Partida Rol por web

Una vez que la gran losa cae al suelo con enorme ruido, al irse dispersando el polvo, pasáis a una nueva sala, similar a la que os encontrasteis antes de la cámara. Un intenso olor a moho y humedad inunda la estancia. Con la luz de las antorchas y algo de bioluminiscencia de las paredes (debida al moho) lográis ver que a unos metros hay una sala, y algo en el suelo. A vuestras espaldas, el humo parece seguiros, aunque no lo hace de momento, a gran velocidad. Tal vez aun este terminando con los restos del pobre Bono. Los zarcillos, están demasiado lejos, y no logran alcanzaros.

Este asalto no podéis correr (pasar a esta sala desde la cámara por encima de la losa, os lleva parte del asalto), indicar el orden de marcha y donde queréis acabar el turno (de forma aproximada).

Avanzo el primero para apartarme de los zarzillos que tan mal cuerpo me han dejado. Me aproximo muy despacio pegado a la pared y antes de avanzar miro bien al suelo, y a las salidas, por si veo algo inusual. --Pobre Bono, ya no hay nada que hacer por él, ni por su paga. Sigamos adelante--.

--Ya no hay marcha atrás. Tan solo podemos continuar por estos pasillos y rezar por encontrar una salida. Comento a mis compañeros.

Sigo a Andrés en su marcha por el pasillo, también pegado a la pared. Al llegar a la nueva sala, me sitúo junto a la salida A, y me detengo a observar tanto el objeto del suelo como si diviso algo al final de dicha salida.

Avanzo hasta apoyarme en la parte este de la pared de enfrente de a donde hemos entrado. Me dedico a toser con la misma falta de fuerza que hago todo, para ver si termino de sacar la pestilencia, mientras me sostengo en la pared y estoy atento a ver si Andrés dice algo, al ver que se asoma a la salida que tengo más cerca.

El olor ha sido insoportable desde que habéis accedido a través del Bujero, pero entrar en esta estancia supone una experiencia sensorial inigualable. Todo está lleno de despojos putrefactos; tirados en el suelo se pueden encontrar lo que parecen ser restos de un engendro mutante y deforme de unos 3 metros. La bestia infecta, por suerte, no se mueve. Pero.......

Revoloteando alrededor de los restos se encuentran varias moscas cojoneras gigantes. Estos asquerosos insectos de unos 15 centímetros están muertos de hambre y están deseando hincarle el diente a algo que esté vivo. Dos enormes moscas se levantan de la inmundicia en la que estaban y se dirigen una hacia Andrés y otra hacia Gaspar. Las moscas atacan a los dos intrépidos jóvenes que van a la cabeza del grupo.

La mosca que se laza contra Andrés falla el ataque, y Andrés se la quita de encima con un fuerte manotazo. Pero Gaspar no tiene tanta suerte, y la mosca, con un hambre difícil de imaginar, comienza a comérselo vivo. 

Mientras tanto Leovigildo un poco más atrás ve que de momento el humo negro esta dentro de la cámara, pero se va acercando a la salida.

Sin tiempo para reaccionar, intento quitarme la mosca infecta que se me viene encima. Pero esta vez mis reflejos no han sido suficientes y acabo recibiendo una mordedura ponzoñosa...

- ¡Díptero malandrín, deja de mordisquear al mozo funerario! - Digo muy ofendido mientras intento golpear con el bastón a la mosca que está atacando a Gaspar. Como es la primera vez en toda mi vida que intento dañar a un ser vivo, obviamente fallo miserablemente.

Matar moscas a martillazos se le daba mal a Andrés, tan mal como al Leovigildo al parecer, que a punto estuvieron de abrirse la cabeza entre ellos sin necesidad de ayudas de las moscas. --¡Oh no! Soy alérgico a las picaduras de las moscas--.

El bueno de Johnny se las había arreglado para pasar desapercibido hasta ahora, no en vano ¡¡es un ladrón!! Pero dado lo desesperado de la situación, y viendo que sus compañeros eran mancos, decidió actuar:

--Aquí llega vuestra perdición, moscas infectas!!!

Y de un rápido movimiento, saca su tirachinas y lanza un disparo certero.

