Partida Rol por web

1 de Febrero de 1924

Era una fía mañana de invierno. Sin duda una de las más frías del año. La nieve caía como hace tiempo que no se veía en la ciudad, y debido a ello y a los fuertes vientos que acompañaban a la nieve habían cancelado durante unos días las clases de la escuela de Bloomfield.

Howard se encontraba en su despacho del distrito administrativo. Había adquirido una propiedad justo al lado del viejo despacho que tenía de alquiler, y ya estaba planeando los siguientes pasos para montar su bufete de abogados. Por ahora solo era una idea, pero el dinero estaba ahí... y era una oportunidad de oro.

La campana de la puerta sonó, y una fuerte ventisca hizo que el portón golpeara la pared.  Los copos de nieve y algo de llovinza penetraron varios metros hasta que aquel hombre fue capaz de cerrar la puerta no sin esfuerzo. Dejó su abrigo, y su paraguas en el perchero y paragüero destinado para ello y se quitó su gorra, buscando con la mirada al propio Howard.

Se trataba de un hombre de pelo cano, con una elegante barriga cultivada sin duda a lo largo de varios años de su vida. El hombre mediría un metro ochenta de altura. El uniforme lo delataba como agente de la ley; pero Howard no era la primera vez que lo veía, y supo identificarlo en el mismo segundo que lo vio. Se trataba de Aubry Barnett, el jefe de la policía de Bloomfield.

- Buenos días señor Miles - 

Dijo al verlo, haciendo un saludo con su mano. Inmediatamente, y sin esperar una invitación formal pasó y tomó asiento frente al abogado. No esperó, y continuó hablando antes de que Howard pudiera articular palabra.

- Bienvenido a Bloomfield.- Comenzó. -  No habíamos tenido todavía ocasión de presentarnos formalmente, aunque creo que ya nos hemos encontrado en un par de ocasiones en los juzgados. Espero que usted y su familia ya estén adecuadamente instalados en nuestra bonita ciudad. -

- El motivo de mi visita no es otro que ofrecerme para cualquier cosa que necesite. Las instituciones de la ciudad están aquí para ayudarle en todo lo que puedan necesitar. Iba a ofrecerle algo de ayuda, y quizá unos contactos... pero he visto que se ha sabido posicionar. - El jefe de policía sonrío asintiendo con la cabeza.

- He venido porque quería pedirle un pequeño favor, algo que no debería suponer un problema para usted.- Afirmó con rotundidad. -  El Caso Cobb. Puede que haya leído en la prensa la reciente aparición en el parque del cuerpo de un pequeño de 5 años, llamado Jerome Miller. Su asesinato ha sido especialmente macabro. Se ha detenido como principal sospechoso a Warren Cobb, uno de los vagabundos que merodean por el parque Westwood, en el que apareció el cuerpo del pobre Jerome. En su ropa había restos de sangre del niño. La cuestión es que, por lo truculento del caso, ningún abogado de la ciudad quiere hacerse con la defensa del asesino y, claro, sin una defensa efectiva no se le puede juzgar ni condenar. Dado que  usted es nuevo en la ciudad, creo que podrá hacerse cargo del caso al no tener vínculos afectivos con la victima ni con su familia. -

El jefe de policía parece que se relajó una vez hubo soltado aquello que venía a decir, y aunque prosiguió hablando su tono era mucho más pausado.

- Bloomfield es una ciudad tranquila. No estamos acostumbrados a este tipo de sucesos. -

- Por lo que tengo entendido tiene ciertos contactos en la ciudad, gente de su confianza. Siéntase libre de formar a su equipo para investigar lo que considere. En cualquier caso, entienda que la alarma social es grande y la presión para que el juicio se resuelva con una sentencia adecuada, también. Pásese en cuanto pueda por el juzgado para rellenar el papeleo. - 

El jefe Barnett miró al abogado e hizo ademán de levantarse, aunque aguantó un poco, quizá espernado por si Howard tenía algo que objetar o decir...

