Partida Rol por web

Las palabras del clérigo agradaron al mediano, que le sonrió amistosamente - Buen ejemplo. Si señor - contestó complacido - No me gustan los pantanos... mucha agua y barro, pero puedo moverme en ellos. Creo que os entendí - Mientras acomodaba el paso de Remo al de la mediana que parecía pretendía acompañarlo, le contestó al picaro:

- No lo se. Yo no entiendo mucho de mapas - contestó mientras trataba de recordar la imagren que había visto - pero me parece que, pensando en donde estamos, y a donde queremos ir mejor entrar por esta puerta - su dedo señaló la puerta que estaba cerca de la posada "del explorador".

Volviéndose a Silvania le preguntó - Te animas a montar conmigo? Remo es fuerte y dado que la distancia no es mucha, supongo nos puede llevar a los dos. No entiendo mucho de guardias y ciudades, pero no creo que sea normal que vayas a pie cuando yo estoy montado -

Arthedain caminaba junto al carro de las armas y las armaduras, en el que de forma visible había un pequeño hatillo en el que llevaba las herramientas de su supuesto oficio de herrero/armero.

El enano caminaba al lado de su carro, con una sonrisa en su rostro como si fuera a hacer un gran negocio

El grupo se aproximó lentamente a la puerta suroeste. A medida que la entrada estaba más cerca el paso se reducía y las carretas iban apelotonándose en la misma. Los guardias dejaban pasar a algunos campesinos sin mirar siquiera lo que llevaban - quizás a los habituales de todos los días - mientras que otros pasaban un escrutinio más extenso. Sin embargo mientras los dos grupos se aproximaban sintieron una cierta tranquilidad al ver que los soldados no desempeñaban su trabajo con excesiva eficiencia. Más bien se limitaban a ojear por encima la carga de las carretas. La gente que iba por su cuenta a pie y que claramente carecía de armamento pesado (espadones y similares) entraba sin ser siquiera cacheada. Estaba claro que si los guardias tuvieran que revisar a fondo a cada transeunte que penetrase en la ciudad la cola sería inmensa y llevaría varios días que el populacho accediese a la urbe.

Mientras los carros avanzaban lentamente los aventureros depositaron su mirada en la posada del Reposo del Explorador, que se alzaba a un lado del camino, fuera de las murallas de la ciudad. En su zona exterior tenía un pequeño porche en donde a pesar del frío de la mañana se habían instalado unas mesas para formar una terraza en la que los viajeros con menos prisa se detenían a tomar un refrigerio.

De pronto se oyo el ruido de una jarra al romperse. No era nada habitual para una posada ese ruido, pero le siguió el de una silla cayendo al suelo. Los ojos de todos los de la fila - incluídos los de nuestros héroes - se dirigieron hacia el lugar de donde venía el barullo. Lo había provocado un único enano que de pie, al lado de la silla y de los restos de su cerveza, miraba fieramente hacia el primero de los carromatos... Concretamente aquel en el que iba montado Bhain con su sonriente cara de felicidad. El enano de la posada seguro que había pasado por épocas mejores: su cota de malla estaba rota y remendada sin demasiada suerte, y su brazo izquierdo era un muñón. Su rostro curtido era tan pálido que podría decirse que jamás había visto el sol. Las penurias se habían cebado en aquel individuo que comenzó a avanzar a grandes zancadas hacia el carro donde iba Bhain montado.

Las miradas del grupo bailaban entre el enano enfurecido que venía de camino con su única mano posada en el puño del hacha que llevaba al cinto y los guardias de la puerta que, afortunadamente, no se habían dado cuenta de nada debido a la distancia...

Como todos los demás Bhain se fijó en la figura del enano. La sorpresa del gladiador fue mayúscula cuando reconoció, pese a su lamentable estado, a uno de los enanos que acompañaban a Bianca y que provocaron la pelea de distracción mientras los demás rescataban a los prisioneros.

- Problemas - murmuró el druida al ver la situación - Y encima nuestras armas están en ese carro - agregó para su compañera. Casi sin pensarlo taloneo los flancos de Remo para acercarse a la carreta mientras su mano buscaba la cimitarra que, lamentablemente NO tenía en su poder.

- Porque en la puerta? - se preguntó a si mismo mientras se preparaba para cargar contra el manco. Sus ojos midieron las distancias que separaban al enano de la carreta y a Remo del mismo lugar, y cuidadosamente acompasó la velocidad de su perro para llegar más o menos a la vez.

Arthedain siguió con la mirada el avance del enano manco y, al ver a dónde se dirigía, le susurró a Bhain: -Bhain, ¿conoces de algo a ese congénere tuyo? Lo digo porque no parece precisamente que se alegre de verte.

Y sin cambiar el paso, se colocó de forma que pudiera flanquear al enano recién llegado cuando este llegara a la altura del carro.

Mama Brigitte se tensó, agarró el atillo con más fuerza y dijo a sus compañeros más cercanos -¿qué demonios hace ese enano? Va a llamar la atención de los guardiassss... sus pensamientos fluyeron con rapidez-espero que sea una típica reacción amistosa. A veces los enanos son así de explosivos mostrando su amistaddd. Esperaré, no puedo utilizar mi magia ahora sin más, no sin saber la reacción de Bhain y menos con toda esta gente delante.Bien pudiera llamar más la atención que los aspavientos de ese enano y sea peor el remedio que la enfermedad.

Robin se giró al oír las furiosas expresiones que el enano manco dirigía hacia Bhain, el valiente enano que se había convertido en su nuevo compañero.

"Estoy seguro de que Bhain sabrá salir airoso de esta situación. Cuanto menos llamemos la atención, mejor".

