Partida Rol por web

Domingo 2 de Marzo de 1924

Una nueva mañana amaneció en Bloomfield, que despertó silenciosa y como venía siendo habitual cubierta de una blanca capa de nieve. Por suerte para sus habitantes, el viento y la lluvia de los días anteriores había dado paso a una suave brisa con un cielo parcialmente despejado.

Como cada uno pasara el día hasta la hora del té carecía de importancia, pero Meredith había ofrecido su hogar como punto de reunión para la hora del té... y como era de esperar allí se reunieron los cinco^[1]...

A Norman no le esperaba nadie en casa, y eso a veces resultaba descorazonador. Sin embargo, esta vez agradeció la paz y tranquilidad para dormir a pierna suelta agarrado a una botella sin tener que dar explicaciones.

A la mañana siguiente ya empezaba a encontrarse mejor, a pesar de la leve resaca. Pensativo, levantó las solapas de su abrigo mientras paseaba por las calles hasta tomar un taxi que le acercase al hogar de los Miles y Hanson. Tal y como sospechó, el recuerdo de aquel individuo de aspecto oriental no se había borrado de su cabeza. 

Una vez en casa de sus amigos les saludó amablemente y les preguntó por su estado. Tras las cortesías naturales, Norman no perdió el tiempo para abordar sus inquietudes.

-Bueno, tengo que soltarlo. ¿Visteis a ese tipo raro, de piel tostada y turbante, observándonos a la salida de las minas?,  ¿alguno lo conoce o sabe algo de él?, ¿qué diablos pinta en todo esto?

Se encendió un cigarro para tranquilizarse.

-¿Y el maldito símbolo de la botella? Demonios, cada vez estoy más perdido...

El rostro de Michael, al llegar a la casa de Howard, era todavía de desasosiego. No había dormido muy bien y Eva Brown podía confirmarlo. Estuvo a punto de quedarse en casa pero fue Eva la que hizo que se preparara y acudiera a la cita en casa de Howard.

—¿De qué tipo hablas, Norman? Yo no vi a nadie en los alrededores... pero la verdad es que estuve un tanto aislado después de salir de aquella mina. No se si hicimos bien al venir a este sitio, amigos. Primero lo de Cobb, que por cierto, ¿alguien sabe qué pasó con él? Y ahora lo de la mina. Mi instinto me dice que hay algo detrás de esa capa de amabilidad y cortesía de Bloomfield. Y es algo que quizá se escapa de nuestras manos... y de las de muchos.

Los niños fueron como un elixir para Meredith. Estar con ellos la sirvió para dejar un poco de lado todo lo vivido el día anterior. Pero, como si hubieran estado esperando pacientemente su momento para regresar a la superficie, los recuerdos del día anterior la abordaron en cuanto llegó su visita.

Sirvió bebida a sus invitados y llevó unos platos con pastas y otros dulces a la mesa antes de sentarse con ellos.

– Si. Yo… yo también vi a ese sombrío hombre con el turbante. –respondió al comentario Norman. No sé pensó su respuesta, esta salió de ella como el disparo de una escopeta. – ¿Crees… crees que tiene que ver con todo esto? –La manera en la que los había mirado, fijamente, como si estuviera estudiándolos con detenimiento, era cuando menos chocante. El aura que parecía destilar, misteriosa.

– No sé, Michael. No sé. Pero esta claro que hemos logrado llamar la atención de muchísima gente de Bloomfield en muy poco tiempo. Y seguro que más de uno no nos ve con buenos ojos. –comentó con el detective a modo de preámbulo para luego explicar su propia inquietud–. Y uno de ellos es seguro el capataz de la mina. Sabía de la existencia de ese laboratorio clandestino. O sea que debe de haber visto ese extraño símbolo y conocer lo que esta sucediendo. No me extrañaría que estuviera también envuelto de alguna forma con el asesinato del pequeño.

