Partida Rol por web

Casi me sentía desfallecer. Por un momento pensé que la marea verde me desplazaría y la línea se rompería. Tras haber luchado con arrojo y temeridad, no se me ocurría peor forma de decepcionar a mis compañeros.

Pero en el último momento, la llegada de Grim y el retumbar de la caballería Imperial, me hizo aguantar.

Luego Grim se las ingenió para perder su arma entre los atacantes. Sonriendo por los adentros, estaba regocijándome en mi buena suerte cuando una lanza enemiga atravesó mis defensas, mi armadura, y me hirió. Esta vez noté que el impacto era severo y grave. Note el calor de la sangre derramándose por mi costado y mi pierna. Pronto estaba totalmente cubierto de sangre cálida y mis extremidades perdían fuerza.

Iba a morir y poco podía hacer. Sólo podía intentar aguantar la linea hasta el final. Interpuse la rodela entre el enemigo y yo. Vendería cara mi vida. Nuevamente pensé que estaba a punto de desfallecer. Pero no podía permitirme flaquear ahora. Así, empujé con mi espada y mi escudo con la idea de frenar al enemigo.

- ¡Necesitamos ayuda en la linea! ¡Acabad con los vuestros y venid! - grito walter mientras atacaba al piel verde que acosaba al soldado herido.

Mientras Trojan de forma feroz acaba con uno de los orcos siendo apoyado en combate por Sir Hugo, al sur los miembros del clan en la linea seguían pasando por momentos difíciles. Nathan ya mal herido y a punto de caer desfallecido hacia a copio de todas sus fuerzas para frenar el ataque enemigo y mantenerse en pie hasta las ultimas consecuencias; a su lado, Mike hacia lo mismo siendo ayudado por un certero Walter que daba cuenta de otro goblin.
En esos mismos momentos, sobre el paso de fuego negro la carga de caballería llegaba a su momentos cúspide. Los goblins salían disparados en todas direcciones incapaces de resistir la fuerte embestida de los corceles de guerra del imperio. Era claro que la idea de colocar a la muchedumbre de goblins al centro no les había dado suerte a los pieles verdes aun a pesar de los muchos que eran estos. Y si bien mas caballeros habían caído victimas de la batalla, era ya claro que la misma había llegado a su fin ante la inmensa cantidad de perdidas por parte de los pieles verdes.
Incluso ya algunos de los Snotlings que combatían al sur habían intentado escapar siendo frenados por Orcos que nada contentos aplastaron sus cuerpecitos bajos sus armaduras. Otros por su parte lograron avivarse y correr después, solo para tomarse con que la infantería hacia ya su llegada triunfal. Al parecer, no había salido, al menos no por el oeste; caso contrario era el este donde aun había una leve esperanza para los pieles verdes que intentaban correr siendo perseguidos por la caballería imperial.

- ¡Por el imperio! - grito el antiguo soldado recordando viejos tiempos mientras arremetia contra el orco que atacaba a Mike - ¡No desfallezcais que la suerte de la batalla vira a nuestro lado!- decia mientras ensartaba a su enemigo con fiereza y una y otra vez.

El bretoniano vio con satisfacción como Trojan derribaba un enemigo tras otro, el de Châtillon no iba bien encaminado en la lucha, pues sus golpes rara vez hacían mella pero al menos distraía a los enemigos para que el enano les diera matarile. Ahora con su espada impactó en la verde piel del infecto orco, el último ser vivo enemigo que quedaba a ese lado del paso, el último obstáculo antes de lograr la esperada y merecida victoria.

- ¡ BASTONNE!

Finalmente, la batalla empezaba a decantarse claramente de su lado. Sólo quedaba en pie aquel maldito orco, pero Sir Hugo ya había acudido a acabar con él. Vio como el arma del bretoniano se hundía en el cuerpo del orco, pero sabiendo que aquellas bestias eran muy resistentes, el mercenario también atacó, hundiendo profundamente su espada en el cuerpo del piel verde.

-¡Muere bastardo!

