Partida Rol por web

La comitiva atravesó Aguas Profundas en dirección a una de las puertas en el norte sin demasiados obstáculos. En una ciudad tan grande los aventureros eran una visión común, que si bien podía destacar pronto quedaban relegados a un remoto lugar en la memoria de los ciudadanos.

Alexian caminaba a la derecha de Ébano sin perder al animal de vista, el caballo avanzaba tranquilamente por las calles, perturbadoramente tranquilo a la gran algarabía de gente. Unos pocos curiosos repararon en que el animal no tenía silla ni brida, pero tampoco prestaron mayor interés. Algunos hicieron comentarios ante la buena imagén del equino y lo bien cuidado que parecía.

Finalmente alcanzaron las puertas sin más conmoción que las tonadillas satíricas del medio orco. La visión del exterior dibujó una visible mueca de alivio en el rostro del médico por un trayecto inicial sin complicaciones. Varios soldados se afanaban en controlar el volumén de gente que entraba y salia de la ciudad por el motivo que fuera

Alexian vigilaba a partes iguales las alforjas de su montura y el purasangre que caminaba a su lado perturbadoramente tranquilo. Resultaba evidente que el propio médico tenía sus dudas a la hora de escoltar a tan singular animal al exterior.

- Viajaremos algo menos de una hora a pie para poder dejar a Ébano en los pastos. Luego ya seguiremos a caballo. Los viejos del lugar dicen que vienen días de tiempo tranquilo y sin lluvia. Así que deberíamos ser capaces de avanzar sin problemas por el clima. La primera parada será en Amphail, sabemos que la caravana pasó sin novedad y pudo comerciar. -

El medio orco emitió un pequeño silbido mientras su rostro jocoso realizaba algunos cálculos rápidos acerca del viaje.

- Amphail está a más de sesenta millas, con estos caballos deberíamos tardar unos tres días si nada nos detiene. Esta será una odisea memorable narrada en los salones de reyes y héroes por los siglos venideros mientras bardos y trovadores componen sonetos y tonadas acerca de nuestro valor y determinación en los funestos caminos. -

Después de conseguir que varios transehuntes se quedaran mirando con rostros visiblemente preocupados el mestizo se limitó a reirse antes de ensimismarse en sus tonadillas desafinadas.

—Mientras tú no seas uno de ellos, creo que nuestros oídos estarán a salvo, Zomar—comentó Kidra—. No, espera, ¿qué demonios? Podrías ser nuestra arma secreta y usar tus sonetos para torturar a nuestros enemigos. ¡Que táctica tan brillante! Soy un genio.

Rio entre dientes dándole unas palmaditas amistosas en el brazo. Luego miró a Alexian y asintió a la propuesta de empezar por Amphail. Aunque en opinión de la tiefling, el clima en verdad era el menor de los contratiempos posibles. Si los problemas no se presentaban con el clima, siempre podrían ser otras cosas; en la Costa de la Espada era imposible aburrirse.

—Toma, ¿quieres una para el viaje?—añadió repentinamente, cambiando de tema de un modo tan diametral como casual, mientras le ofrecía una zanahoria a Ébano. De dónde rayos la había sacado sólo ella lo sabía.

A Tuski le mejoró el humor cuando emprendieron el viaje. Viajar siempre era un gusto para él, cuando se viajaba el camino igualaba a todos, las palabras disminuían y los actos hablaban por si mismos.

Cuando escuchó a Alexian el clérigo entonó una breve oración y se puso a trabajar, a pesar de su armadura y equipo era capaz de moverse a una velocidad inhumana, igualando a la de los propios caballos. De forma rutinaria avanzaba unos cuántos metros por delante del grupo para otear el camino y después como un guardia que tiene el ritmo interior de un reloj lantaniense volvía a la retaguardia donde comprobaba si alguien les seguía o simplemente ocurría algo inesperado.

Escuchó a Zomar y Kidra con una sonrisa interna, el semiorco era un tanto curioso. Imaginaba que un bardo o juglar de algún tipo no podía dejar de soltar grandilocuencias en ningún momento.

