Partida Rol por web

En el cielo, la Luna y el Sol consiguen encontrarse. Ese día tan brillante poco a poco se va oscureciendo según se va haciendo el eclipse.

Un mal presagio para los mortales. Pero, para dos dioses, es un signo de unión.

Ese día y a esa hora, Helios se aparece en un páramo asolado. Busca algo con la mirada, pero no parece encontrarlo. 

Un viento frío y huracanado alborota sus cabellos y sus ropas. Y, de pronto...

De pronto, ella. La dulce Selene, fría como un témpano por fuera, cálida por dentro como el Sol... Como su amor.

Selene se gira, también buscando. Hasta que se encuentran.

Un cruce de miradas, una pequeña sonrisa en la cara de los dos enamorados...

Una vez más, el Sol y la Luna han podido encontrarse

La oscuridad de la noche llama a tu corazón. Vagas tranquilamente por un bosque, por un camino que ha facilitado la mano del hombre.

Los árboles parecen expulsar maldad por sus hojas, los ojos de los búhos parecen acusadores ante tus andares. Pero poco te importa. Una diosa no debe temer a esas cosas mundanas.

Sigues caminando tranquilamente hasta que, por temor, te detienes. Ante tí, una encrucijada.

¿Cómo es posible que tú, la Diosa de las encrucijadas, dude qué camino tomar?

Entre las sombras de aquella decisión, unos ladridos te sacan de tus pensamientos. Una jauría de lobos acompaña a una mujer. Elegante, sí, pero siniestra. La oscuridad la rodea. Ves parte de sus ropas, pero no consigues ver su cara.

Alza los dos brazos, cada uno señalando un camino. Tras ello, te señala a tí

Te hallas en uno de tus tronos en el Inframundo. Aburrida, como muchas veces, sintiendo lástima por las almas muertas que allí moran. ¿O no era lástima?

Una presencia hace que tus pensamientos se dispersen y tu cuerpo se tense. 

Poco a poco, a varios metros de tí, varias hojas parecen reunirse, amontonándose en el suelo. En pocos segundos, forman la silueta de una mujer. Parece... tu madre.

Unos ropajes verdes adornan su cuerpo, alguna flor colocada en el hombro o en la cadera. Un viento parece rodearla, pero en ella no se descoloca ni uno solo de sus cabellos.

Un grito. Giras la cabeza preocupada, buscando su origen. ¿Por qué tantos nervios?

Al volver a mirar a tu madre, ella se encuentra más lejos. Tiene un brazo levantado, indicándote que vayas con ella.

¿Por qué tienes esa sensación tan extraña? Será porque no has podido verle la cara...

Estás en un bosque, con el arco preparado para la caza. 

Te escondes tras un árbol, buscando su protección para buscar a tu víctima al mismo tiempo. Corres, saltas, te vuelves a esconder.

Pero... ¿qué estás persiguiendo? Al quedarte quieta ante esa pregunta, la naturaleza a tu alrededor comienza a morir. Pájaros de todos los árboles caen muertos, al igual que conejos que te encuentras por el camino.

De pronto, un grito parece romper ese aura mortal.

Corres hacia el lugar procedente del grito. Al llegar, ves a una de tus musas a orillas de un río peinándose sus cabellos.

¿Quién es? ¿Por qué ha gritado?

Un zorro aparece cerca de tí. Da pasos muy lentamente, parece que cada uno de ellos le hace sufrir. Al llegar a tus pies, cae muerto.

- Oh! Mi amado, Helios, dios del sol, siempre estás huyendo, a cada paso que doy tú te alejas otro. Pero, ¡por fin! Por fin nos hemos encontrado y podremos fundirnos en uno solo. No me importan los mortales, no me importan el resto de dioses. Este instante tan solo es para ti y para mi. Para los dos. Para nosotros.

Cada muchos meses se producía aquel encuentro, los meses no eran nada para la vida de los inmortales, no se podían apenas apreciar, pero la distancia y la sensación de soledad que sufría Selene era como si cada mes se convirtiera en un año mortal.