Resiste niño, yo te relevare tomate un descanso muchacho y deja que Grim sofoque los ataques de esas sabandijas.-, le decía a Nathan mientras luchaba por seguir manteniéndose en la linea, por mi parte estaba despejado y no parecía que hubieran enemigos dispuestos a atacarme, esta era la oportunidad que estaba esperando, jalaría al mocoso hasta mi posición relativamente seguro y me colocaría para sustituirlo en la linea, esperaba por lo menos aguantar lo suficiente hasta que los imperiales acabaran con todos esos pieles verdes.

Absorto ante la grotesca visión que tenía frente a sus ojos, Grunt se mantuvo todavía otro buen rato ausente de la batalla, incapaz de enfocar sus pensamientos con claridad, y completamente ajeno a cuanto ocurría a su alrededor.

Sus camaradas se amontonaban a un lado y a otro de su posición, algunos alejándose y otros retrocediendo, apretujándose de manera confusa en los varios frentes que iba demarcando el combate, tratando de contener a base de sudor y sangre la marea de enemigos que amenazaba con arrasarlo todo a su paso.

A pesar de ello, el ensimismado enano apenas si podía prestar atención a una única cosa. Pues su mirada no paraba de posarse alternativamente en solo dos puntos de la caótica escena, saltando una y otra vez del espeso líquido color verde que impregnaba la hoja de su espada al achaparrado cuerpo que yacía inerte a sus pies, retorcido en una forma grotesca y antinatural.

Ese pobre diablo, que aún se estremecía levemente por los últimos estertores que suelen preceder a la muerte, había conseguido hacerse de un raro privilegio. Pues era la primera vez que Grunt abatía en combate singular a un miembro de aquella raza tan odiada y despreciada. Y quizás también la primera vez que cumplía cabalmente con el legendario mandato impuesto a los suyos desde el comienzo de los tiempos.

Por tal motivo, el enano no podía hacer otra cosa que permanecer allí de pie, embobado ante la magnitud de su gesta, con una miríada de sensaciones contradictorias surcando su pecho.

Claro que, en rigor de verdad, no se había tratado estrictamente de un combate singular, sino más bien todo lo contrario. Y lo cierto era que Grunt ni siquiera podía estar seguro de que había sido su golpe el que había acabado finalmente con el esmirriado personaje. Pero de todos modos era una forma de cumplir con su deber guerrero mucho más gloriosa y honorable que simplemente tropezarse con una roca y caer sobre el cuerpo indefenso de un prisionero ya abatido.

Como fuera, aquellos pequeños detalles no consiguieron evitar que los pensamientos se arremolinaran en la cabeza del enano a una velocidad vertiginosa. Grunt pensó en su padre. Y en su hermano. Y también en el resto de los miembros de su Clan, a los que no veía desde hacía años. Décadas, tal vez. Y al hacerlo, un nudo incontrolable se apoderó de su garganta.

Se hallaban demasiado lejos como para presenciar su proeza. Más allá de las impenetrables montañas que se alzaban por sobre el horizonte, cruzando bosques y desiertos infestados de peligros. Demasiado lejos como para henchir sus pechos con orgullo. Demasiado lejos como para honrar en sus cantos al hijo olvidado.

En cualquier caso, todos aquellos pensamientos y sensaciones pronto llegaron a un abrupto final, cuando, casi en el preciso momento en que el ominoso retumbar de un cuerno se extendía como una mortaja por el paso, un repentino y estridente relincho despabiló de un cachetazo al ensimismado enano, justo a tiempo para advertirle de la desbocada y demencial carrera a la que se había entregado la imponente montura de SIR HUGO.

En un fugaz movimiento, que tuvo bastante de mero acto reflejo y bien poco de disciplinada iniciativa, GRUNT esquivó los mortales cascos del corcel y se dispuso a reintegrarse al combate, maldiciendo por lo bajo por su contemplativa estupidez.

Por fortuna para el atribulado enano, aquel combate aún le tenía reservadas incontables oportunidades de remendar su orgullo herido. Pues en el instante mismo en que decidió reincorporarse a la batalla, otro nuevo enemigo salió a su encuentro, lanzándole un descuidado golpe que pasó a menos de un palmo de su rostro enrojecido por la ira.