Kurmani había estado en silencio desde que salieran de la Vieja Confiable, mirándose la mano vendada en varias ocasiones, torciendo el gesto como si le molestara.

Se había separado del grupo para poder despedirse de su padre, cuya granja estaba a las afueras de la ciudad, así aprovecharía para coger algunas provisiones extras y otro carcaj de flechas. Las flechas nunca sobraban, a su entender.

Para cuando se reencontró con el resto de aventureros en las puertas, Kurmani parecía haber recuperado parte de la luz habitual de su mirada. 

—Lamento la demora— se excusó con una sutil sonrisa —. Mi padre os manda saludos, Alexian— dijo, omitiendo la parte de que si le pasaba algo a su hijita, le patearía tan fuerte el trasero que tendría aprender a cag... bueno, digamos que "Hacha Maldita" fue bastante grosero e innecesariamente explícito —. Y nos desea buen viaje— añadió, mirando al resto, aunque evitó cualquier contacto visual con el semiorco.

Y de nuevo, ante él, un nuevo sendero que recorrer. Como tenía acostumbrado, no tardó en experimentar diferentes sensaciones. Sentimientos encontrados que afloraban ante un nuevo cambio: añoranza por lo pasado y bravura por lo que vendría. Quizá debería pensar menos en eso. Al menos, esta vez no estaba solo, lo cual ya era un avance. ¿Quién lo hubiera dicho?

Mientras seguía a la comitiva, Maedhros observaba detenidamente a Ébano. El caballo permanecía tranquilo y avanzaba prácticamente sin reparar en ningún transeúnte. Nada como un poco de libertad para sentirse como nuevo. El semielfo se preguntó si el equino se escaparía una vez llegase a los caminos.

Una pequeña sonrisa asomó en su rostro cuando el semi-orca daba gala de su optimismo y la tiefling le contestó. Desde que se había separado de Lyanna, la soledad era su única compañera. A decir verdad, ya estaba bastante cansado de ella, puesto que ella no solía hablar demasiado. Ahora, estar en compañía era una grandísima novedad y estaba seguro de que se lo pasaría bien.

Cuando se detuvieron y el grupo estuvo al completo, el joven inspiró y expiró a la misma velocidad. Comenzaba a notar el cosquilleo de la emoción. Miró a Alexian.

- Irá bien, los encontraremos y volveremos pronto.

La travesía a pie se convirtió en un cruce incesante de gente que iba y venía hacia la ciudad. Mercaderes, trabajadores, soldados, aventureros, buscadores de fortuna etc. Denotaba la importancia geográfica de la ciudad y las esperanzas que muchos buscando una vida mejor había puesto en ella.

No podía evitar llamar ligeramente la atención, los aventureros suelen tener un porte por encima de la gente convencional, o tal vez se tratase del arsenal que algunos portaban lo que delataba su condición de espadas de alquiler. En cualquier caso también actuaba como un buen repelente de problemas.

Anduvieron casi una hora hasta alcanzar una zona de pastos abundantes, no se percibía en el horizonte a ningún grupo que se acercase en su dirección. La calma del lugar y la buena calidad de su vegetación parecíeron ser suficientes para liberar al caballo a su nueva vida.

Alexian frotó el lomo del caballo mientras señalaba al pasto, como si de algún modo esperase poder hacer comprender al equino que ese era su nuevo hogar y lo afortunado que había sido de tener una segunda oportunidad. Quizás el animal lo entendía a la perfección o tal vez no. Ponderar hasta que punto llegaba su inteligencia había sido un rompecabezas que requería demasiado tiempo y esfuerzo.

- Eres libre amigo, intenta no llamar la atención que a más de un terraniente le gustaría tenerse en su establo a modo trofeo, a su cuenta y riesgo...  -

El animal bajo y subió la cabeza varias veces, asentía como una persona. Había dejado patente que la inteligencia era un don que portaba, tal vez fuera mucho más capaz que la mayoría de los comunes. Pero esa sería una pregunta para otra ocasión. Tras devorar la última zanahoria de Kidra y ponerse a dos patas en un curioso baile el equino se puso al galopé y se perdió en la lejanía entre felices relinchos.

