Partida Rol por web

El hedor que emanaba de la despensa era tan repugnante como intenso y, además, el sacrificio de Meredith no sirvió de nada, pues allí no había nada interesante.

No tardó en apartar la cabeza de la despensa y toser tan alto que el resto tuvo que oírlo. Dedicó unos segundos a tomar fuertes bocanadas de aire y liberar sus pulmones de aquella peste. Fue entonces, con la cabeza algo más clara, que se dio cuenta del posible significado que podían tener esas huellas en el suelo y los restos de vomito. Alguien debía de haber estado en aquella despensa un buen tiempo después de que la mansión hubiera quedado abandonada.

Sin más que hacer allí, salió al hall de entrada y se encontró allí con Howard, quien parecía estar jugando con una caja. Su marido la dijo que habían terminado de inspeccionar la planta baja, así que ambos se dirigieron hacía las escaleras que les llevarían a la segunda planta. De camino hacia allí Le comentó lo que ella había descubierto en la despensa. No tenía claro que importancia podría tener aquello, pero, de tenerla, Howard sabría encontrarla.

Norman volvió a la sala ajedrezada y observó a Howard y Meredith dispuestos a subir ya a la segunda planta.

-En esta habitación no hay nada útil-les dijo mientras les seguía hacia arriba.

Howard se detuvo ante una de las puertas con la caja todavía en la mano.

—Oh... se me había olvidado ésta.— dijo a Meredith cuando bajó las escaleras —La verdad es que es curioso que esta casa siga casi intacta ¿no crees? En cuanto a las huellas... ¿podrían haber sido los anteriores 'inventariadores'? Creo recordar que Justice dijo que otros antes que nosotros empezaron la labor pero escaparon por patas de esta casa.

Se quedó un momento mirando la puerta mientras seguía intentando dar cuerda a la caja de música.

—¿Qué verían para tener esa reacción?

Eva asintió a las palabras de Michael y se quedó fuera observando la gran lámpara de araña que colgaba del techo, admirando sus cientos de piezas de cristal de bohemia y sus más de cuatro metros de diámetro que hacía que fuera totalmente imponente. Esta lámpara podía verse desde casi cualquier punto de la casa además. Observó como Howard jugueteaba con una caja de música y Norman y Meredith se juntaban con él en una puerta al lado de la escalera de subida.

Michael por su parte había entrado en la habitación. El dormitorio, que parecía por las niñas por la decoración, contaba con un par de camas grandes y elegantes. Con dosel y una tela hecha jirones. Diversos juguetes se encontraban tirados por el suelo sobre una mullida alfombra que prácticamente cubría todo el suelo.

El dormitorio contaba con su propio aseo con una formidable bañera, lavabo con grifería de buena calidad y varios armarios todos vacíos. En una mesita junto a la ventana cerrada de la habitación había diversos marcos de plata con fotos familiares en las que aparecían tanto John como su mujer y las niñas. Todos parecían tener rostros de felicidad. Observando aquella foto algo llamó la atención de Michael. Era una marioneta de arlequín de unos 50 cm. Daba la impresión de que se había movido, quizá ladeado un poco o puede que solo se haya caído por algo que el investigador había tocado sin querer.

Howard comenzó a escuchar una dulce melodía infantil de aquella caja conforme giraba el propio tiovivo interior accionado por la pequeña manivela en el lateral de la cajita.

Finalmente, Norman Meredith y el propio Howard decidieron abrir la puerta al lado de las escaleras antes de subir. Al hacerlo puede que les sorprendiera encontrarse unas nuevas escaleras de madera que descendían a una estancia totalmente oscura. Puede que no. Al fin y al cabo era común en ciertas casas de esas dimensiones no solo tener varias plantas, sino también tener sótanos. Fuere como fuere, se les abría ahora un nuevo camino. ¿Subirían a la planta superior con sus compañeros o bajarían al sótano?

