Partida Rol por web

- ¡Cuidado, una saga! - exclamó Jarvo, como si no tuviera dudas de las intenciones de Coates hasta un instante antes y como si el resto no estuvieran ya atacándola.

Comenzó a conjurar mientras respondía a las palabras de aquella criatura.

- ¿Enseñarnos modales? ¡Si nuestras armas son letales! - gritó mientras lanzaba una burla mágica contra ella.

La bruja lanzó una risotada:

—¿Esas tonterías te sirven para provocar a pueblerinos y putitas de cabaré? ¡Vas a necesitar algo más bocazas!— dijo riéndose mientras ignoraba la burla del bardo^1. Luego se giró hacia Ian para decirle:—¡Es de mala educación golpear a tus mayores pequeño bastardo!

El guerrero vio venir el zarpazo de la criatura, ya totalmente inhumana y enorme, y se pudo echar a un lado de un salto². La zarpa arrancó las maderas y parte del forjado de hierro del suelo como si fuera papel, por lo que no quiso pensar en que habría pasado si lo hubiera alcanzado.

—¡Estate quieto un momento y acabaremos pronto!— dijo riéndose de nuevo como si estuviese realmente disfrutando con aquello.

Coates se concentró nuevamente y recitó las palabras sagradas dirigidas a Nig-Cö.

No obstante, su Dios parecía que no atendía a sus plegarias...

Ian tragó saliva. Se había librado por los pelos. -¿Pero qué les pasa a todos los monstruos en este sitio con las garras?- acertó sin embargo a añadir una broma antes de lanzarle dos tajos a la bruja aquella... -¡No me había dado cuenta Jarvo! Yo es que soy más de trilogías.

Aquella cosa esquivó el primer tajo, pero los reflejos de Ian, ayudados por la inercia del cuerpo, le permitieron lanzar el segundo por sorpresa. El sonido de la espada cortando algo le hizo sonreír...

Davdak soltó una nueva flecha de su arco que se fue a clavar muy cerca del cuello de la criatura. Había sido un disparo certero y parecía que aquella bruja se resentía de ella. Tras soltar la flecha, el pícaro se movió para dificultar su localización. Se agazapó tras la muela mientras colocaba una nueva flecha en el arco.

- ¡Ese es el espíritu, Ian! - contestó sonriente a su compañero mientras se acercaba a hacerle compañía contra la criatura y lanzaba un estocazo contra ella aprovechando que el guerrero la estaba arrinconando.

Siempre era bueno poder cantar como su estoque quedó manchado por la sangre de una saga mientras vengaban aquella afrenta a los dioses...

¿Cuánto daño podía resistir aquella monstruosidad antes de caer? Las heridas la hacían sangrar por diversos puntos pero la saga seguía riéndose y aullando. Aunque estaba claro que sufría dolor no parecía malherida de muerte todavía.

—¡Offalia! ¡Bella Sombra! ¡Tenemos invitados indeseados! ¡Venid a ayudar a vuestra madre!

Arriba se escucharon voces aunque, en medio del combate y el ruido del propio molino, no se distinguían bien lo que decían.

Cuando la bruja pronunció más nombres, la ira de Coates aumentó.

Solicitó la ayuda de su Dios. 

Sabía que Nig-Cö le acabaría favoreciendo pero los deseos de su Dios siempre eran inexplicables. Ayudaba en el momento oportuno y desde luego, parecía ser que ese momento aún no había llegado.

No obstante, Coates perseveró. Rezó a su Dios imaginando la sangre derramada por todas aquellas almas inocentes, aquellos seres indefensos que perecieron por el capricho de aquellas brujas.

Coates imaginó a su Dios descendiendo de los cielos para castigar aquel engendro.

Coates se dio cuenta de que aquella criatura tenía una resistencia innata contra la magia. Aunque su dios canalizaba su poder a través de sus plegarias la bruja se las arreglaba siempre para evitar el daño en última instancia.

Una nueva flecha salió del arco de Davdak destinada a esa bruja que era tremendamente resistente. Al oír la llamada el pícaro se escondió debajo de la escalera. Con suerte la bruja no le vería ahí y podría sorprender a las hijas que parecía iban a bajar.

Ian tragó saliva al ver como el ataque del clérigo no hacía efecto a la abominación aquella. Y encima venían refuerzos. Así que, con un grito -AAAAAAAAAH- volvió a lanzarle un tajo. O acababan con ella rápido o pronto iban a tener problema serios... La espada voló hacia la vieja...

Volvió a hacerle daño, pero el guerrero intuía que no el suficiente...