Howard tragó saliva. Otra vez. La historia se estaba repitiendo otra vez: otra vez un turno de oficio, otra vez un borracho asesino. Tragó saliva y cerró la puerta, asegurándose de que nadie escuchaba la conversación.

—Supongo que no puedo simplemente rechazar el caso ¿no? Nadie lo quiere porque es una encrucijada con un mal destino pase lo que pase. Si por algún motivo ganase dejaría libre a un asesino. Y a un abogado nunca le gusta tener casos perdidos en su cartera, aunque dudo que nadie me pudiera reprochar que no haga una defensa vehemente de mi cliente.

Se pensó un momento sus siguientes palabras:

—Quisiera dejar claras un par de cosas jefe Barnett. Aunque podría mover algunos hilos para librarme aceptaré el caso porque quiero integrarme en esta ciudad y ayudar, no estoy de paso. Pero necesito que me haga un favor: que usted personalmente le transmita a la familia Miller que mi intención no es en ningún caso librar a ese desgraciado de su condena ni suavizarla. Por las pruebas circunstanciales que tienen me temo que está demostrado que es culpable. Quiero que la familia del niño asesinado sepa que no usaré ninguna artimaña legal para que ese cabrón se libre de la pena de muerte. Estoy seguro de que esos padres confían en usted y sabrá hacerles entender que no soy un enemigo.

Luego pensó en la situación de Michael y Norman:

—Efectivamente tengo a las personas adecuadas para que me ayuden en el caso. Espero que no le moleste que hagamos una revisión completa de las pruebas, escenarios, entrevistas... es todo de cara a la opinión pública. Que se vea que hemos puesto interés en seguir el procedimiento y así todo el mundo estará satisfecho con el resultado final. Yo me pasaré por el juzgado para rellenar el papeleo, pero necesitaré que me de acceso a las pruebas incautadas y al dossier de la investigación para que mis hombres puedan revisarlo. También quiero el expediente de Warren Cobb. Todo lo que tengan sobre él. Y evidentemente necesito presentarme como su abogado defensor y entrevistarme con él.

En su cabeza Howard seguía dándole vueltas a la manera de aprovechar este caso para conseguir una victoria de algún tipo. Había estado a punto de venirse abajo pero ahora miraba al abismo y lo miraba muy fijamente. Y no iba a consentir que ese abismo lo arrastrase. Era Howard Miles: el sacaría algo del abismo que le beneficiase.

El jefe asintió cuando Howard le realizó la petición para la familia. 

- Perder este caso no le dará mala fama en la ciudad señor Miles. - Dijo mientras se colocaba su gorra. - Informaré ahora mismo que toma el caso, y le daré acceso a lo que necesite relacionado con el mismo, no hay problema. Si quiere perder el tiempo revisando las pruebas es usted muy libre de hacerlo -

Cogió el abrigo y se lo puso, apretando todos los botones.

- Supongo que le darán toda la información cuando rellene el papeleo, pero puedo adelantarle que la elección del jurado será en cuatro o cinco días. Y que el juicio esta programado para comenzar el día 11 de Febrero - 

Agarró su paraguas y se tocó la gorra a modo de despedida.

- Le agradezco su comprensión de las especiales circunstancias, así como su dedicación. Estoy convencido que va a tener un futuro prometedor en nuestra bella ciudad - 

Howard asintió y esperó a que se fuera el jefe de policía para desplomarse en su asiento. Era un sillón de gran calidad, traído expresamente de Nueva York a través de los almacenes Barneys. Había costado un dineral pero transmitía esa sensación de trono que tanto le reconfortaba. Ahora, sin embargo, le parecía demasiado grande o él mismo demasiado pequeño. Otra vez. Estaba sucediendo otra vez.

