Partida Rol por web

Harold no puede creer lo que ven sus ojos, contempla desde el suelo el horror de los cuerpos bamboleantes ya que había tratado de esconderse entre las butacas durante el apagón, tratando de evitar un posible disparo.

Se levantó aferrándose al respaldo de una de ellas y apenas logró apartar la vista de la macabra decoración que ahora luce el teatro, y.... ¿ahora qué? es lo único que su voz temblorosa acierta a decir, mientras ve cómo el convulso detective recupera poco a poco la compostura.

Lew se gira, frenético, clavando su vista en el cadáver de Zann... Pero ya no hay cadáver ninguno. Donde lo había depositado, ahora sólo hay unas pequeñas manchas de sangre... Un escalofrío hiela vuestros espinazos...

Las flautas

Suenan

Cada vez

Más cercanas.

No tenéis tiempo, tenéis que actuar rápido. El señor Goldan corre y sube al tablado con grandes zancadas, hasta situarse bajo el cadáver de la señorita Davis, y cae de rodillas bajo él, reprimiendo a duras penas un llanto patético y desgarrado, entre los cinco o seis tramoyistas y músicos que quedan vivos, cunde el pánico. Gritando, abandonan en tropel el patio de butacas y vuelven a abandonar el habitáculo.

Angelo, líbido de terror, permanece sentado, con la vista clavada en los cuerpos y su mano sobre la herida de bala...

Y William intenta tenderle una mano amiga al señor Goldan, que no parece advertirla...

Seamus parece fuera de si.

- Maldita sea su estirpe, debe haber una trampilla en el escenario o algo asi ....

Lew deja de mirar los cuerpos para darse cuenta de que el cadáver de Erich Zann había desaparecido. Aun respirando profusamente escucha a su socio y le quedan fuerzas para gritar.

- ¡¡Bajo el escenario!! ¡¡Donde encontramos el diario!! ¡¡Harold, Richard, todos los que podáis seguidnos, es nuestra última esperanza para poder salir vivos del Curssal!!

A duras penas y haciendo acopio de valor, Lew se levanta y se dirige cual alma que lleva el diablo a las escaleras que le llevan al sótano. No hacía ni un par de horas que habían estado ahí, así que sabía donde se encontraba y sabía qué puerta tenía que seguir.

- ¡¡En cuanto lleguemos que alguien se encargue de las luces!!- grita el detective a sus compañeros mientras se saca la linterna y la enciende y empuña la pistola que aun no había sacado para que su cargador esté al completo.

Ante el impulsivo grito de Lew Harper, Seamus se muestra más sereno, y sube al tablado con decisión. ¿Cómo puede desaparecer alguien en un escenario?.

"Debe de haber una trampilla"

Dice, mientras escruta con ojo experto los cuartos de madera... Y, en efecto. Bien disimulada, como corresponde al reino de la fantasía, allí hay una trampilla que lleva a las profundidades bajo el escenario. Se abre fácilmente, como una boca invitándoos a entrar el infierno.

Una oscuridad gélida emana del hueco, como el aliento de hielo de un dragón dormido... Y un hedor casi familiar...

Os adentráis hacia el interior, pasando por las entrañas del tablado, una estancia bajo y polvorienta, llena de vigas de madera y elementos de tramoya que llevan tiempo sin utilizarse. Pero el descenso no se detiene ahí, no, es posible seguir bajando, y ya os imagináis donde. Las manchas de sangre en los peldaños de madera os indican que vais por el buen camino, aunque ya no hay luz, un resplandor verdoso y antinatural sin fuente ninguna os permite seguir el rastro, acompañados por las estridentes y disonantes flautas.

Y llegáis al sótano.

Lo que acecha en Bambalinas, Zerlina Zann, se encuentra a la vista. Ya se ha despojado de la mortaja y ahora podéis ver su cara, un rictus de demencia contenido en una sonrisa maníaca. Aunque es la misma persona que os visitó en la oficina, parece una versión paródica y contrahecha... Os mira con ojos brillantes y astutos, pero vacíos de toda bondad y humanidad.

—Los señores detectives, el parapsicólogo, y el músico psiquiatra... ¿No podíais haberos quedado arriba y esperar vuestro final, con el resto? —Dice, mientras su sonrisa se ensancha má sy más. La voz temblorosa resuena entre las cajas apiladas del sótano mugriento.

Entre sus brazos sostiene el cuerpo de Sann... Y una daga, amenazando, claramente, con rajar el cuerpo en canal para arruinar la partitura... Y acabar con vuestras esperanzas.