Alexian seguía sumido en su debate interior. Había varias razones para tomar caminos distintos y al parecer no había una solución buena para el médico, al final había optado por la pura misericordia.

- ¿Qué propósito empuja a alguien para cruzar un caballo con una pesadilla? Por los dioses, una parte de mi cree haber hecho lo correcto, la otra se está ahogando en dudas. Espero que llame poco la atención. -

- Es una lástima, había pensado en un número de música y malabarismos y caballos y fuego y caballos con malabarismos y caballos malabaristas y malabaristas con fuego... un momento eso ¡El protagonista del espectáculo se va al galope!. Oh cruel Tymora, ¿por qué no permites a este humilde feriante el éxito? -

Una vez satisfechas sus ansias jocosas el medio orco sacó dos zanahorias de su capucha, le tendió una a Kidra y miró con fingida solemnidad a la silueta del caballo según se difuminaba el en lejanía.

- ¡Brindemos...! estoooo !Zanahoriemos por un amigo libre! -

«¿Y eso se lo preguntas a un cruce entre humano y diablo?»

Kidra no dijo aquello en voz alta ya que evidentemente la pregunta de Alexian era algo retórico arrojado al aire. Aunque lo cierto es que pensaba que lo de Ébano quizá no tenía por qué ser necesariamente algo provocado por nadie. Quizá simplemente había dado la casualidad de que una pesadilla se hubiera encaprichado de un caballo normal.

—No te preocupes, parece lo suficientemente listo como para no cometer ese error—comentó agarrando la zanahoria, aunque sólo le dio un mordisco, luego la guardó y se encogió de hombros—. Es decir, literalmente ha dicho "sí".

Kurmani parecía de mejor humor, aunque seguía en silencio, probablemente porque en la urbe no era su entorno natural. Cuando llegaron a los pastos y Ébano fue liberado, la félida sonrió complaciente.

—Buen viaje y larga vida, Sýndor— le deseó la exploradora, inclinando brevemente la cabeza.

Mientras disfrutaba viendo cómo el caballo de negro manto se alejaba, escuchó la reflexión de Alexian y miró al médico, arqueando una ceja. Se movió en su silla, mirando a la tiflin, al medio elfo y al semi orco, antes de volver a mirar al anciano, pues los mestizos estaban a la orden del día y en su grupo abundaban, sin importar su origen.

—En fin... ¿continuamos?— preguntó la félida, que se abstuvo de opinar al respecto de los cruces entre especies.

El resto de la jornada transcurrió sin novedad alguna. Las monturas viajaban a buen ritmo y salvo el cruce de algún viajero en dirección contraria no había motivo para aminorar la marcha. Por fortuna el tiempo les había acompañado durante la mayor parte del trayecto, con un día iluminado y con una suave brisa que ayudaba a hacer más llevadero la marcha de los animales.

Sólo fue necesario detenerse para dejar un respiro a las monturas y permitir igualmente comer algo a los jinetes. Al ritmo que llevaban deberían alcanzar Triboar en tres días escasos.

No obstante las horas de luz menguaban y faltaba poco para que el sol se ocultase en el horizonte. Las acampadas nocturnas podían ser peligrosas y más de una había sido el final de aventureros demasiados confiados.

Alexian se había mantenido callado casi todo el trayecto. Había sido un viaje intenso y apenas habían comenzado. El tiempo podía ser el peor enemigo en la empresa que afrontaban. Suponiendo que realmente pudieran encontrar a los integrantes de la caravana a salvo. Un molesto sentimiento de culpa se escondía en lo más hondo de la razón. Quizás si hubiera partido con los mercaderes nada de esto hubiera ocurrido.

