Partida Rol por web

Cuando todos despertaron, Coates observó como aquel joven actuaba como un auténtico hermano mayor. No comentó nada de los sucesos acaecidos en la noche y el Máscara sabía muy bien porqué. Cuanto menos supiese la chica, mucho mejor para su salud. 

De lo contrario, en un momento de enajenación podría, incluso, intentar quitarse la vida o alejarse de su hermano.... Aquel silencio, solo era por el bien de la joven.

Volvieron al camino y a la marcha, a buen ritmo y sin sorpresas pero sin perder de vista el imponente castillo que sólo recordaba a los aventureros que la calma y tranquilidad sólo eran momentáneas... Tarde o temprano aquel ser volvería a por ellos y.. debían estar preparados.

Coates, ensimismado en sus pensamientos apenas reparó en el olor a pipa y en los ruidos de aquel campamento. Menos mal que Ian estaba mucho más atento que el máscara...

Davdak asintió y bajó del caballo. Aseguró su cinturón y se adelantó para echar un vistazo antes que el resto del grupo avanzara. Se ocultó entre las columnas de piedra y avanzó a cobijo de la enorme construcción.

Davdak se movió sigilosamente hacia donde estaban las enormes columnas. Se escabulló por un lado, entre los matorrales, para cruzar por el lado exterior a la puerta. El olor a tabaco se hizo mucho más intenso cuando vio el origen de las voces y risas. Tres hombres, evidentemente vistanis por sus coloridos ropajes, charlaban entre ellos mientras fumaban de una larga pipa que iban pasándose de uno a otro.

—Y entonces le dije... ¡pues pregúntale a tu hija por el tatuaje!

Las risas de los tres jóvenes fueron tan estruendosas y sinceras como para hacer que los aventureros se dieran cuenta que desde que habían llegado a Barovia no habían visto siquiera sonreír a nadie.

—Eres un tunante Imar. ¡Por tu culpa no hay manera de que podamos entrar nuevamente en Vallaki!

—¡Pero valió la pena!

Nuevo estruendo de risas.

Davdak, desde su posición, vio que los hombres habían dejado sus armas, unos alfanjes, apoyados en la pared de piedra. Aparte de la pipa que pasaba de mano en mano también pudo ver dos botas de vino y los restos de una fogata donde, sin duda, habían asado algo para comer. Los tres vistaní no parecían en absoluto preocupados por lo que pudiera cruzar por los siniestros senderos de Barovia.

El pícaro volvió con el resto del grupo.

—Es otra de las fiestas de esos vistani. No están preparados así que podemos avanzar hacia ellos sin temor. Tienen un campamento preparado, comida y bebida en abundancia. Al parecer no pueden entrar a Vallaki porque uno de ellos es un bocazas —ladeó una sonrisa y se encogió de hombros—. ¿Qué queréis hacer?

Ian frunció el ceño y descabalgó. -¿Tenemos algún problema con esos tipos? O mejor dicho. ¿Tienen ellos algún problema con nosotros? En caso negativo yo pasaría sin más y si por un casual intentar robarnos pues ya les sacamos de su error.- dijo posando su mano en la espada.

- Puede que nos puedan informar de cómo se encuentra el camino ante nosotros. - sugirió Jarvo, teniendo en cuenta que avanzaban por tierras desconocidas para ellos y no tenían la más mínima idea de qué podían encontrarse.

- Siendo "amigos" de Madam Eva, no creo que unos vistani vayan a darnos demasiados problemas...

—Yo no metería a esa charlatana en este asunto. Y ya puestos, no la hubiera metido en mi camino por embustera —se notaba cierto rencor en las palabras de Davdak—. Creo que deberíamos aprovechar para tratar de obtener información de esos vistani. El camino, Vallaki... cualquier cosa. Ahora mismo no creo que sean una amenaza... pero estad atentos a su lengua bífida.

El Máscara miró a sus compañeros.

- Por mi parte, podemos pasar de largo. Ahora mismo cualquiera podría ser nuestro enemigo.

Los aventureros decidieron avanzar por el camino pasando por la enorme gran puerta, siguiendo su viaje hacia Vallaki.

Al aparecer la comitiva por el camino los tres individuos detuvieron su conversación para mirarlos con curiosidad. Pudo parecer que pasarían de largo sin que intercambiasen siquiera una palabra pero entonces uno de los vistaní se levanto de un salto y echó la mano a un saco que había en el suelo. El movimiento provocó el ruido inmediato de armas desenfundándose, cosa que alarmó a los otros dos gitanos que pegaron un salto hacia atrás. Pero el del saco mostró un vial de cristal relleno de un líquido transparente y aunque no sacaba el ojo de las armas desenfundadas mantuvo una tensa sonrisa mientras con la otra mano alzada imploraba la calma de los viajeros:

—¡Tranquilos señores! ¡No era mi intención provocarles!

No se movió de su sitio, con el vial alzado.

—Quería tan sólo, viendo que no son de aquí, ofrecerles una poción mágica que podría ayudarles. Se habrán dado cuenta de que una vez entra uno en Barovia es complicado abandonarla a causa de la bruma... Pero nosotros, los vistaní, podemos movernos por ella gracias a nuestras pociones... y estoy seguro de que ustedes podrían querer alguna por si su estancia en nuestras tierras no fuera de su agrado.

Miró nuevamente al grupo y luego negó con la cabeza:

—No es buena idea... está bien... disculpen mi atrevimiento. Sigan su camino y perdonen mi necedad...

No hizo ningún movimiento porque era evidente que temía que hacerlo provocase el ataque de los viajeros.

Jarvo sujetaba las riendas con una sola mano, la otra sobre el arma, cuando aquel vistani hizo un movimiento lo suficientemente brusco para que la tensión de todo el grupo se tornase en una posición defensiva.