—¿Dejamos el sótano para el final? No voy a negar que me atrae poderosamente... pero yo revisaría antes el resto de las estancias 'normales'.— dijo recalcando esta última palabra mientras subía las escaleras con vistas a entrar por la primera puerta que encontrase en la segunda planta¹.

– Creo que tienes razón, cariño– respondió a Howard y le siguió escaleras arriba buscando una habitación que aún no hubiera sido revisada por nadie.

-Sí, terminemos arriba, ya que Michael y Eva están allí también. Luego podemos bajar al sótano.

Michael cogió uno de los juguetes de las niñas que había junto a un baúl. Era una especie de bastón de madera con ornamentos infantiles. Lo sujetaba con la mano izquierda mientras la derecha se deslizaba por su pantalón hasta agarrar el cuchillo. Se acercó lentamente hacia ese maniquí y alargó el bastón de madera para apartar el maniquí y ver que había detrás.

El corazón del detective se aceleraba por momentos. Estaba seguro de que no había desplazado nada así que ese sonido tenía que ser real. ¿O estaba imaginándolo?

El arlequín permanecía totalmente quieto, estático. Con su inerte mirada clavada en la punta del bastón de juguete que Michael acercaba lentamente hacia el mismo. Justo en el momento que fue a tocarlo para apartarlo una de las sombras que envolvían el muñeco se movió bruscamente ascendiendo por el bastón. El investigador pudo ver con sus propios ojos como más que una sombra se trataba de una especie de brazo cortado, totalmente negro y terminado en una mano de varias garras que se dirigían directamente hacia su cuello. ^[1]

Ajenos a aquello, Howard, Meredith y Norman subían por las escaleras buscando su siguiente habitación para examinar mientras Eva los miraba con una sonrisa.

— Ahí huele a muerto, menos mal que Michael es un caballero. —

Dijo la espiritista

Michael alargaba el bastón de juguete a esa cosa que había visto en el maniquí, como si ese bastón fuera a darle una oportunidad. Reprimió un grito y golpeó con el bastón a esa mano que se dirigía a su cuello.

Se arrastró por el suelo hasta golpearse con el baúl donde se guardaban los viejos juguetes de las niñas. Los juguetes cayeron al suelo formando un estruendo.

Michael se levantó y volvió a golpear a aquella cosa.

Por desgracia el susto de ver aquella cosa... aquel... brazo ascendiendo por el bastón fue demasiado para que Michael pudiera reaccionar a tiempo o como le hubiera gustado. Más que golpear lo que hizo fue lanzarlo contra la cama. Aquello fue a parar a uno de los colchones de la habitación sin que aparentemente recibiera demasiado daño. 

Eva escuchó algo y se giró. El grito que dio al ver al brazo en la cama resonó por toda la casa.

— ¡¡¡ Ah !!! Michael —

Buscó algo que arrojar al brazo, pero tropezó con uno de los juguetes cayendo al suelo.

Subiendo las escaleras, Meredith, Norman y Howard pudieron escuchar el grito de la muchacha, así como un golpe seco.

El brazo cortado dejaba restos negros, como si fuera petróleo allí por donde pasaba, manchando ahora la cama y dejando un pestilente olor. Giró apuntando su mano hacia Eva primero y finalmente a Michael, hacia el que se abalanzó de nuevo correteando con sus garras dirección al investigador.

Cuando escuchó el estruendo de cosas cayendo Howard se sobresaltó.

—Uops... parece que Michael ha roto algunas cosas. Las etiquetaremos como 'ya estaban rotas'.— dijo con una sonrisa dirigiéndose a la habitación donde había quedado su amigo.

En ese momento escuchó el grito de Eva y se lanzó a la carrera a ver que pasaba. ¿Se habría hecho daño Michael?

Michael aprovechó que la criatura estaba sobre la cama para tratar de envolverlo con la mugrienta colcha de la cama¹. Una vez envuelta, el detective aprovechó su cuchillo para clavarlo repetidas veces sobre la colcha que envolvía a ese extraño ser².