- Deberíamos buscar un buen sitio para acampar antes de que la noche nos envuelva. Ha sido un día largo y nos vendrá bien un descanso y una buena comida. - El medico suavizo el ritmo de la montura hasta que el animal se detuvo.

- Los humanos no tenemos sentidos tan agudos como los de otras razas. Kurmani ¿podéis encontrar un buen emplazamiento para pernoctar? Ahora mismo estamos en vuestro elemento. -

Si había algo que le gustaba al semielfo era ver cómo los espacios, nuevos o conocidos, se alejaban o se acercaban a medida que seguía el sendero. De tanto en tanto, miraba hacia atrás para ver todo lo que había recorrido y siempre notaba una sensación agradable, pues adoraba pensar en lo que había dejado atrás y en lo que estaba por venir. Remotos puntos podían convertirse en bosques, montañas o núcleo urbanos. Quizá aquella sensación no le permitía estar mucho tiempo en un sitio, porque prefería el camino, aunque era difícil saberlo.

Es por ello que sonrió cuando Ébano con gran alegría y majestuosidad se marchó corriendo, saboreando la libertad. ¿Lo volverían a ver algún día? En ese momento, pensamientos sombríos acudieron a su mente. ¿Es posible que tuviera dueño? ¿Por eso quería huir, para reencontrarse con él? Se frotó los ojos para intentar sacudirse dichas ideas. Sólo confiaba en que no tuviera razón y que Ébano sólo anhelara la libertad.

El resto del camino permaneció en silencio. La brisa acariciaba su cara y danzaba con su melena. Agarrado a las riendas, Maedhros pensaba en demasiadas cosas, llegando a la conclusión de que no era bueno pensar demasiado, sobre todo en cosas que se le escapaban de su control. Sucesos que habían sucedido y debía convivir con ello

El tiempo voló y los rayos de luz fueron apagándose. El médico propuso hacer la parada pertinente. Mientras esperaba a que la félida respondiese, Maedhros miró a sus alrededores.

El clérigo no se entrometió en la conversación. Ya había dicho todo lo que tenía que decir, así que prefirió no repetirse y amargar a los demás.

No le hacía ni pizca de gracia tener a Ébano suelto cuando ya había otro problema para resolver, pero quizá Tymora les sonreiría y sólo era un caballo que buscaba la libertad. En caso contrario sería un asunto para el futuro Tuski.

A lo largo de todo el camino no había bajado la guardia, vigilar era lo que mejor sabía hacer, no por dones naturales sino a pura fuerza de práctica y si bien es una actitud útil el clérigo viajaba tenso y envarado, con el semblante adusto y listo para bajarse de su caballo a la primera noticia de peligro.

Cuando el médico le dijo a la mujer gato que buscase refugio éste se decidió a observar a Kurmani, quizá podría aprender algo que le vendría bien a futuro.

Kurmani asintió y se bajó la capucha para que sus oídos captaran mejor cuánto les rodeaba, demostrando que bajo aquella cogulla de cuero, tenía una melena del mismo color de su pelaje, llena de pequeñas trenzas decoradas con abalorios de runas enanas y sujetas entre sí por una tira de cuero. Sus orejas felinas, adornadas con un par de aretes de plata, se movían en todas direcciones. Además, la exploradora tenía una vista excelente en la penumbra y un buen olfato. A fin de cuenta, su raza provenía de depredadores naturales y ella, como todos los félidos, había heredado algunos de esos agudizados sentidos.

Luego desmontó del caballo y empezó a andar, valorando el terreno y la fauna con la que podrían encontrarse, pues el único peligro no son los bandidos cuando estás lejos de la protección de los muros urbanos.

—Te acompaño—propuso Kidra bajando del caballo para ir detrás de la exploradora—. Dos personas desalientan más que una a invitados no-deseados.

Estaba cayendo la noche pero los ojos de la tiefling podían taladrar incluso la oscuridad, así que si a algo se le ocurría la brillante idea de merodear por ella mientras Kurmani buscaba, lo tendría más difícil para pasar desapercibido.