Partida Rol por web

La senda llena de baches emerge de una boscosa colina y posáis la vista por primera vez sobre Phandalin. El pueblo consta de cuarenta o cincuenta sencillos edificios de madera, algunos construido sobre viejos cimientos de piedra. REstos de ruinas más viejas (muros desmoronados recubiertos de hiedra y zarzas) rodean las casas y tiendas más modernas, mostrando cómo este lugar debió ser una ciudad mayor hace siglos. La mayoría de los nuevos edificios están colocados a los lados del camino, que se ensancha en una fangosa calle mayor mientras asciende hacia una ruinosa mansión en la falda de una colina al este del pueblo.

Al aproximaros, veis a niños jugando en el prado del pueblo y aldeanos atendiendo sus tareas o haciendo recados en los escasos comercios. Muchos os miran al acercaros, pero todos vuelven a sus asuntos cuando pasáis.

Sildar, visiblemente recuperado, parece contento por haber llegado a Phandalin.

Amigos míos - dice -, procurémonos alojamiento. Me han dicho que la posada local es muy pintoresca.

Después quizá deberíamos buscar los Suministros Barthen y asegurarnos de que la carreta de suministros ha llegado sana y salva.

Por último, he de deciros que estoy muy agradecido por haberme rescatado de las garras de aquellos goblins. Ahora mismo no puedo pagaros, pero si encuentro a mi contacto podré tomar prestado algo de oro y compensar vuestra hazaña.

Sabes que tus ex compañeros de la Marca Roja han tomado el control de Phandalin en los últimos meses.

Cuando Sildar recomendó continuar el camino al asentamiento un sudor frío recorrió tu espalda pero no había otras opciones razonables. Oponerse hubiera sido impopular y no querías sentir de nuevo el rechazo de nadie.

A juzgar por lo que sabes de los Marca Roja, sus métodos para hacerse con el control de Phandalin no habrán sido muy amistosos: el acoso y la extorsión son sus más conocidos métodos.

Gustav contempló sus futuras tierras con satisfacción. A todas luces, todavía quedaba mucha tela que cortar para que aquel asentamiento en reconstrucción alcanzase un mínimo apogeo, pero para eso había llegado el orgulloso heredero de los Corlinn hasta allí. Sin duda, él era la persona adecuada para realizar tal empresa, un noble atado por el honor y la tradición cuyo único fin era proteger a aquella buena gente de posibles amenazas.

-No os preocupéis por eso ahora, maese Sildar. El amor con amor se paga. Todo a su debido tiempo.

- Pero de amor no se come... - gruño entre dientes para mí, al escuchar a Gustav.

A medida que nos acercamos a Phandalin, un escalofrío recorre mi espalda. Sé que no todo son amigos los que me aguardan en la cuidad, pero ya no soy la misma que huyó de Phandalin hace tiempo.

Oculto mi rostro con la capucha de mi capa según nos adentramos en la ciudad. Querría visitar a mi tía Qelline, pero no creo que sea buen momento hasta estar segura de dónde me estoy metiendo. No querría ponerla en peligro. Además, tampoco me voy a presentar con las manos vacías. 

Tengo que encontrar a Halia... antes de que los Redbrands me encuentren a mí.

Según nos acercamos a la ciudad y cruzamos sus atestadas calles, me oculto el rostro con la capucha de mi capa, intentando escudriñar la gente que nos rodea en busca de algún indicio de actividad de la banda. No está de más conocer las caras nuevas...

Para Gundar, la historia de Sindar no son leyendas, son hechos. Y como buen enano era una de las razones que le llevaban hasta aquel lugar. El hecho de ir contratado no era más que una agradable casualidad y oportunidad de ganar dinero. Que las cervezas no se pagaban solas, tal y como señalaba Lidda.
Aún así era una situación excepcional, y había que apechugar. Sindar parecía una persona de fiar, y en verdad parecía agradecido con ellos. No en vano les debía su vida.

Iba a señalar que la posada seguramente estaría abierta hasta tarde y que mejor ir a la tienda de suministros, pero prefirió callarse y dejar que Gustav siguiera "al mando". Después de todo era un noble humano, y no les solía gustar que les llevaran la contraria. Así que simplemente se acercó a la halflign y la golpeó en el hombro cariñosamente.

No te preocupes. Que morir de hambre no nos vamos a morir. Ni de sed.

Kwame observó a aquellos niños correteando y las gentes en sus tareas habituales y no pudo evitar acordarse de su pueblo. Todavía le quedaba por delante mucho que hacer, mucho que aprender y mejorar como guerrero, pero llegaría el día en que estaría de vuelta.

Algún día Kwame, algún día..., se dijo a sí mismo.

Volvió de su ensimismamiento cuando escuchó hablar a Sildar y a sus compañeros.

-Me parece bien. Remojemos un poco el gaznate, que el polvo del camino reseca las gargantas-dijo con una carcajada-. Espero que tengan habitaciones libres, si vamos a estar un tiempo por aquí.

La mediana permaneció alerta todo el camino hacia la posada. Algo taciturna, observaba a las gentes de Phandalin, aunque no pareció encontrar nada que satisficiera su interés. Eso sí, en las calles parecía haber un ambiente algo enrarecido, aunque en el norte las gentes eran menos abiertas y alegres, el tono se antojaba algo lúgubre.

En el centro de la ciudad hay una gran venta de reciente construcción, hecha de mampostería de piedra y toscos maderos. La sala comunal está llena de parroquianos empinando jarras de cerveza o sidra, todos ellos o miran con cierta curiosidad.