Sin embargo esta vez tenía la experiencia del caso anterior. Revisaría las pruebas, sí, pero solo para aparentar delante de la prensa. Que nadie pudiera decir que el juicio estaba amañado o que hacía su trabajo a desgana. Descolgó el teléfono:

—Operadora, póngame con el despacho de Michel Thomas.

Espero unos segundos a escuchar la voz de su amigo al otro lado.

—Michael: tenemos un trabajo delicado. Es el caso Cobb. Me han endilgado la defensa del individuo. Sí, la historia se repite. Pero esta vez van a salir las cosas como deberían. Aún así voy requerir de tus servicios, no quiero que nadie pueda decir que esto fue un apaño mal hecho. Vamos a trabajar duramente como si quisiéramos que ese malnacido fuera a salir libre, pero espero encontrar todavía más pruebas de su culpabilidad. Sí. Paga todo el Estado, así que tendrás una buena cuenta para gastos. Ven para aquí de inmediato y de camino recoge a Norman. Nos hará falta alguien que lleve más tiempo aquí y conozca la ciudad, además quiero estar preparado para cualquier eventualidad. Gracias. Te espero.

Colgó el teléfono para volver a levantarlo.

—Operadora, quisiera hablar con el Juzgado de Bloomfield. Sí, espero. ¿Hola? ¿Geena? ¿Qué tal cielo? Soy Howard Miles. Sí. Veo que ya te has enterado ¿eh? Sí, bueno. No es el caso que más ilusión me vaya a hacer de mi carrera pero a veces alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Ya. Gracias. ¿Tenéis todo el papeleo listo? Tengo ahora una reunión y en cuanto termine me pasaré por ahí para firmarlo ¿vale? Perfecto. Muchas gracias Geena. Dale saludos a Arthur de mi parte. Dile que seguimos teniendo pendiente esa revancha en el hoy cuatro. Claro. Hablaré con Meredith. Un saludo.

Bueno. Pues ya estaba aquello en marcha. Incluso cuando la vida te da cartas marcadas te queda la esperanza de ser más listo que la Banca.

Norman acudió a la oficina de Howard animado e intrigado. Animado por un nuevo trabajo que seguro era más interesante que cuidar el trasero de su jefe todo el día. Intrigado porque, según le había adelantado Michael, estaba relacionado con el caso del niño asesinado. 

Al pobre Howard le había caído un buen marrón, aunque "pobre" seguramente no era un adjetivo adecuado para referirse a él. Tan pronto llegaron a sus oficinas quedó patente que aquel picapleitos estaba prosperando en la ciudad con rapidez. Sin duda era un tipo listo, de los que son capaces de sacar petróleo de una circunstancia como la que tenía entre manos.

Norman fue directo en cuanto tomó asiento en el despacho.

-Bueno, parece que tu cliente lo va a tener difícil para librarse de la silla, pese a que haremos todo lo que podamos, ¿verdad?-dijo arrastrando las últimas palabras para dejar claro el sarcasmo de su afirmación.

—No me cabe ninguna duda. Pero quiero que hagas tu trabajo como si de verdad tuviera una oportunidad de salvarse. Con la diligencia que te caracteriza. Así la opinión pública no podrá decir tonterías. Yo iré a firmar los documentos ahora al juzgado y de inmediato iré a visitar al individuo. Cuanto antes haga los trámites y conozca a ese hijo de puta antes terminaremos con este circo. Me gustaría que tú fueras a la comisaría y revisases las pruebas incautadas. El jefe de policía está al tanto y no pondrá pega alguna. En cuanto a ti, Norman, me gustaría que te enterases de quien era el tipo: que hacía en Bloomsfield, si alguien lo conocía, quien le pasaba las drogas... toda la mierda que puedas sacar. Parte de ella la vamos a filtrar a la prensa para que puedan sacudirle a gusto. Quiero que la gente descarte de inmediato la duda razonable. Joder... en estos casos me encantaría ser fiscal: que fácil lo tienen.