Siguió andando, algo más lentamente, hacia la puerta de la ciudad, tratando de disimular su preocupación.

"Es muy mal presagio que debamos enfrentarnos a los primeros problemas incluso antes de entrar en la ciudad... Que Random esté de nuestro lado."

En otra época luche en la arena, quizas su mano cayo victima de mi hacha. No le seguire ewl juego e intentare hacerle ver que se equivoca.
Bhain sigue su camino hacia las puertas de la ciudad

-Queréis comprar algo o acaso queréis ofrecerme algún articulo particularmente interesante ?

Mosest caminaba junto al segundo carro taciturno, pensando en qué decir si los guardias le preguntaban el motivo de su estancia en la ciudad. Mirando sus ropas, simples atuendos de viajero, no se le ocurrió nada en primera instancia. Pero al recordar el símbolo sagrado que le colgaba del cuello, una bombillita se encendió en su no demasiado afortunado cerebro: diría que es un peregrino que viene a rendir culto a la diosa. Después de todo, no estaría tan lejos de la verdad. Aunque si preguntaban mucho no tendría problema en rebanarles el cuello a todos aquellos lacayos del malvado emperador, ya que estaba deseando demostrar lo bien que se le daba usar la espada.

Abandonó sus reflexiones al ver a un enano de lamentable aspecto acercarse al carro que conducía Bhain. Su actitud no parecía amistosa y el joven se preguntaba qué razones podría tener cualquier persona para odiar a Bhain, todo un héroe que luchó con honor en la arena y había rescatado a tres caballeros de Predemia de una muerte segura. Su primer impulso fue acercarse para proteger al admirable guerrero, pero el instinto le dijo que eso echaría su trabajada coartada al traste. De momento dejaría que Bhain arreglase el asunto, pero si ese enano intentaba hacerle daño... sería lo último que hiciese.

¡Rómulo, Rómulo ven, ven un momento rápido! -Instó la maga al pequeño druída para que se acercara al carro en el que iba sentada. -tenemos que estar preparados por si las cosas se ponen feas; si funciona lo que estoy pensando, no haría falta que la cosa pasara a mayores -se dijo Mama a sí misma mientras esperaba a que el mediano se acercara.

El mediano oyo a la distancia la voz de la maga y estuvo tentado de acercarse, pero ya había comenzado a avanzar. Tras dudarlo un momento y viendo que el manco tenía un hacha, en tanto que Bhain estaba desarmado, decidió que su ayuda (o más bien la de Remo) sería más util cerca del enano, que lejos de el.

-Si se ponen las cosas mal,espero que en un momento dado, lance a su perro contra el enano -Pensó Mama mientras se echaba mano al escote para tomar su bolsa de componentes de conjuro, mientras mentalmente dibujaba el conjuro de "causar miedo" por si fuera necesario lanzarlo. -Si el perro se ataca, bien pudiera el enano causarle algún daño al animal; sinembargo con el hechizo junto con los ladridos del perro, nadie se extrañaría de que el enano bien pudiera asustarse y salir corriendo.Todo sería muy natural y no correría la sangre -Pensó Mama mientras acariciaba el saquete entre sus dedos con los ojos entrecerrados apuntando a la escena que se avecinaba.

- ¡MALDITO HIJO DE UNA PERRA CARGADA DE TIFUS! ¡QUE LAS ARAÑAS DE LAS PROFUNDIDADES DROW COMAN TUS MISERABLES OJOS DE TRAIDOR!

El enano estaba fuera de sí y gritaba señalando a Bhain. Se había detenido en su avance y a nadie del grupo le pasó por alto que se daba cuenta perfectamente de la posición de cada uno... Aquel enano podía estar borracho pero era evidente que no era tonto y tenía algún tipo de entrenamiento militar, aparte de bastante mundo.

- ¡MIRAME CABRON!- siguió gritando, atrayendo las miradas de todos los presentes - ¡MIRAME TE DIGO! Este individuo,- señalaba a Bhain - este glorioso saco de mierda de gladiador nos dejó a mi, a mis compañeros y a mi señora a merced de los Inquisidores engañándonos al no contarnos todos sus planes... ¡Y que tengo ahora! ¡Un muñón y compañeros muertos! ¡Un muñón y el alma de mi dueña perdida! Ojalá Haron maldiga tus huesos y los de tus compañeros... Si existe una justicia divina espero que encuentres la muerte más dolorosa... ¡Y NI SIQUIERA ME RECONOCE!

El enano cayó al suelo de rodillas. La gente estaba estupefacta e incluso en la zona delantera de la fila empiezaban a mirar hacia atrás... En el suelo el enano sollozaba ahora murmurando ante su encadilado público, que contemplaba ahora con cierto rencor a Bhain...

- Mi ama condenada por unas monedas... Los dioses maldigan el nombre de Bhain y sus descendientes...- sollozaba el enano...

El druida escuchaba estupefacto. Había oido las alabanzas de su primo por el bravo guerrero y le costaba creer que el compañero de Cristín fuera capaz de semejantes bajezas. "Traición?" pensó "Será capaz de traicionarnos a nosotros también?"

Un apretón de sus rodillas detuvo a Remo a unos metros del gimiente enano y el mediano se quedó quieto, mirando la escena como todos los presentes, sin atinar a defender a su compañero... o a repudiarlo.

Su rostro, estupefacto, demostraba la confusión de sus sensaciones, mientras sus manos, en un gesto automático, acariciaban la peluda cabeza de su montura.

Arthedain intenta aparentar desinterés por la situación, y al ver que el manco no parece tener intenciones hostiles comenta en voz alta, a beneficio de cualqueir curioso que pase cerca: - ¡Tch! ¡Hay que ver el daño que causa el alcohol!