La situación se estaba complicando demasiado, por un par de moscas, eso si gigantes y con un hambre ancestral. Mientras el pobre Gaspar caía al suelo inconsciente con un fuerte picotazo de una de las moscas. Andrés y Leovigildo trataron de machacar los malditos insectos, pero a causa de los nervios de la situación, ambos fallaron estrepitosamente, y a puntito estuvieron de hacerle una avería a alguno de sus desdichados compañeros. Por fortuna, todo quedo en un susto, y sus armas en el suelo. El resto de los jóvenes del grupo, ya estaban temiéndose lo peor, las moscas o el humo iban a acabar con ellos, eran unos inútiles que nunca deberían haberse metido en algo así. En esas estaban cuando Johnny, como buen mediano, paso entre el resto y con su honda le sacudió una pedrada a la mosca, que la estampó contra la pared, quedando una bonita mancha de recuerdo. Había vengado a Gaspar, el enterrador del pueblo, uno de sus mejores amigos. Los jóvenes se animaron bastante con esta magistral actuación del mediano, y los vítores resonaron por los túneles y cámaras de aquel lugar.-¡Cojonudo Johnny! , ¡Eres el puto amo chaval!, ¡Menos mal que has bajado tío, que ya pensaba que se nos comían las moscas! ¡Que grande eres, se lo contaré a todo el pueblo!-Y en estas estaban, cuando la otra mosca, comenzó a volar y eligió su siguiente víctima. Tras volar unos instantes, se fija en Leovigildo y se lanza contra el.

Leovigildo recibe tan brutal picotazo que cae inconsciente al suelo (Tiene que comenzar haciendo una tirada de instintos constitución dificultad 6). 

Uno de los chicos del pueblo, grita en un ataque de histeria:-¡Matad a la puta mosca, que se nos va a comer vivos!

Os da la impresión de que el humo a penas se ha movido.

Vuestro turno.

Envalentonado por mi fortuna en la acción anterior, no dudo en repetir la hazaña contra la mosca que aún nos impide la huida de este maldito lugar, solo que esta vez no me acompañará la suerte.

--¡Maldición! Esta vez me ha esquivado el pedrusco. Exclamo para mi sorpresa.

Espero que alguien más se arme de valor y actúe, o vamos a caer como moscas...

Viendo la inutilidad patente de los plebeyos que me rodean, desenvaino la espada corta que me regaló mi padre (pagada con dinero de las arcas públicas, desde luego), y de un salto me planto en la posición que ocupaba Leovigildo. Con mucho cuidado de no mancharme las botas con su sangre, lanzo una cuchillada a la mosca infecta, obviamente impactando sin problema. Nunca mandes a un humano a hacer el trabajo de un elfo...

A pesar del duro golpe, que casi aplasta a la mosca contra la pared, esta se recupera y sigue en vuelo. 

Vaya por dos, gracias a sus compañeros la situación parecía mejorar pero aún quedaba rematar el asunto. Como su martillo había ido a los pies de Leovigildo, y el lugar ya estaba ocupado, Andrés coge la antorcha como un mandoble y asesta golpes al aire para espantar la mosca --¡Fuera bicho! ¡Fus, fus!--.

La única mosca, malherida, zumba un rato mientras elige a su siguiente víctima, tenia carne fresca en su boca cuando un maldito elfo le sacudió un buen golpe que casi acaba con ella. Tras el golpe que le acaba de dar el elfo, se dirige hacia Andrés para tratar de comer algo fresco. Pero la mosca calcula mal debido al gran trompazo que le acaban de dar y choca con fuerza contra la pared, convirtiéndose en otra mancha, parecida a la que dejo hace un momento su compañera en la pared de enfrente.

Mientras que respiráis aliviados, sobre todo Andrés, pero también el resto, veis que el humo sigue avanzando y se aproxima a la salida de la cámara hexagonal. Hasta Froilarion se extienden un par de tentáculos, pero de momento están demasiado lejos y no le alcanzan. 

Vuestro turno.

Andrés se aproxima a su martillo de guerra en el suelo, que su dinero le costo, y después ayuda a sus compañeros caídos a espabilarse --Despierten camaradas, no debimos gastar nuestro dinero en caprichos innecesarios sino en vendas. Así no estarían ahí tumbados descansando, sino produciendo, por el bien de esta compañía-- después observa al pelotón de pretendientes, con cara de terror, aglutinados en las proximidades --luego le toca a algún otro ir delante-- comenta mientras coge su martillo del suelo.