Recogió su maletín de la mesa:

—Si os parece bien estableceremos una reunión diaria de mañana, a primera hora, para ponernos al día. Así nadie podrá pillarnos con los pantalones bajados. ¿Alguna duda? ¿Nos ponemos en marcha?

—Wow, Howard... veo que te has tomado en serio eso de encajar en esta ciudad —dijo con algo de humor, el poco que pudo sacar—. No te voy a negar que no estoy en disposición de rechazar ningún trabajo en esta ciudad. Las cosas no terminan de despegar así que toda ayuda es poca.

Se acercó a la mesita y se sirvió algo del té que había preparado Meredith.

—Supongo que les has hablado de mi y que estoy autorizado para recoger esa documentación por ti, ¿verdad? Sí, claro que sí —dijo tras una pausa—, sabes hacer bien tu trabajo.

Apuró el té cuando Howard cogió su maletín.

—Por cierto, Howard, lo de los almacenes Barney's... no fue demasiado bien, al final parece que el capataz era un hombre honrado y quiere pugnar contra el dueño. ¿Sabes donde me deja eso? Oh, sí... claro que lo sabes. En fin, al menos he hecho un par de contactos en la ciudad. No se si son buenos, pero al menos tengo ciertos recursos.

Cogió su abrigo y se arrebujó dentro de él.

—Otra vez al frío de Bloomfield. ¡He tardado una eternidad en llegar aquí por la maldita nieve! Cogeré un taxi para ir a la comisaría... Nos vemos mañana.

Saludó con un golpe en el sombrero y salió a la helada calle en busca de un taxi.

Norman asintió con una inclinación de cabeza.

-Entendido. Hasta mañana pues.

Y el equipo se puso en marcha...

Howard fue el último en salir de la casa, parapetándose con su mejor abrigo y su maletín. El frío de aquella ciudad y en aquella estación calaba hasta los huesos. Fue el que primero que logró llegar a su destino, el juzgado. Allí no tuvo mayores problemas para hacerse con el caso y firmar los documentos necesarios. Algunos de los abogados de la ciudad ya lo empezaban a conocer; algunos lo saludaban, otros solo lo miraban y murmuraban. La secretaria de turno lo tenía todo preparado, siendo un trámite rápido y sin complicaciones.

Michael mientras tanto había llegado a la comisaría. Allí, se encontró con un lugar no demasiado ajetreado. En la recepción un hombre se quedó mirando al detective al entrar. 

- ¿Desea algo? - Dijo dejando lo que estaba haciendo y centrando toda su atención en él. 

A la salida del juzgado, Howard no perdió el tiempo, y se dirigió directamente a la comisaría; donde retenían al vagabundo. El abogado no tuvo problemas al identificarse para que le llevaran hasta él. Lo guiaron hasta el calabozo ubicado en el sótano; donde en una celda, sentado en un banco de piedra, esperaba alicaído Warren Cobb.

La apariencia de Cobb era exactamente la que cualquiera podría esperar de un vagabundo. Barba de un par de días sin arreglar, un jersey sobre una camisa cuyo sucio cuello sobresalía ligeramente y mostrando manchas que deberían haber sido limpiada hace unos cuantos días. Su cabeza estaba cubierta por un viejo bombín, que puede perteneciera a alguien importante tiempo atrás, antes de que se deshiciera de él y fuera encontrado por alguien como Cobb en un contenedor. 

Cuando vio al abogado levantó su mirada y durante unos escasos segundos se la mantuvo a Howard; momento en el que volvió a bajarla al suelo. Era la mirada de alguien sin esperanza.

Norman por su parte tenía que pensar por donde empezar, la ciudad era grande... y lo único que sabían era que al vagabundo se le había visto por los alrededores del parque Westwood...[1]

Howard pidió una silla y se sentó al otro lado de la reja, dejando su maletín en el suelo.