Era demasiado tiempo para ella. El cálido corazón de Helios le ayudaba a calmar el suyo siempre tan frío. La volvía una verdadera diosa y era capaz de comportarse como tal. Sin él todo era frío, todo era hielo, todo era un páramo desierto, una capa de hielo en un lago eterno.

Selene necesitaba a Helios tanto como Helios la necesitaba a ella. Pero sus destinos estaban siempre separados. Pero hoy se habían unido. Pero, ¿por qué?

Hécate caminaba por aquel sendero, sigilosa y discreta, tratando de ocultar su naturaleza divina, no pretendía llamar la atención de nadie ni de nada. Hasta que en aquella encrucijada vio a la extraña mujer, se acerco curiosa y ella y dijo

Quien eres? mujer...y lo mas importante.... Que tratas de decirme?

Mis brazos rodaban el sinuosos cuerpo de Selene... Había pasado ya tiempo desde la última vez que sus cuerpo s se unieron en deseo y armonía.

Mis manos dibujaban el cuerpo de Selene recordando cada parte de su piel.

Mis labios buscaban los suyos.

Ha pasado mucho tiempo... diosa mía. Mi boca necesitaba beber de la tuya... Mi cuerpo necesitaba apagarse en el tuyo... Ya sabes que no huyo de tí ... sino que te busco... al igual que tú...

Dejemos los prechoces para otro momoento y volvamos a amarnos como la última vez...

Con deseo y lujuría recorría el cuerpo de mi amada y me entregaba a sus besos.

Muerte. Tristeza. Aburrimiento. Ésa es la tónica general en el Inframundo. Maldeciré toda la eternidad el día en que Hades me raptó. Maldeciré toda la vida a los dioses por no hacer nada, y obligarme a vivir con alguien a quien no quería. Por suerte, siempre quedaban los seis meses en los que me permitían estar con madre. Madre...

¡Madre!- grito al ver esa figura tan parecida a Démeter. Un grito. Desconozco su origen, pero estoy aún intrigada por la aparición de mi madre. Aún falta mucho invierno para poder verla de nuevo. ¿Qué hace aquí tan pronto?

Al verla alejarse, no me lo pienso ni un segundo. Me levanto apresuradamente, corro detrás de ella. Apenas hago caso a esa extraña sensación que me embarga. Sólo quiero estar con ella...

Selene no pudo evitar gozar el calor que desprendían los labios de Helios. Había dejado de escucharle. Tan solo pensaba una y otra vez en ese cálido aliento que la derretía por dentro y por fuera. Sentirle ahí, recorriendo su cuerpo, derritiendo cada parte del ser de Selene.

Por fin, lo hemos logrado, es difícil pasar tanto tiempo separados. No entiendo por qué los mortales piensan que cuando hay un eclipse pasa algo malo, lo que pasa es que dos de los dioses más importantes de su planeta se unen para formar un solo ser.

Helios, te he echado tanto de menos... por favor, hazme tuya. Dije susurrando las últimas palabras en su oído.

Entre abrazos y caricias, un presentimiento hizo que se detuvieran vuestros actos. 

Allí, a varios metros de vosotros, había un niño de pelos castaños y túnica blanca. Descalzo, avanzaba lentamente hacia vosotros. Miraba hacia el suelo, pero parecía hacerlo triste.

Tras é, unas nubes negras cubrieron el cielo, ocultando vuestro eclipse. El ambiente cambió. Ya no había momento romántico. Amenazaba a muerte y destrucción.

El niño se detuvo, esperando

La mujer avanza y sale de entre los setos. Los perros se abalanzan sobre ti, pero antes de tocarte, se desvanecen.

Ella te mira a la cara, pero... su rostro no está. Es inexistente. Liso como una pared, no tiene ojos, ni nariz, ni boca. Nada.

Se lleva las manos a la cabeza y, desde lo más profundo de su corazón, grita. Grita tan agudo que tus oídos se resienten.

Silencio. Todo se queda en silencio. La mujer se recompone y te señala al cielo. Allí, unas nubes negras que presagian una guerra, una destrucción, cubren la noche. 