-Si tuviera que apostar, diría que ese tipo del turbante sí tiene relación con todo esto. Hay encapuchados de por medio, y todo indica que practicaron un macabro ritual con el pobre niño, así que no me extrañaría que uno de esos paganos orientales estuviese implicado. 

Pegó una calada mientras seguía refunfuñando en voz baja.

Michael se rascó el mentón.

—¿Y qué quieren hacer? Para mi sería un caso que podría hacer despegar definitivamente mi oficina. Simplemente como inversión me gustaría investigar este tema. Pero no he visto al tipo del turbante y ni siquiera sabría por donde empezar a buscar. ¿Alguno sería capaz de hacer un dibujo aproximado de ese hombre?

Mostró las palmas casi en señal de disculpa a sus amigos.

—No quisiera que se metieran más a fondo simplemente por mis preguntas. Yo voy a seguir investigando porque me interesa para mi trabajo aquí, pero no se sientan obligados a colaborar conmigo. A fin de cuentas no tengo con qué pagarles.

Eva permanecía en silencio junto a Michael, leyendo el periódico que Bedows probablemente había dejado sobre la mesa para que Howard lo leyera. No pudo meterse en la conversación al escuchar a Michael.

- Yo tampoco bien a ese misterioso tipo del turbante. ¿Seguro que no fue una alucinación o algo así? - 

Mientras hablaba había doblado el periódico y lo dejó sobre la mesa para que todos lo pudieran ver. Con la cucharilla del te todavía sin manchar señalaba a un par de artículos. El primero de ellos indicaba que se había pospuesto el veredicto sobre el caso Cobb para el día 10 de Marzo. El segundo trataba acerca de las minas. Al parecer Mackenzie Williams (el propietario de las minas) había ordenado el cierre hasta que se realizaran las tareas de mantenimiento y seguridad necesarias para que los mineros pudieran volver a trabajar. Esto había provocado algunas protestas entre los trabajadores, que veían como su sustento de vida y el de sus familias peligraba mientras la mina permaneciese cerrada.

Al final del artículo había una pequeña nota mencionando que el abogado del caso Cobb, Howard P. Miles, junto con un grupo de mineros y otros voluntarios lograron liberar a los mineros atrapados de forma heroica.

- Parece que os hacéis famosos - Dijo sonriéndose.

A Norman se le pasó un poco el cabreo cuando leyó el artículo en el que les mencionaban. Siempre había pensado que si alguna vez aparecía su nombre en los periódicos, lo más probable es que fuera por una detención o una esquela. No estaba mal ser considerado un héroe.

-Michael, cuenta conmigo para llegar al fondo de esto.

Pidió amablemente lápiz y papel para tratar de hacer un boceto del sujeto con turbante. Definitivamente la ilustración no era lo suyo, pero al menos intentó plasmar los rasgos más característicos que recordaba de aquella misteriosa figura.

-Cada vez estoy más convencido de que era real. No sé, quizá pueda intentar correr la voz entre mis contactos a ver si alguien ha visto a un tipo así. 

Cuando Eva llamó su atención a la prensa del día, Meredith leyó los artículos del periódico, que aún no había tenido ocasión de ojear.

– Ese desgraciado. Seguro que ha cerrado la mina para eliminar todas las pruebas acerca de la destilería ilegal que tienen montado ahí abajo. –comentó acerca de la primera noticia.

Ayudó luego a Norman a dibujar el retrato robot del hombre del turbante, corrigiendo pequeños errores y añadiendo algunos detalles en los que se había fijado la mujer. Mientras tanto respondió a Michael asegurándole su ayuda, si esta era necesaria.

– Si tenéis razón, un asesino o quizás peor… un grupo de criminales sin escrúpulos andan sueltos. Ya han matado a un niño inocente y no me voy a quedar de brazos cruzados, esperando que el próximo sea uno de los míos. –Se notaba que la había costado decir eso. Una mezcla de rabia, miedo y decisión se notaba en cada una de sus palabras–. No sé muy bien como puedo seros de ayuda, pero cuenta con ella si la necesitas.