—Buenos días señor Cobb. Mi nombre es Howard Miles y seré su abogado defensor.— dejó que aquel desecho humano asimilase aquella sencilla información antes de lanzarse en picado —No voy a negarle que su situación es complicada y que en estos momentos todas las pruebas juegan en su contra. No estoy aquí para juzgarle: estoy para defenderle. Pero para que esto funcione necesito que usted sea sincero conmigo. Si es culpable del crimen debemos buscar la manera de atenuar la pena que en estos momentos pide el fiscal.— sacó el expediente para comprobarla —Cualquier cosa que logremos será mejor que la Pena de Muerte, supongo que estará de acuerdo. Pero para ello necesito saber los motivos que le llevaron a hacer algo así, buscar un resquicio por el cual solicitar algo de piedad a un jurado que, créame, estará más que deseoso de verlo colgar al final de una soga. Y necesito saber la verdad. Por dura que sea. Porque es la única manera de poder atajar los ataques que intentará lanzar el fiscal. Cualquier cosa que me haga quedar en evidencia, que me haga parecer que no sé lo que pasó exactamente, significará unos cuantos centímetros más de soga. La primera pregunta, la más evidente, es la que le hará el juez. Las pruebas apuntan de forma ineludible hacia usted pero aún así debo preguntarlo ¿Es usted culpable señor Cobb?

Norman empezó por investigar el lugar que solía frecuentar el acusado. Se acercó hasta el parque Westwood y allí buscó posibles sujetos que conocieran al vagabundo, aunque fuera de vista, por lo menos para empezar a tirar del hilo.

La prioridad era interrogar a mendigos que encontraran por la zona, y como segunda opción otras personas que pudiesen frecuentar el parque: ancianos que daban de comer a las palomas, vendedores ambulantes... 

Warren Cobb ni siquiera se movió al escuchar las palabras de Howard. Seguía sentado, con la mirada clavada en el suelo y los brazos alrededor de su estómago. Prestó atención a todo lo que dijo el abogado, y solo fue cuando terminó de hablar y pasaron unos segundos que se decidió a contestar. 

- No - Dijo en voz baja, de forma casi inaudible. Entonces levantó su rostro y miró a Howard. 

- No señor - Dijo esta vez con algo más de convicción. Su acento era bastante peculiar, probablemente provocado por la ausencia de varias piezas dentales, y tan solo un par de intercambios más de palabras con Howard el hombre empezó a sentirse más cómodo...

- No recuerdo nada de esa maldita noche - Dijo de repente -  De hecho, de los días anteriores tampoco recuerdo demasiado. Todo está confuso en mi mente. Creo que hasta un par de días después de ser detenido no empecé a aclararme las ideas. No puedo decir demasiado sobre aquella noche, salvo que recuerdo haber estado dormitando en el parque y que tuve unas horribles pesadillas. Lu... luchaba con un monstruo que intentaba devorarme. Yo le golpeaba con todas mis fuerzas - Gesticulaba con sus manos, dando puñetazos al aire mientras hablaba - Finalmente me dejó tranquilo. -

- Por favor, ayúdeme. Nadie quiere hacerlo y todo el mundo piensa que yo maté a ese pobre niño. A pesar de mis confusos  recuerdos, sé que soy inocente y no le hice nada al chico. Jamás sería capaz de ponerle la mano encima a un chico. Y si yo no he sido el asesino, eso significa que el que lo hizo todavía anda suelto. -

El paseo de Norman no fue demasiado bien, cuando preguntaba a la gente por el vagabundo todos parecían no tener relación con él. Nadie le conocía o siquiera le había visto. Lo poco que pudo sacar en claro de su paseo era que durante el día allí no había gente como Warren Cob. Finalmente logró averiguar que al amanecer los mendigos y vagabundos se van de aquel parque, la policía se encarga de ello; pero por la noche todo el mundo hace la vista gorda. Al fin y al cabo no molestan demasiado... o al menos no lo hacían hasta ahora. 

