Partida Rol por web

Nefertari, no sabía exactamente que quería hacer Ratash, pero se mantuvo a la espera. Solo deseaba que lo que sea que tuviera en mente funcionara, de lo contrario...

Auren negó con la cabeza mirando los esfuerzos para pasar que estaban haciendo, pero decidió creer en sus compañeros. - Cosas más raras se han visto - pensó. 

Pero la tozuda realidad se las componía para llevar la contraria a sus planes. La estatua cobró vida y todos se pusieron en guardia. De repente Ratash se puso delante de la estatua y le dijo algo en el idioma antiguo de aquel lugar, o al menos así lo creyó ella, después de darles una sencilla instrucción. 

Auren hizo lo que aquel joven, que pronto iba a recibir el mayor guantazo de toda su vida, dijo, y se cubrió con la capucha retrocediendo ligeramente y aparentando ser inofensiva. 

- ¿Cómo comenzaba el rezo de curar heridas serias? No...así no... - caviló. 

Darío se quedó pensativo mirando la estatua y detras de Yash

- Debería haber funcionado - dijo el muchacho mientras se rascaba detrás de la oreja confuso- ¿Qué ha podido fallar? Si el disfraz era bueno... Quizá era necesaria una máscara como tal...- mientras esperaban al efecto de la frase de ratash, Darío se cruzó de brazos pensativo.

Ratash se adelanta hasta quedar frente al guardián y se dirige a él en el antiguo idioma de Osirion, algo que, aparte de Nefertari, nadie entiende. Sin embargo, la mayoría decidís obedecer al brujo y os mantenéis atrás, esperando a ver que sucede.

El constructo gira el rostro hacia Yash cuando este se interna en la habitación, y luego hacia quien le ha hablado. El constructo gira levemente la cabeza, observando el rostro pintado del hombre, imitando el símbolo sagrado de Nethys... Y entonces avanza ignorándole, dirigiéndose hacia Saethe, cuya pintura no le engaña en absoluto. Tras haber intentado abrir, sin éxito, se prepara para el combate, rezando porque no le acierten.

La estatua enarbola su bastón de piedra con una velocidad antinatural, aunque sin lograr golpear a la mujer, que esquiva con asombrosa facilidad cada golpe dirigido a ella.

Lamentablemente no consiguieron evitar el combate, por lo que Nefertari se lanzó al combate contra el guardián, empuñando su cimitarra con ambas manos.

- Aguanta Saethe, aguanta... vamos en tu ayuda...

Saethe, en modo concentración absoluta, se limitó a guiñarle el ojo a Nefertari. La gente solía tomarla por frágil por ser mujer y por atacar a distancia pero ella era una artista marcial bien entrenada y era más que capaz de aguantar tanto como cualquier luchador de vanguardia.

Contempló la estatua, se movía con bastante agilidad a pesar de ser de piedra. La obra mágica no había tenido contemplaciones y atacado a quienes consideraban enemigos, ahora les tocaba a ellos reaccionar y del modo más contundente posible.

- ¡Lo tenemos rodeado, es nuestro!

La táctica era vital cuando se trataba de luchar y para el oráculo de batalla lo era todo, exultante porque deberían de tener ventaja alzó el mayal dejándolo caer sobre el hombro del ser pétreo, mas apenas quedó todo en una rozadura que debió ser inofensiva.

Darío pensaba que si se activaba por error una maquina de matar así, tendría que haber algun forma de desactivarlo. El muchacho se dedicó a buscar algún mecanismo o cetro de control que sirviera para tal fin; primero en la sala, evitando en todo momento al constructo y luego mirando en la espalda del mismo.

Chasqueo la lengua en señal de resignación cuando veo que la cosa no funciona al 100% como queria y en vez de retroceder y replantear la estrategia mis compañeros  decidieron lanzarse al combate cosa que me disgusta.

Me cruzo de brazos mientras observo pensativo,debia haber alguna manera de pasar  por allí evitando la estátua guardian que sin duda será un enemigo  dificil de avatir y lo único que conseguimos es desgastar nuestras energias...

Prefería haber evitado el combate —no era la más lista, pero estaba bastante segura de que si Saethe no fuera la que hubiera entrado de esa manera no se habría despertado la estatua—, solo que ya parecía imposible; el guardián había comenzado a hacer lo que hacían los guardianes, así que era o derrotarle o morir. Escapar para pensar en otra cosa no parecía una posibilidad en esos momentos, sobre todo con la puerta a los niveles superiores bloqueada de nuevo.

