Partida Rol por web

Karún se siente renovado tras las curas del sacerdote humano, pero sus heridas siguen abiertas y aunque el dolor no le importa lo más mínimo sí lo hace el hecho de que Eva haya perdido una oportunidad de rematar a los enemigos por querer salvarlo. El elfo está dolido, dolido y avergonzado, quizá hasta molesto con la actitud de los demás. Un guardián jamás debe velar por la seguridad de los demás luchadores, sino en reducir sólo el número de enemigos, eso aprendió en su arboleda... pero si este era el nuevo modelo a seguir de sus compañeros, entonces lucharía con sus tácticas. 

Espíritus de mis ancestros, curad mis heridas para que una doncella cese de sufrir por mi

El Behir intenta morder a Dayereth pero este esquiva por los pelos.

Reuniendo fuerzas de flaquezas, me lanzo contra el gigante para un último y devastador golpe que abre sus tripas, liberando un torrente de tripas calientes que baña el suelo.

El gigante había caído finalmente ante la estocada del eladrin y el Behir notaba que su hora estaba apunto de llegar. No había conseguido tumbar al arquero que había sido puesto a salvo ... y si se distraía con los de la muralla el mago de la espada no se lo perdonaría.

La maldición de Iannes hacia que sus mordiscos fueran menos imponentes ... pero si conseguía apresar a Dayereth, no tendría que preocuparse mas por el.

El reptil usó su cola para distraerlo - como si fuera a golpearle cual dragón - y en el momento que bajó su guardia la criatura lanzó su dentellada, lo alzó en el aire y se lo tragó entero con un par de mordiscos de regalo.

Sonrió mientras clavaba su mirada en Andet.

-Tengo algo para ti.- Su boca se iluminó de azul y un rayo de energia zurco el aire rozando la calva del mago. Puede que hubiera esquivado el ataque, pero sus músculos notaban la mordedura del rayo igualmente.

De repente me descubro a mi misma arrastrando el cuerpo del elfo, cuando otros mas importantes me necesitan mas y con mayor premura. ¿ P-pero que estoy haciendo ?. Con un grito de rabia hacia mi misma, suelto a Karun al suelo con tanto ímpetu que casi se golpea la cabeza con el piso.
Corro hasta el borde de la muralla y miro abajo. El gigante esta al suelo, pero ni rastro del eladrin. Mierda, mierda, mierda mierda... Siento casi como si se me parase el corazón. El cuello se me cierra y no puedo tragar ni una sola bocanada de aire. Mierda, mierda. ¿ Que he hecho ?.
Precipitadamente levando la mano al aire, acumulo en ella mis emociones primarias en ellas y las proyecto sobre el reptil. Pero el golpe es tan débil que ni siquiera se inmuta. ¡MIERDA!

Karún se arrastra hasta el borde de la muralla (no tiene tiempo siquiera de ponerse en pie*) poniéndose a la altura de Eva con el behir y dispara desde el suelo su arco. Una de las flechas no impacta, pero la otra se hunde en el cráneo de la bestia.

8354 caídos... susurra el elfo, luego se deja caer a un lado exhausto... que alguien saque a Dayereth de allí...

El Behir cae derribado ante el ultimo ataque. Podéis escuchar los gritos de rabia, insultos y zarandeo general que hay al otro lado de los muros mágicos que impide a los gigantes llegar a vuestra altura.

Parece que Obanar está teniendo problemas para cerrar del todo las defensas mágicas.

El final parecía una orquesta que no había comprendido el tedio que causaba en los espectadores, el acorde que cerraba la insana melodía no llegaba y la sonrisa del autocomplaciente mago se transformaba en una mueca de disgusto; sobre todo cuando engulló a Dayereth.

Aun cuando la electricidad estaba contrayendo sus músculos, la visión de aquél proyectil atravesando el cráneo de la criatura le trajo el desenlace que esperaba.

- Excelente puntería maese Karún... me encargaré de socorrer a la espada arcana - agregó aprisa, mientras utilizaba sus brazalaes mágicos que le permitían moverse en los muros como una araña.

Aun con la muerte de la gran criatura, sentía su presencia cerca de el, como le atacaba una y otra vez y le hacia sucumbir hasta casi desvanecerse. A lo lejos, como si fueran ecos lejanos, escuchaba que el eladrin estaba apurado, pero su cuerpo no cedia a las ordenes impuesta, necesitaba descansar y avanzar luego para ayudar.

Un estallido de energia arcana empuja a todos los gigantes cercanos a las defensas de Argen. Gritos, caos y montones de cuerpos tumbados e intentando levantarse. Relámpagos de fuego empiezan a llover desde la torre del guardián haciendo estallar el suelo que pisan los gigantes y pronto todos se baten en retirada ante la apabullante contraofensiva de la ciudad.

Obanar se había tomado su tiempo para actuar, pero al menos había sido definitivo.

Sin embargo, Dayereth continuaba en el estomago de la bestia.

Si necesidad de levantar la cabeza, mis sentidos perciben lo que ocurre mas allá de la barrera. Les hemos rechazado. Una vez mas. Pero a pesar de ello, de esta pequeña victoria, no me embarga ninguna sensación de triunfo, mas bien todo lo contrario. Como una pesada bola de plomo sobre el pecho, siento una presión que me hiere el orgullo hasta convertirlo en una asfixiante sensación de impotencia.
Lejos de tranquilizarme, puedo notar como me hierve la sangre ver el cuerpo de Behir abatido, con el eladrin en su interior.

Ha sido culpa suya. Me digo a mi misma en un estéril intento de calmarme. Solo suya ...... Si. Ha sido culpa suya, pero tu no has sabido actuar como es debido. Como se esperaba de ti. Me avergüenzas. Se inmiscuye de repente una nueva voz. Esa arrogante y vanidosa parte de mi misma. La que no tolera el fracaso, bajo ninguna circunstancia.

Doy un paso atrás, levanto la cabeza con un semblante de furia contenida. Demasiado orgullosa para permitir que el resto perciban mis propios pensamientos. Demasiado enfadada para lidiar con nadie y menos aun ese estúpido largirucho que ha tenido la desfachatez de contar.

Me quedo quietecito en las cálidas tripitas del Behir.

La cuerda que había atado Karún en la almenara seguía allí, así que la usó para descolgarse y acercarse hasta el behir, había que sacar a Dayereth de allí como fuese.

El cuerpo de Andet se deslizó por la puerta cuyo estado era más que precario. Las grietas y fisuras la poblaban completamente.

Si el combate duraba unos segundos más, la puerta no sería más que una montaña ruinosa.

Finalmente cerca del suelo, se dejó caer y corrió hacia el fallecido behir. El enorme charco de sangre chispeaba erráticamente.

- Dayereth, tengo que sacarte de ahí... - anunció el mago mientras introducía los brazos, por la garganta del dracónido, ensuciándose. Tenía una vaga esperanza de que lo escuchase, sin embargo el mago de la espada yacía envuelto en silencio y oscuridad.

- Vamos, arriba - comenzó a tironear del cuerpo mientras intentaba traerlo al mundo de los vivos.