Ella desaparece. Y, por la izquierda, aparece un niño. Un niño sin rostro

Hija... parece susurrarte esa mujer mientras se aleja de ti

Parece levitar, pues no camina. A pesar de que tus andares son veloces, ella lo es más. Pero lo justo para que puedas seguirla. 

Atraviesas los campos del Hades con desesperación. El polvo negro que levantas llega a nublarte la visión, pero te guías por instinto. 

Tu madre está allí, lo sabes, está allí.

Y, en lo alto de una montaña, está esperándote. Gira su cara para mirarte... Pero no tiene rostro, pero es como si pudieras verlo. Sientes dolor en ella.

Te señala a lo que hay más allá de la montaña, por donde se están acercando unas nubes oscuras, presagiando una terrible guerra, una catástrofe

Hecate no salía de su asombro, no entendia quien estaba detrás de todo esto....era una especie de aviso....algo acuerdo estaba sucediendo...rápidamente se acerco al niño. 

Ehhh pequeño.....quien eres? Que haces aquí?

Que esta pasando aqui, Zeus mio!? no podia entender lo que estaba pasando a mi alrededor, tal vez Hades tuviera algo que ver tanta muerte no puede pasar sin que el lo sepa.

Con el arco y la flecha aun en mis manos busque acercarme mas hacia donde estaba la musa, sin dejar de observar a mi alrededor en busca de la fuente que hizo hacerle ese grito de terror.  

Agotada, llego a la base de la montaña. Arriba está mi madre, observandome desde las alturas. Doy un respingo al ver que mi madre no tiene rostro. Es una imagen escalofriante. Siguiendo la dirección que me señala con la vista, observo una tormenta, avanzando rápidamente. Alas negras en la noche- pienso, no sé por qué.

No obstante, necesito saber más ¿Que ocurrirá?- pregunto, desesperada, a la imagen de mi madre. ¡Necesito saberlo!

La musa sigue cepillándose el pelo. Notas cómo su cuerpo se pone en tensión. 

Notas cómo levanta su brazo lentamente y con temblores y te señala en una dirección. Acto seguido, se mete en el agua, con la que se funde.

En el lugar donde te señala, hay un niño pequeño humano sentado en el suelo. De cabellos castaños y túnica blanca, alza su cara para mirarte... O, al menos, eso piensas, ya que no tiene rostro.

De su interior sale el grito que antes has oído. El niño se cubre la cabeza con sus manos y señala al cielo. Nubes oscuras lo cubren, nubes que presagian muertes, catástrofes, guerras...

Helios, mira allí. Dijo señalando al niño. ¿No le ves? Algo ha cambiado en mi interior... me siento... no sé... más fría que de costumbre y no noto tu calor, tu fuego... Helios este niño desata en el lugar algo horrible. Siento como si algo malo estuviese pasando. Como si aquel niño fuera a hacernos algo.. Helios ve tú, tengo miedo, estoy asustada... nunca jamás nadie había podido apagar la llama que sentía por ti...

Sin separame de Selene... y asiendola con mis manos me acerqué al niño y le dije:

¿Quien eres pequeño?... ¿Porque las nubes y el olor a muerte te rodean?...

¿Necesitas ayuda?...

El cielo? Habra sido alguien del Olimpo?...no, no lo creo rapidamente me transformo en un lobo y comienzo a olfatear, en busca del olor de alguien ajeno a la escena, quien seguramente cometio esta atrocidad.

El niño ladea la cabeza y empieza a balancearse nervioso.

Las nubes empiezan a brillar por los relámpagos de la tormenta. El niño da un paso atrás

¿Tú también nos vas a abandonar? retumban en tus oídos miles de voces de seres humanos.

Antes de poder responder, un rayo atraviesa el cielo e impacta directamente sobre el niño. No cae ni es mutilado, pero rápidamente un fuego comienza a consumirle. 

Tras él, aparece la figura de cientos de humanos en un mar de llamas, consumidos por el dolor

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