Por la noche, y después de un par de preguntas logró dar con un tipo al que llamaban Billy "El pipas". Lo encontró apoyado en el tronco de un árbol, tal como le habían indicado justo al pasar una de las fuentes del parque. Vestía con una gorra de marinero, y en su boca tenía una pipa apagada, que movía de un lado al otro de vez en cuando. En el banco del al lado había un pequeño montón de ropa.

Howard meditó un poco sobre lo que el vagabundo le había contado. Se había jurado no tener piedad ni misericordia pero aquel despojo no dejaba de darle cierta lástima. Eso no era malo: así no tendría que fingir la preocupación. Pero empezaba a ver claro que había sucedido:

—Señor Cobb creo que hay una manera de librarle de la horca. Le creo cuando me dice que no quiso hacerle daño al niño pero ¿no cree que es mucha casualidad que soñase con un monstruo con el que se enfrentaba y golpeaba con todas sus fuerzas y la muerte del chico? Me temo que en sus delirios confundió la realidad con el sueño con fatales consecuencias. Siento que con esto no pueda aliviarse su conciencia pero al menos nos da pie a alegar una locura causada probablemente por el alcohol o la droga. Dígame señor Cobb: ¿había consumido estupefacientes o bebido en cantidades antes de sus lapsus de memoria? ¿Le había sucedido esto con anterioridad? ¿Cuál era la naturaleza de sus sueños? ¿Puede describírmelos? ¿Cómo era la criatura? ¿Por qué quería devorarlo? Cuanto más conciso sea mejor podré pintarle al jurado sus alucinaciones.

Mientras hablaba revisó la documentación del asesinato. ¿Cómo había muerto el chico? ¿A qué hora? ¿Dónde lo habían encontrado? ¿Cuándo habían detenido a Cobb? Necesitaba establecer un patrón claro de sucesos.

Las pesquisas diurnas fueron algo infructuosas, pero al menos obtuvo un nombre. Ahora, bajo el manto de la noche, Norman volvía a visitar el parque en busca de ese tal Billy, al que no tardó en encontrar en el lugar indicado.

Mientras andaba hacia él, Norman sacó su tabaquera del interior de la chaqueta, extrajo uno de sus cigarrillos (que liaba él mismo) y se lo colocó en los labios. Ya próximo a aquel tipo, extendió la pequeña cartera de cuero ofreciéndole coger uno.

-Parece que se le ha acabado el tabaco de esa pipa. Si quiere, puede probar uno de los míos-dijo.

Si aceptaba, Norman encendería ambos pitillos, confiando en que aquello facilitase la conversación. En cualquier caso, aunque no aceptase, le preguntaría igualmente.

-Seré honesto con usted, amigo. Estoy trabajando en una investigación sobre el asesinato del niño que ocurrió en este parque. No se preocupe, no soy policía ni periodista. Trabajo para un particular. Si hubiese algún testigo de aquella noche sería estupendo, pero de no ser así, al menos me gustaría saber todo lo que pueda sobre el hombre al que han acusado, Warren Cobb. ¿Lo conoce? ¿Qué puede contarme sobre él?

—Buenos días —dijo Michael quitándose el sombrero por cortesía—. Mi nombre es Michael Thomas y vengo de parte del señor Miles. Es por el caso de Warren Coob.

El detective tragó saliva, visiblemente nervioso. Sus inicios en esa ciudad no estaban siendo prometedores pero además, ahora estaba trabajando para Howard Miles y no quería defraudarlo.

—Me gustaría hablar con la persona encargada del caso. Me está esperando.