—Este Zann... Mira que pensar en algo tan enrevesado... Al final me habéis sido de utilidad, caballeros, pero si no se llega a dar el evento fortuito del pequeño crimen... Quizás hubieran acabado como el Señor Church también... —Le resulta muy gracioso, un par de carcajadas escapan de su garganta, destrozada— Pero en fin. Mi Señora viene, Zann no puede evitarlo, y vosotros ni siquiera habéis podido descubrir a su asesino... Qué descuidados.... En fin, tampoco es que importe. ¿Qué va a hacer con esa arma, señor Lew? ¿Piensa llenar de agujeros la valiosísima partitura? No me haga reir...

Seamus intenta ganar tiempo, apartandose de Lew para que Zerlinna tenga que dividir su atención.

- Y si no fue usted la que lo mato ... ¿Quien fue?

Zerlina os dedica una sonrisa impecable. Durante un instante, vuelve a ser aquella mujer elegante que se presentó en el despacho de Lew y Seamus con un trabajo peculiar pero bien pagado. Durante un único instante.

—Demasiado tarde para jugar a los detectives ¿No creéis? Además, ya no tiene ninguna importancia ¿No escucháis las flautas? Tru´Nembra está al llegar, de un momento a otro... Así que os propongo algo. Volved arriba, tomad asiento y poneos cómodos. Pronto empezará el último movimiento de la Sinfonía... O también podéis intentar matarme, lo cual probablemente resultará en vuestra única posibilidad de salvación completamente agujereada. En fin, estáis jodidos de una forma u otra.

Se relame el labio superior con un gesto obsceno y aferra el cuchillo de carnicero con mucha fuerza.

Lew se mueve en el sentido contrario que su socio Seamus, para abrir más el ángulo y que la mujer tenga más difícil seguir a los dos. 

Tras la brave charla de Zerlina, el detective se encoge de hombros y dice:

- Si no piensas pagarnos no nos queda otra que acabar nuestra relación.

Dicho esto Levanto su arma que tenía la mano y disparó tres tiros contra ella.

Semus saco el arma al ver la reacción de su socio.

- Aqui todo el mundo paga siempre sus deudas.

Pero su tiro salio bastante desviado.

Los disparos retumban entre las pilas de cajas polvorientas, los destellos van seguidos de estallidos rápidos y atronadores, y el breve silbido del aire al ser cortado no presagia nada bueno...

Uno, dos, tres...

Tres balazos se incrustan en el cuerpo muerto de Zann... Y uno en el hombro izquierdo de Zerlina, que gruñe dolorida, retrocediendo un paso, aunque sin soltar el cuerpo... Y os vuelve a dedicar una sonrisa ensangrentada...

En ese momento, como si estuviera poseída, comienza a rajar el cuerpo de Zann, las líneas y partituras van desapareciendo bajo el filo del cuchillo de carnicero...

Y mientras, está cantando con una voz de soprano bellísima... Primero en un hilo muy quedo... Pero pronto transformándose en un potente chorro que llena toda la sala.

—Mein sohn... Nur mut...

Hijo mío... Ten valor...

—Wer Gott vertraut, baut gut! 

Harás bien en creer en Dios.

—Jetzt auf! In Bergen und Klüften! —El cuchillo destroza varias costillas del cuerpo de Zann— Ist unser, und unser der Sieg! Und unser der Sieg! Und unser der Sieg!

Pues mañana habrá una guerra, ¡Y la victoria es nuestra, la victoria es nuestra!

Cuenta la historia de "Der Freischütz" Cómo un cazador, Max, le vende su alma al demonio Samiel a cambio de una pistola capaz de disparar balas mágicas que siempre dan en el blanco...

...Como esa bala que escucháis ser disparada desde algún punto a vuestra espalda pero que, de alguna manera, se hinca limpiamente en la frente del señor Richard Bradshaw, entre ceja y ceja.

El psicólogo melómano parpadea incrédulo antes de derrumbarse hacia atrás.

Por si la cosa estaba mal, parecía que se ponía peor. Zerlina comenzaba a rajar el cuerpo de Erich Zann con lo que la esperanza de leer la partitura que desterrara lo que escondía el Curssal cada vez se hacía más lejana.

Pero tenían que intentarlo. Lew levantó su arma nuevamente contra Zerlina pero entonces alguien disparó a su espalda y Richard cayó al suelo con un disparo certero en la cabeza. Lew se quedó estupefacto al ver lo que estaba pasando. 