Jarvo se dio cuenta que aquella criatura disfrutaba resistiendo los hechizos de Coates, por lo que optó por no caer en el mismo error y atacar de forma más mundana como sus otros compañeros.

Pero la preocupación por ver quién bajaba, hizo que el bardo no fuera fino en su estocada.

Davdak aprovechó para ocultarse bajo la escalera el momento en que la atención de la bruja se centró en intentar esquivar, sin suerte, la estocada de Ian. Aquello enfureció a la saga, que lanzó una maldición mientras esquivaba, con mejor fortuna, el embite de Jarvo:

—¿Dónde te has escondido maldita rata traidora?

Pese a su interés en librarse del peligroso acechador la bruja tenía problemas más cercanos de los que encargarse¹. En concreto aquel maldito guerrero que estaba dándole espadazos como si no hubiera un mañana.

—¡Estate quieto maldito guerrero! ¡Por el poder de la tierra que tu corazón se convierta en piedra!

Murmuró unas palabras más mientras movía sus garras por encima de Ian. De pronto el guerrero comenzó a notar como sus músculos se trababan y le costaba moverse².

Por si aquello fuera poco en la escalera se asomó otra bruja oscura. La criatura, que vestía ropajes de doncella, era una monstruosidad similar a la que estaban combatiendo. Lanzó una risotada siniestra al ver el jaleo que tenía lugar en aquella estancia del molino preparándose para el combate.

Ian se quedó paralizado...

Coates se concentró en sus amigos. Ver a Ian paralizado hizo que pensase que si su Dios no quería enfrentarse directamente a la bruja, quizás quisiese hacerlo por obra de sus amigos.

Pronunció, en un susurro, una plegaria de bendición para él y sus amigos, dejando en manos de Nig-Cö su destino en este combate...

Las plegarias de Coates reconfortaron a Davdak que soltó una nueva flecha sobre la bruja. La flecha impactó en la cintura del objetivo y Davdak se movió hacia el otro lado de la habitación, aprovechando la oscuridad del lugar.

—¡Maldita sea, la cosa se complica! —dijo cuando localizó a la otra bruja.

La flecha de Davdak alcanzó a la bruja atravesando su cuello. Esperaba con ello derribar por fin a la odiosa mujer-monstruo o, al menos, desconcentrarla para que librase a Ian. ¡Pero seguía en pie!¹ La única satisfacción que le quedaba era ver que se tambaleaba y había dejado ya de reírse. La risa de desprecio había dejado lugar a un gorgoteo de urgencia mientras con su mirada buscaba el auxilio de la otra criatura que, en lo alto de las escaleras, se había detenido sorprendida por aquella visión.

—¡Madre!— gritó la bruja de las escaleras.

Luego saltó a la planta del molino y rodeando la rueda del mismo por el lado del cual había visto salir la flecha, buscando con furia a quien había realizado los disparos.

—¡Maldito hijo de mil penes! ¡Puedo olerte!— dijo olfateando el aire con su deforme nariz —¡Te encontraré!²

Pero era evidente que, de momento, todavía no había encontrado a Davdak pese a estar muy cerca de él. Por desgracia para el pícaro estaba demasiado cerca para beneficiarse de nuevo de su habilidad para esconderse en las sombras.

Jarvo sintió como la mano de Nig-Cö guiaba su estoque, moviéndolo ligeramente hacia la derecha para que acertara de lleno contra aquella criatura.

- ¡Ja! - acertó a gritar cuando notó como la salva del arma evitaba que el hierro entrara más.

La bruja abrió mucho los ojos cuando el acero de Jarvo atravesó su estómago. Su mirada se cruzaba con la del pícaro como si no pudiera dar crédito a lo que estaba pasando. ¿En qué momento se había confiado tanto como para que aquellos miserables aventureros pudieran hacerle tanto daño como para no llegar a responder? Los había subestimado. Pero sería un error que no podría volver a cometer jamás. Coates vio como la monstruosa mujer se llevaba la mano a un colgante de piedra negra que tenía en el pecho y como éste comenzaba a hacerse etereo. Pero era demasiado tarde. La vida se escapaba por sus múltiples heridas y la mano volvió a hacerse tan sólida como el cuerpo que se desplomaba pesadamente a los pies del bardo.

Con la última exhalación de la bruja escucharon el aullido de dolor y furia de la otra criatura que seguía bien viva.

Ian, por su parte, estaba recuperando su movilidad.

Ian recuperó la movilidad y cargó contra la otra bruja, que no estaba el tema como para ponerse con una ronda de agradecimientos... Así que cargó con todo y le clavó la espada. -Toma, para que grites con razón.