El ataque fue torpe y atolondrado, y nunca representó realmente un peligro cierto para Grunt. Por ello, incluso a pesar de su inexperiencia, el enardecido seguidor de Grungni no tuvo inconvenientes para despachar a tan lamentable adversario, derribándolo con un sencillo pero furibundo tajo descendente que cayó con torpeza y brutalidad sobre la cabeza de la criatura.

Tras ello, y sin perder esta vez siquiera ni un instante ensimismado en su victoria, el enano se apresuró a seguir los pasos de sus camaradas, que ya habían logrado contener el avance enemigo y se disponían ahora a quebrar definitivamente sus líneas para ponerlos en retirada.

Sin embargo, el enano pronto descubrió que su bravura y determinación no bastarían para torcer el curso de la batalla. Pues, inmerso como estaba en medio la confusión de la primera línea, amontonado junto al resto de sus camaradas en un lugar estrecho e incómodo, con el polvo del camino nublando su visión y las mortales hojas de amigos y enemigos tejiendo una impenetrable red en torno a sus figuras, su aporte al resto de la batalla resultó prácticamente nulo.

Un par de tajos al bulto, lanzados sin demasiada convicción, y el lacerante roce de algún filo mordiendo sus ropas fue todo lo que el enano necesitó para comprender que aquel no era su lugar en el combate. Sus golpes nunca impactaban en los adversarios, y en un par de ocasiones casi le había dado a sus propios compañeros. Además, como su bando comenzaba ahora a superar en número a los enemigos, su fornida anatomía se había convertido en una molestia para todos.

Por ello, mientras Sir Hugo y el resto daban cuenta de los últimos enemigos que se mantenían en pie, el enano decidió apartarse unos momentos de la primera línea, tomándose unos instantes alejado del tumulto para ver como seguía la batalla en el frente Sur.

Allí las cosas no estaban tan tranquilas, y ya la línea defensiva parecía a punto de desmoronarse.

Por ello, el enano abandonó de inmediato su posición para unirse al grupo que taponaba el estrecho sendero, utilizando su maciza contextura para servir de apoyo al vacilante Nathan, quien ya parecía a punto de ser arrastrado por la verde marea de inmundas criaturas que buscaban irrumpir por el paso.

- Atrás, camarada !!! – vociferó el enano tras aguantar la primer embestida – Ya has hecho tu parte !!! Ahora deja que nos ocupemos del resto !!!

Escucho la voz de Grunt instandome a apartarme de la refriega. No hay cosa que más me gustaría en estos momentos. Salir de aquí y tirarme en el carro junto a mi buen Ulrich. Él no hubiese dejado que esto me ocurriese. Estoy a punto de retroceder cuando choco con el brazo de Grim, que ha perdido su arma. Aprieto los dientes. No puedo retroceder. No puedo mostrar debilidad delante del enano.

La vida se me escapa por las heridas recibidas. Me estaba desangrando joder. Orgullo y honor . Eso diría mi padre. Un guerrero orgulloso. Pero yo nunca había sido de la opinión de que el orgullo me costase la vida. Y así me había ido...

Quiero gritar algo con energía, un grito de furia, una declaración de principios, un... algo... 

Pero cayo. Asiento ante las palabras de Grunt y retrocedo un paso para que se prepare para ocupar mi puesto.

Luego, con el escudo todavía en alto, siempre en guardia, acabo por abrir la brecha y así dejar paso a mis compañeros más frescos.

Las lagrimas surcan mi rostro manchado de sangre.

Lo siento -consigo musitar

Lorantha volvió a repetir su ritual procedimiento. Tomó una nueva flecha y apuntó a los enemigos que se agolpaban en el sendero que ascendía al paso.

