ofendido hombre pero Davdak no hizo ningún comentario. Volvió a sentarse en la mesa y reanudó la conversación.

—Como iba diciendo antes de que nos interrumpieran —levantó la mirada para desafiar una vez más a aquel hombre—, es una lástima que no podáis acompañarnos. Pero os entiendo. ¡Joder, hasta la cerveza está aguada! —exclamó arrugando la nariz.

Cuando el hombre iba a estallar en otra explosión de cólera fue Rictavio quien intervino:

—¡Por la luna más brillante Urwin! ¡Pareces de primero de taberna! ¿No ves que lo que quiere este bribón es provocarte?

Todos podían ver como el mencionado Urwin enrojecía mientras su ojo derecho se abría y cerraba a gran velocidad, como si estuviera a punto de salirle disparado por la rabia.

—Venga, venga... con calma compañero.— dijo el semielfo mientras se llevaba al tabernero cogiéndolo suavemente por los hombros. En ese momento le susurró a Jarvo —Os suplico que contengáis la lengua de vuestro compañero si no queréis que os echen a patadas de la taberna y de Vallaki por no tener donde pasar la noche.

Diciendo esto fue llevando a Urwin hasta la barra. Luego, una vez pudo calmarlo, se aproximó al grupo.

—¡Por el amor de los dioses! ¿Soléis insultar a la gente tan alegremente a menudo?— se dirigía a Davdak —Podéis hacer lo que os plazca pero que sepáis que si Urwin decide no alquilaros una habitación esta noche la tendréis que pasar al otro lado de los muros. Y no es buena idea tentar a la suerte pernoctando en exteriores en Barovia. Parecéis aventureros profesionales y seguro que pensáis que podéis con todo. Pero creédme: no es así. Este lugar no se parece a otro sitio donde hayáis estado antes. Y aquí no suele haber segundas oportunidades.

- Davdak, creo que con un tener un enemigo declarado en la zona, vamos más que servidos. - dijo a su compañero, mientras asentía con la cabeza a modo de agradecimiento a Rictavia por ayudarles a calmar la situación. - Además, bebo más tranquilo cuando no tengo temor a que me escupan en bebida. Llamadme raro.

Sonrió a sus compañeros mientras tomaba asiento y, agarrando una copa, la levantó y dio un buen trago, deleitándose ostentosamente con el, tratando de disculparse de esa manera con los parroquianos presentes.

- Llevamos un par de días bastante estresantes. - respondió al feriante a modo de disculpa por la actitud de Davdak. - Ya hemos escuchado que hay sagas en la zona, por no hablar de ese Conde perturbado... mejor dormir bajo techo.

Aprovechó el momento para hacer las presentaciones de Rictavio y el grupo.

- Es el propietario de la Feria de las Maravillas de Rictavio, cuyo carromato vimos a la entrada, y compañero de Piccolo, un pequeño primate que ahora se aloja en la juguetería de Blinsky...

—¿Insultar? Menuda forma de llamarlo. Tendrían que pagarnos a nosotros por bebernos sus meados —farfulló apretando la mandíbula en deferencia a su compañero—. Antes dormiría en la entrepierna de Strahd que en un jergón alquilado por ese estafador.

Dirigió la mirada a continuación sobre Rictavio.

—¿Acaso vos no tendréis un jergón para un viajero cansado? —dijo sin desvelar realmente si se trataba de una broma—. De todos modos Jarvo, ¿qué interés tenemos ahora en los primates? ¿Me he perdido algo?

Ian miró al cielo no creyéndose que el pícaro siguiera con la matraca. -Pero cállate de una veeeez- le dijo entre dientes a Davdak, y procedió a aclararle lo del acertijo:

-¿Recuerdas lo del tipo dicharachero que tiene un mono y sabe más de lo que parece sobre como enfrentarnos al tipo ese?- señaló con la mano a Rictavio. -Te presento al tipo dicharachero con un mono. Ahora hay que ver si sabe algo que nos ayude a matar al maldito vampi...-

A mitad de frase, el guerrero cerró los ojos fuertemente al darse cuenta de que había hablado más de la cuenta en presencia del tal Rictavio...