Sildar se acerca a quién parece ser el propietario, un humano joven y bajito que no parece ser natural de esta región. 

Con mucha amabilidad, el veterano se presenta y pregunta al posadero, que dice llamarse Toblen Stonehill, por habitaciones libres, éste le contesta que dispone de seis habitaciones y Sildar, tras echar una vista hacia vosotros, decide arrendar una de ellas.

Kwame hizo lo propio, acercándose al posadero para alquilar una habitación.

-Una estancia humilde es suficiente, no soy persona de remilgos-dijo el guerrero, por si aquel establecimiento disponía de distintos niveles de lujo en sus habitaciones. Era una persona acostumbrada a vivir modestamente, así que no necesitaba mucho. Además, eso le solía ahorrarse unos dineros.

Acto seguido pidió una cerveza y buscó una mesa libre y con sillas suficientes para todos.

Gustav siguió al guerrero de tez oscura por el establecimiento y se sentó junto a él sin pedir nada. Acostumbrado a que su posición de privilegio fuera suficiente para granjearle un alojamiento adecuado en cualquier parte, el noble de la gran hacha acababa de percatarse de que no tenía dinero alguno encima. Por suerte, contaban con las monedas confiscadas a los trasgos pero no sería él el que pidiera limosnas.

El posadero otea el grupo con ciertas reticencias, lo notáis en sus formas. A pesar de ello, trata de ser amable.

Señor, quizá no son las mejores estancias de toda la costa de la espada - dice en contestación a Kwame -. Pero tratamos de que sean lo suficientemente confortables y limpias. Espero que sea de su agrado, todas ellas son similares y su precio es de 5 piezas de plata por noche.

El acento de Toblen confirma que no es un lugareño de estas tierras.

Al entrar en la posada Gundar respira profundamente trantando de absorber el olor a cerveza en el ambiente. Una posada es una posada. Independientemente de si es enana o humana. Tal vez la de los elfos sea algo más limpia y con otro olor, pero no lo sabe con certeza.
Se acerca junto a los dos humanos y pide una cerveza y una habitación antes de sentarse en la mesa con los demás a esperar a que Sindar les comente algo más.

Una buena jarra de cerveza por favor. La más fuerte que tengas. Y una habitación, supongo que para un par de noche al menos.

- Bien, que sea otra habitación para mí- digo al posadero- aunque sea sólo para esta noche. No podremos permitirnos muchas noches a ese precio...- digo con tono lastimero en un intento velado de regateo. ¡Ahora, venga una cerveza bien fría en la jarra más grande que tengas!

Kwame ha dispuesto una mesa para todos. Me siento a ella, y mientras doy un sorbo a mi cerveza, escucho atenta las conversaciones a mi alrededor en busca de alguna pista sobre a quien he venido a buscar. Espero a  que el resto del grupo nos acompañe.

- ¿ No toma nada, Sr. Corlinn?. - me dirijo a Gustav , que está sentado con gesto serio- Hemos rescatado a Sildar de los pieles verdes. Eso bien merece un brindis para celebrarlo.

-¿Eh? ¡Ah! No, no--declina cortésmente Gustav el sincero ofrecimiento de la pequeña Lidda--Gracias, de verdad. Pero alguien debe mantener la sobriedad para tomar las decisiones adecuadas cuando llegue el momento. 

-Seguro que lo serán, gracias-dijo Kwame al posadero, y acto seguido depositó en la barra cinco monedas de plata como pago por una de las habitaciones.

Una vez sentado junto al resto, degustó la cerveza mientras se fijaba en aquellos que les acompañaban en el local. Si iban a ser sus vecinos durante un tiempo, mejor ir quedándose con sus caras.

Cuando Toblen va a servir la jarra a Gundar, Sildar hace un gesto con el brazo sobre la barra para que el posadero no continúe llenando la jarra.

Habrá tiempo para eso señor Grend - dijo en tono serio Sildar -. Pero ahora debemos darnos prisa, está anocheciendo y debemos llegar a la tienda de suministros antes de que cierren.

Toblen mira entonces con incredulidad a Lidda, parece que algo le incomoda o no comprende de vuestra actitud. Aunque se mantiene educado en todo momento.

Sildar lanza un suspiro -. No... Ahora no es momento de celebrar nada. Además Gundren podría estar en grave peligro y cada segundo cuenta en nuestra contra. Sé que no puedo pediros nada y os debo la vida. Pero esta no es la actitud.

Tras respirar hondo y calmarse, Sildar os pide que os pongáis en marcha.

Venga, reservad vuestras habitaciones y salgamos rápido. Después tendremos oportunidad.

-Pues no se hable más--se pone en pie Gustav dispuesto a visitar el establecimiento de los suministros y prepararse para rescatar al pobre Gundren.

-Caballero, resérvenos para esta noche una habitación por cabeza, por favor. Tenemos prisa, anote a modo de reserva lo que le han adelantado ya mis compañeros y a la vuelta hacemos cuentas. Gracias--dicho lo cual el noble de la gran hacha sale raudo de la posada sin permitir replica alguna.

Maldita sea... esperaba poder disfrutar de mi cerveza tranquilamente.

- Pues sin brindis pues...-me bebo de un trago lo que queda, que no es mucho-. Vamos a los suministros. 

Me levanto de la mesa y vuelvo a acomodarme la capa mientras espero a que todos estén listos.

Se aguó la fiesta. Kwame también pensaba que tendrían unos momentos para descansar, pero Sildar les apremió a seguir y el guerrero aceptó resignado.

Levantó el culo de la silla y partió junto al resto hacia la tienda de suministros.