El combate había llegado a su fin en una lluvia de sangre, gritos y dolor. La batalla era sin duda una gran victoria para el imperio aunque para el clan quizá lo era mas aun pues habían combatido prácticamente solos contra aquella horda de pieles verdes. Era verdad que de no ser por la llegada de las fuerzas del imperio habrían sucumbido ante aquella ola de ira y odio; sin embargo, fue su estrategia, tenacidad y habilidad lo que realmente los mantuvo con vida hasta aquellos cruciales momentos.
Habían perdido de cierta forma a tres de sus hombres: Jaime, su líder, yacía ahora en el suelo desmayado y siendo atendido por Valdia, una flecha de nuevo había impactado en su cintillo de cuero y mallas que usaba en la cabeza como casco; Walter había sido gravemente herido mas allá de la mitad del combate en la defensa del sendero y Nathan quien combatió a su lado casi caer al final de este. Descansando ahora en el suelo junto con otros heridos del clan, observaban el ir y venir de los acontecimientos posteriores a la batalla.
Las fuerzas del imperio habían barrido con prácticamente todos los pieles verdes. Tan solo una carga de caballería había sido necesaria para poner su moral por los suelos y tenerlos en fuga. Algunos habían intentado huir por el otro flanco de la batalla tras las lineas de la caballería, pero eso no fue mas que un suicidio pues el grueso de las fuerzas imperiales venia justo por ese camino, un total de mas de cien hombre de a pie entre lanceros, espadachines y arqueros.
Ahora que los pieles verdes habían caído, un nuevo problema surgía para los miembros del clan. Como se desharían ahora de las fuerzas del imperio?.

Para Domochievski que se notaba sumamente agitado, el combate ahora acontecido era una de sus mayores proezas y uno de los que mas había disfrutado en su vida, y sin duda eso se reflejaba en su rostro. Sin embargo, el kislevita era consciente de que no era el momento para distraer su atención en banalidades, las cosas aun no estaban del todo bien. Con Jaime fuera de pelea le tocaría a el levantar los ánimos y felicitar a todos, eso era algo que no deseaba hacer por lo que sus palabras fueron por demás secas.
-Bien hecho todos. Hemos logrado sobrevivir, si nos mantenemos así nada nos detendrá en nuestro camino hasta las montañas.- Indicó señalando la dirección en que se encontraba Karak Azgal. -Lorantha, ayuda a Valdia con los heridos. Sir Hugo, tendrás que encargarte de dialogar con las fuerzas del imperio, que Walter y Kurt te apoyen-.

Uno de los caballeros se acercó subiendo el sendero que habían defendido valerosamente los miembros del clan. Parecía tener intenciones de dialogar aunque sus expresiones mostraban aun la furia y adrenalina de la batalla recién terminada.
-Ustedes, bajen de allí de inmediato y depongan sus armas. Espero que haya una buena razón para que estén aquí...- Sus palabras aunque toscas e imperativas se detuvieron súbitamente al ver al soldado Mike.
-Capitan!- exclamó aquel hombre para sorpresa de todos -Creímos que estaba usted muerto, escuchamos el cuerno a lo lejos pero eran pocas las esperanzas de que se tratara de usted, pero como...- aquel hombre sumamente sorprendido quiso saberlo todo en ese momento pero fue detenido por Mike quien ahora sonreía a sus compañeros de batalla en una clara señal de que lamentaba haberles mentido u ocultado tal información. -Ustedes entenderán que no podía decir nada, no sabia quienes eran ustedes, no podía confiar en ustedes- Se excusó con Domochievski y los demás para enseguida dar la vuelta y encararse con el caballero que recién había llegado. -No hay tiempo para explicaciones ahora- indicó al tiempo que se sacudía la carne y el polvo de la armadura -La noche no tardara en caer. Manda algunas patrullas a dad caza a los prófugos y a explorar los alrededores. El resto que se encarguen de juntar esos cadáveres para quemarlos lo antes posible. Antes de caer la noche debemos estar de regreso en el campamento-.

¡Dejádmelos a mí! ¡Dejadm...! ¡Arggg! ¡Cobarrdes! ¿Ya se ha terrminado? Porr todos los dioses, ha sido una grran victorria.

El norsca estaba cubierto de sangre, toda ella ajena, más aún, toda ella de sus enemigos. Al menos cuatro habían caído bajo su hacha pero bien podrían ser muchos más, sus hachazos habían sido temibles y letales; demasiados como para haberlos contado.

Capitán...eh, tú, no olvides lo que nuestro clan ha hecho por ti.