—¡Sal de aquí Eva! —dijo cuando escuchó a la mujer —. Avisa a Howard y a Norman.

La voz de Michael era descontrolada, probablemente Howard lo escucharía desde el pasillo conforme se acercaba.

Norman se extrañó un poco cuando percibió cierto ajetreo en la segunda planta. No sabía qué pensar, pero entonces escuchó el grito de Eva, e instintivamente sacó su revólver. 

-¿Qué demonios pasa?, ¿va todo bien?- dijo alzando la voz mientras se acercaba a la habitación con paso ligero.

Seguro que habrá visto una rata..., pensó.

Subían las escaleras de buen humor, haciendo bromas casuales y fáciles, cuando, una vez llegaron al nivel del segundo piso, escucharon el alboroto que llegaba desde una habitación a su izquierda y el consecuente grito de Eva.

Los hombres no tardaron en reaccionar y la enfermera salió tras ellos, pero guardando cierta distancia. En cuanto estuvo a la altura de la médium, Meredith la rodeo los hombros con un brazo y acercó su cara a la de la mujer, tratando de confortarla con palabras amables.

Cuando Howard, Meredith y Norman llegaron a la habitación se encontraron a Eva sentada en el suelo y retrocediendo hacia la puerta de espaldas; sin quitar la mirada de Michael que no paraba de asestar puñaladas a la cama... o mejor dicho a una ya de por si raída colcha que presumiblemente estaría envolviendo algo.

El olor era sin lugar a dudas el más desagradable encontrado hasta ahora en toda la casa. Una mezcla de podredumbre, sudor y algo que no eran capaces de identificar con claridad. Michael paró y se quedó mirando la colcha que se había impregnado de una especie de líquido negro y denso. Jadeaba y sostenía en su mano el cuchillo...

Norman tardó unos segundos en asimilar la situación. Seguía con la pistola en la mano, pero no sabía si disparar. Desde luego, algo había en aquella cama que Michael apuñaló con tal vehemencia. No tenía ni idea de qué podría tratarse, pero a todas luces no iba a ser agradable, a juzgar por el líquido negro que se desparramaba por toda la cama, y el repugnante olor que emanaba de la habitación.

-¡Maldita sea, contadme algo o me va a dar algo!-dijo Norman, mientras apuntaba con el revólver a la mancha negra en la colcha.

Michael se retiró de encima de la cama jadeando y mirando ese líquido negro. Todavía empuñaba el cuchillo manchado en la mano vigilante por si aquella cosa volvía a moverse.

—No se de donde demonios ha salido eso —dijo respondiendo a Norman—. Un brazo del maniquí... se movía y... quería atacarme.

Las palabras de Michael salían entrecortadas mientras recuperaba el aliento.

—¿Estás bien Eva? —preguntó—. ¿De dónde demonios ha salido? ¿Y qué era eso?

Michael miraba a Norman, a Eva y al resto del grupo y alternaba la mirada sobre esa criatura que debía de estar debajo de la colcha.

Meredith, arrodillada al lado de Eva, trataba de tranquilizar a la médium.

– Ya está, querida, ya está. Ya ha pasado todo.

Sujetaba el rostro de la mujer contra su pecho para darle calor y calmarla, acunándola suavemente. Mientras hacía esto, dirigía una mirada inquisitiva a Michael, intentando entender lo que este les estaba contando. Aquello que les decía parecía más bien salido de un mal sueño o de unos delirios aberrantes. Pero no tenía motivos para pensar que les estuviera engañando, a ellos seguro que no. Sin embargo, su cerebro se negaba a creer que habían sido atacados por el brazo de un maniquí. Eso era simplemente imposible. Más entonces, ¿qué es lo que habían visto?  ¿Y que yacía bajo aquella manta acuchillada?

Miró en dirección a la cama, queriendo asegurarse de que, fuera lo que fuese que reposaba bajo la sábana, ya no se movía.