Rictavio pareció obviar totalmente el comentario interrumpido de Ian¹, dirigiéndose en lugar de eso a Davdak:

—Mi jergón me lo ceden amablemente Urwin y Danika,— dijo señalando con la cabeza a la pareja de dueños de la taberna —a cambio de las historias con las que entretengo al personal para que olviden las amenazas externas y consigan al menos fingir la felicidad que nuestro burgomaestre parece empeñado en que mostremos. Pero Urwin está pasando un mal momento. Hace tiempo que no reciben nuevos envíos del viñedo de su padre y la verdad es que están en las últimas. Pero antes se cortaría el brazo que aguar su vino.

Para demostrarlo Rictavio sirvió a los presentes una copa de su botella, un excelente caldo llamado Cosecha del Dragón Rojo. Incluso dejó una copa delante del enfurruñado Davdak.

—Venga hombre... no seas así.— le dijo dándole una palmada en la espalda —La gente de Barovia es muy reservada. Con esa actitud no haréis otra cosa más que cerraros puertas. Y aquí es complicado abrir algo que se haya cerrado antes.

- Encantado Rictavio. Soy Lord Coates, Máscara de Nig-Cö. Por favor, siéntese y comparta mesa con nosotros. Aunque no se lo crea nuestros modales suelen ser mucho más "exquisitos".

Coates le hace un gesto con las manos invitando al semielfo a la mesa. Mientras su mirada se mantenía pendiente del tabernero. Si aquel hombre, entraba al juego de Davdak se levantaría rápidamente para cortarle el paso y tratar de calmar las aguas.

—¡Una Máscara!— el semielfo se mostró genuinamente sorprendido —Hacía mucho que no veía a uno de tu fe.

Retiró la copa de delante de Coates dando a entender que sabía perfectamente cuales eran los preceptos de su religión.

—Disculpadme. No pretendía ofenderos con el ofrecimiento.

Demostraba ser, verdaderamente, una persona de mundo. Por si quedase alguna duda aquello dejaba claro que Rictavio no era baroviano.

—Creo que necesito tomar el aire —dijo el pícaro levantándose de la mesa con intención de salir al exterior—. Me gustaría continuar hablando con usted, Rictavio. Si le parece, estaré en la piedra frente a la posada. Compartiré mi hierba con usted y hablaremos en un lugar más cómodo. ¿No lo creéis compañeros?

Sin esperar una respuesta Davdak salió al exterior de la posada sin intención de pagar la última jarra, que a fin de cuentas no había bebido.

Jarvo miró extrañado a Davdak mientras se levantaba de la mesa y se alejaba tras ofrecer trasladar el encuentro al exterior.

- Cualquiera diría maese Martikov dejó preñada a su hermana y se fugó con su prima... - bromeó, tratando de quitar peso a la incómoda sensación que había dejado en la mesa el irascible Tarmikos.

Volvió a tomar un buen trago de aquel sabroso caldo y se dirigió a Rictavio.

- Le ruego le disculpe, puede llegar a ser un hombre encantador, capaz de engatusar a la más recelosa de las amas de llaves de una mansión pero su humor cambió tan pronto atravesamos las brumas...

No quería ser tan directo como Biblings y prefería regalar la información con la misma sutileza que el feriante.

- ¿Quizá no sea demasiada molestia trasladar la conversación a un lugar donde disfrutemos de la brisa? - preguntó mirando hacia la puerta. - Estoy seguro que en un rato, el propio Davdak se ofrecerá a pagarle la cena.

Coates se mantuvo firme en la mesa. Rictavio le causó buena sensación. No sólo porque retiró la bebida, cuando Coates se sentó en la mesa sino porque parecía una persona acostumbrada a lidiar con cualquier tipo de factor o cuestión que se le pusiese delante.

Davdak prefería salir y hablar lejos del constante rumor de la taberna. No se lo reprochaba, el ambiente estaba cargado y a buen seguro que el tabernero le acabaría provocandoy Davdak caería en la provocación, al menos, verbal.

Sin embargo, Coates prefirió mantenerse dentro de la taberna. Al fin y al cabo esperaría poco más de media hora antes de subir a una habitación y comenzar sus ritos de agradecimiento a Nig-Cö.