- Oh, perdónenos. - dijo el bardo relentizando levemente el carro cuando el hombre indicó sus intenciones. - Los rumores sobre los peligros de estos caminos corren de taberna en taberna y uno ya no sabe a qué atenerse.

No detuvo a los caballos pero aprovechó el paso lento para lanzar una pregunta más.

- ¿Es seguro el paso? - hizo un gesto con la cabeza, indicando el camino que tomaban.

Ian, casualmente, adaptó el paso y se acercó al carro interponiéndose entre los vistani y la chica. Giró la cabeza hacia los hermanos y preguntó en voz baja -¿Tenemos un cartel que diga "pardillos que acaban de llegar a Barovia" colgado del cuello?

Davdak bajó del caballo y se acercó al tipo que ofrecía la poción.

—¿Qué dices que hace esto? —dijo mirando directamente al frasco—. Hagamos un trato, si bebes la poción delante mía y me demuestras su efecto la compraré.

La mirada desafiante del pícaro se quedó clavada en la del vistaní.

Coates se detuvo, con el resto de sus compañeros.... La situación no le gustaba. De hecho, consideraba que se estaban exponiendo demasiado.

Mientras sus compañeros se encargaban de los Vistaní, Coates observo detenidamente el lugar. 

Todos sus sentidos estaban alerta y se temía una emboscada....

El vistani se rascó el mentón.

—Vaya... el caso es que no tendría problema alguno en demostrar su eficacia pero para hacerlo deberíamos estar en una de las fronteras de Barovia y ahora mismo no nos quedan excesivamente cerca.

Se dio cuenta de que Coates estaba mirando alrededor con desconfianza:

—No tema... en todo caso si fuéramos a emboscarles ¡vaya plan que teníamos! Nos han pillado ustedes plenamente desprevenidos. ¿Van hacia Vallaki? El sendero es bastante seguro si lo cruzan durante el día pero yo que ustedes no me desviaría hacia el viejo Machacahuesos. Ese molino tiene fama de estar hechizado y ser peligroso.— se quedó mirando un momento al grupo, que seguía a la defensiva —Aunque parecen ustedes capaces de defenderse bien, claro...

- ¿Hechizado? - Jarvo redujo un poco más el paso de los caballos, debatiéndose entre la intención del grupo de no detenerse y su propia curiosidad hacia la historia que sugería las palabras del vistani.

La expresión de su rostro decía claramente "cuéntame más" mientras sus manos retorcían las riendas, debatiéndose sobre qué hacer.

- ¿Qué es lo que cuenta de ese molino? - preguntó cuando finalmente detuvo el carromato mientras, sin mirarles, levantaba un dedo para indicar a sus compañeros que solo sería un momento.

Ian se detuvo con un suspiro. Conocía esa expresión y ese tono de voz de Jarvo y siempre precedían a alguna aventura alocada que acababa regular. Pero también sabía que era inútil decir nada, así que se limito a poner cara de pocos amigos y a observar a los vistani por si acaso. En todo momento se mantuvo entre los jóvenes y los vistani.

Coates miró a aquellos hombres cuando le dirigieron la palabra. Debajo de su máscara se tornó una sonrisa.

- No son ustedes los que me preocupan. Me preocupa más el entorno hostil de Barovia. Seguro que ustedes también se han dado cuenta de ello. De hecho, seguro que podrían contarnos alguna historia sobre ese molino...

El máscara, trató de seguir la conversación iniciada por Jarvo. Al fin y al cabo, cuando a Jarvo se le metía algo en la cabeza... era difícil que algo o alguien se lo quitase...

Seguro que el molino estaba plagado de peligros y que les costaría alguna que otra cicatriz... pero Jarvo estaba deseando saber más... total... ¿qué podría salir mal?

Davdak sonrió.

—Una vez me fie de uno de los tuyos y todavía me estoy arrepintiendo. Bebe la poción delante mía y al menos sabré que no tratas de matarme. Seguro que nuestro amigo es capaz de sacarle partido si resulta no ser un matarratas, ¿verdad? —dijo mirando a Coates.

El hombre le dio un pequeño trago a la poción.

—¡Jamás intentaría envenenar a un cliente! El caso es que desperdiciarla bebiéndomela entera supondría tirar el oro pero, como puedes ver, nada me ha pasado.

Luego se giró hacia la Máscara.

—Dicen que en ese lugar viven unas viejas sagas, unas brujas terribles que compran con pasteles a los niños de los pueblos para luego sacarles la grasa para sus conjuros. Y quienes prueban esos pasteles quedan absolutamente extasiados y que no hay nada que se compare con ellos: ni vino, ni shiska, ni nada... Los dioses me libren de probar nada que hagan esas brujas ponzoñosas en el molino per si preguntáis en Vallaki algunos os dirán que son ambrosía. Y hay quienes rumorean que no falta quien haya entregado a algún hijo por conseguir esos dulces... ¡No seré yo quien juzgue a los barovianos, pero luego nos llaman a nosotros servidores del maligno!

- Este es de los tuyos, eh. - dijo guiñando un ojo a Davdak mientras el hombre probaba el brebaje con tal que llegar a buen puerto la transacción.

Se giró después, descolgando las piernas por el lateral del pescante, mientras escuchaba la narración del hombre.

- Peligro de que nos confunda con niños creo que no tenemos. - dijo sonriente. - Pero agradecemos enormemente que nos haya puesto sobre aviso del peligro de las sagas y sus confites. ¡¿Cómo puede alguien acusaros de algo así?!

Por su tono, Jarvo estaba genuinamente escandalizado por la mala fama que parecían llevar los vistani.