Ahora la cosa no pintaba mal, pintaba peor. 

- ¡¡Harold, detén a Samiel!! ¡¡Seamus, acaba con Zerlinda, es nuestra única oportunidad!!- gritó el detective mientras se acercaba y disparaba al unísono.

- ¡Come plomo malnacida!

Harold había visto muchas cosas o mejor dicho, decía haber visto muchas cosas en su larga carrera, pero la cruda realidad superaba con creces sus invenciones y trucos baratos.

Pero algo le había enseñado la experiencia y es que cuando los negocios se torcían sólo existía un lenguaje universal: el de una Colt .45 apuntándote a la cara, como la que sacó de su alegre chaqueta barata de charlatán y dirigió a las facciones cargadas con odio de Samiel.

El grito del Señor Harper sólo contribuyó a afianzar su determinación. Acto seguido apretó el gatillo.

La escena se sucede con rapidez y los disparos vuelven a retumbar en el sótano, sobrepasando, casi, el insoportable y cautivador sonido de flautas. Esta vez, sin embargo, los disparos se avienen a una mayor fortuna, y uno de ellos impacta en la mano de Zerlina, provocando que, con un brillo, el cuchillo de carnicero abandone su mano. Una mueca feroz contorsiona sus facciones y, rápidamente, abandona el cuerpo de Zann y corre a por él. Es en ese momento cuando el disparo de Seamus le alcanza en la espalda y cae a plomo, con una fea herida en su escápula derecha.

Y aún así... Podéis escuchas su siniestra risa, mientras se arrastra, con toda tranquilidad, hacia el arma.

—Estúpidos... Estúpidos... No tienen ni idea...

Harold corre hacia el origen del disparo, la escalera que sube hasta la Sala de descanso, y enarbola su revolver mientras las recorre con premura, desapareciendo de vuestra vista, para perseguir al tirador.

Las flautas ahora se escuchan con toda claridad, y el aire comienza a vibrar, como si las ondas sonoras surgieran de todas partes... ¿Qué está pasando en el Kursaal?

Subes rápidamente las escaleras para llegar al escenario de la masacre, la sala de descanso de artistas. Esquivas como puedes el cadáver del señor Newman y, cuando emerges de la trampilla, el cañón de una pistola de mecha del Siglo XVIII apunta directamente a tu frente. Una voz aterciopelada y juguetona te da la bienvenida.

—Vaya... Qué valiente, señor Flickerman... Estoy seguuuura de que esperaban que, como en toda novela de misterio, una vez descubrieran al culpable, este se entregaría, dócil como un gatito... Lástima que esta. vez. no vaya. a resultar. así.

La que habla no es otra que Dorothy Abnetts, que sostiene el arma con pulso firme y una mirada pícara. Conforme habla, pasa de un tono ligero a otro de desprecio, escupiendo cada palabra y realizando una larga pausa entre ellas.

—Durante toda la noche han estado persiguiendo fantasmas... ¿Cómo decía Poe? "Sólo sombras, nada más". En lugar de centrarse en lo que tenían delante de las narices...

En la periferia de tu visión puedes ver como, frente a la puerta de la sala, se encuentra Samiel Zann... Con un agujero de bala del tamaño de una pelota de golf y una quemadura en la frente. Su cadáver se halla caído hacia atrás, con una mueca de asombro sin brillo en sus ojos salidos de las cuencas.

—Ese estúpido de Samiel... No lo sospechó en ningún momento. Estaba más preocupado de que nadie pensase que el asesino era él... En fin, señor Flickerman. Creo que tiene claro que, como la pistola que el demonio Samiel entregó a Max, ésta es mágica, y no fallará... Y mucho menos estando a bocajarro. Así que... ¿Unas últimas palabras?

Seamus corre y recoge el cuchillo.

- ¡Pudrete malnacida!

- ¡Vayamos al Kursaal! ¡Rapido Lew!

Lew se acerca también hasta Zerlina y apunta delicadamente su arma a la cabeza de esta a escasos dos palmos.

- Querida, lo que sé es que tú no lo verás.

¡PUM¡ ¡PUM! ¡PUM!

El detective descerrajó tres disparos a la mujer. Lew nunca había matado a alguien de esa forma, pero no quería más sobresaltos con lo que estaba pasando.

- Bien vayamos al curssal, pero cojamos el cuerpo de Erich Zann, no podemos dejarlo aquí, no podemos dejar...la partitura- comentó a su socio sin ceder a aquello-. Adelántate tú si quieres, pero hay que llevar a Erich.