Avanzó hacia delante para evitar dejarse llevar por el miedo a que todo acabara allí, empuñando su arma y, una vez estuvo en una posición adecuada, atacando con fuerza pero sin mucho tino. Al menos se había colocado cerca de su compañera, y podría curarla cuando la alcanzara algún golpe.

El guardián dedicó una mirada a Nefertari, no cuando entró, sino cuando la cimitarra hizo un corte en la roca, haciendo saltar esquirlas. Igual pasó con Auren, a la que no prestó atención hasta que atacó, en este caso con el mismo resultado que su compañero tifling, al que la estatua ya había prestado atención. Darío y Ratash, mientras se movían por la sala, parecían invisibles a ojos de la estatua. El especialista, que buscaba algún mecanismo para detener a su enemigo, se vio frustrado cuando, por mucho que lo intentó, no lo encontró; aquella criatura era producto de la magia, no una simple trampa de la que él pudiera encargarse.

Por desgracia para Saethe, ella si estaba en el punto de mira, y esta vez no logró esquivar los golpes de su oponente. El bastón de piedra la golpeó dos veces, causando un gran daño.

Saethe recibió ambos impactos y se encogió de dolor. La monje rodó por el suelo, y cuando se levantó, la sangre manchaba sus labios pero la cazadora no se rendía ni cedía al pánico. La estepa la había hecho dura como las rocas y decidió seguir en pie, ofreciéndole un blanco al monstruo para mantener a sus compañeros a salvo.

-Pega duro! Dadle con todo lo que tengais!

Mientras observaba al constructo chasqué de nuevo la lengua con gesto de irritación.

---No pensaba usarlo tan pronto pero dadas las circustancias...- digo más para mi que para la gente que estaba luchando por su vida y comienzo a rebuscar entre mis pertenecias hasta sacar un pergamino- Como esto funcione me debereis 400 piezas de Oro.

Despliego el pergamino mientras murmuro el conjuro inscrito en él, el pergamino es consumido mientras mis manos relucen en una luz dorada, con un gesto dirijo el haz de luz de mi mano contra el golem que impacta contra su piel

Nefertari continuo atacando, intentando eliminar lo antes posible la amenaza, que por lo que estaba demostrando en combate, era un gran desafio para el grupo.

Insistiendo en el asalto, el tiefling deseaba estampar el mayal en la cabeza de la estatua, hacer la cabeza añicos como ya sucediera con el golem que hacía poco destruyeron. Hizo el mismo intento aprovechando que el enemigo tenía demasiados oponentes alrededor, solo que se desplazó en el último segundo impidiendo a Yash cumplir con su objetivo. Se lamentó y acto seguido alzó otra vez el arma.

Viendo el peligro que corría, decidió dejar a un lado el daño para centrarse en mantener a la valiente mujer con vida. Antes de que llegara a moverse, sacó la varita y, con un toque y una palabra mágica, curó a Saethe, aunque no parecía ni de lejos suficiente, y mucho menos lo bastante para sobrevivir mucho más allí.

—Darío, creo que deberías ir a abrir la puerta de arriba, en este combate no tenemos las de ganar.

Era bastante cierto. Una nueva paliza como aquella bien puede acabar con Saethe, y nada de lo que estáis haciendo surte el efecto esperado. Los ataques físicos de Yash y Nefertari no han hecho ni un rasguño al guardián, y el pergamino de Ratash se ha convertido en polvo sin efecto, rechazado por las defensas mágicas imbuidas en su pétreo cuerpo. 

Darío asintió a las plabras de Auren.

Sí. Es lo que pensaba hacer. Además creo que si guardáis las armas no os atacará, salvo a Flecha certera. Parece que se quiere cebar con ella.

Tras sus palabras se dirigió a la puerta de arriba para brindar una ruta de escape a sus compañeros

Darío vuelve a retroceder, sin que el guardián le preste ninguna atención. Saethe es su objetivo y solo tiene ojos para ella, así que vuelve a mover su bastón y golpea a la mujer, causando un daño importante, que sin embargo podría haber sido mucho mayor.

Poco después, escaleras arriba, podéis escuchar a lo lejos el grito de vuestro compañero.

—¡Ya está! —resuena el eco por las salas.

Saethe asintió, silenciosa.

Aquel último golpe podía haberla mandado a la tumba y no pensaba morir por un maldito templo, así que esperó e momento adecuado y echó a correr, batiéndose en retirada