—Toda ayuda es poca —estuvo un instante callado valorando las siguientes palabras—. Por sus hijos, principalmente.

El rostro de Michael se iluminó levemente cuando la mayoría de los compañeros se comprometieron a ayudar como pudieran. Por primera vez en las últimas horas, la pesadumbre había retrocedido para dejar paso a algo de luz.

—Esta comunidad tiene mucho que ocultar y el tipo ese, Mackenzie, más que nadie. Ya no solo por la licorería que estaba en su propiedad sino también de lo que fuera aquella caverna que vimos. Y de la policía no podemos fiarnos. Ayer di parte de lo que encontramos y no hay ni una reseña en el periódico. Sé bien como trabaja la mafia y los tipos como Mackenzie.

Se volvió hacia Michael:

—Este caso nos hará ganar muchos enemigos y poderosos, Michael. Igual no es tan bueno como tú esperas para tu negocio... salvo que los derribemos. Yo voy a por todas, no te quepa duda, pero quiero que tengas en cuenta los riesgos. Hoy somos héroes pero mañana podemos estar hundidos. Estoy seguro de que Mackenzie tiene que ver con el asesinato del niño y que todo era un ritual: la simbología, la botella que encontramos en la mina, el que el tipo estuviera tan desesperado como para amenazarme si mencionábamos algo... No sé donde encaja el hombre del turbante pero todo esto tiene un toque... místico...

Miró a los demás:

—Pero hay que mirar que otras cartas hay en la baraja. El tipo ese, el ricachón que nos invitó a entrar en ese selecto club... ¿puede ser un aliado o un enemigo? Yo diría de que Michael investigase a Mackenzie. Norman podría preguntar por ahí a ver si alguien más vio al tipo del turbante. Con esa pinta es claramente distinguible. No sé si hoy estará abierto el club social al que nos invitaron, quizás podíamos pasarnos por la noche a tomar algo y ver como respiran.

Aquel dibujo distaba de ser realista o cercano a lo que pudieron ver. Quizá las mentes de Norman y Meredith les jugaron una mala pasada tratando de recordar a aquel hombre, puede que sus dotes como dibujantes no fueran tan buenas como ellos pensaban. La conversación seguía fluyendo al igual que lo hacía el té y las pastas. En un momento de aquella reunión en la que las ideas poco a poco iban adquiriendo forma sonó el timbre de la puerta principal.

Bedows dejó a un lado una bandeja con pastas que ya se habían terminado y fue presto a abrir la puerta. Casi al momento estaba de vuelta, solo. 

- Señor Miles, el señor Hansen del Bloomfield Gazette está en la sala de espera. Al parecer le gustaría hacerle algunas preguntas a usted y a sus compañeros que ayudaron en el rescate de la mina - 

Howard se encogió de hombros:

—Hágalo pasar Bedows. Gracias.

Luego se volvió hacia sus compañeros y su mujer.

—Puede que este hombre venga a hacernos unas preguntas pero no deberíamos dejar escapar la posibilidad de conseguir nosotros algo de información. No se me ocurre alguien que pueda tener mejores contactos en estos momentos que un reportero local.

Meredith se levantó y preparó otro juego de cubertería de té, para recibir al inesperado invitado. Las palabras de Howard eran claras. Había que tener cuidado con lo que contaban al periodista, pero sobre todo había que verlo como una oportunidad para sacar ellos mismos valiosísima información.

Tomó asiento y esperó a que Bedows hiciera pasar al tal Hansen.

Bedows asintió y se marchó de nuevo para volver con un hombre alto y espigado que parecía escanear cada centímetro de la casa a cada paso que daba. A los que por el nombre todavía no les sonara puede que al verle lo relacionaran con algunos de los artículos que había escrito referente al caso Cobb. Su estilo sin duda pecaba de ser algo senacionalista.