Warren Cobb movió enérgicamente la cabeza. - No señor - Dijo casi al momento de que Howard realizara la pregunta. - Ni... ni drogas ni alcohol. - Levantó la cabeza mirando al abogado - Bueno, quizá un poco de whisky, pero ya sabe. Lo suficiente para mantenerme caliente en estos días tan duros. Quizá un poco más de lo recomendable. Pero ni con todo el whisky de Barton Cove en mis venas haría nada parecido. - 

- No - Volvió a decir referente a los lapsus de memoria. - Nunca antes, ni... ni antes, ni después de la guerra señor. Tampoco en mis días de servicio - 

En cuanto apareció la pregunta de la criatura de sus sueños volvió a bajar su mirada al suelo. - Era... era una bestia, una especie de león, o quizá un oso. No... no sabría describirlo la verdad - Se frotó las manos con fuerza - No, no se porque me perseguía. Yo... yo estaba en las trincheras. Ya sabe - Dijo asintiendo con la cabeza - Y de repente, de repente ninguno de mis compañeros estaba a mi alrededor. Estaba solo, y ese ruido, el rugido. Parecían tanques señor, pero... la criatura solo se fue cuando estaba casi muerto y entonces. Entonces desperté señor, los policías me despertaron... si - 

Mientras Cobb hablaba, Howard pudo aprovechar para leer el informe policial.

Al parecer el cuerpo del chico presentaba diversos cortes por todo el cuerpo, unos más profundos, otros más superficiales. En el informe no aparecía nada de el motivo exacto de la muerte, ni la supuesta hora. Al parecer todavía no habían adjuntado al mismo la autopsia, por lo que debía estar todavía en el hospital.

En el informe también se menciona que dos agentes tomaron declaración a un par de personas que se encontraban en la zona de Westwood. Uno era el barrendero que encontró el cuerpo, el otro un frutero que pasaba por allí y avisó a la policía. Las declaraciones del informe no son para nada concluyentes, y destaca especialmente que las preguntas estaban dirigidas a probar la autoría del crimen por parte de Cobb. Si vieron al vagabundo con el arma, si lo vieron con algún niño, ... 

El cadáver fue hallado a las 6:30 en el mismo parque Westwood donde Warren Cob fue encontrado, y donde tanto él como otros vagabundos pasan las noches.

El vagabundo miró a Norman, primero con algo de temor. Luego, al ver que le ofrecía tabaco algo más relajado. Negó con la cabeza.

- No fumo esa bazofia - Dió unos golpecitos en la pipa - Prefiero el tabaco de verdad. - Aunque ya que es usted tan amable - Colocó su mano abierta frente a Norman, pidiendo claramente algunos dólares[1]. 

- Muchas gracias señor, con esto podré comprar algo de tabaco de verdad, o quizá algo de alcohol - 

Se guardó entre sus ropas el dinero con cuidado, tapando con su otro brazo donde lo hacía y dándose media vuelta. Enseguida se volvió hacia el gánster. 

- Oiga, Cobb es un buen hombre. Volvió del infierno de la guerra y no dejó que le jodiesen más la cabeza los loqueros de Manor Peak. Les aseguro que Cobb ha estado cara a cara con el horror, nada que esos sabiondos de bata blanca puedan comprender y mucho menos arreglar desde sus acomodadas vidas. Yo no estaba en el parque esa noche, pero no me creo que ese hombre fuese capaz de hacer daño a un niño, ni a una mosca siquiera. -

- Cobb volvió de la guerra sin ganas de más violencia. Solo quería olvidar y que lo dejasen en paz. -

Después de valorar al detective unos segundos, el hombre levantó el teléfono y marcó un número. 

- Señor, ha venido un hombre preguntado por el caso de Warren Cobb. Si señor. Si señor. Entendido señor. - 

El hombre colgó y miró a Michael.

- Enseguida viene el jefe Barnett. Puede esperar allí - 

Casi no se hubo sentado cuando se abrió una puerta y apareció Aubry Barnett. El mismísmo jefe de la policía de Bloomflied. Y como tal se presentó en la misma entrada de la comisaría antes de añadir. 

- Veo que el señor Miles no ha tardado en ponerse a trabajar, bien. ¿En que puedo ayudarle? -