- Buenos días - Dijo al ver a todos reunidos. - Que alegría verlos a todos aquí. Los héroes de Bloomfield... no, mucho mejor. Los héroes de Rose Ledge. - Esto último lo dijo elevando sus manos como si formara un gran rótulo en el aire a la par que sonría. 

- Muchas gracias - Dijo tomando el asiento que Meredith le había preparado. - Y muchas  gracias también por recibirme - Sacó una pequeña libreta que dejó sobre la mesa y una pluma que se veía de calidad. Dio un sorbo a la taza de te y la dejó sobre el pequeño plato de porcelana.

- Bien, ¿Quieren hacer alguna pregunta antes de comenzar? Sino podemos comenzar por un breve relato del rescate si les parece - 

Norman, de momento, tomó la decisión de mantenerse callado y limitarse a escuchar a sus compañeros y al periodista. Estudió, eso sí, a aquel tipo, mirándolo de arriba a abajo tratando de averiguar sus intenciones durante el tiempo que durase la conversación.

Howard se quedó un momento callado, mirando fijamente al reportero. Luego sonrió y sacó un pitillo, tomándose su tiempo para encenderlo sin decir nada. Finalmente preguntó:

—¿Qué nos puede decir sobre el señor Mackenzie? El dueño de la mina. Dígame lo que sabe y yo le cuento en exclusiva nuestras peripecias. Ya sabe: quid pro quo.— y por algún motivo sonrió y chasqueó la lengua tras pronunciar el latinajo.

En aquellas lides Howard se movía como pez en el agua así que Michael le dejó actuar con libertad quedándose a su lado por si el abogado necesitaba algún apoyo de algún tipo. Además, Michael también sacó una libreta con la que pretendía apuntar los datos que ofreciera ese periodista.

El señor Hensen levantó una ceja ante la pregunta. Dejó la pluma en la mesa con cuidado y se apoyó en el respaldo de la silla.

- ¿Se refiere al señor Williams? ¿Mackenzie Williams? - Miró extrañado y se encogió de hombros - El señor Williams es el actual cabeza de la familia. Es uno de los cuatro fundadores de Bloomfield junto con los Parker, los Belasco y los Cameron. Verán, se les llama los fundadores, pero realmente no la fundaron. Es solo que fueron los que le dieron el impulso económico que la ha convertido en lo que es ahora.

- Referente al señor Williams.... - Dijo dándose unos golpecitos en la sien - Es un hombre soltero, sin familia. Dedicado en pleno cuerpo y alma a los negocios. Suya es la mina en la que estuvieron ayer. La compro si no recuerdo mal allá por el 1882. Gracias a él se ampliaron las galerías y se optimizó al máximo el trabajo. Hubo un momento que se extraía más material que la acería era capaz de procesar, así que comenzaron las exportaciones; lo que aumentaba el precio del producto y hacía descender los beneficios. En 1885 hizo lo que todo el mundo esperaba; compró también la acería y en poco tiempo la hubo ampliado y ya estaba generando unos beneficios que le han llevado sin duda a ser una de las fortunas más grandes de la ciudad. - 

Todo esto ya era medio conocido por Howard, quizá incluso en menor medida por alguno más del grupo. Lo cierto es que Mackenzie Williams era un tipo bastante querido en la comunidad. Se le tenía por alguien altruista y su avanzada edad ayudaba en una imagen de anciano bonachón.

- Como sabrán es un hombre mayor; tiene ya 71 años y la gente se pregunta que será de su fortuna. ¿La donará a la ciudad? ¿Tendrá algún heredero secreto?. - El periodista se encogió de hombros y volvió a acercarse a la mesa.

- ¿He satisfecho su curiosidad, señor Miles? - 

—La verdad es que esperaba que alguien como usted me pudiera contar las cosas que no se saben del señor Williams. Parece usted su publicista más que un reportero.

Howard suspiró exhalando el humo.

—¿Qué sabe de nuestra pequeña aventura? Debo suponer que habrá pasado por la comisaría para informarse o quizás haya preguntado a alguien. ¿Le han contado todo?— dijo recalcando esta última palabra.